De dónde vengo
y
A dónde voy
Ensayos para una Autobiografía
existencial
POR:
MU-KIEN ADRIANA SANG
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A papá porque habiendo arriesgado su vida zarpando a
la aventura, supo echar raíces en
la tierra que lo acogió.
A mamá por haber sido la mejor su amor incondicional
A Rafael por enseñarme el significado del amor verdadero
A Rafael, Arancha, Rocío y Rafael Eduardo por completar el sentido del
amor y la familia
Al inmenso universo de
mis hermanos, hermanas, cuñados, cuñadas, sobrinos y sobrinas
Por nuestros lazos de amor filial y respeto, a pesar
de nuestras diferencias
UNA EXPLICACION
NECESARIA:
Una mujer es la historia de sus actos
y pensamientos de sus heridas y
entusiasmos, de sus amores y desamores.
Una mujer es inevitablemente la historia de su vientre, de las semillas que en él fecundaron o no lo
hicieron, o dejaron de hacerlo, y del
momento aquél, el único en que es diosa.
Una mujer es la historia de lo pequeño, lo trivial, lo cotidiano, la
suma de lo callado. Una mujer es siempre la historia de muchos hombres. Una
mujer es la historia de su pueblo y de su raza. Y es la historia de sus raíces
y de su origen, de cada mujer que fue alimentada por la anterior para que ella naciera una mujer es la
historia de su sangre. Pero también es la historia de una conciencia y de sus
luchas interiores…. es la historia de su utopía.” Marcela Serrano, Antigua vida
mía
“Este es el libro de mis nostalgias
la nostalgia por el decir no dicho, por ese mar de sensaciones inexplicables en
la cotidianidad y a propósito de ella; por mi pueblo natal hecho de polvo, de
geografía y de unas particularidades que he creído muy suyas; la nostalgia
también de mi país, el que fue; de mis calles, de mi barrio de adolescente; de
la vida y de la muerte que llevan en ellas tantas nostalgias infinitas...” Ida
Hernández Caamaño, Viajera del Polvo.
Abandono por un instante los documentos que
durante muchos años me han ayudado a hacer la reconstrucción histórica. Me olvido de los cientos de libros de
necesaria consulta para poder entretejer
un discurso coherente, de algún trabajo de investigación. Desde hace unos días he dejado de escuchar
los discursos, desagradablemente estridentes, de los líderes políticos en pos
de ganar simpatías populares. No me
interesa ahora conocer cuáles fueron las últimas publicaciones de los
intelectuales nacionales o extranjeros. No quiero escuchar las últimas noticias
internacionales. Cómo anda la guerra, el precio del petróleo, ni la situación
de los países de África, de América Latina o de Asia. Pierde en estos días
interés saber si nuestro Presidente
seguirá con su rutina habitual, o si los partidos políticos continuarán con sus
críticas a la sociedad civil. No quiero pensar ahora en los momentos difíciles
que vive el mundo de hoy, marcado por el fanatismo religioso, o la llamada
globalización, tan expandida como la pobreza. No quiero dedicar tiempo para
saber los últimos detalles de la larga, triste, cómica y trágica telenovela
latinoamericana protagonizada por nuestros cuestionados líderes. Como pueden ver me dispongo a dejar de lado
un poco lo que han sido mis preocupaciones durante más de dos décadas.
He querido aislarme del mundo para concentrarme
en mi propio mundo. He decidido
simplemente dejarme llevar, ser simplemente mujer y ser humano para
escribir estas confesiones. Mi historia
personal no tiene el glamour de las estrellas del espectáculo de Hollywood; ni
las estridencias de la farándula criolla; ni el atractivo de las luchas espectaculares
que han tenido que hacer, a fin de poder sobrevivir, los valiosos hombres y
mujeres marginados de la riqueza y la vida.
Ellos, a diferencia mía, a fuerza de aventuras y desventuras han sabido
sobreponerse a los embates cotidianos que pretenden destruirlos, a fin de
construir sus propias vidas.
Cumplí hace poco 50 años de vida. Poco y mucho
tiempo a la vez. ¡Divina contradicción! Poco tiempo para conocer mejor el mundo
que me ha tocado vivir, y sobre todo para hacer realidad tantos sueños. Muchos
años, muchos días, muchas horas para descubrir las nuevas experiencias que me
ofrece la vida. Medio siglo es para los
jóvenes que se abren camino a la vida, un largo trayecto. Tal vez para los
octogenarios soy todavía una joven que todavía tiene energías para seguir
cabalgando por la vida, pues como dice
Coello “Un guerrero de la luz no tiene “certezas” sino un camino a seguir,
al cual procura adaptarse de acuerdo con el tiempo...”[1]
Soy Mu-Kien la mujer que lleva en su sangre una
simbiosis entre oriente y occidente. Soy
Mu-Kien, un nombre oriental que significa belleza sutil, y cuyo segundo nombre
es Adriana, como forma de dejar constancia de esa hibridad de mi vida, Soy la
mujer historiadora que por amar profundamente la historia, vive intensamente
cuando entra en el éxtasis de intentar descifrar el pasado. Soy Mu-Kien la mujer que para sobrevivir, el
destino la colocó también como ejecutiva. He tenido que asumir grandes y
diversas tareas burocráticas, donde el seguimiento cotidiano de las pequeñas acciones
constituyen una impronta innegable para que funcione ese aparato integrado por
otros seres humanos. Soy Mu-Kien la
mujer que disfruta plenamente haciendo artículos en su columna “Encuentros”, porque es una forma de escribir
para expresar pensamientos y sentimientos que el trabajo de investigación
histórico no permite. Soy Mu-Kien la
mujer que no ha dejado nunca de ser maestra; porque a pesar de las múltiples
cosas que le ha exigido su propia existencia, el compartir con los jóvenes
constituye un aliciente de vida y una renovación constante de la fe en el
futuro; porque enseñando aprende también; y porque es su forma de agradecer a
la vida de tantos dones y privilegios recibidos. Soy Mu-Kien la mujer que también es esposa,
rol que entraña sus obligaciones y su propia dinámica; y que debe compartir,
atropelladamente a veces, con las otras
facetas que integran su existencia.
Soy simplemente una mujer, con miles de
fantasmas no superados; intentando ganar la batalla eterna y cotidiana en
contra del sobrepeso; la mujer de las dudas, de los sueños no concluidos; la
mujer que ha errado muchas veces en su vida; la mujer que ha perdido amigos y
amigas entrañables por culpa de los avatares de la vida, o porque ha
pronunciado la palabra incorrecta en momentos no indicados, causando heridas,
aún sin proponérselo. Soy Mu-Kien la mujer que es madre por
accidente, de unos hermosos hijos heredados y
de un hermoso nieto que ha colmado su existencia. Soy Mu-Kien la mujer
que ha amado, que ha llorado de dolor o indignación; que ha reído de felicidad;
que se ha enfurecido de indignación, que ama o que atropella.
Decidí escribir estas páginas para desnudar mi
alma. Quizás estas ideas organizadas
puedan servir de espejo para otras almas, tal vez con mayores vivencias que yo,
a quienes la vida le ha deparado más enseñanzas, no han encontrado el tiempo,
la forma o las palabras para expresar lo
que han pensado y sentido.
Vengo acariciando este proyecto desde hace
varios años. Razones laborales, personales y compromisos de investigación, me
obligaron a detenerlo. Escribí algunas
cosas a retazos, cuando el tiempo y la paz me lo permitieron. Después que durante los años 2002 y 2003 me
entregué en cuerpo y alma al monólogo sobre Minerva Mirabal [2], me convencí que una parte de mí como
escritora trascendía el marco de la historia. Al escribir el monólogo, si bien
utilicé la investigación histórica, pude hacer uso de mi imaginación y mis
sentimientos.
Dos partes componen esta locura. La primera
contiene algunos planteamientos y
reflexiones que escapan a mi propia existencia, intento hacer un
balance-reflexión sobre mi entorno.
Mencionar la segunda, “Revelando un secreto”,
me produce vértigo y rubor, sensación extraña a mis años. He decidido, después de mucho reflexionar y
debatirme internamente, publicar una
selección de poemas ¡Qué atrevimiento
llamarlos así! de amor y desamor.
Incluyo también algunos dedicados a mi padre y a mi madre. Los publico sin el debido permiso de sus dueños.
Una vez más gracias por acompañarme en esta
hermosa aventura. Una vez más mi eterno agradecimiento por compartir conmigo
este manojo de reflexiones y sentimientos.
Mu-Kien Adriana Sang
Mujer de híbrida identidad
I. Orígenes
“Últimamente comprendí el significado de la tranquilidad. Día
tras día me mantuve apartado de la multitud. Limpié mi cabaña y la preparé para
la visita de un monje, que llegó a visitarme desde las montañas lejanas. Vino
bajando desde los picos ocultos por las nubes. Para verme en mi casa de techo
de paja. Sentados en el pasto compartimos la resina del pino...Al terminar el
día encendimos nuestra lámpara. Las campanas del templo anuncian el comienzo de
la noche. Repentinamente advertí que la Tranquilidad es realmente la FELICIDAD,
y sentí que mi vida tiene abundante ocio...” Wang Wei.
Desde hace varios años he venido leyendo las
nevelas de Amy Tan, una autora americana china que vivió y vive en California[3]. Sus relatos llenos de pasión sobre el proceso
de adaptación de su familia migrante en el que sobresalen los secretos de
algunos familiares, especialmente cuando era niña, los problemas que su familia
vivió con el choque cultural y su necesidad de adecuarse y vivir en una sociedad diferente a las tradiciones
familiares, me hicieron pensar en la historia de mi padre y en la de mi
familia.
Cuando
leí la primera novela pensé mucho en nuestras propias vidas. Los mismos
problemas, las mismas pasiones y los mismos intentos por hacer sobrevivir una
cultura subyugada por la patria de adopción.
Al leer los relatos, y constatar el drama familiar que se produjo en el
seno de esta familia de migrantes, reviví muchos escenas de mi propia
familia. Me impactó la historia con la
cual Amy Tan inicia su novela El Club de la Buena Estrella:
La anciana recordaba un cisne que comprara
hacía muchos años en Shanghai por una suma ridícula…Luego la mujer y el cisne
navegaron a través de un océano…hacia Estados Unidos. Durante la travesía, ella
arrullaba al cisne diciéndole: “En América tendré una hija igual que yo, pero
allí nadie la mirará con desprecio…, porque la obligaré a hablar sólo en un
perfecto inglés norteamericano ¡Y allí estará demasiado saciada para tragar
ninguna pena! Sabrá lo que quiero decir porque le regalaré este cisne… un
animalito que llegó a ser más de lo que se esperaba de él.” Pero cuando llegó al nuevo país, los
funcionarios de inmigración le arrebataron el cisne, y ella se quedó agitando
los brazos y con una sola pluma del ave como recuerdo… La mujer había
envejecido y tenía una hija que creció hablando sólo inglés y tragando más coca
cola que penas. Desde hacía mucho tiempo la mujer quería darle a su hija la
única pluma del cisne y decirle: “Ahora tal vez parezca que esta pluma no vale
nada, pero viene de lejos y trae consigo todas mis buenas intenciones,” Y
aguardó un año tras otro, hasta el día en que pudiera decirle eso a su hija e
un perfecto inglés norteamericano,
Una identidad
híbrida
Quizás porque mi doble origen, en el que oriente y occidente
entremezclan e interponen de manera activa, me coloca en una situación de
especial sensibilidad. Tal vez porque mis ocho hermanos y yo, vimos y sufrimos
con él, el gran esfuerzo de nuestros
padres por abrirse espacio en una sociedad tan cerrada y difícil, como era, y
es, Santiago. Nací un año en que la
Oveja del 1955 iba por la mitad de su trayecto, un día 8 de septiembre, en el
corazón de Virgo, el mismo día en que nació mi hermano Ping Jan cuatro
años antes. Soy oveja y virgo, expresiones simbólicas del
horóscopo oriental y del occidental. Esa mezcla de oveja y virgo, diferentes en esencia, se evidencia
la composición de mi doble y complementaria identidad.
Soy hija de emigrantes pobres que salieron por el mundo en búsqueda de
mejores vida. Esta condición especial me ha convertido en una persona des
especial sensibilidad con respeto a las peripecias y dramas que viven y padecen
los hombres y mujeres que cruzan mares, llanos y montañas; parten, llegan y
tratan de integrarse en tierras desconocidas que a fuerza de lágrimas y sufrimientos luchan
por convertirlas en sus hogares. ¡Lo he dicho tantas veces! La humanidad se ha
conformado con las rutas de los seres que van a todas partes y llegan a
cualquier parte. La búsqueda de mejor vida es el norte de los seres que se
sumergen en la aventura de emigrar, de reiniciar el camino de sus vidas para
mejorar y lograr un mejor futuro.
Soy un ser humano a
quien el destino dio la oportunidad de haber nacido, formando parte de dos
grupos socialmente excluidos y marginados. Con orgullo digo y afirmo que soy
mujer y lucho por la igualdad de oportunidades de nuestro género. Tuve además
el privilegio de ser bautizada con dos nombres que reflejan fielmente los
dobles senderos que formaron mi origen.
Tengo un rostro con rasgos indiscutiblemente asiáticos; sin embargo, mi
patria chica amada es Santiago de los Caballeros. En esa ciudad norteña,
corazón del tabaco, de la industria naciente, de la oligarquía que subía y
bajaba presidentes, nací, y desde ahí asumí a la República Dominicana como la
tierra de mi pertenencia y de mi identidad. Correteando por las calles de esa
ciudad norteña, aprendí a amar esta tierra, nací dominicana, sentí como
dominicana y tomé conciencia de que formando parte de Las Antillas Mayores,
también era caribeña.
Soy, como mis ocho
hermanos y hermanas, el producto de los horrores de guerra y la miseria. Hija
de un migrante que zarpó desesperado a la aventura por el mar desconocido. Nuestro padre, Miguel Sang, nació en Cantón,
China, en 1919. Un momento terrible para
la gran nación continental. Japón, desde
su isla, buscaba tierra firme para dominar, por eso no se detenía en su afán de
conquistar la gran nación del continente
asiático. Desde principios de siglo XX la nación nipona no cesó de atacar a
China. La década del 30 fue especialmente dura para el pueblo chino, pues Japón
se había anotado varios triunfos después de haber logrado, anotándose un tanto
militar, la invasión y anexión de Manchurria en 1931; de haber penetrado a
Mongolia en 1933; y de haber bombardeado a Shangai y Nanking en 1937[4].
La situación política y económica se hacía cada vez más difícil para los pobres
chinos. Las esperanzas acerca del futuro
eran no sólo inciertas, sino casi imposible de vislumbrar.
Buscando mejor vida para su familia, nuestro
abuelo, a quien no conocimos, decidió hacer la conquista marina, antes de la
llegada de su hijo. En 1919 llegó a Cuba, permaneciendo allí varios años. Luego decidió probar suerte en la República
Dominicana. Llegó primero a La Vega, donde trabajó duro pero no vio grandes
oportunidades. Quiso entonces probar suerte en otro lugar para seguir
labrándose camino. Llegó hasta Santiago.
Un empleo tras otro fue su vida en los primeros años, hasta que pudo
asociarse con otro chino desheredado de
la vida, fundando el Restaurante Seng
Chong Long, al lado del Teatro Colón, frente al muy reconocido Hotel
Mercedes.
Entonces mi padre quiso seguir los pasos de su
padre ausente y casi desconocido. Zarpó hacia América, la tierra prometida de
los grandes sueños. Agobiado por la
pobreza y la imposibilidad de vislumbrar una vida digna se entusiasmó con la
aventura marina, camino indiscutible de la mayoría de los seres, que como él,
no encontraban horizontes en sus propias tierras. Otro chino más de la gran
masa desposeída que perdía las esperanzas y las expectativas del futuro,
decidió partir a la aventura. Sin pensarlo ni un momento, en 1936, emprendió el
camino hacia lo desconocido. Tomó el barco acompañado de un pequeño bolso con
sus escasas pertenencias, pero repleto de esperanzas, dudas y miedos. Tras su decisión, dejó atrás el resto de su
familia: su madre, un hermano, una hermana, tíos, primos y amigos. En su bolsillo pendía como
azabache de la buena suerte la dirección de su padre y una carta que contenía
la dirección del tío Tomás que vivía en
un lugar llamado San Francisco de Macorís, y había prometido ayudarlo si osaba
emprender la hazaña.
Desde Cantón, en el
margen sur de la China continental, salió huyendo de las secuelas de miseria,
desolación e inseguridad. Después de largos meses de insoportable
travesía, cruzó el Océano Pacífico y
llegó a América, la tierra grande, luego tomó rumbo hacia el Mar Caribe. Aquí
en esta media isla, decidió a los 17 años reiniciar su vida. Fue
recibido con alegría por su padre. Trabajó a su lado por diez años en el
Restaurante del abuelo, el Seng Chong Long, hasta que cerró en 1949. Allí
aprendió el oficio de cocinero y en sus tiempos
libres se esforzó por aprender el español.
Papá contaba que cuando llegó al país tenía dos
objetivos: aprender bien el idioma, y
conseguir un trabajo. Decía, algo que
también fue confirmado por sus allegados, que cuando cerró el Seng Chong Long
tuvo que trabajar en todo lo que pudiese aparecer. Trabajó como zapatero, como
tendero, hasta creo que estuvo algún tiempo en una sastrería. Finalmente pudo
pasar a trabajar al Restaurante Antillas, propiedad de nuestro abuelo materno,
Ventura Ben. Allí conoció a nuestra
madre, Ana Ben, una hermosa joven domínico china, que acudía en las tardes a
saludar a su padre.
Siempre me llamó la atención el hecho de que a
pesar de los trabajos duros que realizó papá, sus manos no estaban llenas de
callosidades. Todo lo contrario, eran largas y suaves. En los momentos de paz e
intimidad familiar, papá adoraba acariciar el pelo de sus hijos. Ese gesto amoroso lo llevo prendido en la
memoria. No olvido las mañanas cuando calentaba el vehículo para llevarnos a la
escuela, esos minutos de deliciosa intimidad, nos acariciaba con ternura
pasando sus manos por nuestros largos cabellos.
Su paso como cocinero, fue un regalo para sus
hijos. Uno de los más hermosos recuerdos
de nuestra infancia, son los bizcochos que preparaba papá, decorados con
esmero. No olvido el rosado intenso de los “suspiros”, característico de la
repostería oriental. Esa intensidad en el color de las decoraciones chinas es
algo que ha llamado siempre mi atención. El concepto estético chino privilegia
el color, la luz, los primeros planos. ¿Será una forma de alegrar la dura vida
de trabajo y tragedia que ha caracterizado su historia a través de los siglos?
Un enorme entorno familiar
Mi memoria se nubla, pero no sé que pasó con el
abuelo paterno. Cuando llegué al mundo había regresado a China, muriendo años
después. De lo que sí estoy convencida
es que el Tío Tomás se convirtió en el protector de papá. Todavía lo recuerdo cuando visitaba a mi
padre, acompañado de su eterno bastón, hablando un español atropellado, del que
solo podía entender algunas palabras. Mis hermanos y yo teníamos que saludarlo
con especial reverencia, pues su presencia en nuestra casa era un signo de
distinción hacia nuestra familia. Al
escribir estas notas, me recuerdo de una conversación “macondiana” que
sostuvieran el Tío Tomás y Suk Yien, una excelente ejecutiva financiera, pero
distraída como pocas. Durante varios
años era común que el tío visitara nuestra casa los domingos en la mañana, uno
de esos días le tocó a Suk Yien atenderlo.
Aunque él tenía mucho tiempo en el país, su español era extremadamente
pobre. Al recibirlo, mi querida hermana le preguntó qué cómo había podido
llegar solito a la casa. El tío, sorprendido por la pregunta le dijo, “Fácil, como mi batón”. Por
la forma de pronunciarlo, la distraída hermana entendió “motor”. Entonces le
preguntó, “¿Y usted sabe usarlo?”. El respondió: “Claro es muy fácil”. Entonces ella respondió:
“¿Verdad? ¿Y usted no se cae?”. El tío contestó: “No, es muy seguro”. Hablaban, se preguntaban, se respondían y
cada uno tenía un referente diferente. Suerte que papá llegó e interrumpió la
conversación. Creo que el tío nunca supo que su “batón” era para mi distraída
hermana un “motó”
A finales de los años 50 vino el único hermano
de mi padre, Arturo, a quien debíamos decir “Patiá” (tío, hermano mayor de mi
padre). Tiempo después, nuestro tío hizo
las diligencias de traer a sus hijos. Primero vino su esposa, Padión (esposa
del hermano mayor de mi padre), Alfredo, Ping Kuen, hoy el tronco de la
familia. Años después vinieron sus dos hermanas: Musieng y Su Gui. Cuando ellas
llegaron pusieron notas especiales a nuestra cotidianidad. Musieng era bella, parecía
una verdadera estrella de cine chino. Con un cuerpo espectacular, se vestía
para resaltar sus atributos físicos.
Vivieron en nuestra casa por largo tiempo, compartimos mucho. Musieng
nos enseñó el arte del arreglo personal, a usar maquillaje, a utilizar las
bondades del físico oriental. Hoy ambas viven en Miami, dedicadas a sus
respectivas familias.
El tío
Arturo murió de leucemia cuando yo apenas tenía 10 años. Mi primer encuentro con la muerte fue también
un choque cultural. El velatorio de mi tío
se hizo en nuestra casa. No pude ver el
ataúd. Cuando me disponía a entrar a la sala para estar a su lado, las luces de
las velas se reflejaron en la vitrina del comedor, y la impresión fue tan
grande, que quedé petrificada en un asiento llorando en silencio. Nos vistieron
de blanco. Ahí supe que el dolor y la rigurosidad del luto en China se expresa
externamente usando ropa blanca.
Contrastaba con el negro que usaban los dominicanos bajo el sol tropical y las
vestimentas brillantes de los amigos de la colonia que fueron a acompañarnos.
A
finales de los 60 mi padre pudo otra parte del resto de la familia. Su padre
había muerto, entonces trajo a su madre desde la Aldea cercana de Cantón. Ya
constituida nuestra inmensa familia nuclear compuesta por papá, mamá y sus
nueve hijos, la abuela paterna que desde su llegada pasó a vivir con nosotros y
la abuela materna, nuestra querida “Guela Andrea”. Me viene a la memoria que
nos enseñaron a decirle “Aguian”, un calificativo especial para nombrar a la madre de nuestro padre. Ella, a pesar de
haber vivido casi dos décadas en el país, nunca aprendió a hablar el español,
nunca aprendió a comer comida criolla, ni tampoco hizo esfuerzos por conocer la
cultura dominicana. Sus gustos gastronómicos eran muy reducidos. Los años de penuria en la Aldea la dejaron
marcada para siempre. Uno de sus platos
favoritos era el arroz blanco, sin sal ni aceite, con el “jan gui”, un
pescadito saladísimo. Le preguntamos a papá por qué era tan salado. Nos dijo
que la sal hacía una mayor salivación, entonces debían comer muchos arroz para
mitigar el fuerte sabor. De esta manera la demanda de ingesta de proteína se
hacía menor, y el arroz tenía un acompañante.
Nos explicó que era la alimentación más utilizada por los pobres en
China, que a veces podían pasar hasta un día entero con un tazón de arroz y un
pescadito. Su habitación se constituyó
en su pequeña China, hasta el olor era particular. En una de las mesas había siempre un frasco
lleno de miles de pastillitas negras hechas de algas marinas. Este medicamento servía para cualquier dolor,
desde la cabeza hasta el estómago. Servía también para los dolores musculares,
menstruales, intestinales, en fin, curaba todo, aseguraba la abuela.
Tiempo atrás había venido el hermano de mi abuela,
a quien nos enseñaron a llamar “Keykung (que se traduciría algo así como
hermano de mi abuela y tío materno de mi
padre). Junto a él vinieron su mujer, Keypuá (cuyo significado era esposa del
tío materno de mi padre) y su hijo que en español fue bautizado como
Jorgito. Una vez le pregunté a papá por
qué cada familiar tenía una forma especial de denominarlo. Me contestó que en
la cultura china cada persona en la familia tenía un papel importante que
jugar, sobre todo los ancianos. Y que esos calificativos especiales eran
símbolos de respeto.
Mi primera infancia la pasé en la llamada Calle
del Pantalón, la Máximo Gómez 47, ubicada en el mismo corazón de la ciudad de
Santiago. Esa fue la primera morada
propia de nuestra familia. Cuando nos mudamos allí, ya habíamos nacido los
nueve hijos. El más pequeño, Peng Bian, tenía apenas un año. Con la llegada de esos primos, hubo que hacer
mejoras a la casa. Tiempo después, ellos fueron a vivir a otros lugares. La
casa era estrecha y larga, pintada de color verde claro por dentro. Mamá dividió las habitaciones, unas estaban
destinada a los “varones” y otras para las “hembras”. Nuestras primeras
correrías se hicieron en la calle Pantalón. Un tiempo feliz, sin muchas riquezas
ni bienes materiales, pero con la seguridad de que contábamos con unos padres
que nos amaban, protegían y luchaban duro para sacarnos adelante.
Cuando
tenía 15 años nos mudamos al sueño de todo emigrante: una casa propia amplia y
en un lugar residencial. El proyecto de construcción de la casa, fue un
verdadero proyecto familiar. Mientras la
hacían, muchos de los paseos dominicales era ver el desarrollo de esa
aspiración que se hacía realidad. Fuimos testigo de los primeros picazos de la
zapata, cuando empezaron a subir las paredes, cuando la pintaron, hasta que
finalmente fue terminada. El día de la
mudanza la familia tenía una algarabía generalizada. Papá no podía estar más feliz. La casa era inmensa. Nueve habitaciones, cinco baños, una gran
sala, un gran comedor, una terraza, un patio español y una biblioteca. La nueva residencia pudo dar albergue a mucha
gente. Hubo momentos en que habitaban más de 20 personas. Además de la familia nuclear de nueve hijos y
nuestros padres, 11 en total, vivieron con nosotros en esa casa hasta el día de
sus respectivas muertes, las dos abuelas.
Vivieron también dos primas, Samira y Rosanna, hijas de una hermana de
mi madre que fueron a nuestra casa a formarse y educarse. Luego se incorporó el
primo Luichy (Luis Canela, hijo), que llegó desde la capital a estudiar
economía en la universidad. Estaban
también las dos mujeres del servicio doméstico.
Una de las cosas más hermosas que recuerdo de
mi infancia, fue el amor y el respeto que se prodigaron mis dos abuelas. No
olvido cómo pudieron entenderse sin hablar una lengua común. Se acompañaban, se
hablaban, se cuidaban y nos cuidaban. Mamá les había dado la tarea de “ser
nuestros guardianes” mientras ella y papá se iban a atender los negocios. Cuando llegaban le hacían un recuento amplio
y detallado de nuestras andanzas. Mi
abuela paterna era osada, sin saber español, se atrevía a contestar el
teléfono. Cuando el interlocutor preguntaba por alguno de nosotros, y si no
estábamos en la casa, o ella no quería molestarnos, simplemente decía “no ta,
se fue”. Con la astucia juvenil,
algunos de nosotros aprendimos a decir algunas cosas en el dialecto de la
abuela. De esta forma nos la ganábamos y
ella nos premiaba con algunas monedas. La abuela nos cuidaba, pero
evidentemente que su preferido era Peng Bian Ventura. El, sabiéndose
privilegiado abusaba. Suk Lang Julia, se
enfurecía ante la injusticia, y le daba un manotazo escondido al pequeño
hermano, quien enseguida iba a denunciarla donde la abuela.
Un episodio familiar que los amigos de la época
siempre recuerdan, es que una vez una madre y su hija fueron a trabajar a la
casa a ayudarnos. La joven Miledys se hizo muy buena amiga de mi abuela
paterna. Se entendían no sé cómo. El
problema fue que Miledys asumió el cantadito de mi abuela. Era gracioso ver a esta dominicana de pura
cepa hablar con la entonación y el acento de los chinos que aprenden a hablar
español en la adultez. El episodio se
expandió tanto, que mucha gente llamaba a la casa sólo para escuchar a la joven. La situación se tornó insostenible porque el
teléfono no paraba. Su madre se
mortificó tanto que decidió renunciar al trabajo.
Aprendí el verdadero significado de la
longevidad, cuando mi padre organizó una gran fiesta cuando Aguian cumplió sus
80 años. Papá tiró verdaderamente la
casa por la ventana. Le pregunté porqué se hacía tanto alboroto por una
anciana. Papá me respondió con una larga
explicación cultural. En occidente se
festejan los 15 años, como si un joven tuviera algún mérito especial, porque en
este lado del mundo se enaltece a la juventud. En China, continuaba, se
reconoce la vida a partir de los 50.
Cuando una persona cumple los 80 ha tenido una larga vida de batallas
cotidianas, que le hacen merecedora de ese homenaje. Años después, cuando inicié mis lecturas
taoistas, comprendí el significado de sus palabras. En alguno de esos libros leí un día que el
merito no es haber nacido, sino de haber vivido, con dignidad, responsabilidad
y alegría. Para vivir, yo agrego, hay que cumplir años. Entendí también, que en la cultura china, los
ancianos tienen un lugar especial en la familia, ellos son la garantía de la
tradición y las buenas costumbres. Ahora
entiendo mi fascinación con los viejos, especialmente las mujeres que han
alcanzado la plenitud de su vida con alegría y tesón. Vienen a mi memoria mis
líderes eternas: mamá, Dedé Mirabal y Doña Josefina Padilla.
Recuerdo
que cuando Aguian entró en su fase final, Guela Andrea, mi abuela materna, la
cuidó de manera muy especial. En 1977,
Aguian murió como un pajarito. No pudo
jamás olvidar a su hija que se había quedado en China, tampoco que no pudo
volver a ver a su hijo Arturo, muerto años antes de su llegada. Vivió físicamente en República Dominicana,
pero su espíritu y su corazón estaban en su aldea amada en la lejana China
Continental.
A finales de los 60 llegó el primo José Chiang,
“Sion Cha”, hijo de la única hermana que tenía mi padre, pero que se había
quedado en la Aldea. Llegó primero solo.
Papá lo había traído para que rehiciera su vida aquí. Aprendió el oficio de la elaboración de
muebles de rattan, con él pensaba papá iniciarse en la fabricación de muebles.
Tiempo después vinieron su hijo menor y su esposa. Ellos tres también vivieron en nuestra casa. Con los años José pudo traer al resto de su
familia, su madre, y sus dos hijos mayores,
La llegada del primo José y su familia puso un
ingrediente familiar especial. José vino al país en los años 60, años más
tarde, llegaron su esposa y su hijo menor Yu Chon, un pequeño niño de unos siete años. Me impresionó
la miseria que reflejaban en sus ropas. La desnutrición que resaltaba a todas
luces, sus ropas harapientas y la tristeza de sus rostros. Yu Chon llegó a
nuestra casa vestido de un traje marinero que le compraron para venir al país.
Ese fue su traje de gala por mucho tiempo. No olvido sus ojos de asombro al ver
nuestra casa. Al principio de su
llegada, nuestro padre nos hacía la traducción.
El pequeño tenía un discurso aprendido. Al saludarnos dijo, que el Gran
Mao Tse Tung, el Gran Timonel, tenía la solución a todos los males, y que su
gran marcha era el símbolo de la grandeza de China. Nos sorprendió con ese
discurso político aprendido de memoria, que con el tiempo se esfumó. Cuando lo
escuchamos la primera vez, nuestro padre hizo la traducción y de una vez
aprovechó para darnos su arenga política anti comunista. Yu Chon, como niño al
fin, aprendió rápido el español, en cambio su madre, incluso ahora que tiene
más de treinta años en el país casi no sabe hablar el español.
Con la llegada de los tres nuevos inquilinos,
el universo familiar se amplió a 21 personas que comían, dormían y hacían todas
sus diversas cotidianidades. Era un verdadero ejército. Las compras del almacén eran enormes. Sacos
de arroz y habichuelas, cientos de naranjas, fundas interminables de pan, queso
y otros ingredientes. Lavar la ropa era una tarea que se organizó como una
verdadera industria. La ropa interior era marcada para que se diferenciase.
Antes de enviarla a lavar a una señora que vivía en “La Joya”, se dividían y se
contaban y se anotaban en dos hojas. Al
llevarlas a lavar se le entregaba esa hoja, copia de la cual mi madre
conservaba. Se hacía constar que el día tal del año tal, se había enviado a
lavar, tantas camisas, tantas camisetas, tantos pantalones, tantas blusas… Se llevaban
y se recogía la ropa de la semana anterior.
Mi madre recibía el cargamento. Cuando llegaba a la casa la distribuía
en los armarios de cada uno de nosotros, no sin antes verificar y contar para
ver si la entrega era correcta. Si algo faltaba, entonces hacía la reclamación
debida.
Como dije antes, Papá había traído a José a
trabajar en la fábrica de muebles de rattan que quería poner. José había
aprendido el oficio en China. Se hacían los aprestos para instalar la modesta
manufactura, Artesanía Rattan C x A.
Como José no sabía español, papá me asignó la tarea de enseñarle. ¡Imagínense, enseñar español sin saber
chino! Le pedí una mesada adicional por
la tarea y aceptó. La primera lección
fue el aprendizaje de los números, comenzamos del uno al 20 y luego hasta el
cien. Tenía una obsesión con el cuatro,
pues casi nunca lo recordaba, siempre decía, uno, dos, tres, cuatriolo…no sé
por qué. Pero cuando más graciosa era su pronunciación era en el 33, me encantaba
poner a repetirlo, pues hacía un esfuerzo de pronunciación y siempre caía
diciendo “treintairere”.
En esa tarea aprendí varias cosas. En el idioma chino, especialmente en el
dialecto cantonés que hablaba papá y su familia, la conjugación del verbo no
existe. El tiempo se determina por los adverbios,
por eso era tan duro para hacer las conjugaciones. Aprendió un español
rudimentario con acento cibaeño. Era frecuente escucharle decir frases como
estas: “Mu-Kien, ¿Tú fue mañana pa’la capitai?”
Recuerdo una anécdota muy graciosa.
Había recién cumplido los 15 años y le pedí a mi padre que me llevara a
Puerto Rico como regalo, una verdadera hazaña en ese tiempo. Para entonces la fábrica de muebles
funcionaba bastante bien. Entonces mi padre me dijo que debía ganarme el viaje,
por lo cual tenía que cubrir las vacaciones de la Secretaria. Mi jefe inmediato era José, el primo, mi ex
alumno de español. Debía hacer los
pedidos a las ferreterías, atender los clientes, atender llamadas, entre otras
cosas. Un día José me dictó un pedido.
Lo escuché, escribí, eso pensé yo, lo que me había indicado. Al momento recibí una llamada de la
ferretería diciéndome que ellos no vendían “luces de bengala”. Llamé a José y
le di el mensaje. Se puso furioso. En su español me dijo: “Yo no pedir luce e
bengala. Yo dije a ti clavos de tles pungalas”.
Todavía me río con ganas de ese episodio.
José fue mi primer alumno de español. Con el
tiempo me gané buen dinerito danto clases de español a chinos recién
llegados. Iba sus casas o negocios y le
daba una o dos horas de clases. Esta
forma de ayudarme a conseguir dinero extra lo mantuve por un buen tiempo. Llegada a la capital, tuve varios miembros de
la embajada de Taiwán como alumnos. Para
entonces ya era maestra graduada y con varios años de experiencia.
La llegada de José y su familia, profundizó y
ratificó las posiciones políticas de papá. Durante los prolongados almuerzos
dominicales, papá adoraba contarnos una y otra vez sus hazañas juveniles. Hoy, con la distancia, y después de haber
leído tantos relatos increíbles sobre China, pienso a veces cuán injusta fui al
pensar que muchos de sus relatos estaban teñidos de un poco de imaginación.
Papá tenía razón sobre las atrocidades del régimen de Mao. La historia se ha
encargado de confirmarle sus aprehensiones y críticas. Nos contaba cómo el
comunismo era un peligro para las familias; cómo muchos de sus parientes,
producto de la desesperación optaron por lanzarse al mar, y ver si a nado
podían llegar a alguna parte. Muchos
perecieron en el intento. Cuando comenzaba a relatar sus historias, sus nueve
hijos nos mirábamos con la picardía de la edad, y en nuestras miradas saltaba
al aire, sin verbalizar, la exclamación colectiva ¡Otra vez con lo mismo! Algunas de las historias, a fuerza de tanto
escucharlas, eran finalizadas por nosotros.
Repetíamos exactamente las mismas palabras. Papá tenía la virtud de
contar una y otra vez no sólo el contenido sino también la forma. Cuando se percataba de nuestra travesura,
concluía también con una frase lapidaria: “No se preocupen mis hijos, que
cuando ustedes crezcan y tengan sus
familias harán lo mismo que yo. Aconsejarán a sus hijos y le dirán los consejos
que solo la experiencia puede dar. Estas canas salen no por sabiduría sino por
las experiencias de la vida.” Nueva risa entre dientes de nuestra parte. Por
dentro pensábamos ¡eso no pasará nunca! ¡Qué equivocados estábamos!
Hace unos años me reí muchísimo. En mi nuevo
núcleo familiar, sucedía algo, que hoy honestamente no recuerdo lo que era, lo
que sí no puedo olvidar es que comencé a sermonear y a decir algo que a la edad
de Rafelito yo hacía y que consideraba que él debía imitar mi acción. No llegué a concluir la anécdota, cuando mi
aconsejado, con un tono burlón me dijo;
“Si, China (es su manera de llamarme cariñosamente) ya lo sé. Usted hizo
esto y lo otro...ya me lo ha repetido muchas veces. Usted va a venir otra vez
con lo mismo...” No bien terminó de hablar, cuando lancé una carcajada. Como la
situación era seria, los rafaeles de mi vida me preguntaron con sorpresa de qué
reía, y les respondí que había recordado a mi papá. ¡Cuánta razón tenías, papá!
¡Cómo se repite la historia!
Para los chinos, la ceremonia de la comida tiene
un significado especial. En nuestra familia, el almuerzo del medio día era el
punto de encuentro familiar. La mesa enorme estaba siempre rodeada. Mi padre,
sentado en el frente, flanqueado por las abuelas y mamá, los hijos y sobrinos
nos distribuíamos en los otros lugares.
La familia china era y es claramente patriarcal y patrilineal. En el caso nuestro caso ambas características
eran evidentes. Cuando papá hablaba,
teníamos que escucharlo y evidenciar que poníamos atención. Sus discursos, a
veces largos repetitivos, tenían que ser escuchados en silencio. Si algún
miembro de la familia había salido a estudiar, sus cartas eran leídas en voz
alta para que todos estuviéramos enterados.
Una vez, me tocó el viaje a mí. Había ido a México a hacer un post grado
en Educación de Adultos. Escribí una
larga carta a la familia, y al final hice una descripción de lo que pasaba. La
risa fue colectiva según me cuentan, porque había descrito la escena: papá
plegando la cara con ojos atentos para poder entender o haciendo repetir la
lectura de algún párrafo que no entendió o simplemente necesitaba escuchar de
nuevo; mamá en silencio vigilando si la comida estaba equitativamente
distribuida; el resto del grupo comiendo en silencio y haciendo que escuchaban
con atención para no recibir la reprimenda de papá.
Hice conciencia de que la comida que se servía
en nuestro hogar era un verdadero sincretismo gastronómico, siendo adulta. En
la casa siempre se servía una combinación arbitraria de alimentos, que podían
ir desde el arroz con habichuela, un chop suey, tallarines o el pescado
saladísimo para la abuela china. El arroz siempre era blanco, pero sin ningún
aditamento. Aprendí que en el país se comía el arroz con sal y aceite una vez
que fui a casa de mi amiga Amelia. En ese momento lo sentí rarísimo para mi
paladar acostumbrado al arroz hervido.
Entre las muchas anécdotas y recuerdos que papá
no paraba de contar en los almuerzos familiares, eran sus hazañas y proezas
para sobrevivir. Su periplo por la vida había sido difícil. Se había casado con
mi madre en 1947, una dominicana, de ascendencia china por parte de su
padre, nacida en San Francisco de
Macorís. Con la esperanza de rehacer su vida en su tierra natal, quizás para no
sentirse extranjero, alzó vuelo con mi madre hacia Cantón. Una vez tomó el
camino de regreso, una vez más se lanzó
a la aventura. Volvió a su aldea, allí encontró trabajo, y alojó a mi madre en
la choza familiar. Tuvieron su primer
hijo, mi hermano mayor, Peng Kian Miguel.
Mi madre tuvo que hacer de tripas corazón para adaptarse a un medio y a
un idioma desconocido. Aprendió a hablar un poco el dialecto de la aldea, y
pudo hacer algún dinero bordando y cosiendo para las lugareñas. Recuerdo una anécdota que Mamá siempre
contaba. Estando en la aldea tenía
hambre y quería hacer un chocolate. Al decirle a su interlocutor, pidió
hacerlo, pero su mala pronunciación la traicionó. En vez de decir, “Quiero
hacer un chocolate”, dijo “Quiero hacer peo de caballo”
No bien
se habían instalado en la Aldea, cuando se produjo la Revolución. En 1949, atemorizados por el enfrentamiento
entre Mao y Chan Kai Tse, vendieron lo poco que tenían, tomaron un barco que
los trajo de nuevo al país. Era la
tercera migración de papá. Decidieron instalarse en Santo Domingo. Con lo poco que habían ahorrado instalaron
una pequeña tienda de variedades y mercería.
Allí nació su segunda hija, mi hermana mayor Muling Alejandra. La vida en la capital era difícil, sobre todo
porque no tenían familia. Entonces decidió mudarse a Santiago, una ciudad donde
la estratificación social era, y pienso que lo es, muy rígida. Sabíamos de
memoria cómo logró hacer sus primeros ahorros; que prefería caminar para
ahorrar los diez centavos que contaba el pasaje. Que se había propuesto trabajar honradamente
para levantar su familia. Que no pondría los negocios tradicionales de los
chinos: lavanderías, moteles o colmados.
En Santiago al principio de su retorno, tuvieron que vivir con una tía
de mi madre, Abuela Julia, a quien no conocí. En su casa nacieron otros tres
hijos: Ping Jan Adriano, Mu-Yien Altagracia y Peng Sien Rafael. Comenzaron a
laborar en la tienda El Dragón, trabajando duramente con dos objetivos: comprar
una casa y montar su propio negocio. Uno de los sueños fue cumplido. Por el año
1953 compraron la casa del pantalón, que hablé antes. Mis recuerdos de infancia se remontan a esta
casa. Los 4 hijos restantes, Suk Yien Ana Cristina, Suk Lang Julia y Peng Bian
Ventura, nacimos allí. Tiempo después
tendrían su propio negocio. A finales de los 50, en la calle El Sol, casi
esquina Duarte, inauguraron la Tienda La Pagoda. Duró más de 25 años
funcionando.
De esta tienda sui generis en que se vendía de
todo: hilos, agujas, botones, tejidos, ropa de niños, ropa de damas, ropa de
hombres, accesorios femeninos, carteras…y hasta la flecha y la salsa de soya,
nacieron los demás negocios. Primero la
Granja La Altagracia, el Pez Dorado y Artesanía Rattan.
Imponiéndose al medio
También permanecen en mi memoria sus luchas
internas para superar las barreras del idioma.
Recuerdo una anécdota que papá siempre contaba reiteradamente. Teniendo poco tiempo de haber llegado al
país, como no tenía reloj, preguntó la hora a un
transeúnte, el señor amablemente respondió mirando su muñeca, “Son lasonce”.
Mi padre sonrió, pero no entendió nada. Dio las gracias amablemente y se fue a
su habitación a buscar en el diccionario. Fue directamente a la letra “S”. Por supuesto que no encontró el vocablo
buscado. Como tenía necesidad de saber
la hora, volvió a preguntar. Le dijeron son “lasonce treinta”. Entonces fue cuando reparó que eran las once y media
de la mañana. Otro día, siendo todavía empleado del Restaurante
“Antillas”, alguien solicitó un “pai de
crema”, y él le sirvió un pedazo de pastel
de crema (pie crema). El cliente se molestó, porque le había solicitado
cigarrillos. En realidad lo que el cliente deseaba era un “par de cigarrillos
de la marca Cremas”.
Las limitaciones
idiomáticas hicieron que mi papá se impusiera el aprendizaje del español. Siempre me sorprendió su buena ortografía y
su letra tan bien delineada. Me confesó
un día, que después de pasar su larga jornada laboral como cocinero en el
Restaurante Antillas, se retiraba a su habitación para estudiar y practicar la
caligrafía palmer. Su español era bastante bueno, incluso en su sintaxis. Papá fue capaz de hablar con coherencia y
sentido, incluso pensamientos muy complejos. Leía mucho. En su cama, siempre
tenía libros en chino, en español y hasta en inglés. Esto explica porqué su universo
lingüístico y su vocabulario era superior al de los demás chinos de la
colonia. A pesar de que la estructura de
sus oraciones era correcta, en el lenguaje verbal tenía un acento chino muy
simpático, dejando ver claramente que su socialización no había sido en
español. La sílaba NO y NA tenían un nivel de dificultad increíble para él.
Nunca pudo pronunciarlas por claridad.
Me parecía tan gracioso cuando llamaba a mi madre “Anda”, en vez de Ana,
o decía “mando” en lugar de mano. Una
vez papá tuvo un pequeño incidente de tránsito. Estaba parqueando su vehículo
en la calle Duarte, en el centro de Santiago, muy transitado y lleno de
vendedores ambulantes. Al abrir la puerta golpeó a un perro que caminaba con un
señor. Se armó una discusión. El señor reclamaba
un indemnización, papá decía que no, pues la ley decía que los perros debían
caminar con sus amos “de la mando”, por querer decir que debían caminar con un
collar y su cadena. El señor reclamó de nuevo, y le dijo: “¿De que mando usted
me habla?” y papá le respondía, “de la suya”. Bueno suerte que la sangre no
llegó al río. Al final llegaron a un arreglo.
Parece que Mamá antes
de morir presintió que algún día escribiría estas notas. Un día cualquiera recibí un paquete que ella
me enviaba. Al abrirlo descubrí algunos
de los tesoros de nuestro padre: álbum con recortes de periódicos. Los revisé
con nostalgia. Las lágrimas no se detenían.
Luego los coloqué en un lugar seguro en un anaquel destinado a los libros. Al escribí estos recuerdos, revisé de nuevo
los viejos recortes. En uno encontré noticias de varios periódicos que datan
del 1946 en adelante. Papá era
osado. Tenía apenas 10 años de haber
llegado al país, era un cocinero desconocido de un Restaurante chino, y se
atrevía a hacer traducciones al español de artículos aparecidos en periódicos
chinos, que conseguía en la legación diplomática. En su archivo personal, colocaba los recortes
del periódico chino, y al lado la publicación del periódico dominicano. Hay recortes de cartas que papá envió al
Director de La Información, cuando a su juicio algún comentario era perjudicial
para la colonia china en el país, o sencillamente porque una opinión del medio
perjudicaba sus intereses. En octubre de
1946 [5]
protestó por la crítica que había salido publicada cuando los restaurantes
chinos subieron el precio de los platos, especialmente el muy demandado arroz
con pollo. Comerciante al fin, en su réplica Papá le argumentaba que el aumento
se explicaba porque los demás ingredientes había subido de precio, le decía:
Este es un plato que se prepara con arroz y gallina
(materias primas), salsas de tomates extranjeras, manteca o aceite, alcaparras,
jamón picado y otros ingredientes que no es el del caso numerar. Pues bien, todos sus componentes han subido en
la actualidad, el que menos un 100% y el que más 250% (por ejemplo el arroz y
la salsa de tomate). Nosotros servimos este condimento al público solo con
aumento del 50%, sobre el precio anterior que no llega, proporcionalmente al
precio de costo de sus componentes…sirviéndose también con su correspondiente
pan untado de mantequilla…”
Papá era apasionado de Joan Meng Wang, una
intelectual china, que a su vez era directora de la escuela de Agricultura de
China en
Chungking y esposa del Secretario de la Legación China en el país, el
Sr. Wang Shick [6]. Al revisar las traducciones, comprobé que
estaban bien traducidos, en un español correcto. ¡Qué orgullosa me siento! Publicó, traducido por él más de 10 artículos
de esa competente mujer. Los primeros
fueron una serie sobre La Religión China, que reflejan muy bien las tensiones
que vivía esa gran nación a mitad de la década del 40, después de décadas de
enfrentamientos sangrientos con Japón.
Sus traducciones
permitieron que la comunidad de Santiago estuviera al día del desarrollo de la
guerra chino-japonesa. En uno de los
artículos, papá se hace eco de la posición de la Señora Wang, sobre los efectos
negativos de la invasión japonesa en la educación china [7]: Antes
de la guerra, la mayoría de las escuelas de China, estaban establecidas en las
provincias costeras. Entre las fuerzas inagotables de China de la guerra contra
la agresión Japonesa están las instituciones educacionales. Los planes de
destrucción del Japón a las universidades de China han fracasado. Los miembros
de esas instituciones simplemente se trasladaron al interior del país y en esas
zonas, ellos encontraron insuperables dificultades, sin embargo continuaron sus
labores con espiritu indomable.
Tradujo también una
serie de artículos sobre la participación activa de la mujer china durante la
guerra. En su traducción destaca cómo
había ido cambiando el papel de la mujer en la sociedad. La actitud general de la mujer en la China de hoy, es completamente
distinta a la de ayer. Anteriormente, la mujer que tenía los piesecitos
vendados y el cuerpo delicado, no podía hacer nada más que sentarse dentro de
su hogar. En cambio, hoy día toda clase de empleos en el Gobierno están
abiertos para la mujer…El poder de la mujer china se ha centralizado en las organizaciones
del Comité Consejero del Movimiento de la Nueva Vida, el cual fue presidido por
Madame Chian Kaishek. Actualmente cuenta con un total 317 instituciones
femeninas extendidas en las 21 provincias…
Me sorprendió
sobremanera, ver la copia de un comunicado público firmado por papá y que salió publicado en la prensa nacional.
El recorte no tiene fecha ni especifica el periódico, Por la ubicación en el
álbum, deduzco que es un documento de 1946.
En el mismo, papá y un grupo de “paisanos” se declaran abiertamente a
favor de la independencia China y sobre todo de su líder, el Dr. Sun Yat Sen,
el Padre de la República China, como ellos lo llamaban. El título del
comunicado es directo y sin miramientos: Entramos en el 7º año de lucha:
La colonia China de la República Dominicana, en el
séptimo año de lucha por su independencia nacional, hace constar su
incondicional adhesión al régimen democrático que sustenta nuestro país de
origen, y prometemos intensificar nuestras aportaciones materiales y espirituales
para ganar la guerra, aplastar al Fascismo y destruir definitivamente al
criminal militarismo japonés. Estamos completamente identificados con los
principios revolucionarios que preconiza el Doctor Sun Yat Sen (Padre de la
República China), cuáles son: conseguir la independencia nacional, realizar la
implantación de una auténtica república democrática y sobre todo elevar
cultural y materialmente el nivel de vida de las masas. Nosotros los residentes
en Santiago de Los Caballeros, al igual que todos los demás compatriotas que
viven en esta incomparable República, estamos dispuestos a realizar los máximos
sacrificios para lograr la guerra. Para llevar a cabo la presente publicación,
es justo reconocer el entusiasmo que han desplegado e su actuación mis compatriotas
Mon Chez, Jaime Joa, Alejandro Ben, Alfonso Mok y otros que harían muy extensa
esta enumeración, que en todo momento están dispuestos a aunar sus
esfuerzos en pro del triunfo de nuestra
santa lucha.
Hacemos votos fervientes porque en el próximo año,
en este mismo aniversario glorioso, se haya aplastado y destruido el
imperialismo japonés, causante de todas las penalidades y tragedias que vive y
sufre el pueblo chino. Los países democráticos, los aliados, los mantenedores
del orden, de la justicia y la equidad universal, al luchar por la libertad
sagrada de los pueblos, se granjean la simpatía y estimación de todos los
hombres de buena voluntad, los cuales, al igual que nosotros, los chinos,
luchamos por un ideal de independencia, fundamentado en principios
democráticos, que se podrán conseguir y plasmar en verdadera realidad,
obteniendo la victoria definitiva,
Creo que ninguno de
los hermanos teníamos conciencia sobre cuán comprometido estaba papá en el
movimiento político. Ahora entiendo muchas cosas. Su afán de regresar en 1947 a China, era para
poner en ejecución sus sueños de una China democrática, y sobre todo colaborar
con el régimen de su líder Sun Yat Sen.
Ahora también entiendo sus cóleras cuando sus hijos diferíamos en sus
posiciones políticas. Los mayores conflictos ideológicos se presentaron con mi
hermano Peng Sien, quien desde joven abrazó la teoría marxista, las posiciones
del cura revolucionario de Colombia, Camilo Torres. A veces la discusiones se hacían
interminables. Un verdadero diálogo
entre sordos. Un padre anticomunista y
un hijo comunista que se amaban profundamente.
Éramos muchos
hermanos. Entre nosotros había también diferencias de percepciones y
consideraciones de la vida. Yo apoyaba secretamente a Peng Sien y lo ayudaba en
lo que podía. Incursioné en diferentes actividades sociales, pero nunca llegué
a sus niveles de compromiso. Nosotros, nacidos de una generación que se cargó
con los sueños de una sociedad justa, nos tropezábamos con una mole de hierro,
nuestro padre, un convencido anticomunista, defensor de la china republicana y
enemigo acérrimo de Mao. ¡Cuánto lo habremos hecho sufrir con nuestras
impertinencias juveniles! Creo, sin embargo, que él mismo nos enseñó a ser
activos y críticos, y a “pensar con cabeza propia”, como él nos solía
decir. Al leer estos trabajos que papá
publicó hace más de sesenta años, me
parecía escucharlo. Encontré que muchas de las frases que papá nos repetía
constantemente fueron tomadas de estos artículos. ¡OH Dios, cuánto me nubla la
nostalgia!
Habiendo aprendido el
español, papá se dispuso a aprender a hablar y escribir el inglés. Se inscribió en la escuela Hemphill scholl
para estudiar el nuevo idioma por correspondencia. Tenía interés de hacer
negocios con Estados Unidos y otros países.
Ese idioma era entonces una necesidad.
Leyendo ahora sus cartas comerciales confirmo lo que desde niña me
deslumbraba, papá hablaba bastante bien el inglés. Me cuenta Peng Bian cuando fue a hacer sus
estudios a Boston, que papá lo fue a visitar, y que era gracioso escucharlo
hablando inglés con acento chino-cibaeño.
En una oportunidad, fueron a una tienda, y papá agradecido le dio con
mucha efusividad las gracias al dependiente, quien le a su vez le agradeció la
amabilidad de mi padre. Papá respondió entonces: “You Weicome”.
Decidió también
aprender mandarín, el idioma oficial de China, ya que sólo sabía cantonés y el
dialecto de su aldea. Recuerdo verlo en
las noches practicando una y otra vez las expresiones. Su sentido de la
perfección le hizo desarrollar una hermosa caligrafía china. Era el “escriba
no-oficial” de la colonia. Cuando alguien quería escribir a China, le pedía a
papá que le hiciera las cartas. Durante
las celebraciones de las festividades de la luna, papá era el responsable de
escribir los letreros de las buenas nuevas.
Devolviendo a la vida los dones recibidos.
Papá estaba
consciente de la descalificación y marginación que viven los chinos en la República Dominicana. Autoexclusión
posiblemente, sueños del regreso, posiblemente, distancia obligada por los
dominicanos ¡Quién sabe! ¡Cuántos factores podrían ser! Pero lo cierto es que
todavía hoy, los chinos de la primera generación han vivido segregados en su
pequeña china. Papá luchó por romper ese molde. Se dispuso a diferenciarse.
Vestía bien, demostrando higiene y orden a toda prueba. Era bastante culto.
Espontáneo y amistoso. Luchó arduamente
para ganarse un espacio social en Santiago.
Tenía interés papá de
aglutinar la muy desarraigada y desunida colonia china. Nosotros lo relajábamos
y le decíamos que se había convertido en “El Padrino” de la colonia china. El
chiste no le hacía mucha gracia porque el calificativo lo vinculaba a negocios
turbios. De los recuerdos que me asaltan
a la memoria son las visitas de los “paisanos”. Papá era intermediario en conflictos
familiares o de negocios. Sus consejos
eran escuchados por los miembros de la colonia. Su fama de mediador trascendió
las fronteras de Santiago, llegando hasta algunas localidades del interior,
como San Francisco de Macorís, La Vega, y especialmente la capital.
Hurgando en fotos y recuerdos, me topé con
fotos de los carnavales de Santiago. Quería que la colonia china estuviera
representada en todos los principales eventos de Santiago. El carnaval en
Santiago es una vieja tradición. Durante
muchos años se hicieron desfiles de carrozas.
Desde el mes de enero mi casa era un verdadero torbellino. Reuniones
vienen y van, papá liderando la organización de la carroza de la colonia. A mis
hermanas y a mí nos encantaba participar en esos eventos. Nos vestíamos con los
trajes típicos chinos, nos maquillábamos, nos ponían unos guantes largos, unas
coronas, nos subían al carruaje y a desfilar.
Además de nosotras, participaban otras chicas domínico chinas de la
colonia. En una oportunidad, estuvo presente la prima Musieng, quien dejó a
todos boquiabiertos con su belleza. Parecía que papá había traído a una modelo
desde el mismo Taiwán. La carroza normalmente estaba resguardada por “edecanes
chinos”, entre ellos mi padre, junto a mis hermanos y algunos otros chinos de
la colonia. Se ponían unos holgados pantalones brillantes con una túnica manga
larga, cuello típico chino, y un gran sombrero hecho en cartulina gruesa,
bordeada de canutillos de colores.
Nuestras carrozas siempre se destacaban por su colorido. En algunas ocasiones ganamos los mejores
premios. Los preparativos duraban meses:
buscar el camión, comprar las maderas, hacer el diseño, y luego fabricarla. Mi
mamá se ocupaba de nuestros vestidos. Como buena modista, los ajustaba y
reutilizaba las telas durante años. El desfile normalmente comenzaba por las
tardes, pero la preparación duraba el día completo. La última vez que me
disfracé de “china” tenía un vestido amarillo, adornado en el frente con un
dragón bordado en lentejuelas y canutillos amarillos en tono más oscuro.
Como era popular en
la colonia, siempre estaba invitado a banquetes de celebración de cumpleaños,
bodas y compromisos. La tropa familiar
lo acompañaba en todo momento. Aprendimos en esas incursiones gastronómicas que
un banquete es de categoría cuando tiene más de 9 platos. Nos enseñó que de los primeros platos había
que comer poco, pues los mejores eran los últimos. El plato tradicional que habría el banquete
era un pollo sudado en salsa de soya, que en nuestro lenguaje infantil le
llamábamos “pollo pataliao” porque no la carne no estaba bien cocida y siempre
estaba de color rosa sangre. Servían té a granel. Entendí después que esta
bebida ayuda a la digestión y acomoda las vísceras estomacales para la ingesta
de muchas comidas. Las celebraciones
chinas eran siempre iguales: mucha comida, mucha comida y mucho, mucho ruido.
Gente hablando alto, riendo a granel, con una música china de fondo, con sus
chillidos estridentes, hacían de aquel panorama algo peculiar. Ahora entiendo
que parte de la cultura china es hablar
alto y duro. Quizás porque son muchos deben destacarse. Lo cierto es que
todavía hablo alto, muy alto. Imagínense, maestra, de origen chino y nacida en
un gran seno familiar. Tenía que vocear para hacerme notar. Hoy es una queja eterna de mi esposo Rafael.
Consciente de que se
debía romper con la imagen de abandono y desinterés del emigrante chino, papá,
junto a un grupo de comerciantes de Santo Domingo, crearon el Centro Cultural Domínico
Chino. Vienen a mi mente las imágenes de la inauguración. El centro pretendía
hacer actividades culturales, ofrece clases de mandarín a los hijos de chinos
de segunda generación, así como expender productos importados. Estaba ubicado
en la zona oriental de la capital y funcionó por varios años.
La apatía de algunos
de los paisanos en los proyectos que protagonizaba Papá, no lo desanimó. A
finales de los 70, fue uno de los gestores para la creación de la Cámara de
Comercio y Cultura Domínico China. El esfuerzo tuvo resultado. Se constituyó la
cámara y fue electo Presidente. Estaba compuesto por profesionales y
empresarios de origen chino y empresarios dominicanos con fuertes vinculaciones
en el negocio de importación y exportación. La idea era ampliar el volumen de
comercio con Taiwán, y además realizar actividades culturales. Cada mes se
organizaban cenas-conferencias con el propósito de debatir algún tema con un
orador invitado. Recuerdo ver a papá
feliz vistiendo sus mejores galas para asistir a esos eventos.
Cuando papá regresó
en 1949, con su hijo y esposa en brazos, y luego de su incursión pasajera en el
comercio capitalino, se asentó en Santiago, y allí echó a andar sus raíces.
Conjuntamente con sus incursiones comerciales, papá decidió abrirse el espacio
social. Se hizo socio de los diferentes clubes recreativos, como el Country
Club, el Club Santiago, y años más tarde, cuando era un próspero empresario,
fue aceptado en el exclusivo Centro de Recreo de Santiago. Pienso que
inicialmente lo hizo como una forma de darse a conocer, después, lo asumió como
apostolado y, según sus palabras, para dar gracias a esa ciudad y a su gente
por haberlo acogido.
En 1964 fue aceptado
en el Club Rotario de Santiago, llegando en varias oportunidades a ser miembro
activo de la Directiva. Las reuniones
del Club eran todos los miércoles por la noche en el Hotel Mercedes. Papá se
esmeraba en prepararse. Con el tiempo se hizo amigo de todos, y al final de la
jornada siempre le pedían que hiciera un chiste, Tenía un gran sentido del humor. Almacenaba en su cartera de bolsillo chistes
de todos los colores y para todas las edades.
Tuvo activa participación en las jornadas internacionales del Club
Rotary Internacional. Viajó a diferentes países representando la delegación dominicana. Aquí se realizaron
reuniones y mi casa fue el hospedaje de muchas parejas de extranjeros que
venían a participar en las actividades.
Para
la misma época, mediados de los 60, se integró al grupo del Patronato Cibaeño
Contra el Cáncer. En 1968 fue electo
Presidente, posición que mantuvo hasta su muerte en 1987. El mes de octubre era el Mes del Cáncer. En mi casa se hacían las reuniones de
organización. Se hacía siempre una
colecta callejera, una cena de gala pro recaudación de fondos, radio y tele
maratones para apelar a la sensibilidad social.
Durante todos esos años, la familia se integró a trabajar arduamente en
las actividades. Cada año se ponían
metas: la construcción del edificio, la contratación de especialistas, la
compra de la bomba de cobalto para las terapias… Hoy todavía funciona el
Patronato con el mismo entusiasmo de hace treinta años. Ironías de la vida. En 1986, papá cayó mortalmente enfermo de
Cáncer. Estrenó la bomba de cobalto a la que puso tanto empeño para que se comprara
y una de las camas que adquirieron nuevas cuando se amplió el hospital.
Papá
se hizo católico. Creo que fue ferviente en su creencia religiosa cristiana.
Era un hombre de misas dominicales y de confesiones permanentes. En 1966, él y mamá hicieron los cursillos de
vida, convirtiéndose en un activo cursillista. En 1971 renovó sus votos con el
Cursillo de Dirigentes de la Cristiandad, llegando a ser un activo miembro del
movimiento por más de diez años.
Para finales de los
60 Obispado de Santiago, en la persona del entonces Obispo Monseñor Roque
Adames, necesitaba un nuevo local. Papá fue llamado para que sirviera de
tesorero. Participó activamente en las campañas de recaudación. Hicieron rifas, cenas, recolectas directas a
empresarios…y los resultados se vieron.
Poco tiempo después el Obispado estrenaba un amplio edificio de varios
pisos ubicado en el centro de la ciudad, casi a orillas del Río Yaque.
No sé de dónde sacaba
tanta energía. En los 60 fue aceptado como miembro de la Asociación de Comerciantes
e Industriales de Santiago (ACIS), llegando en varias oportunidades a formar
parte de su directiva. Como sus nueve
hijos estudiaron inglés en el Instituto Cultural Domínico Americano, la
dirección del centro lo invitó a formar parte de la directiva, ocupando en varios períodos la primera
posición.
Su vida era realmente
activa. Dormía poco, trabajaba mucho, atendía los negocios, las demandas de
ayuda de la colonia, las reuniones de los organismos que formaba parte… Tenía
tantas y tantas preocupaciones y ocupaciones, que a veces durante la comida,
pensaba solo y gesticulaba. Sus hijos lo
mirábamos con picardía. Nos tocábamos debajo para señalar su ensimismamiento.
Era simpático, verlo presidir la larga mesa que acogía al batallón familiar. En
medio de nuestros pleitos y risas, hablaba, a veces callaba y pensaba, pero
cuando se dirigía para aconsejar, debíamos callar y escuchar, aunque no nos
interesara el tema de su alocución.
El sentido del trabajo
Una de las principales enseñanzas de nuestros
padres, fue el amor al trabajo. Para
poder tener el premio del cine, “la tanda vermut” como se le llamaba a la
función de la mañana, debíamos trabajar en la tienda. Las tareas eran diversas: ayudar en los
inventarios, vender hilos y botones, cobrar en la caja, atender a los clientes,
y responder las llamadas telefónicas. En los meses de gran venta, como febrero
14, el día de las madres, el día de los padres
y sobre todo las fiestas navideñas, nuestras responsabilidades eran
mayores. Nos distribuían el trabajo: los más pequeños debíamos envolver
regalos, los mayores estar en la caja y atender las ventas, y el resto debía
vigilar a los clientes, pues la presencia de mucha gente en la tienda podría,
como de hecho sucedió en varias ocasiones, atraer a los ladrones. Las mujeres de la casa teníamos también otras
responsabilidades. Como éramos cinco, cada una tenía un día asignado para
limpiar y recoger la parte de arriba de la casa. Mi día era el martes. Suk Yien
siempre procuraba estar después de mí, porque sabía que podría trabajar menos,
ya que yo era, y soy todavía, fanática del orden y la limpieza. Los varones tenían otras tareas, menos en
verdad. Creo que esa enseñanza práctica
nos dio mucho sentido de la responsabilidad y del trabajo, aunque con los años
cada uno haya tomado su propio rumbo.
El recuerdo que tengo
más claro de mis padres era lo mucho que se afanaban. Tenían sus días llenos
con miles de cosas. Cuando vivíamos en
la Calle Máximo Gómez papá ya había hecho su incursión en el comercio de la
venta al detalle. Nuestra tienda La Pagoda, era mercería, tienda de tejidos,
roja interior de mujeres y de hombres, fantasía, en un todo incluido
desenvuelto en un local cuadrado no muy grande pero organizado de tal manera
que esa oferta de mercancías estuviera organizada y atractiva al público. La
Pagoda fue la madre de los demás negocios que fueron surgiendo por las
inventivas y los riesgos de papá.
Recuerdo muy bien que antes de iniciarse el episodio de Abril del 65, había incursionado en el negocio
de los pollos barbecue. La sala de
nuestra casa era un expendio de pollos horneados, atendidos por el primo
Jorgito. Nosotros debíamos ayudar también.
Después incursionó en
el negocio de los huevos. Como no
conocía del negocio, se fue a la Universidad de Texas a hacer un curso de
avicultura. Al llegar, fundó la granja La Altagracia, la cual era atendida por
la prima Su Gui y su esposo Ángel. Nos
encantaba pasar los domingos en ese lugar o irnos de vacaciones a pasarnos
largas semanas junto a la abuela materna. La granja desapareció en los años 80,
no recuerdo las razones.
Como tenía interés en
seguir trabajando en los negocios, hizo
en la Universidad O&M un curso nocturno sobre Gerencia. Éramos niños,
cuando cenaba temprano para dirigirse a estudiar de noche. Mamá quedaba en la
casa como la guardián oficial de la casa.
Tiempo después, a
mediados de los 60 fundó el Restaurant El Pez Dorado, que era atendido por
Jorgito, su padre el tío Key Kung, y Alfredo Sang, el hijo del tío Arturo, que
había muerto años atrás. La fábrica de muebles de rattan, comenzó a finales de
los 60, luego de la llegada de José Chiang, como dije antes. Inició en una pequeña casa, luego pasó a un
edificio que papá pudo construir en La Joya, un barrio popular de la zona sur
de la ciudad, para luego pasar a la parte alta, en una finca que le compró a la
familia Martínez. Esta fábrica fue pionera en la fabricación de muebles de
rattan y mimbre. Me encantaba ver a papá
vendiendo a sus clientes. Tiraba las
sillas para demostrar a los interesados en comprarlas cuán resistentes
eran. De hecho, todavía conservo las
sillas del comedor familiar, que deben tener más de 30 años.
Como la medicina
china era tan popular en la cura de enfermedades, papá vio en este renglón una
oportunidad para el negocio. Quien introdujo al país, los ungüentos más famosos
para aliviar dolores, fue papá. Primero fue una pomada, “el pochum” que venía
en una caja redonda con un tigre en su tapa, luego “la flecha”, con variada
presentación. En frascos de cuatro tamaños.
Recuerdo bien que en nuestra casa del Reparto Panorama se destinó un
lugar especial para colocar la mercancía. Se vendía a las farmacias de todo el
Cibao. Todavía hoy la flecha es un
producto muy expandido en la sociedad dominicana. Recuerdo que papá y mamá
utilizaban esa pócima como algo mágico. Si te dolía el estómago, te ponías un
poco en el vientre. Si te dolía la cabeza, unas gotas frotadas en las sienes
eran suficientes. Para el dolor de mueles te dejabas caer unas gotitas en el
diente afectado y listo. Si tenías gripe y no podías respirar, te echabas unas
gotas en el dedo índice y luego lo frotabas en cada cavidad de la nariz, y a
respirar se ha dicho.
La comida china se
hacía cada vez más popular. Aprovechando la demanda en el mercado, decidió
incursionar en el negocio culinario. Papá también fue de los primeros en
introducir al mercado la salsa de soya.
Junto a la flecha, el pequeño almacén que estaba en la casa, se colocaba
la salsa. Comenzó a venderse de manera
individual primero. Pero como era muy agotador, amplió el mercado hacia los
colmados y supermercados, y la verdad que tuvo muy buena demanda. Hoy día la salsa de soya de produce
industrialmente por las fábricas locales.
Papá decía que la de él era mejor, porque era más espesa.
El dúo matrimonial
que conformaban mis padres era muy especial. Papá era el hombre de las ideas,
de los contactos, del convencimiento general para conseguir los préstamos para
sus negocios. Decía siempre que lo importante
era saber invertir el capital de otros.
Mamá era la mujer de todos los días. La que supervisaba la casa, la que
se ocupaba de las necesidades de cada uno de sus hijos, la que vigilaba el
servicio doméstico, la que atendía la clientela que acudía a la tienda, la que
atendía la caja…Desde la tienda monitoreaba la casa y disponía la comida. En las noches, mientras supervisaba las
tareas de sus hijos, se pegaba a una máquina para hacer juegos de sábanas, que
luego bordaba para ser vendidas en la tienda, o para hacer los trajes que sus
hijas usarían en los cumpleaños, o para zurcir las medias de sus hijos
varones. No tengo memoria de ver a mamá
ociosa o descansando. Era la laboriosidad hecha persona. La recuerdo como una
mujer silenciosa, práctica, trabajadora, dinámica, fuerte, dulce, con un gran
sentido de la responsabilidad. Era la
que imponía la disciplina en el hogar. Papá el que aconsejaba e instigaba a
estudiar y luchar. Una derrota, un fracaso, era solo una piedra en el camino.
Decía que si uno se caía, se levantaba de nuevo. Caerse 100 veces, significaba
levantarse en 101 oportunidades.
La vuelta a su lar nativo
Durante su función
como Presidente de la Cámara de Comercio y Cultura Domínico China, papá y mamá
visitaron varias veces a Taiwán. Gozaba
enormemente aquellos viajes, pues era una forma de mantener viva su imaginario
cultural, guardado durante tantos años en su memoria y su corazón. En alguno de esos viajes, se llevó a nuestro
hermano mayor, Miguel, llegando a otros lugares del oriente.
Como sabemos, en los
años de la Guerra Fría, China, Cuba y los países de la órbita soviética estaban
vedados para el mundo occidental. Para
1966 se había iniciado en China la llamada Gran Revolución Cultural, que trajo
consigo muerte y desolación. Años después el panorama mundial de relaciones
entre los dos polos cambió cuando en 1972 el Presidente Nixon visitó China. En
1974 un grupo de estudiantes de Cantón había firmado un Manifiesto a favor de
la democracia. 1976 Mao murió, y con su muerte se produjeron grandes cambios.
Por ejemplo, en 1979, se produjo la apertura de China a las empresas
extranjeras, aunque el proceso produjo serios enfrentamientos internos. Ese
mismo año nació el movimiento por la democracia llamado “Primavera de Pekín”,
mortalmente reprimido poco tiempo después de su nacimiento. Pero los hechos
abrieron a China al mundo, permitiendo que muchos de los hombres y mujeres que
habían salido, volvieran a su patria.
No recuerdo haber
escuchado a papá hablar de volver a su hogar.
Sin embargo, cuando la cortina de hierro se abría ante el mundo, y se
flexibilizaron las medidas para la comunicación entre oriente y occidente,
entre el mundo capitalista y el llamado mundo comunista, papá vio la
oportunidad del regreso. Esta vez no para quedarse, sino para visitar sus viejas
tierras. Regresó a China continental en 1980, cuando en el Gobierno de Antonio
Guzmán ofrecieron facilidades.
El
viaje fue cuidadosamente preparado. Papá había mantenido contacto con sus
viejos amigos. Les volvió a escribir y les dijo que regresaría a la aldea a
visitarlos. Nuestros padres pasaron un mes por la China Continental. Nosotros esperamos con ansiedad su
llegada. En vez de alegría, sus rostros
reflejaban tristeza. Mamá nos contó que
cuando llegó a la Aldea y vio la miseria en la gente se sintió muy triste. Que
sus amigas y amigos de antaño usaban las mismas ropas que les vio hacía más de
treinta años. Que la gente andaba
triste, con hambre y sin horizonte. La
experiencia del viaje, le dieron nuevos argumentos a papá para ratificar su
posición anti-comunista.
En
1986, invitado por la Embajada de Taiwán aceptó visitar a la isla de
Formosa. Aprovechando el viaje hacia
oriente, decidió visitar de nuevo China continental y otros exóticos lugares
como Bangkok, Japón y Tailandia. Fue su
última visita al oriente. En Bangkok un fuerte aguacero le produjo una neumonía
que lo mantuvo hospitalizado por mucho tiempo. Allí se le descubrió el cáncer.
Su viaje final
Papá
era un guerrero. Cuando le diagnosticaron el cáncer decidió librar la batalla. Fiel
creyente del I-Ching y las predicciones del futuro, apostó a la salida que le
ofrecía le proponía ese instrumento. Me
cuentan en su último viaje, papá y mamá visitaron a una vidente y experta en el
I-Ching. La señora le dijo que en su
futuro inmediato aparecía una mancha oscura y difícil de atravesar. Que si la superaba podría vivir una larga
vida.
Nos
enteramos de la situación en el país. La noticia nos destrozó el corazón. Por
azar de la vida, Mu-Yien estaba en Asia, y al enterarse, se encontró con ellos.
De inmediato, nos comunicó la ingrata noticia. Guerrero al fin, papá quiso que
lo vieran médicos norteamericanos. Así,
acompañado de nuestra hermana Mu-Yien y mamá se fueron a la ciudad de Nueva
York. Allí no solo le confirmaron el diagnóstico, sino que le dijeron que el
cáncer de pulmón era uno de los más difíciles de superar. Decidió hacer los tratamientos de
quimioterapia que le aconsejaron.
Quizás como una forma
de encontrar aliento, le pedimos una cita al Dr. Peralta, reputado médico, especialista
en oncología, y por demás, amigo entrañable de papá. Cuando le entregamos el diagnóstico, el Dr.
Peralta se transformó. Con su calma habitual nos explicó los problemas de ese
tipo de cáncer y nos dijo con voz entrecortada que el pronóstico de vida de
papá no superaba el año. Y así fue. Su cáncer fue detectado en octubre de 1986 y
murió un 22 de diciembre de 1987.
El año de enfermedad
de papá fue una lección para todos. Aprendimos el valor del amor familiar en su
más profunda dimensión. Durante los ocho primeros meses papá se sometió a todas
las pruebas y tratamientos que le aconsejaban los médicos. Era guerrero y
estaba decidido a luchar. Recuerdo
perfectamente en una de sus crisis que se vio obligado a hospitalizarse, que me
dijo en su pequeña cama de cuidados intensivos: Mu-Kien, soy guerrero, y los soldados mueren de pie. Con el tiempo
se dio cuenta que la batalla estaba perdida, entonces trató de que lo
acompañáramos el mayor tiempo posible.
Durante su largo
período de enfermedad, se produjeron en papá muchos cambios. Cristiano como
era, pidió ayuda a sus amigos sacerdotes, e incluso cuando vio que el final
estaba cerca, se confesó y comulgó en paz.
Sin embargo, quizás como forma de no olvidar sus lejanas raíces
culturales, cada tarde de ese largo año de enfermedad, hacía una ofrenda de
incienso a la diosa del amor, la Kuanyin.
En uno de sus viajes a Oriente había traído una hermosa estatua de esta
diosa amada, que colocó con especial esmero en el centro del patio
español-terraza de nuestra casa. Durante
sus ofrendas, la casa se impregnaba del olor a los palitos de incienso que
colocaba en las manos de la diosa.
Cuando fuimos a China en el 2002, en una tienda se vendía una Kuanyin
esculpida en jade. Al verla, recordé de inmediato el episodio de papá. Desde entonces adorna la sala de mi casa y
nos protege de cualquier energía negativa.
Cuando papá enfermó
sus hijos éramos adultos y casados, por lo cual teníamos que hacer de tripas
corazón para visitarlo en Santiago. Uno de los sucesos más hermosos de su
final, fue que su hijo Peng Sien, el comunista, el que lo desafió abiertamente
en sus concepciones ideológicas, lo cuidó con esmero, amor y dedicación. El enfermero improvisado lo cargaba, lo
inyectaba, le daba las medicinas o simplemente lo acompañaba. Papá lo miraba
complacido y sonriente. Creo que ninguno de esos dos hombres, que se amaban
profundamente que se habían distanciado por posiciones políticas, se
reencontraron e hicieron las paces sin mediar palabras.
El
deceso de papá se produjo sin sorpresas, pero con mucho dolor. La prensa
nacional se hizo eco de su muerte. Los
periódicos nacionales lo homenajearon con
hermosos editoriales: el Listín Diario (24 de diciembre de 1987), El
Nuevo Diario (30 de diciembre de 1987) y La Información, que le dedico dos
editoriales (22 y 26 de diciembre de 1987).
Personas que lo conocieron testimoniaron de su vida a través de
artículos de prensa[8].
Recibimos cientos de cartas de solidaridad y cariño, que aligeraron un poco la
carga de su partida. Para el sepelio nos vestimos de blanco, como nos habían
enseñado dos décadas atrás.
Papá finalizó su vida
habiendo logrado muchas cosas. Durante los 68 años de vida, recibió testimonios
vivos de reconocimiento. Recibió la Medalla Paul Harris otorgada por el Club
Rotario Internacional a personalidades que hayan contribuido al bien social.
Fue declarado Hijo Meritísimo del Ayuntamiento de Santiago, la Universidad
Tecnológica de Santiago (UTESA) le hizo un reconocimiento meses antes de morir
en su graduación ordinaria de 1987 y la Universidad O&M le entregó en
Doctorado Honoris Causa póstumo en marzo de 1988. . La vida lo premió cuando
justo un año antes de serle descubierta su mortal enfermedad, fue objeto de un
gran homenaje por su amado Club Rotario. A su muerte, el Patronato Cibaeño
Contra el Cáncer bautizó con su nombre su salón de reuniones y convenciones.
En
el año 2000, el periódico Hoy realizó una publicación especial de noticias
seleccionadas y las más importantes de cada año del siglo XX. Se hicieron 99 números. En la publicación correspondiente al año
1987, se puso como noticia de importancia e interés la muerte de papá. Como hija, este fue quizás uno de los mejores
homenajes que se pueda recibir. Adriano
Miguel Tejada, el responsable de este enjundioso trabajo de archivo e
ingenio, colocó su deceso en un lugar
privilegiado de ese año 1987. Me sentí muy orgullosa cuando alguien me llamó
para darme la buena nueva.
La
partida de papá a su viaje final abrió la compuerta de una parte de nuestra
identidad dormida. Habíamos optado por
ser dominicanos de pura sepa, con todas las implicaciones que eso suponía. Al
darnos cuenta del valor y la valentía de este hombre que luchó hasta la muerte
para romper barreras en un medio adverso, inconscientemente, todos los hermanos buscamos en lo profundo de
nuestros corazones y nuestra memoria a fin de rescatar esa rica dimensión de
nuestra propia existencia.
Quizás
el producto que hoy somos sus nueve hijos no tenga el brillo ni la
característica de lo que papá y mamá trabajaron, soñaron y aspiraron por
construir. Sus hijos, seres humanos que asumieron la vida por el camino que
cada uno consideró conveniente, estamos conscientes de que recibimos de ellos
muchos dones, y un verdadero ejemplo de amor, dedicación y trabajo.
II. La Búsqueda de explicaciones a mi híbrida identidad
Mi hijo ronca como el trueno
Nadie escucha mis golpes
Apoyando en mi vara
Escucho al río...
Siempre me lamento
Que mi ser no es mío,
¿Cuándo no recordaré de
apresurarme por nada?
De la noche profunda el viento
sueña,
La seda blanca yace plana,
Pronto el pequeño barco navegará
Pasando el resto de su vida por
los ríos y mares.
Su Tung-po (1036)
Con los años he descubierto que
la enorme riqueza que entraña la cultura que ha ido construyendo la humanidad
durante su tránsito por esta tierra diversa, teñida de seres humanos de colores
distintos, quienes al entremezclarse han reconstruido y recreado sus propias
herencias culturales. Y en ese proceso he redescubierto que tengo la fortuna de
ser una especie de síntesis cultura. Pueblan en mí millones de años de una rica
y contradictoria cultura china; quinientos años de historia de amor y horror de
una historia escrita por la España indefinidamente segura entre un feudalismo
atípico y un mercantilismo impuesto; por una sociedad taína destruida y
encubierta; y por el África que llegó sin saber a dónde… Bullen en mí las
influencias de pensamientos tan disímiles como interesantes. Desde Lao Tse
hasta Rousseau… He concluido, leyendo mi propia historia, que todos somos síntesis cultural. Y
comprendiendo esa grandeza, debemos encontrar riqueza en cada una de las
expresiones de la vida. MAS [9]
En febrero del 2001 tuve una experiencia muy
interesante de mi condición de mujer de ascendencia oriental, de nacionalidad
dominicana y que ha optado por el oficio de historiadora. Les hago la historia
corta. Desde hace varios años he tenido la suerte de participar en los
esfuerzos de la Comisión de Efemérides Patrias para celebrar el mes de la
patria. Ese año fui invitada para
ofrecer una conferencia sobre la Independencia dominicana y el pensamiento
duartiano en la ciudad de Ponce, Puerto Rico.
Desde que supe mi destino, me puse en comunicación con el Cónsul
dominicano en esa ciudad, el muy amable Sr. José Manuel Rodríguez Hurtado. Nos
pusimos de acuerdo y arreglamos los detalles. Danilo Veras fue nuestro cortés y
efectivo guía desde San Juan hasta
Ponce. La conferencia se celebraría en uno de los salones de la
Pontificia Universidad Católica de esa localidad.
Antes de mi viaje a Ponce, me había enterado
que las autoridades dominicanas me habían objetado, porque una china no podía
hablar sobre historia dominicana. Sabía además que algunas personas que no me
conocían estaban sorprendidas de que una mujer con un nombre decididamente
oriental fuera la conferenciante. Sé cuánto tuvo que explicar mi querido amigo
José Chez Checo para aclarar una y otra vez sobre mi indiscutible
dominicanidad. Finalmente aceptaron, con
reservas, las explicaciones de la Comisión. Pude entonces organizar mi coro
viaje hacia la vecina isla de Puerto Rico.
Por esta razón, inicié mi conferencia con una
reflexión sobre la necesidad de creer y pensar en un nuevo concepto de
ciudadanía, la ciudadanía universal. Lo dije aprovechando que el público presente,
como lo fue mi padre sesenta años antes, estaba compuesto en su mayoría por
emigrantes, seres que un día decidieron zarpar al mar en búsqueda de un futuro
mejor. Comencé con una pregunta muy simple y directa ¿Se preguntarán muchos de
ustedes, quién es esta mujer de rasgos orientales y nombre compuesto entre el
Castellano y el Chino? Brevemente hablé de mi origen y de cómo quizás esa doble
dimensión y la necesidad de ratificar una identidad, me hizo amar, estudiar y
escribir la historia de mi patria amada, la tierra que mi padre había adoptado
como suya y que me vio nacer. A partir de entonces sentí una gran sintonía
entre el público y yo.
Hablé de la necesidad de rescatar los ideales
duartianos. Califiqué a Duarte como el dominicano hacedor de sueños y definí a
la independencia como un proceso que hoy sigue siendo inacabado, pues muchas de
las aspiraciones de los trinitarios no todavía habían podido materializarse. La
utopía de libertad debía seguir siendo nuestro norte, afirmé convencida.
Mientras hablaba, veía cómo una señora de mediana edad me miraba con atención,
y cada idea o palabra que le sonara importante y de interés era anotada en una
hoja blanca. Me sonreía y hacía gestos emotivos de aprobación. Verla era una
inspiración más, tanto así que me obligó a esmerarme en la exposición. Al
finalizar llovieron las preguntas. Otra
señora del público, una trabajadora como tantas que se gana la vida en los
duros quehaceres de un hogar extraño, comentó entusiasmada que le había gustado
mi entrada inicial, y en su expresión netamente puertorriqueña dijo que “le
estaba extraño que una china hablara de historia dominicana, pero que ya
entendía”.
Antes de pasar al brindis, abrimos un gran
bulto que guardaba una serie de objetos conmemorativos enviados por la Comisión
de Efemérides Patrias. Había de todo,
gorras, banderas, afiches con la figura de Duarte, alfileres alusivos al
27 de febrero, camisetas, calcomanías…El público acudió entusiasmado al llamado
de recoger algún recuerdo. Ensimismada observé cómo se agolpaban para tomar
algún regalo. Luego al finalizar el brindis, vi hombres salir del local usando
sus cachuchas, otros se había puesto las camisetas sobre sus camisas. Al salir
del local, la mayoría de los autos ondeaban la pequeña bandera dominicana. El
viento las agitaba y las mantenía erguidas. Pensé de inmediato que en la
distancia, la mejor forma de mantener el vínculo con la patria amada y
ratificar la dominicanidad en una sociedad que le es adversa, era a través de
esas pequeñas cosas, magnificadas en la ingrata soledad. Este grupo de hombres
y mujeres que llenó el lugar se sintió importante. La actividad había sido
organizada para ellos y nadie más. Por unas horas, recordando los sucesos de su
historia, renació en ellos de nuevo el sentimiento dominicano.
Durante el brindis tuvimos, mi esposo Rafael y
yo, la oportunidad de conversar con mucha gente. Y al escribir esto, pienso en
Radhamés un joven sastre, casado y padre de dos niñas, que decidió hace 10 años
dejar la familia para construir un futuro. Nos dijo orgulloso que ya había
podido hacer su “dinerito” para comprar una casa y poner un negocio de
sastrería en Santiago, su ciudad natal. Al hablarnos, nos contaba sus penurias
y la angustia que produce la lejanía de su tierra. Su voz se quebraba y sus
ojos se humedecían cuando afirmaba que nadie en su sano juicio tomaba esta
decisión de salir de su patria, sentirse extranjero y rechazado en otras
tierras, si no es por una gran necesidad. Hablamos con otros, médicos radicados
hace 15 años, empleados de factorías y almacenes, y todos, absolutamente todos,
soñaban ardientemente con el regreso. ¡Regresar a su patria era el sueño
acariciado!
En la noche reflexionaba con Rafael sobre la
nueva experiencia. Le decía que el sueño del regreso era una constante en la
gente que migraba, ya sea por razones económicas o políticas. Mi padre, como dije en páginas anteriores, al
casarse con mi madre en 1947, quiso regresar de nuevo a China. Japón había sido derrotado en 1946. Pero al
llegar, se encontró en pleno apogeo de la revolución comunista, teniendo que
migrar de nuevo, quemar otra vez sus naves y regresar una segunda vez como
emigrante a la República Dominicana, con
una esposa y un vástago.. Pienso que esa experiencia le hizo tomar la decisión
de no pensar más en la utopía del regreso a China. Convirtió este país caribeño
en su nueva patria, y a la ciudad de Santiago en su ciudad natal. Se
nacionalizó dominicano, comenzó a echar sus raíces y luchar por su futuro y el
de sus hijos. Ahora entiendo por qué, papá
a pesar de ser un hijo y un estudioso de la cultura china, no enseñó a sus
hijos a hablar ni su dialecto, ni el cantonés ni el mandarín. Quería insertarse
en la sociedad de Santiago a toda costa y quería que su familia fuera aceptada
como dominicana.
¡Qué gran drama el de ser emigrante! Ser,
nacer, pertenecer y amar una tierra que te asecha y despoja de tu futuro, porque no brinda las
oportunidades necesarias para una vida digna, empujándote a la aventura. Entonces
llegas a una tierra desconocida que te rechaza y te margina. La forma de
caminar, de ver la vida, de hablar y comportante evidencia tu condición de
extranjero. El acento te delata y la nostalgia del regreso te traiciona. Vivir
con la esperanza del regreso es sólo un aliciente. Los que tienen la
oportunidad de visitar su tierra amada, se dan cuenta que aquí también son
extraños. ¡Qué dramas y pruebas ofrece a
veces la vida!
Al escribir estas palabras, recordé una hermosa
carta que nuestro hermano más pequeño, “el noveno bate” como le gustaba a papá
llamarlo, Peng Bian Ventura le escribió a papá al cumplirse el tercer
aniversario de su muerte. Entonces, Peng
Bian era un emigrante dominico-chino que se había ido a Boston a estudiar.
Finalizados sus estudios quiso abrirse
camino. Las peripecias de los extranjeros, intentando adaptarse a la cultura
que lo recibe, pero que no lo acoge, se reflejan hermosamente en estas palabras
cargadas de sentimientos:
En
estos días he estado pensando que cada día que pasa nuestras vidas se hacen más
parecidas. Ahora soy “emigrante” como lo fuiste tú, en una tierra que no es la
mía, con un idioma que me delata en cada sílaba que pronuncio, de la misma
manera que tu simpático acento chino te denunció frente a los demás. Pensar que
tú te abriste camino en las adversidades, que los sacrificios y malos ratos por
estar lejos de tu tierra natal se vieron coronados con el orgullo de haber
ganado, más que la simple aceptación, el respeto y la admiración tanto de
chinos como de dominicanos, me da el coraje y la energía para enfrentar los
días y las noches en los que me es difícil encontrar las fuerzas en la
confianza en mí mismo para enfrentar este medio que a pesar de los años me hace
sentir forastero
Buscando la dimensión filosófica de mi híbrida
identidad
“Un monje pregunta a su maestro
¿Haces algún esfuerzo para disciplinarte en la verdad? Sí responde el maestro.
¿Cómo te ejercitas, pregunta el monje. Cuando tengo hambre, como. Cuando estoy
cansado, duermo. Eso, dice el monje, es lo que hace todo el mundo. ¿Puedes decirme
si ellos se ejercitan como tú? No, responde el maestro. ¿Por qué no?, dice el
monje. Porque ellos cuando comen no comen, sino que piensan en otras cosas,
distrayéndose. Cuando duermen no duermen, sino que sueñan mil cosas. Por eso no
se parecen a mí.” D. Suzuki,
Introducción al Budismo Zen. Citado por José Ramón Álvarez, China caos vital.
“Debemos llorar antes de poder reír. De la
tristeza surge el despertar, y del despertar surge la risa. Lin Yutang
El camino del Tao
Durante
los primeros treinta y cinco años de mi vida me sentí dominicana de ascendencia
china. No tenía conflictos en decir y sentirme orgullosa de mi dominicanidad.
Me sabía con orgullo que mi padre era chino, pero no me interesaba
racionalmente adentrarme por esos caminos.
Sabía que papá citaba a Confucio, a Ling Yutang, a Lao Tse y otros
filósofos chinos. Era una tarea pendiente que no me interesaba,
Cuando
comencé a conocer a Rafael, mi esposo, en el plano personal tuve una gran
sorpresa. Lo había tratado de cerca, pues había sido mi jefe durante varios
años en INTEC, pero nunca habíamos hablado de nada personal. Mis primeros
encuentros amorosos con él se produjeron meses después de yo haber finalizado
un matrimonio traumático, y él la muerte de su esposa. En una de las primeras citas me dijo que uno
de los libros que más le había impactado en su vida personal y profesional
había sido “La Importancia de Vivir” de Lin Yutang. Al escucharlo me quedé
petrificada. Papá volvía a mi vida de forma súbita. Le pedí el libro prestado.
Lo devoré enseguida. Mientras leía, lloraba y reía. De esta lectura nació un artículo que escribí
con mucha nostalgia, El tao y yo[10]. Iniciaba explicando que La Importancia de
vivir era el libro de cabecera de mi padre, y que en todas las oportunidades
nos invitaba a leerlo. “Algunos siguieron el consejo, otros, como yo,
rechazamos sin dudar ni un instante la invitación. Mis influencias teóricas
materialistas, racionalistas de la época, objetaban mecánica y casi
biológicamente cualquier lectura que no estuviese encasillada en esa tendencia
¡Cuánta irracionalidad!”
Al leer el artículo 10 años después
de escribirlo, me enternezco. Confesaba sin rubor que fue después de leer el
libro, muchos años después de su muerte, que había conocido en verdad a papá, y
que en mis diálogos silenciosos con él, le decía cuánto me arrepentía de mi
gallardía y prepotencia juvenil, que había entendido el porqué en sus diálogos-
monólogos decía siempre que la vida, como el tao, no podía definirse, pues era como el curso y la energía del
universo. La vida pues, es un verdad
un sueño y los seres humanos somos como viajeros que flotamos por el eterno río
del tiempo que embarcamos en cierto punto y desembarcamos en otro, a fin de
dejar lugar a quienes, río abajo, esperan subir a bordo”, Lin Yutan, La
importancia de vivir.
Aceptaba mi error,
al negar durante mis años juveniles que la filosofía oriental era eminentemente
individualista, olvidando la importancia de la colectividad. ¡Equivocada
estaba! Aprendí entonces que debemos buscar la felicidad interior, pues ella
era y es el preámbulo para construir una vida social feliz. Si puedes
mantenerte a gusto allí donde te encuentres, puedes ir a cualquier parte,
Huanchu Daoren, Retorno a los orígenes.
Reconocía mi falsa
concepción, aprendida al calor de la euforia de los 70, de que un profundo
sentido de justicia y sensibilidad social, sumado a un fuerte basamento teórico
que permitiera comprender la realidad, era suficiente para construir una
sociedad más humana y justa. Me
equivoqué también, porque entonces entendí que el amor a las personas que nos
rodean no debe ser impuesto por una doctrina, una convicción del intelecto,
una tesis o cientos de argumentos. El amor por y hacia la humanidad no requiere
razones. Decía hace una década, y lo reafirmo hoy también que se hace
necesario dejar de ver al ser social como una sumatoria de seres. Se hace
imprescindible ver a cada uno en su propia individualidad, con sus propias
ideas y sus propias esperanzas.
Afirmaba que para vivir feliz, se
impone la buena y sana convivencia con los demás. Aprender a tolerar y saber
distanciarse en situaciones de conflicto. No esperar recompensa si se hace el
bien, pero sobre todo, tomar distancia si el éxito llegaba, pues lo importante
es ser libre y vivir con libertad. Al establecerte en la sociedad, ni no
tienes nobleza de carácter… ¿Cómo podrás se libre? Si no eres respetuoso ¿Cómo
podrás estar en paz?, Huanchu Daoren.
Finalizaba el
artículo con una reflexión, que hoy sigo defendiendo, A veces, en la eterna
agonía de lo que aspiramos, soñamos y queremos, olvidamos valorar lo que
tenemos. Finalicé con el hermoso poema
Mitad y Mitad de Lin Yutang:
Y las flores a medio abrir están
más bellas,
Como navegan mejor las barcas a
media vela
Y mejor trota el caballo es a media
rienda
Quien tiene una mitad de más,
suma ansiedad.
Pero quien de menos tiene, con
más ansia posee su mitad.
Pues la vida está de dulce y de
margo compuesta.
Es más sabio y más hábil quien
solo la mitad prueba.
Quise
seguir profundizando en las lecturas de la cultura oriental. Leí mucho sobre el
taoismo. Lin Yutang siguió siendo mi preferido. Intenté llegar a las fuentes
originales de la filosofía taoísta, entonces comencé a leer a Lao Tse, Huanchú
Daoren. Fruto de esa inmersión en mi
mundo nacieron muchos artículos que fui publicando en la prensa nacional, y que
reflejaban el nivel de mis reflexiones.
Un buen
día recibí una caja envuelta en regalo. Cuando lo abrí, había como diez libros
de filosofía china. Era un regalo del
Agregado Cultural de la Embajada de Taiwán, quien había leído el artículo El
Tao y yo, y me invitaba a seguir profundizando en esas raíces culturales. Las
nuevas lecturas me motivaron a escribir nuevos ensayos.
Los
amigos me motivaron en la búsqueda.
Recuerdo que el amigo querido, Padre Antonio (Tom) Lluberes, me enviaba
la revista INFORCHINA que era producida por los jesuitas que hacían su labor
pastoral en China. De estas
publicaciones tomé muchas informaciones.
La primera vez que me encontré adulta con la realidad del horóscopo
chino fue en un artículo que apareció en esa publicación. De estas lecturas nacieron varios
artículos. Uno de los temas más
interesantes es en torno al calendario lunar y la significación del simbolismo
que tienen los animales. Como se sabe, el año chino tiene 12 símbolos que
corresponden a ciclos de doce horas.
Cada signo, y por consiguiente cada periodo de doce-dos horas, está
asociado con un signo del zodíaco. Así, desde la medianoche del comienzo del
ciclo anual está asociado con el ratón, que es seguido por el buey, el tigre,
el conejo, el dragón, la serpiente, el caballo, la oveja, el mono, el gallo, el
perro y el cerdo. Aunque estos símbolos no son empleados científicamente, según
la creencia china, las personas y los tiempos reciben las influencias que
corresponden a las épocas en que pertenecen.
Durante
mi niñez los nueve hermanos recibíamos con alborozo la llegada de cada año
nuevo chino, como le decíamos en casa, que no era más que la celebración del
nuevo año según el calendario lunar. Para nosotros era una oportunidad más para
el disfrute de la sabrosa gastronomía china, preparada con esmero, y que
anunciaba la llegada del nuevo animal zodiacal.
Papá explicaba las bondades y problemas que traía cada símbolo-signo.
Durante mi infancia no retenía, ni me importaba entender las explicaciones.
Escuchaba hablar de los ratones, los cerdos, bueyes, ovejas, tigres, dragones…y
para mí imaginación infantil no eran más que animales que integraban un
especial zoológico imaginario.
He
escrito varios trabajos sobre el tema del calendario lunar. Hablé de la llegada
del Buey en 1997 [11], y
resalté la fortaleza de este animal, caracterizado por la determinación, la
disposición al trabajo, la tenacidad, la vitalidad y la confiabilidad. Decía que según los ancianos chinos creían
que el buey al pasar era capaz de espantar los malos y perversos espíritus. Al
año siguiente escribí sobre la llegada del tigre: En este año lunar, que
hace poco hizo su aparición, nos toca vivir la influencia del tigre feroz, que
espanta con sus alaridos y sus garras, y que por la fuerza de su paso atemoriza
sin piedad.” [12]
En ese artículo hacía referencia de
las celebraciones que se hacían en Taiwán y en China. Quince días de ofrendas,
bailes, juegos y cánticos se produjeron en Oriente. Aquí en el país, también se
hacen danzas de dragones para celebrar la llegada del nuevo animal zodiacal.
Desde
hace seis años, nuestra hermana Mu-Yien comenzó a celebrar los años nuevos
chinos. En estas celebraciones
participamos la familia ampliada y los amigos y amigas que nosotros llamamos
“chinos de corazón”. En las fiestas, un
homenaje esplendoroso de la gastronomía china, se incorporan también la danza
de los dragones, con su estruendosa música, especialmente el tronar de los
tambores. Todos los invitados deben ir
vestidos de chino o con una vestimenta roja, símbolo de alegría.
Mis
lecturas sobre filosofía taoísta, no así de la religión taoísta, culminaron en
muchos artículos que aparecieron en los diferentes medios en que mi columna fue
transitando, Ultima Hora, Listín Diario, El Siglo, Rumbo y el periódico Hoy,
donde llevo varios años publicando en Areíto mi columna Encuentro. Algunas de las personas que han leído mis
trabajos se motivaron y me enviaron libros.
Una señora, de quien no recuerdo su nombre, pero sí tengo clara su
figura de mujer pasada de los sesenta, presumida como pocas, que me fue a
visitar a mi oficina de la Universidad, para llevarme un grupo de libros sobre
filosofía oriental, que incluía no solo libros sobre filosofía china, sino
también hindú.
Al
principio hice énfasis en las posiciones taoistas sobre el poder, quizás porque
estaba viviendo al calor de la actividad política del momento. Corría el año
1995, había pasado la crisis política de 1994. El fortalecimiento de la sociedad
civil, y su activa participación en procesos electorales, mi convencimiento de
que era necesario una nueva forma de ciudadanía, me orientaron quizás a
centrarme en ese aspecto del pensamiento taoísta. Y me gustó mucho algunas de las cosas que
encontré en el Tao Te Ching:
Ayudar al gobernante con el Tao,
significa no servirse de las armas para conquistar el mundo, porque las armas
gustan de las represalias. Allí donde hay ejércitos, crecerán matas de
espino. Después de una guerra, seguirán años de desgracias. El buen jefe
simplemente acepta los resultados como son, no se vanagloria, no se autoalaba,
no se enorgullece, lo considera todo como el único resultado posible y no se
apoya en la fuerza…”
Según el
taoísmo, que significa el camino y la norma de conducta, la política ha de ser
esencialmente ética. El camino, dicen los taoístas, tiene tres formas de
expresarse. La primera es a través de la conducta humana, que debe sustentarse
en los principios. La segunda se refiere al Soberano, al que tiene en sus manos
ejercer el poder, que debe ejercerse sin manchas y asumiendo siempre la senda
de lo recto y lo perfecto. Y la tercera, que plantea que ambas cosas deben
estar siempre acordes con el mandato del cielo, que los taoístas llaman la
norma absoluta.
Para
gobernar bien, dicen los taoístas, se necesitan aplicar tres caminos o
principios. El primero es el NO-SER,
símbolo y expresión del aspecto no aparente de lo real. Señalan que si un soberano solo mira el
servicio que pueden ofrecer las coas, será un productor de inútiles normas,
leyes y planes. Si por el contrario,
centra su acción en la utilidad que puedan ofrecer esas mismas cosas, no será
más que un soñador. Lo importante,
dicen, es logar la perfecta conjugación de la utilidad-servicio, es decir, la
interrelación dinámica del SER- NO SER. Así pues, el taoísmo es una doctrina
esencialmente crítica que se sustenta en la relación individuo-totalidad. Al
adoptar el NO SER el Soberano se enfrentará a las formas preestablecidas que
quieren adecuar la realidad a sus planteamientos.
El
segundo principio es LA NO ACCION, que es también una forma de hacer. Dicen los
filósofos que a veces lo mejor es la inactividad, el dejar pasar, el no actuar,
porque el buen gobernante es aquel que comprende la armonía interna de los
conflictos. El gobernante que quiere evitar los problemas, debe aprender a NO
CREARLOS, que es en definitiva la NO ACCION.
El
principio tres es LA SUAVIDAD. Plantean que si el gobernante actúa de acuerdo a
la valoración del NO SER y actúa tomando en cuenta la NO ACCIÓN, solo necesita
la capacidad de captar lo que es blando, suave y flexible, que ellos llaman el
RUO. El KANG es el concepto contrario,
pues significa rudeza. Para los taoísta, el éxito de la vida es cuando los
seres humanos comprenden la polaridad de la realidad: duro versus blando,
seguridad versus inseguridad, acción versus no acción. El problema reside
cuando los gobernantes utilizan lo que ellos llaman la trilogía diabólica:
Acción – dureza – fuerza – Ser. Estos gobernantes, dicen los taoístas, son
evidentemente inferiores.
Por
suerte para mí, la búsqueda que inicié intentando dar sentido político al
taoísmo no me satisfizo. Seguí profundizando. Me hablaron de Alan Watts, un
chino que por accidente había nacido en Estados Unidos, y por accidente también
tenía un físico contrario a sus ideas, sus vivencias sus convicciones. Era
alto, blanco y de pelo rubio. Decía su hijo, que desde que recuerda su padre
vivió como un oriental. Bebía infusiones de plantas exóticas, tocaba la flauta
de bambú y era un especialista en danzar los difíciles pasos del tai chi. En su
libro, El Camino del Tao, Alan Watts define al Tao como el modo en que el
hombre coopera con el curso o la tendencia del mundo natural, cuyos principios
descubrimos en el fluir del agua, el gas, el fuego, y que fueron posteriormente
grabados o esculpidos en piedra, madera, y por “ultimo plasmados en diversas
formas de arte humano.
¿Confuso
no? Cuando leí esto solo pude tener una conclusión, Watts nos invita a vivir
con y por la naturaleza, invitándonos a
adecuar nuestras actividades a la ley de la vida natural. Pero afirmaba con
dolor que esta ley era, y es, violada por la vida moderna.
Una de
las cosas que más recurrentes del pensamiento taoísta es resaltar
permanentemente las bondades del agua, pues tiene, dicen los taoístas, muchas
bondades. Alan Watts no se quedó atrás. Decía que el agua es un elemento
gratuito que nos ofrece la naturaleza, y que una de sus propiedades es que no
ataca a los obstáculos, sino que sabe encontrar pacíficamente su camino
alrededor de ellos. Los ríos constituyen el ejemplo vivo de esa bondad del
agua, pues aunque busquen el nivel más bajo y el curso más fácil, encuentran
obstrucciones que no evitan, sino que los bordean, y llegan siempre al mar.
Watts
fue un crítico de la sociedad occidental, caracterizada por el conflicto y la
contradicción. Abogaba por el principio taoísta del yin- yan, que es la
verdadera polaridad taoísta, que según él forma parte del sistema del universo,
ofreciendo una visión cíclica del tiempo y la historia, en contraste con la
posición linealmente destructiva propia de las culturas occidentales. Buscaba
respuestas a las incontables interrogantes que la vocación destructora del
progreso occidental genera en su corazón y en sus propias entrañas. El progreso
occidental, decía, origina más problemas que los que resolvía. La tecnología,
aseguraba Watts, ha sido pensada como un arma destructiva, más que constructiva
para ayudar a la humanidad.
Comparaba
el arte de vivir con el arte de navegar, puesto que lo importante es conocer
los vientos, las mareas, las corrientes, las estaciones y los principios de
crecimiento y decadencia, de modo que en nuestros actos debemos utilizarlos en
lugar de luchar contra ellos.
Uno de
los más grandes descubrimientos que hice en mi búsqueda por la filosofía china,
fue el reencuentro con lo cotidiano, con las pequeñas cosas de la vida. Acostumbrada, como todas las personas que
somos producto de esta sociedad, a valorar solo “lo importante”, lo que se
conoce como “trascendente”, me olvidé de lo pequeño, de lo que pasa inadvertido
en nuestras vidas. El Tao Te Ching me
ofreció la clave para cambiar mis percepciones sobre la vida y las cosas:
Un árbol de grandes dimensiones
nace de un brote minúsculo
Una torre de nueve pisos se ha
levantado desde un pequeño montón de tierra
Un viaje de mil millas comienza
debajo de los propios pies.
Después de leer esas maravillosas
reflexiones entendí que la vida debe ser vivida como una armonía de todo lo
real, del silencio, del ruido, de lo pequeño, de lo grande, de la oscuridad y
de la luz.
Flavio
Darío Espinal, amigo de infancia, y hoy el flamante Embajador dominicano en
Estados Unidos, me envió un artículo que encontró en la Revista Vuelta que
hacía referencia al libro Trazos, en el cual
Octavio Paz hablaba de sus incursiones intelectuales en la filosofía
china. En esta obra el gran intelectual mexicano hace una reflexión sobre el
quehacer filosófico chino, especialmente el taoísmo y el confucionismo.
Posteriormente publicó en la misma Revista Vuelta, en abril de 1997, un trabajo
maravilloso sobre Chuang Tzu. Inicia el
artículo auto criticándose de que en la obra Trazos había hecho una criminal
omisión al no hablar ni hacer referencia a ese pensador chino, que había sido
uno de los padres del taoísmo.
Paz,
admirador del pensamiento oriental, fue crítico con él. Decía que el taoísmo y
el budismo propugnaban por la pasividad y la indiferencia frente al mundo, pero
sobre todo al olvido de los deberes sociales y familiares. Para Octavio Paz, el
mayor crimen era la imposible búsqueda de un estado de completa beatitud. Paz afirmaba que era tal la riqueza de los
pensadores chinos que podría compararse a los filósofos griegos, especialmente
los pre-socráticos.
Sobre Chuang
Tzu, Octavio Paz decía que era el más profundo y prolífero de los pensadores
chinos. Afirmaba que había un Chuang Tzu sabio, un Chuna Tzu moralista y un
Chuna Tzu dialéctico. El pensador chino utiliza el elemento contradictorio del
pensamiento chino, al afirmar que “sólo los que conocen el valor de lo inútil
pueden hablar de lo útil”. Más interesante resulta su sentencia: “es evidente
la utilidad de la inutilidad”.
Como
buen taoísta Chuang Tzu proponía el amor a la naturaleza, a la sencillez de la
vida y el respeto a las leyes y normas que los poderes naturales ofrecen. Era
un defensor de la ley del cielo y la ley natural, proponiendo, como lo hacía
también Confucio, el orden cósmico, donde la naturaleza y sus cambios
recurrentes normen la vida de la humanidad, así como la vida nos regaló las
estaciones del año.
Diez
años después de haber iniciado la búsqueda en las ideas del pensamiento
taoísta, puedo decir, que es mucho lo que he aprendido. Además del reencuentro
con mi padre, que fue, como dije, el origen de esa auto imposición, el Tao me
enseñó a encontrar belleza y riqueza en las cosas simples de la vida, y sobre
todo, en la búsqueda de aprender a vivir más allá del trabajo y los compromisos
sociales. Como dice Lin Yutang en La importancia de vivir, el fin de la vida no
es otra cosa que simplemente vivir.
Descubrí
con el Tao, aún cuando sus planteamientos tengan elementos objetables, que en
el universo todos somos importantes: el soberano, quien tiene la
responsabilidad de gobernar bien, los trabajadores porque con su sudor nos
ofrecen muchas cosas, el filósofo porque da razón y vida a lo cotidiano, porque
“hay sabiduría en el tonto; hay la gracia del torpe; hay sutileza de la
estupidez, y hay ventaja en ser pasivo”.
A fuerza
de tropiezos, aprendí el sentido del NO HACER, del ocio. Como dicen los
taoístas, el culto al ocio significa que hay calma interior, un sentido de
despreocupada irresponsabilidad y un goce intenso y pleno de la vida y de la
naturaleza.
Educada
por la ciencia occidental, busqué durante años la verdad de la ciencia, y en
mis intentos y reintentos entendí que es más importante conocer la vida que la
verdad. Este aprendizaje me permitió asumir de manera distinta el triunfo y el
fracaso. El triunfo hay que tomarlo con calma, para que la gloria efímera no
dañe tu intelecto y te creas el centro del universo. El fracaso es un momento
para detenerse, pensar en las fallas para reiniciar el camino de la vida. La
perfección no existe. Se impone sabernos limitados y plenos de defectos.
El encuentro con las ideas de
Confucio
No había
leído mucho de Confucio, hasta que el Padre Alemán me dijo un día: Mu-Kien
deberías leer a ese sabio chino, es más plural que el taoísmo, que era, a
juicio del padre amigo, la filosofía de los Emperadores. Me había desafiado. Busqué libros por
dondequiera, y comencé a conocer a Confucio, colmó mi búsqueda cuando leí en
una revista que el gran Octavio Paz, ferviente lector de filosofía oriental,
afirmaba que los griegos no eran originales, que incluso Sócrates y su
mayéutica no era más que una reproducción de los diálogos provocadores de
Confucio y su discípulo Mencio. Admiraba Octavio Paz a Confucio, pero también
era crítico con el mítico pensador chino, a quien definió como utilitarista y conservador, ya que su pensamiento se había
convertido en la justificación para la
conquista y el mantenimiento de un imperio que duró mil años.
Empecé a
descubrir Confucio, e incluso he escrito algunas cosas sobre su concepción en
el arte de gobernar. Nacido más de quinientos años antes de la Era
Cristiana, Confucio, sin llegar a ocupar puestos importantes en su China natal,
logró, sin embargo, tener una gran influencia en la política de su tiempo. A
diferencia de otros sabios, Confucio no fue un personaje que se preocupó de las
elucubraciones filosóficas o metafísicas.
Muy al contrario, su preocupación
fue siempre la búsqueda de soluciones prácticas a los problemas que se
enfrentaba con la realidad de su tiempo.
“Confucio dijo: Yung tiene
capacidad para ejercer las funciones del que se sienta de cara al mediodía, es
decir, las funciones del gobierno del reino.
Yung preguntó si Tsang-Pe-tse sería capaz de desempeñar las mismas
funciones. El Maestro le dijo: Cuenta
con la suficiente inteligencia y agudeza como para desempeñarlas. Yung comentó: para desempeñar las funciones
de gobierno también es preciso que además de capacidad se sepa actuar con
dignidad en todo momento, para de esta manera granjearse el respeto de los
gobernados. También resulta indispensable ser benévolo y generoso, sin incidir
en los extremos de la prodigalidad a que puede llevar un temperamento
desprendido. El Maestro asintió y dijo: Las palabras de Yung son acertadas.”
Confucio
“Confucio ha dicho: Cuando se
gobierna a un pueblo de acuerdo con las leyes de la buena administración y se
le mantiene en paz por miedo a los castigos, los gobernados intentarán que no
se descubran sus malas acciones, pero no sentirán vergüenza por ellas. Si se
gobierna a un pueblo según los principios de la virtud y se le mantiene en paz
con las únicas leyes de la convivencia social –que es la ley del Cielo- los gobernados se avergonzarán de sus malas
acciones y así progresarán por el camino de la virtud.” Confucio
“El
hombre superior, el noble, encamina todas sus capacidades mentales al
descubrimiento de los principios fundamentales... el principio fundamental de
la humanidad o benevolencia universal hacia todos los hombres constituye la
base de la piedad filial y del respeto fraterno... ” Confucio
“Si amamos a nuestros semejantes y somos humildes, lograremos la
perfección máxima y obtendremos la virtud.
TSE – Lu siempre tenía presente esta máxima y la mencionaba
frecuentemente. El maestro dijo, no basta con hacer el bien. También es preciso
entregarse al estudio y buscar la verdad...” Confucio.
Confucio confiaba en el ser humano,
afirmaba que era bueno y libre por naturaleza, pues de lo contrario, “sería
víctima de la infelicidad”. Sin
embargo, estaba consciente el Maestro de que si bien la bondad era intrínseca
de la existencia humana, la realidad era una constante negadora de esta
creencia. ¿Cómo lograr una solución
coherente a esta dicotomía? ¿La
respuesta? Fácil para él: “Volver al origen”. Afirmaba convencido de que “el
hombre noble tiene que entregarse al estudio de los ritos y a aumentar todos
sus conocimientos. Tiene que someterse a
los usos y costumbres ya estipulados.
Sólo de esa manera podría mantenerse en la senda correcta.” Esta concepción de respeto y veneración al
pasado, de amor filial incondicional, tiene una función fundamental en la vida
de cada persona. Lo interesante de la visión confuciana es que no se queda en
el mero espacio de lo individual, sino que proyectó sus ideas al conjunto de la
sociedad, y por supuesto, al gobernante.
Estableció las cualidades y fórmulas que a su juicio (y al mío también)
debía tener y aplicar la persona que asumiera la responsabilidad de guiar los
destinos de un pueblo:
1. Lo primero que pide a un gobernante es
eficacia, una capacidad que debe basarse en la sabiduría.
2. La relación entre el gobernante y los
gobernados debía ser una relación filial. De los segundos exigía respeto, del
primero una buena conducta, que con su ejemplo inspirara confianza y
benevolencia.
3. La bondad debía ser, según Confucio, la
principal cualidad de los gobernantes.
4. Recomienda el uso de la fuerza sólo en momentos
necesarios
5. Recordaba Confucio que el gobernante no debe
buscar el aprecio del pueblo, sino cumplir con su deber, ya que su misión no es
obtener popularidad sino realizar de forma adecuada la tarea encomendada.
Las enseñanzas de Confucio, como
puede verse, son sencillas, simples y prácticas, muy prácticas; tan
susceptibles de ser aplicadas sin ocasionar grandes convulsiones, que no
resulta extraño su enorme influencia. Al morir Confucio, su escuela se dividió
en dos, y sus enseñanzas se esparcieron por el mundo, en algunos casos
tergiversadas.
La tierra
prometida de mis ancestros.[13]
“Últimamente comprendí
el significado de la tranquilidad. Día tras día me mantuve apartado de la
multitud. Limpié mi cabaña y la preparé para la visita de un monje, que llegó a
visitarme desde las montañas lejanas. Vino bajando desde los picos ocultos por
las nubes. Para verme en mi casa de techo de paja. Sentados en el pasto
compartimos la resina del pino...Al terminar el día encendimos nuestra lámpara.
Las campanas del templo anuncian el comienzo de la noche. Repentinamente
advertí que la Tranquilidad es realmente la FELICIDAD, y sentí que mi vida
tiene abundante ocio...” Wang Wei.
Desde que mamá partió hacia el
infinito, en abril de 1999, para acompañar a papá en la eternidad, sus hijos
decidimos iniciar la travesía inversa para reencontrarnos con la otra parte de
la identidad perdida ya en el laberinto de la vida y envuelta en los vaivenes
del dominio occidental y caribeño de nuestra muy cargada cotidianidad.
El viaje a China continental se constituyó en
un punto de partida y llegada para reencontrarnos como familia en el más amplio
y profundo sentido oriental, por eso invitamos a participar en el proyecto a
algunos de los primos, así como amigos cercanos, chinos por afección. El grupo
quedó finalmente integrado por 39 personas; 25 de las cuales éramos parientes
(hermanos, hermanas, esposos y esposas, cuñados y cuñadas, hijos, hijas, primos
y primas). De los nueve hermanos Sang Ben, logramos ir siete. Ping Sien y Ping Jan, no pudieron
acompañarnos por razones familiares.
Partimos el miércoles 7 de agosto del año 2002 a un largo y hermoso
viaje de tres semanas hacia China continental, corazón del oriente y cuna de
nuestros antepasados.
Creo que para los hermanos Sang,
los primos Linkon Pons, Rosario Sang y Elena Ho, este viaje significó un
reencuentro con una parte vital de
nuestra identidad híbrida Somos Dominico-Chinos,
nacidos de la simbiosis y la doble raíz cultural y racial. ¡Viva esa riqueza!
¡Viva la identidad cultural! ¡Multicolor es el nuevo signo de la identidad hoy!
Llegar a China es una verdadera
travesía. Nos costó dos días completos para ir y la misma cantidad para
regresar. Empleamos cuatro días de nuestras vidas encerrados en esas aves
gigantescas. El tiempo se hizo eterno en
este pequeño espacio infernal y monótono.
El avión, un ejemplo indiscutible de la sabiduría humana, capaz de
romper barreras físicas inimaginables está pensando para el traslado, más que
para el confort de sus usuarios. Comidas infernales hechas de plástico; y
espacios tan pequeños que nos hacen sentir prisioneros del aire. A veces se dificulta respirar, moverse es una
verdadera hazaña. Las lecturas, la música o el cine, únicos entretenimientos
posibles, ayudan pero también aburren. ¡Todo sea por la gratificación de la
llegada! A mí alrededor, veía como la
mayoría dormía como podía. Pienso que el
sueño que logramos conciliar era el mejor medio para olvidarnos de las largas horas encerrados. ¡Resiste! ¡Resiste! Me decía constantemente que el cansancio será recompensado.
Llegamos a Beijing agotados y
felices un 9 de agosto, después de más de 48 horas trajinando entre
aeropuertos. El guía que nos recibió, el Sr. Chu, un ex diplomático, culto y con un español casi
perfecto, nos informó que directo del aeropuerto haríamos la visita al Templo del Cielo. Necesitábamos adecuar nuestros
cuerpos al cambio de horario. Así es que sin más protestas hicimos la visita.
Sin sacudirnos la modorra del cansancio y sin habernos bañado por muchas horas,
tomamos el bus que nos llevaría al lugar. Creo que el sentimiento fue
generalizado, pues al ver la majestuosidad de este monumento, nos olvidamos del
cansancio. Había tomado la decisión de
que llevaría un cuaderno de notas para escribir todo cuanto aconteciera en el
viaje. No quería arriesgarme de que mi memoria me fallara. Las descripciones
que aparecen a continuación del relato fueron tomadas con rapidez, cansancio,
sorpresa y la alegría de estar presente en la tierra que vio nacer a papá.
El templo fue construido durante la
dinastía Ming, hace miles de años, con el propósito de que sirviera de morada
al Dios del Cielo. En la distribución
del espacio, se advierte la creencia antigua de los chinos de que el cielo era redondo y la tierra
cuadrada. Por esta razón, las
edificaciones tienen esa simbiosis donde aparecen, de forma casi entrecruzada,
espacios diseñados con las dos formas. Aprendimos también que el número mágico
chino es el 9. Consideran que los dígitos que van del 1 al 9 únicos, pues a
partir de entonces son meras repeticiones. Por esta razón, el número 9 es la
representación de la máxima categoría, que sólo podía ostentar el Emperador. La
estratificación social se expresaba de muchas formas. Por ejemplo, en los
laterales de lo techos de los palacios
se decoraban con figuras de animales, y la cantidad de ellos indicaba la
categoría del habitante. Existían cuatro categorías. La mínima tenía tres y la
máxima 9 animales decorativos.
El área o cuerpo principal del Templo
del Cielo tiene 3 edificaciones. Rodeada
de un muro redondo. Los techos están
cubiertos de porcelana azul. El edificio es bordeado por un muro, llamado el muro
del eco, porque propaga la voz de manera espectacular. Se puede hablar desde una esquina a la otra,
incluso como un susurro, y se escucha claramente. En el centro está la loza de triple eco. Una palmada se reproduce dos o tres
veces. Un grupo de nosotros lo probó, y
efectivamente se puede escuchar el susurro a una gran distancia. ¡Sorprendente!
La figura del Dragón se repite
constantemente en esta edificación, en las pinturas y las esculturas. Evidencia
clara de la cultura tradicional china de que este animal mitológico era el
símbolo del emperador, y se creía además que su presencia aseguraba la
prosperidad, e incluso controlaba la
lluvia en períodos de sequía. Salimos al palacio-templo del cielo de
espaldas, pues según la creencia de los
chinos, ayuda a ejercitar la parte trasera del cerebro. Parecíamos locos
caminando hacia atrás. Lo hice con miedo a caerme, pero nos reímos de buena
gana. ¡Creo que papá y mamá estarán felices en el cielo! Celebraron con nosotros este encuentro.
Ahora que reviso mis notas del
viaje a la China, y hurgué entre los papales de papá, me doy cuenta que en uno
de los artículos que tradujo, hay una referencia a la relación cielo-tierra en
la cultura china, y por qué los chinos daban tanta importancia a la veneración
de esos dos elementos. Veamos lo que dice el artículo;
La historia de China tuvo su origen hace cuatro mil quinientos años …La
vida espiritual del chino antiguo, fue igual a la de otros pueblos que
empezaron con la deificación y adoración de los fenómenos importantes de la
naturaleza. Había un dios de la Lluvia, del Viento, de los Ríos. Un dios de los
Truenos, un dios o una diosa del Matrimonio, un espíritu de en la Unión de los
caminos y un señor de tras divinidades. Por encima de ellos había un supremo
dios, el Cielo, que fue el señor de todos los dioses y de los hombres. En el
mismo puesto había también un señor de la Tierra…. La adoración del Cielo y de
la Tierra es la forma más alta de religión para las personas comunes…[14]
Así pues, iniciamos nuestra
travesía por la China de nuestros antepasados adorando al Templo del Cielo, el
dios supremo, junto al Señor de la Tierra.
El artículo me permite ahora entender por qué aquella majestuosidad en
el Templo del Cielo.
Haber
llegado a China ha sido una
de las mayores experiencias de mi vida. Haber palpado in sito, las enseñanzas
de papá, era algo realmente grandioso. Haber podido ver con mis ojos las cosas que una vez, hace mucho tiempo,
aprendí en la escuela; o había leído en uno de esos libros que te alegran la
vida, no tiene descripción.
Los días que estuvimos en
Beijing, fueron maravillosos. Al caminar por las calles, vimos bicicletas y más
bicicletas, un medio de transporte verdaderamente popular. Según nos dijo el
Sr. Chu, en esa ciudad se calculan 11 millones de bicicletas para un total de
10 millones de personas. La razón de tan
gran diferencia, es que muchas familias tienen una de repuesto, como mecanismo
preventivo. Viejos, jóvenes, mujeres, hombres y niños utilizan ese vehículo de
dos ruedas para trasladarse de un lugar a otro.
Por las calles me encontré con muchos rostros casi iguales al de a mi
padre.
Había visto por fotos la PLAZA TIEANANMEN o PUERTA DE LA PAZ CELESTIAL, pero al tenerla
frente a mí me quedé impresionada. La inmensa fotografía de Mao Zedong, se
impone ante los visitantes. Las filas para ver su féretro son
interminables. Por la distracción de la
prima Elena, que me puso conversación al momento de llegar a la plaza, nos
perdimos. ¡Qué sensación de desolación! ¡Sentirse sola en medio de aquel gentío
es terrible! Traté de hablar con algunas personas para que nos orientaran, pero
era imposible la comunicación. Hasta que por fin pudimos llegar a la entrada de
la Ciudad Prohibida, la segunda visita del día. ¡Grande fue nuestra alegría
cuando vimos llegar al grupo! Por supuesto que permanecí todo el día molesta
con Elena, quien no se dio por enterada.
La visita a la Ciudad Prohibida es
indescriptible ¡El mismo lugar en que fue filmada la película El Ultimo
Emperador! ¡Cuanta pomposidad! ¡Cuánta
vanidad imperial encerrada en ese inmenso lugar exclusivo y excluyente! El complejo es inmenso. Se pueden pasar días
enteros y no se termina de visitar todos y cada uno de los apartamentos que
tiene el lugar. Por supuesto que nos llevaron solo a los lugares más
importantes.
Pero la visita a LA GRAN
MURALLA CHINA, la mayor barrera del
mundo y una de las diez maravillas de la humanidad, fue lo que colmó mis
sentidos. Caminar por ella fue una experiencia única e irrepetible. La construcción de esta majestuosa serpiente
de piedra, tenia un objetivo militar, la defensa. Después de seis siglos de
construcción, fue finalizada durante la dinastía Ming. Así gracias al sudor de
mas de 500,000 hombres fueron construido 6,350 Km de muros, que tenían 7.5 m de alto y 6.5 metros de ancho. La muralla consta de 4 componentes, a saber:
- La
muralla misma, que es la pared
- Las
fortalezas o fortificaciones de 2
pisos, diseñadas para combate, vigilancia,
almacenamiento de alimentos y dormitorios de soldados
- Atalaya,
que eran porciones más altas y estratégicas que servían como puntos de
vigilancia. Avisaban en caso de
invasión.
- Pasos,
que servían para el acantonamiento de regimientos, los cuales estaban
ubicados en posiciones estratégicas.
Había un museo donde se
exponían los tesoros de los Emperadores. Había una sábana hecha en hilos de
marfil para cubrir la cama del Emperador. Los trajes de los Emperadores estaban
bordados con hilos de oro y adornados con piedras preciosas. Un maravilla del ingenio creativo chino y una
vergüenza por la vanidad que representaban, y sobre todo por el poder despótico
que se ocultaba detrás de esas obras de arte.
Cuando terminó la visita, solo pensé en que las
maravillas históricas legadas por nuestros antepasados han sido el producto del
sudor y el sacrificio de los de siempre: los sin nada. Y pensé en las pirámides
de Egipto, otra maravilla de la humanidad, construida con el sacrificio,
incluso hasta la muerte, de los miles de esclavos sometidos por la voluntad y
el poder de los faraones.
También visitamos los llamados
Hutong, las callejuelas del
Beijing tradicional. Esta palabra originalmente significaba pozo, nombre dado
por los mongoles. Estos callejones conducen a las casas típicas de las familias
chinas. Conglomerados de pequeñas
viviendas grises, en los cuales se establecían marcadas diferencias sociales.
La vivienda de una familia adinerada estaba compuesta a su vez de un patio
central rodeado de varias casas En la
más grande, colocada normalmente en el centro, vivía el dueño de la casa. A la
derecha eran colocados los hijos, a la izquierda las hijas, y atrás las
concubinas. El acceso a ese complejo se
hacia por la puerta del lado sur-oriental, pues según la creencia china,
inspirada en el feng shui, por ahí es que se recibe el viento del sur, signo
indiscutible para atraer los vientos favorables para la familia. En la actualidad esos complejos se han
subdivido y son compartidos por varias familias.
Después de caminar por muchos
callejones, nos permitieron entrar a una casa típica. Conversamos con la señora de la casa. La vivienda
fue construida durante la dinastía Ming, hace más de 400 años. El techo es alto, preguntamos la razón, y nos
explicaron que es la mejor forma de adecuarse a las inclemencias del tiempo. Estaba construída de pino. El patio central
está compartido por 3 familias. Nos dijo
que en esa casa vivía una concubina del último Emperador de la Dinastía Ming.
Observé la casa con especial atención. Reparé en unos bajantes decorativos con
mensajes de bienestar. Eran iguales a
los que papá tenía en el bar de nuestra
casa familiar. El corazón me dio un vuelco enorme. Al verlos le hice seña a los
otros hermanos. Ellos también habían reparado en el detalle.
Una de las actividades más
lindas fue conocer la ceremonia del té.
Sabia que el té no solo es una bebida popular en China y que forma parte
de su cultura, pero no tenía conciencia de cuán importante es para las familias
disfrutar del ceremonial del té junto a la familia. El hecho no es sólo
compartir la bebida, sino cumplir con un rito muy especial que rinde culto a
las virtudes de la bebida y a su sentido social y gregario. He aquí lo que pude
anotar.
- Primero
se huele el té para percibir su aroma.
- Se echa
agua caliente a r la taza.
- Las
hojas del té se echan en una tinaja de barro. Luego se le añade agua para lavar las
hojas.
- Luego es que se echa el agua
hervida. Cuando el zumo esta listo se coloca en otra
jarra. Existe, según nos dijeron,
una vasija para cada tipo de té. No
pueden mezclarse las vasijas. El
barro que se usa tiene minerales que ayudan al estómago.
- Nos
dijeron que el té es digestivo, diurético y curativo. Se agarra la taza
con tres dedos. Y debe beberse la primera porción en tres sorbos, cada uno
tiene un especial significado: El primero es el de la felicidad. El
segundo es el de la salud y el tercero de la longevidad
En China hay tres tipos de té,
que tienen sus usos específicos:
1. Jazmín-
bueno para la piel y los ojos
2. Guenté - cáncer y presión arterial.
3. Oblong- para adelgazar
Para degustar se usa una taza
pequeña, para beber una más grande.
Muchos del grupo salieron convertidos en amantes del té. Yo, sin embargo, si
bien aprecié el ceremonial, pensé mucho en el café caribeño, y no solo lo
preferí, sino que sentí en ese momento inmensos deseos de saborear un buen café
caliente y cargado.
En la Noche nos llevaron a ver
una representación de la Opera de Beijing. Llegamos temprano y entusiasmados.
Me sorprendió que en el Teatro hubiera mesas donde los visitantes podían comer,
beber té y hasta tomar fotos. Antes de
la opera se permite que los turistas observen mientras los actores se
maquillan. Cuando se inició el acto, el grupo completo miraba con interés el
espectáculo, pero la música monótona, el extraño lenguaje y el agotamiento fue
venciendo uno a uno. Al final del espectáculo casi todos dormían. Yo no sucumbí
a Morfeo porque me distraje tomándole fotos a los bellos durmientes.
El pobre Señor Chu, nuestro incansable y atento
guía, debía soportar mis tandas interminables de preguntas Sorprendida le pregunté un día cómo era posible
que se emplearan 5 años para hacer una alfombra de seda, o que la amplísima
producción de porcelana fuera pintada a mano, o que se utilizaran muchos años y
muchas manos para hacer una sábana en hilos de marfil. Me contestó que en China
el trabajo era parte importante de la cultura, y que el significado del tiempo
en oriente era muy diferente al de occidente. La espera, la paciencia y el
trabajo constante y cotidiano, me dijo, era el secreto para hacer todas esas
maravillas culturales. Pensé en papá y en sus sermones cotidianos sobre la
necesidad de trabajar, porque el trabajo, decía, no solo aporta dinero para
vivir, sino que ennoblece y disciplina.
Pregunté también el significado del
Número 3 en la cultura china, pues en muchos textos tradicionales y modernos
aparece como la cifra mágica de la vida, una constante en textos taoístas,
budistas y confucianos. Me
respondió que mi observación era cierta. Y que la cifra se sustenta que los
chinos creen que cada persona tiene tres vidas: La vida presente, la vida
pasada y la vida futura Por esta razón
en la cultura tradicional China, la tumba, no era un mero lugar para depositar
el cuerpo sin vida de alguien, sino el lugar donde se espera la vida que se
iniciará. Los Emperadores de todas las dinastías seleccionaban siempre lugares
especiales para construir las edificaciones donde fueran depositados sus restos
una vez hubiesen partido de la vida presente. Este lugar debía ser hermoso,
cerca de una montaña y bordeado de un río ancho y caudaloso. La montaña
serviría de apoyo y el agua del río
permitiría limpiar su cuerpo mientras esperaba la otra vida.
Estas explicaciones me
permitieron entender la visita siguiente que se desarrolló en la ciudad de
Xian, cuna del río Amarillo, tierra privilegiada por la naturaleza, ya que nunca ha habido nunca inundación ni sequía. La
visita al Museo de los guerreros
de terracota o el mausoleo Qinshi Huangdi, un lugar tan extraordinario que
UNESCO lo bautizó como patrimonio de la Humanidad, muchos incluso lo han
definido como la nueva Maravilla del
Mundo.
La tumba de Qinshi resulta
impresionante con sus filas apretadas de
más de 7000 guerreros hechos de barro cocido, de tamaño natural, completamente
armados, con los auténticos elementos característicos de los hombres que
sirvieron de modelo, junto a sus caballos, también de tamaño natural. A la
entrada del museo se encuentran 2 arqueros sentados en cuclillas. Las figuras de los soldados pesan entre 150 a
180 kilos. Las primeras fosas fueron descubiertas hace 20 años. Vimos una
réplica de una carroza en bronce, oro y plata.
Tiene 2,300 años. Las carrozas
tenían 4 caballos. El caballo derecho
tenía un penacho. Las ruedas tenían treinta radios, que en conjunto
significaban: luna llena, felicidad y oportunidad. Al terminar la visita del
museo, fuimos a la tienda. Allí pudimos
conocer al campesino que descubrió el inmenso tesoro. Le pedí un autógrafo y me
tomé una fotografía con él.
De Xiam nos volamos a
Chongching, una ciudad llena de luces, que los chinos se ufanan de decir que es
la ciudad de Las Vegas Chinas. La cena
la tuvimos en el museo de Bellas Artes.
Al terminar la cena, el director del museo ofreció una conferencia sobre
la pintura tradicional china. Al final nos llevaron al embarcadero. El grupo debía tomar el barco que nos llevaría a
descubrir la belleza natural del río Yangtse.
Tuvimos suerte, pues las fuertes lluvias cayeron cuando habíamos
terminado. En Shanghai nos enteramos del desbordamiento del río y las secuelas
de este desdichado fenómeno natural.
Las gargantas del rio
Yangtse. Nos levantamos temprano para que pudiésemos ver el
imponente espectáculo del barco pasando por la primera garganta del río ¡Algo
Impresionante! Las montañas penetran el río como si quisieran tragarlo. La bruma siempre presente en las montañas, hace
que se conviertan en algo misterioso para el espectador. Estrechos pasadizos por donde el barco pasa
con dificultad, y mientras cruzábamos, me parecía como si estuvieran atravesando por las
imágenes de los cuadros que veía cuando niña. Recordé que me cuestionaba sin
cesar por qué siempre aparecían paisajes brumosos de las montañas y los ríos.
Ahora entiendo por qué. El Yangtse corre
aceleradamente por esta garganta, remolinos inmensos acompañan al barco durante
su travesía. Las montañas, las más altas de este trayecto se ven de repente
entrecortadas por nubes. Si levantas la
vista alcanzas a ver el pico final como una imagen en la cual el cielo y la
tierra se unen de manera imperiosa. Doy
gracias mil veces a la vida de haberme obsequiado esta oportunidad, de ser
testigo silente de esta maravilla que la naturaleza ha regalado a la
humanidad.
Ahora entiendo porqué al río
Yang Tse le llaman el Dragón. Es un
inmenso río que casi atraviesa China, con las curvaturas del dragón, que se
lleva a su paso cuanto encuentra. Cuando
el dragón lanza sus llamas los que están a su lado se espantan. El río ruge provocando fuertes movimientos al
barco tratando quizás de aligerar el
peso de este mole de hierro cargado de gente extraña que viene a observarlo.
Al otro día, temprano en la
tarde, como a las 2h30pm oímos el llamado de que el barco entraba por la
segunda garganta. El sol hizo que el misterio que imprime la bruma se esfumara,
entonces la entrada por ese paso no resultó tan impactante. Sin embargo, la naturaleza con su
grandiosidad se impuso ante nuestros ojos.
Las montañas penetran al agua, intentando imponerse al dragón, pero el
agua con su fuerza no deja dominarse por
la grandiosidad de las montañas. Así en
el periplo de largos kilómetros observamos dos expresiones de la naturaleza
luchando por dominarse mutuamente. El dragón, dijo al río, como buen discípulo
taoísta, que debe adecuarse a las adversidades y continuar su trayecto río abajo.
Un día después entramos a la
tercera garganta. Es la más peligrosa, nos levantamos temprano, pues a las 7:00
en punto pasábamos por ella. La bruma
estaba más espesa y era casi imposible ver con detalles la lucha feroz entre el
río y la montaña. Sin embargo, el
paisaje seguía siendo hermoso. Las
montañas se tiñeron de colores diferentes. Durante el trayecto visitamos
algunas “pequeñas” ciudades de 5 millones de habitantes. Conocimos templos y
subimos y bajamos por muchas montañas.
Al terminar el trayecto por
las gargantas, tomamos un bus para ver la obra de ingeniería más grande y osada
de todos los tiempos: La empresa hidroeléctrica del río Yangtse. La zona está siendo custodiada por la
guardia. Nos dijeron que en la construcción de la presa trabajan más de 20,000
obreros constructores y algo más de 10,000 técnicos e ingenieros. Vimos el
sistema de eclusas para el paso de los barcos.
Son 5 en total y tienen 34 m de
ancho y 280 m de alto. No dicen que esta
obra, fruto también del ingenio y el trabajo, podrá ser vista, junto a la Gran
Muralla desde el espacio.
Cuando finalizó nuestra
travesía por el río, comprendí algunas de las ideas que nos dieron durante la
conferencia sobre la pintura tradicional china en el en el museo de Bellas
Artes de la ciudad de Chongching. Normalmente
se utiliza el papel de arroz o en su defecto la seda. La pintura de los
bajantes, elemento tradicional de la cultura china, se coloca en el centro.
Dejan dos espacios, arriba, o el lugar del cielo, y abajo, el que corresponde a
la tierra. En la pintura tradicional, no importa tanto el dibujo, la
perspectiva o la luz, sino el color. Para reproducir la bruma de las montañas
se utiliza tinta negra, que dependiendo de la forma de colocar el pincel ofrece
diferentes tonos de negro (¡los mismos tonos que vi cruzando el Yangtse1). En el barco había un pintor que se
especializaba en pintar las pequeñas botellas por dentro. Utiliza un pequeñito
pincel que en vez de tener sus cerdas verticales, están horizontales para poder
pintar el cristal. Una pequeña botella puede durar horas y días, dependiendo de
los detalles. Lo hacía sin prisa, sin
presión. Mostraba su arte sin alardes,
esperando que algún turista interesado le comprara su obra de arte.
Esta experiencia nueva, única
en mi vida, me ofreció un nuevo motivo para pensar profundamente en la identidad.
Me dije a mí misma, cuán orgullosa me siento de haber nacido en el Caribe, de
haber acariciado mis raíces dominicanas, pero cuán dichosa soy de poder vivir
en carne propia la presencia de otra raíz de mi identidad. Occidente prevalece,
de eso no me cabe la menor duda, pero el Oriente se ha hecho cada vez más
presente, y me ha hecho redescubrir no sólo su riqueza, sino cuán presente han
estado en mí sin quizás darme cuenta.
Antes de llegar a Guangzhou
(así se le llama ahora a Cantón), pasamos por el “New York asiático”, la ciudad
de Sanghai El poder económico mundial ha
invertido en esa ciudad y le ha transformado.
Su posición estratégica es fundamental para la zona del sudeste
asiático: Singapur, Korea, Taipei. Las edificaciones así lo demostraban. Shangai ha sido el centro tecnológico,
cultural y financiero de China. El
capitalismo corre por las calles. El contraste con la zona céntrica es inmenso. Allí visitamos el Palacio de la Seda. Fue impresionante ver el proceso en que un
capullo de gusano se convierte en hilos de seda. Nos cuentan que el proceso
dura 5 semanas desde el huevo hasta que finalmente es seda. Cada capullo aporta
más o menos unos 1,200 metros de hilos de seda. Para sacar el hilo de los gusanos se requiere una
temperatura muy alta. Me impresionó las condiciones laborales tan terribles de
las obreras chinas. Un calor inmenso y
un olor muy fuerte se desprende cuando sumergen a los pequeños gusanos en el
agua hirviendo. ¡Pobres mujeres! ¡Manos
expertas a cambio de míseros salarios! La tienda de ropa de seda es por el
contrario moderna y completa. Una forma de ocultar las injusticias sociales
detrás del colorido de las hermosas sedas que se expenden en la tienda.
Finalizada la visita al
modernismo capitalista oriental, volamos a Cantón, la tierra donde papá fue
concebido y abrió sus ojos al mundo. Al llegar comprobamos que dejó de ser la
aldea pobre que expulsaba a sus hijos a la aventura marina, como hizo mi padre
y millones de chinos que zarparon en busca de mejor vida. Hoy es una ciudad
importante que tiene más de 10 millones de habitantes. Sin llegar a competir
con Shanghai, Cantón es célebre por su actividad económica y el alto número de
inversionistas extranjeros.
La visita por las calles de
Cantón tomó una característica muy especial. A pesar de la terrible humedad y
alta temperatura, ninguno de los siete hermanos se amedrentó. Intentamos
abrazar en pocas horas sus calles y rincones. Percibimos cómo las magnolias de Cantón, su flor distintiva, está
presente en todos sus parques. El contraste entre la zona moderna y tradicional
es muy grande. Los callejones están repletos de personas y mercados. Se vende
cualquier cosa. La alimentación es lo más impactante: culebras criadas para
comer, cucarachas de agua, sapos, lombrices, gusanitos....cualquier cosa se
vende, se cría y por supuesto, ¡se come!
Visitamos el templo de SUN YAT
SEN, el gran líder chino, padre de la República, y el principal responsable de
terminar con el injusto régimen feudal e imperial. Sun Yat Sen es el orgullo del
pueblo cantones, pues era oriundo de Cantón. Este fue, sin duda, el momento más
emocionante, especial, importante y único de toda nuestra visita a la gran
China.
El templo de Sun Yat Sen era
el lugar favorito de papá. En nuestra historia familiar lo inmortalizó en imágenes con fotos del 1947 y
luego su último viaje en 1979, una vez se eliminó la prohibición de viajar a
China de parte de Gobierno de Antonio Guzmán. Recuerdo perfectamente la
escalera que lleva a la estatua del liberador de China. En mis recuerdos infantiles, Cantón era esa
escalera. Todavía guardo en mi memoria
la foto de mamá joven y hermosa, con su primogénito sentado en la
escalera. Al ver este monumento el
corazón me dio un vuelco. Los demás hermanos sintieron lo mismo. Al ver aquel monumento y los recuerdos familiares se me
atropellaron uno tras otro. Después
tomamos fotos bajo un sol candente. En
la sombra, la emoción nos embargaba a todos y comenzamos a llorar y a
abrazarnos. Papá y mamá imagino que nos
observaban felices desde el cielo. En
nuestros pensamientos estaban Ping Jan y Ping-Sien, los dos hermanos que no
pudieron acompañarnos. Caminamos luego
por las calles de Cantón y en cada anciano chino veía el rostro de papá. Doy
gracias a Dios y a la vida por haberme dado la oportunidad de haber vivido esta
experiencia
Al finalizar la visita de casi
un mes por China me hice muchas preguntas. ¿Se puede llamar comunista a un
régimen autocrático, que proclama abiertamente una economía notablemente
capitalista? ¿Fracasó el socialismo? La grandeza de China es indiscutible. Su capacidad de adecuarse a los nuevos
tiempos es impresionante, pero la grandeza del imperio, de la China comunista
se ha hecho sobre la base del trabajo injusto del pueblo chino. ¿Será que sólo
puede conocerse la grandeza cuando hay explotación? El pueblo chino es un
pueblo trabajador. Todo desde su
artesanía hasta las obras monumentales son el producto de la paciencia, la
constancia y la dedicación. Toda China es un mercado. Se vende todo a cualquier precio. ¿Se
convertirá China en una potencia? ¿Cuál será la posición de Estados Unidos y
Europa? ¿Y Japón, país que no sale de su crisis, qué hará ante el avance de
China? ¿Podrá Taiwán sumarse a la China continental guardando su identidad?
El retorno fue tan largo y
agotador como la ida. La diferencia era
que en la partida teníamos la ilusión de lo desconocido, en el regreso la
felicidad de lo descubierto. Creo que el viaje cumplió con su misión. Los Sang Ben, ratificamos la riqueza plural
de nuestras raíces, y regresamos a República Dominicana, nuestra patria chica
amada, con la alegría de que formamos parte de una simbiosis cultural, donde se
entremezcla el té oriental, el café caribeño, la alegría dominicana y la
búsqueda de la tranquilidad, camino seguro, según las creencias chinas, hacia
la felicidad.
No había pensado nunca en el tema de la identidad. Me sabía de
ascendencia asiática, algunas amigas de infancia me llamaban “china” de cariño,
pero no era una preocupación para mí encontrar las raíces de esa doble
dimensión de mi identidad, hasta que hice conciencia, y comencé a hurgar en los
grandes laberintos de mi memoria para reconocerme como una dominicana híbrida,
producto del encuentro entre dos
culturas diametralmente opuestas, y a pesar de las apariencias,
complementarias.
Soy una de sus hijas
y me siento orgullosa de mi doble y complementario origen. Doy gracias en
nombre de los hombres y mujeres que han vencido múltiples trabas impuestas y
han soportado, con dignidad, tantas exclusiones, abiertas o soterradas. Las
reservas sociales sobre mi origen no han hecho más que fortalecer mi
espíritu, y ratificar la firme decisión
de que es necesario avanzar en el camino de la vida.
Cerrando el círculo
Gracias
papá, por tu amor, tu dureza, tu ternura. Gracias por enseñarnos a ser
críticos, incluso contigo mismo. Gracias por amarnos cada uno de los nuevo con nuestras
diferencias, con nuestras deficiencias, con nuestras virtudes. Gracias por insistir en que tratásemos de ser
tan buenos como podamos, aún cuando no aprobaras la dirección que nuestras
vidas tomaran. Gracias también, papá,
por cometer errores, por ser humano. Finalmente gracias por amar tanto a mamá.
La mejor lección que tus nueve hijos tuvimos de amor, respeto y
honestidad. Peng Bian
En
Cantón, bajo el árbol de Lychee, el Señor Chu, nuestro competente guía, nos
habló emotivamente y nos dijo que en la tradición china se habla de que cuando
alguien sale de la aldea en busca de mejor vida y regresa triunfante, lo hace
vestido de seda. Utilizó la simbología para decirnos que nosotros, los hijos de
Miguel Sang, habíamos regresado por él, también
cubiertos de seda.
Rosario Sang, una de las primas que nos acompañó en
el viaje, pudo visitar la aldea donde nacieron sus padres. Y aprovechando el momento, visitó la aldea
donde nació y pasó su niñez nuestro padre, Miguel Sang. Fotografió la casa y
pudo conversar con algunos de sus amigos. Con esta noticia, nos sentimos con la
deuda moral de llegar hasta allí Desde
que llegamos a principios de septiembre del 2001, mi hermana Mu-Yien, la
“matatana de los Sang”, movió cielo y tierra para contactar a alguien que
conociera a papá en su aldea nativa. El primo, José Chiang, del que hablé en
páginas anteriores, la puso en contacto con un amigo de infancia de papá y
coordinaron un encuentro. Un nuevo viaje
se organizó a China con el propósito de visitar el verdadero lar nativo de
nuestro padre. Esta vez fueron tres de
las hermanas, Mu-Yien, Suk Yien y Suk Lang, además del primo Linkom y su esposa
Orietta. Esta visita significó, sin duda alguna, el cierre de un círculo
importante en nuestras vidas.
Mis hermanas lograron contactar a un amigo de la
infancia de papá. Se citaron en un hotel
de Cantón. Había un problema, mis hermanas no sabían, ni saben, cantonés ni
mandarín, y el amigo de papá no sabía ni español ni inglés. Pero cuando hay interés de comunicarse, todo
es posible. En el lobby del hotel, sin
conocerse, se reconocieron. Se sentaron,
y como saludo inicial, el amigo de nuestro padre le pasó un paquete. Era una foto de 1956. Sólo estábamos nacidos 7 de los 9
hermanos. Yo tenía un año, y Suk Yien
estaba recién nacida. Me cuentan que cuando vieron las fotos, la nostalgia fue
grande. ¡Había conservado la foto por más de 45 años! Como había El amigo de nuestro padre se
acordó que había una china que vivía en la República Dominicana y que estaba en
una aldea cercana. Tomó el celular y llamó a “Clitina”, una china de pura sepa
que tiene en el país un negocio de comida en Haina. La “traducción” de la conversación fue muy
original. El amigo de nuestro padre hablaba con “Clitina” por teléfono,
enseguida se lo pasaba a Mu-Yien, y así sucesivamente. Estuvieron con ese sistema un buen rato,
hasta que “Clitina” aceptó que la fueran a buscar para servir de traductora.
El objetivo del viaje era llevar a mis hermanas a
la Aldea de nuestro padre. Después de buscar a la “traductora oficial”, se
dirigieron a la aldea. Cuando llegaron,
la comunidad completa, vestida de gala, recibió a los visitantes con fuegos
artificiales. Las llevaron luego a la
casa paterna. A pesar de tener más de 50
años cerrada, permanecía intachable, deteriorada con el tiempo, pero
inalterable. Me cuenta Suk Yien que en
una de las habitaciones había un costurero de mamá. A juzgar por la descripción, la casa era en
realidad una pobre choza de madera. En
la sala hicieron un altar de bienvenida, con letreros, velas, incienso,
fotos…Se hizo una pequeña ceremonia, hablaron, tradujeron, hubo lágrimas, aplausos,
abrazos y muchas emociones. Después la
llevaron a recorrer la aldea. En el recorrido aprendieron que antes de morir
papá había enviado dinero para que construyeran el puente, de manera tal que la
comunidad no tuviera que mojarse en el riachuelo cada vez que quisieran salir
de la aldea. Luego las llevaron a la
tumba del abuelo, el mismo que después de haber iniciado el periplo por el mar
de China en los años 30 decidió regresar a su pueblo. Murió en su aldea. Papá
envió dinero para la tumba. Las muchas
regresaron a Cantón sobrecogidas de la emoción.
Ellas fueron las protagonistas del regreso, vestidas con trajes de seda.
No había pensado escribir sobre este asunto, pero
el “plimo de corazón” José Chez Checo y el hermano del alma, el Hermano Pedro
Acevedo, insistieron por separado que debía narrar esta parte de la historia.
Después de pensarlo mucho, decidí hacerlo. En diciembre de ese año 2002 la
familia completa, hermanos, esposos, esposas, hijos e hijas fuimos al
cementerio a hacer una ofrenda en la tumba de mamá y papá. Rezamos con mucha
solemnidad, a pesar del candente sol, un Padre Nuestro, un Ave María y algunas
plegarias. Luego Mu-Yien leyó la carta-homenaje. Mientras leía, las lágrimas corrían por
nuestros rostros.
“Hoy tus hijos
recordamos esta fecha con una tristeza apaciguada por el tiempo transcurrido y
por el conocimiento de que estás acompañado por la persona que fue tu fiel
compañera por 40 años, mamá, tu querida “Doña Anda”, como graciosamente
pronunciabas su nombre. Estamos aquí reunidos
todos tus descendientes directos... y de otras personas que forman parte de
nuestro grupo familiar ampliado y que se han unido para rendirte este
tributo... 7 de tus hijos pudimos llegar a tu querida y recordada China, a tu
añorado Cantón. Regresamos en tu nombre vestidos de seda a rendir tributo a
nuestros abuelos, a cerrar ese círculo
que iniciaste cuando saliste a conocer otros mundos para tener una vida mejor
para ti y tu familia.
Sabemos que tú
también regresaste vestido de seda; pero
las circunstancias que en ese momento existían en China no permitieron que
disfrutaras con alegría ese regreso. Nosotros lo hicimos por ti, con la
diferencia de que regresamos más orgullosos de saber qué clase de papá tuvimos,
de la enseñanza sin palabras, con ejemplos, que nos ofreciste de tu cultura y de
tu renuncia, sin quejas, a tu mundo para ofrecernos un futuro mejor.
Suk Yien, Suk
Lang y Mu-Yien tuvieron el privilegio de regresar y completar ese encuentro de
nuestras raíces. Conocieron tu aldea, tu
casa y tu gente, Sang Hua Lin y su hermano Sian Buak; hicieron en tu nombre una
ofrenda y reverenciaron a nuestros antepasados, visitaron la tumba de tu papá,
nuestro abuelo y más que nada, disfrutaron el paisaje que rodea la aldea y que
fue tu mundo durante los primeros 14 años de tu vida. La visita a la aldea nos enseñó un rasgo tuyo
que siempre hemos admirado: tu capacidad de ayudar sin estridencias a los
demás, ayudas que sólo tú y mamá sabían que se hacían. ¡Qué orgullosos nos
sentimos cuando supimos que el puente que comunica la aldea al lugar de la tumba de los abuelos
fue hecho con tu apoyo económico!.
Esta pequeña
ofrenda que te traemos y que te acompañará en tu lugar de reposo, está
compuesta por tierra recogida de la tumba del abuelo, callaos recogidos de los
laterales del puente que ayudaste a construir, algunas piedras recolectadas
durante nuestra visita por el río Daning, así como hojas tomadas de un árbol de
Lychee que se encuentra en los jardines del Monumento a la Memoria de tu líder,
el Dr. Sun Yan Tze. La misma representa el cierre del círculo de tu vida: el
regresar a tu lar nativo. Gracias Mamá por ayudar a Papá a ser el padre que
fue. Siempre los recordaremos.
III
Aprendí que la realidad en China no es color de
rosa
“La
vida es más importante que un libro. Peor, en cierto modo, mi libro era mi
vida. Era mi testimonio sobre las vidas
de las mujeres chinas, el resultado de muchos años de trabajo periodístico.
Sabía que mi comportamiento había sido estúpido: de haber perdido el
manuscrito, podía haber tratado de recrearlo. Sin embargo, no estaba segura de
soportar una vez más los sentimientos extremos que me había provocado su
escritura. Revivir las historias de las mujeres que conocía había sido
doloroso, y más aún ordenar mis memorias y encontrar el lenguaje adecuado para
expresarlas... Cuando te adentras en tus recuerdos, abres una puerta al pasado;
el camino tiene muchas ramificaciones y, en cada incursión, el itinerario que
sigues es siempre muy distinto...”
“La historia de China es muy larga, pero hace
muy poco que a las mujeres se les concedió la oportunidad de ser ellas mismas,
y que los hombres empezaron a conocerlas.
En los años treinta, cuando las mujeres occidentales ya estaban
reclamando la igualdad entre los sexos, las mujeres chinas apenas habían
empezado a poner en duda la sociedad dominada por los hombres, pero ya no
estaban dispuestas a que les vendaran los pies, o a aceptar los matrimonios
concertados por sus padres. De todos
modos, las mujeres chinas desconocían los derechos y obligaciones de su sexo, y
no sabían cómo hacer para ganarse un mundo propio. Buscaban inútilmente las
respuestas en su propio espacio reducido y angosto, y en un país en el que toda
la educación estaba manipulada por el Partido. El efecto que ha producido en la
generación más joven es preocupante.
Para poder sobrevivir en un mundo cruel muchos jóvenes han adoptado el
duro caparazón... y ha suprimido sus sentimientos y emociones...” Xinran Xue,
Nacer mujer en China.
Imbuida en mi búsqueda ideal de la otra parte
de mi identidad, embebida por la hermosura de los planteamientos taoístas
expuestos en los textos del Tao Te King, Ling Yutang, y maravillada con los
argumentos inspirados en el diálogo crítico de Confucio con Mencio, idealicé la
cultura china y su historia, olvidando muchos de sus horrores, olvidando
incluso que detrás de esas magníficas obras, gracias al ingenio, el talento y
la paciencia de los trabajadores, se esconde la injusticia social, la
miseria y la exclusión
Mi primer encuentro
con la realidad, fue una conversación fortuita que tuve con Rafael Emilio Yunén
hace varios años. Me dijo que había
leído mis artículos, pero que notaba una cierta idealización en mi aproximación
a la cultura y filosofía china. Lo escuché con atención, pero me produjo cierto
rubor escucharlo. Me envió un trabajo publicado en una revista, que desnudaba
las condiciones laborales de los trabajadores en China. Recuerdo que en esa oportunidad, tratando de
resarcir ese error, más por razones intelectuales, que afectivas, escribí un
artículo en mi vieja columna del Periódico El Siglo, haciendo referencia a la
situación. Confieso sin embargo, que mis sentimientos idealistas seguían
intactos.
Tiempo después
recibí un regalo desde Madrid. Me lo envió un lector asiduo de mis Encuentros,
el Sr. Edgar Omar Ramírez [15].
Cuando lo abrí me encontré con la imagen de una pequeña y hermosa niña oriental
de unos seis años que en sus ojos reflejaba profunda tristeza. Al leer el
título entendí el mensaje: Nacer Mujer en China escrito por Xinran Xue. La hermosa dedicatoria del libro que me
escribió el amigo lector, me motivó a devorarlo. Me dispuse a leerlo tan ávidamente, que mi
esposo me preguntó curioso ¿Qué lees con tanto interés? Esto, mostrándole el
libro, le contesté brevemente, y seguí sumergida en la lectura.
“Palabras de la
brisa nocturna” era el nombre de un famoso programa radial cuya conductora era
la periodista Xinran Xue, la propia autora del libro. Xinran Xue era una
aguerrida periodista china, que osó, en las mismas garras del poder político
chino, abrir una compuerta para que las mujeres de la China continental
abrieran sus corazones y narraran sus desgarradoras historias. Ignoradas,
sepultadas por la indeferencia de una sociedad esencialmente patriarcal y
opresora, las mujeres chinas, de todas las épocas, han tenido que ocultar sus
sentimientos y asumir con resignación sus desgraciadas vidas.
Inicia el relato comentando con detalle las
peripecias que tuvo que hacer para que le aprobaran el programa. Para su
primera emisión la periodista intentó ganar la confianza de las mujeres,
colocándose en la primera fila, narrando su propia vida como mujer /
profesional / madre soltera “Mi nombre es Xinran-dije al empezar la primera
emisión del programa-. Xinran significa “con mucho gusto”. A
través del programa, la sordidez de sus
anónimas existencia salió a flote con toda la crudeza que persona humana
pudiera imaginar. Como bien dice la autora en su libro, durante el período
comprendido entre 1949 y 1988, las únicas informaciones que recibía el pueblo
chino a través de la radio eran las directrices del Partido, por lo que “la
comunicación con cualquier ser humano o estamento en el extranjero parecía tan
remota y fantástica como un cuento”. A
partir de 1983, durante el dominio de Deng Xiaoping, se produjo una cierta apertura; pero sólo los
periodistas más aguerridos aprovecharon esta oportunidad. “Con Palabras en la brisa nocturna intenté,
dice la autora del libro, abrir una pequeña ventana, un minúsculo agujero, en
el que la gente pudiera permitir que sus almas se desahogaran y respiraran
después de la atmósfera cargada de pólvora que habían soportado durante los
últimos cuarenta años.” La compuerta que abrió Xinran fue tan grande,
que en algunos momentos se vio precisada a enfrentarse con la máxima autoridad
de la emisora.
Con las preguntas
¿qué valor tenía la vida de una mujer en China? ¿Qué filosofía tienen las
mujeres chinas? ¿Qué significa la felicidad para una mujer? ¿Qué es lo que hace
una buena mujer? Xinran comenzó a buscar respuestas, motivando a las mujeres
para que contaran sus propias historias. Algunas, por miedo a la represión,
escribían cartas anónimas relatando sus miserables existencias. Otras, disimulaban su voz para que las
autoridades no la reconocieran. Encontró
resistencia en sus colegas y amigos, pero aún así decidió mantener su proyecto
de vida: “¿realmente crees que
serás capaz de juzgar o modificar las leyes según las cuales viven sus vidas?” le preguntaban para recriminarla. Ella siguió firme con su posición, y desde
que abrió la primera compuerta de diez minutos, llovieron las cartas y las
llamadas. Las mujeres chinas ¡por fin! Habían encontrado un espacio para su
propio desahogo.
La primera gran
historia que Xinran descubrió fue la de Hongxue, una niña que había sido
sistemáticamente violada por su padre. Abandonada por su madre, ella y su
hermano pasaron a vivir con su padre. “Había ido a parar a la guarida del
lobo”. Para librarse de las garras de su
padre, Hongxue se auto castigaba para enfermarse. Un día decidió contarle todo
a su madre. Escuchó trastornada la
historia, pero le dijo: “Tendrás
que aguantarlo todo por la seguridad de toda la familia. Si no ¿qué será de
nosotros?” Atrapada por el drama familiar, la niña
enfermaba cada día más, buscando la muerte. Era su forma de liberarse. Como
dice en una de las tantas cartas que escribía a su única amiga: “¡Qué
feliz soy hoy! Mi deseo ha vuelto a cumplirse. He vuelto al hospital”. Lo
interesante de la historia, es que la niña decidió adoptar a una mosca como
mascota, pues era, según decía, la única caricia verdadera que había recibido
en toda la vida. Las autoridades del
hospital trataban de disuadirla, porque el insecto era un transmisor de
enfermedades, pero Hongxue buscaba la forma de mantenerla a su lado. Para no volver a la casa de su padre, Hongxue
adoptó el hospital como su refugio, por lo que la enfermedad representaba su
liberación. Una de sus cartas más conmovedora era la que expresaba su alegría
por encontrarse al borde de la muerte: “!Victoria! no ha dejado de subirme
la fiebre durante los últimos dos días. Me siento mal pero soy feliz.”
Poco tiempo después Hongxue murió. Encontró por fin la paz. Esta historia fue narrada en el programa.
Xinran estaba segura de que muchas muchachas que habían sufrido abusos sexuales,
habían llorado aquella mañana entre las miles de almas soñadoras de la ciudad.
La segunda gran
historia del libro habla de la Trapera, una hermosa y digna mujer, que decidió
convertirse en “trapera”, una especie de mendiga, para poder cuidar desde lejos
a su hijo, un próspero empresario.
Cuando fue descubierta por Xinran, la trapera decidió irse. Como relata
la autora, “entendía que la trapera se hubiera ido. Me había permitido mirar en
su corazón y su vergüenza no le permitía volver a enfrentarse a mí. Me dolía
haberla ahuyentado de su mundo cuidadosamente construido, pero también me
apenaba que se hubiera consumido para dar la vida a sus hijos y que su única
recompensa fuera tener que resignarse a ser desechada. Tan solo confiaba en su
identidad como madre. Mantuve el secreto de la trapera y nunca expliqué a su
hijo cómo ella había vigilado.”
Una de las cosas más
interesantes en la cultura china es el valor tan especial que se le da a la
procreación. Una mujer infértil es una verdadera maldición para la familia.
Como reza el viejo proverbio chino: “Existen treinta y seis virtudes, pero no tener herederos es una
maldición que las niega todas.” Esta concepción hizo que muchas mujeres se
inmolaran, pues preferían morir antes que vivir con la vergüenza de la
infertilidad. Cuando leía los relatos
del libro, pensé en mí misma. He tenido
una excelente vida, pero mi vientre y mis entrañas fueron infértiles. No pude procrear. ¿Qué me hubiera pasado si
viviera en China? ¿Me habrían desahuciado? ¿Me habrían relegado a un segundo o
tercer plano? ¿Me hubiese tenido que esconder para ocultarle al mundo mi gran
defecto físico?
El heroísmo de
algunas mujeres madres tampoco puede ser obviado. Ese es el caso del orfanato
de Tangshan, una ciudad que en julio de 1976 fue destrozada por uno de los
terremotos más violentos que ha azotado a China, donde murieron millones de
personas, y miles de familias quedaron destrozadas. En medio del terrible drama
humano que vivía esa comunidad, un grupo de mujeres, decidió formar una gran
“familia sin hombres”. Había, según sus
palabras, que recomponer la realidad, y responder a los niños que habían
quedado huérfanos. Cada madre vivía con cinco o seis niños. En cada estancia, decorado según el gusto de
cada familia recompuesta, había sin embargo tres cosas comunes: 1. el dibujo de
un ojo rebosante de lágrimas, con dos palabras escritas en la pupila: el
futuro. 2. un marco con fotos de todos
los niños que habían pasado por el orfanato y 3. un libro en el que se recogía
la historia de cada niño. Cuenta Xinran
que cuando regresó de su visita no podía olvidar la historia de esas heroínas: “Volví a llorar cuando saqué la pluma para
poner por escrito las experiencias de aquellas madres. Me resulta muy difícil
comprender su coraje. Todavía están vivas. El tiempo las ha llevado al
presente, pero cada minuto, cada segundo que han vivido, han luchado con
imágenes que les ha dejado la muerte; y cada día y cada noche han soportado el
doloroso recuerdo de haber perdido a sus hijos... Sin embargo, deben permanecer
vivas; tienen que abandonar sus recuerdos y volver a la realidad... No
guardaron bajo llave la bondad maternal junto con el recuerdo de sus
hijos,,,con la grandeza propia de las madres crearon nuevas familias para niños
que habían perdido a sus padres. Para mí esas mujeres son la prueba
inimaginable de las mujeres chinas...”
Del heroísmo de estas madres, Xinran encontró
otra historia interesante, pero extremadamente conflictiva en la realidad
China, que trataba el tema de la homosexualidad. Durante la época de dominio comunista, esta
opción sexual era considerada no sólo como una desviación, sino como un
estigma. El lesbianismo era todavía más
fuertemente condenado. La historia
comenzó cuando una oyente osó preguntarle porqué no se había tratado ese tema
en el programa. Con sagacidad, la periodista pudo salir airosa con una
respuesta general, pero sobre todo sin comprometerse. Pero Taohong, la oyente lesbiana que llamó al
programa, insistió tanto que Xinran no tuvo más remedio que escucharla, pero en
privado. Esta historia no es diferente a otras historias de muchachas
maltratadas, hijas de padres dictatoriales que buscaban en esa hija al varón
que tanto anhelaban.
La otra gran
historia relatada en el libro es acerca de una mujer de las altas esferas
políticas de China, quien se acercó a Xinran y le relató su historia. Pero la
historia fue impedida de hacerse pública, porque “dañaba la imagen de nuestros líderes”. Esposa de un alto funcionario
del partido, se cansó de ser un objeto de su esposo. Sin amarlo, se vio
obligada a casarse, pues sus padres y los dirigentes del partido habían
arreglado el matrimonio. “ ¿Cómo
pude acabar “casada con la revolución”? En los últimos cuarenta años he vivido
adormecida e la humillación. La carrera de mi marido lo es todo para él. La
mujer sólo cumple una función física,
nada más. Él suele decir: Si no usas a una mujer, ¿por qué preocuparte
por ella? Mi juventud fue interrumpida, mis esperanzas aniquiladas y todo lo
hermoso que había en mí, utilizado por un hombre.”
Pero la más
conmovedora de las historia es la de “La mujer que esperó cuarenta años”. Jingy. En 1946 esta mujer logró entrar a la
universidad. Era una hazaña para la época. Allí encontró a Gu Da y se
enamoraron profundamente. Estudiaron y terminaron sus estudios. De pronto
comenzó el proceso de la revolución. “Ambos habían estudiado...y la nueva patria... necesitaba de su
conocimiento para la defensa nacional. Eran tiempos de gran solemnidad...Todo
incluyendo la separación debía ser aceptado incondicionalmente. Pero durante la revolución cultural, como
Jingy era originaria de una familia de profesionales, fue confinada a un pueblo
lejano, con el propósito de “reeducarla”. De profesional exitosa y necesaria
para la revolución, pasó a ser una paria que debía rehabilitarse. Buscó a Gu Da durante más de treinta años,
pero no lo encontró. Tiempo después, por una casualidad, logró localizarlo,
pero ya estaba casado y con otra familia. El amor eterno que se habían jurado
fue olvidado por él. Desde entonces, Jingy se volvió un ser ermitaño y triste
que se dedicaba a mirar el lago Taihu.
Vivía recordando los días de intenso amor con Gu Da, pero ya no le
importaba ni el presente ni el futuro.
La conclusión de
estas historias no es otra que el drama humano que supuso la revolución
comunista china, pero sobre todo las atrocidades que se suscitaron durante la
llamada revolución cultural china, que no fue más que un proceso de
aniquilación de la individualidad por una supuesta moral colectiva que no hacía
más que someter y sepultar la libertad, pero sobre todo a las mujeres.
“Una característica de la familia china
moderna es tener una familia sin sentimientos, o tener sentimientos pero no
familia. Las condiciones de vida fuerzan
a los jóvenes a convertir el trabajo y el alojamiento en las condiciones
mínimas para acceder a casarse. Sus padres, sumergidos en los trastornos
políticos y los cambios sociales, hicieron de la seguridad la base sobre la
cual construir una familia. Para ambas
generaciones, cualquier sentimiento que pueda existir surge a partir de los
arreglos prácticos que siempre se anteponen a los sentimientos, y cualquier
sentimiento dentro de la familia surge posteriormente a estos. Lo que la mayoría de las mujeres busca y
anhela es una familia que se desarrollo a partir de los sentimientos. Esta es la razón por la que hay tantas
historias trágicas de amor en la historia china. Historias que no florecieron
ni dieron sus frutos.” Xiran Sue, Nacer mujer en China
Es posible que los relatos
de Xiran me hayan tocado tan profundamente porque provengo de una familia cuyos
orígenes se remontan a China. Todavía
recuerdo las expresiones de alarma de mi abuela cantonesa ante la actitud tan
occidental de la vida que teníamos mis hermanas y yo. Traducidas por mi padre todas las peroratas y
consejos de la abuela que había venido del lejano oriente, no comprendía sus
insistencias y sus preocupaciones.
En
mi visita a China noté una sociedad que
se transformaba. Dos tendencias opuestas se encontraban en su realidad. Por un
lado los valores tradicionales chinos, donde la mujer juega el mero papel de
objeto, y por otro, la integración de valores de occidente, en la cual la mujer
se integra al trabajo y busca su propio espacio en la sociedad. Cuando fuimos a Xiam, la persona que nos
sirvió de guía era una mujer. Aproveché algunos momentos para preguntarle
algunas cosas. Era una defensora de la participación femenina en el mercado
laboral, sin embargo, aún persistían en ella, valores tradicionales de los que no podía, por convencimiento y
conveniencia social, desprenderse.
Como dije al referirme
en páginas anteriores a mi visita a Shangai, especialmente durante la visita a
la fábrica de las telas de seda, constatamos las condiciones verdaderamente
infrahumanas en que realizan su labor.
El calor inaguantable y el olor que despiden, hacen del ambiente algo
lúgubre, que recuerda las explotaciones de la esclavitud durante la época imperial china. Cuando vimos el espectáculo, algunas de las
mujeres que allí estábamos nos preguntamos ¿cómo es posible que soporten esas
condiciones laborales de forma tan sumisa?
Al leer el libro de
Xinran recordé mis reacciones de encono al leer algunos de los textos que han
llegado a mis manos sobre la filosofía China. Mi primera experiencia fue con el
libro de Linyutang, como dije antes, uno de mis autores favoritos. Me molestó
su manera de percibir a la mujer, pero sobre su defensa a la sumisión y
aceptación pasiva de un rol social de tercera o cuarta categoría. Tanto la filosofía
y la religión taoísta como confuciana, señalan que la mujer ha de ser
esencialmente un objeto de reproducción al servicio de la sociedad, y su
función principal debe ser para apoyar a los hombres, los seres más importantes
de las sociedades chinas. ¡Qué lástima, la sabiduría china, tan profunda y
prolifera se detiene ante la mujer!
Al leer todas estas
historias, al mirar hacia atrás y ver mi propia historia, al escuchar las
historias de otras mujeres chinas, al recordar las historias de las Geishas en
Japón, al observar el triste papel que le otorgan a la mujer en las sociedades
islámicas, me doy cuenta que nuestra historia, la historia de las mujeres, ha
sido escrita con sangre y lágrimas.
Tuve la suerte de haber
nacido en un hogar de fuerte tradición china, pero con un grado suficientemente
occidental para que nuestro padre otorgara a las mujeres de su familia un papel
distinto a lo que él vio en su propio hogar.
Quizás por eso, las cinco mujeres que componemos el lado femenino de la
familia somos mujeres fuertes y tenaces.
Después de leer a Xinran
recordé a mi padre. De niña escuchaba algunos de sus relatos con gran
incredulidad. No podía pensar que sus historias podían tener algo de verdad.
¿Cómo era posible? Parecían meras fantasías. Ahora recuerdo sus palabras, como
si fuera ayer, cuando nos hablaba de la tragedia familiar que significó la
revolución cultural; o el significado de la purga social de los hombres y
mujeres considerados “parásitos” sociales. Lo que significó para muchos la destrucción
de las familias.
Al leer todo esto y
recordar mi propia historia familiar me doy cuenta, y constato, de nuevo, que
la humanidad ha podido avanzar a costa del dolor de mucha gente. ¿Cómo es
posible que por el triunfo de un proyecto político seamos capaces de violentar
la propia dignidad humana? ¿Cómo es posible que en nombre de la libertad, sometamos y amordacemos? ¿Es
que acaso el fin justifica los medios?
No lo creo. Me resisto a pensarlo.
Gracias a Xinran por
regalarnos estas historias. Supe después que tuvo que abandonar China y
refugiarse en Europa. Había abierto una compuerta demasiado tarde, y eso era
imperdonable. Escribió estas experiencias llevándose del consejo de un viejo
amigo que le dijo: “Deberías poner todo esto por escrito. La escritura es
una especie de sala de exposición, y un almacén que puede ayudar a crear un
espacio para dar cabida a nuevas ideas y sentimientos. Si no pones estas historias por escrito, tu
corazón se colmará de ellas y se romperá.”
IV Los Primeros pasos para entender la migración china
Escogiendo palabras llanas
Para expresar pensamientos simples
Repentinamente me encontré con un
recluso,
Y me pareció ver el corazón del
Tao.
Al lado del arroyo sinuoso,
Debajo de la sombra del pino
oscuro,
Había un forastero llevando un haz
de leña,
Y otro escuchando el laúd.
Y así, hacia donde me llevó mi
fantasía,
Mejor que si lo hubiera buscado,
Escuché la música del cielo,
Sorprendido por sus raras
melodías.
Ssu Kung-tu, poeta de la dinastía
Tang.
Tenía toda la motivación para escribir sobre la
migración china a la República Dominicana, pero no me había decidido a iniciar
el proceso, hasta que el muy querido amigo José Chez Checo, “el plimo”, como
nos llamamos cariñosamente, otro chino dominicano que abrazó la historia como
oficio, me motivó a que debíamos hacer una investigación profunda sobre el tema
pues, me decía “tenemos que pagar una deuda moral con nuestros
progenitores”. Desde hace unos años
hemos hecho algunas cosas, pero muy ligeras todavía. Seguimos acariciando el
proyecto. Estamos a la espera de un alma decidida haga este proyecto también
suyo.
Reconozco de nuevo que no había sido un tema de
mis preocupaciones el tema de la identidad y la migración. Durante mis años de niñez y adolescencia no
era preocupación. Fui dominicana por esencia e identidad. La dimensión china de
mi vida la redescubrí con la muerte de mi padre. Decidí entonces que el tema de la identidad y
la nacionalidad serían una preocupación no sólo intelectual, sino también
vivencial.
El 26 de junio del 2001 ofrecí la conferencia:
“Chinos en República Dominicana: mitos y realidades1961-2000”. El mes anterior, José Chez había presentado
una similar sobre la migración china en el siglo XIX. Ambas conferencias fueron auspiciadas por la
Embajada de Taiwán. Asistieron muchas
personas interesadas en el tema. Expongo aquí los avances de mis reflexiones
sobre el tema.
Desconocedora del tema, tuve que leer algunos
trabajos para preparar la conferencia. Hurgando como pude, localicé el
excelente trabajo del Profesor Juan Hung Hui, un prestigioso académico
de la Universidad de Chengchi en Taipei. En su libro “Chinos en América” [16] afirma que para 1988, habían más de 30
millones de chinos en el mundo; de los
cuales 2.2 millones estaban en América. Asegura el catedrático universitario taiwanés
que la migración china presenta radicales diferencias con respecto a la
africana, europeo o japonesa. Los
chinos, dice, no abandonaron China en calidad de esclavos, como fue el caso de
los africanos, ni tampoco fueron colonizadores o conquistadores al estilo
europeo; ni han podido alcanzar el poder económico de los japoneses.
La migración china ha sido el producto de la
conjunción de dos factores, por un lado la calamitosa situación de China en el
siglo XIX, y por el otro, la necesidad de mano de obra barata que
demandaba la expansión capitalista. En
un principio, sigue afirmando Hung Hui, los migrantes chinos, como todo
migrante, pensaban en la temporalidad de su permanencia en América. El regreso
al suelo patrio era su signo característico y sobre todo su utopía vital. Sin
embargo, las condiciones propias de la migración (el régimen semi esclavista de
contratación, la lejanía y el alto costo del transporte) hicieron del regreso
una empresa verdaderamente imposible.
Partiendo de esa difícil realidad, Hung caracteriza la historia de la
migración china como “un cuadro desolador de discriminaciones, malos tratos,
trabajo duro y situaciones conflictivas con los movimientos y agrupaciones
obreras de las naciones receptoras” [17] Pensé al leer esto, ¡Dios cuánto habrá
sufrido mi pobre padre! ¡Qué difícil resulta hacer la historia de tu propia
historia y tu propia sangre!
La inestabilidad política de China hizo que el
flujo migratorio hacia América aumentara de manera considerable en los años
cuarenta de siglo XX. Esta tendencia se
refleja claramente sólo tomando el caso de los Estados Unidos. Según Hung Hui, para 1930 se calcula que la migración
china en Estados Unidos era de 74,954; diez años más tarde asciende a 77,504
personas y ya para 1950 esta cifra se duplicó. Se calcula que en esa fecha
había 150,005 chinos. Se estima que dos años después, en 1952, llegaron a los
Estados Unidos unos 27,502 chinos en
calidad de refugiados y en 1960, la cifra llegó a más de un cuarto de millón.
La migración china al Caribe tenía un claro
objetivo: servir de trampolín para
llegar hasta la tierra prometida de los Estados Unidos. Cuba, Puerto
Rico o República Dominicana eran vistas como paradas necesarias para proseguir
el trayecto hacia el destino final. Pero
la realidad en la mayoría de los casos se impone a los deseos. Muchos de los migrantes chinos que llegaron
tuvieron que quedarse en las islas, siempre con la esperanza de zarpar
nuevamente para llegar a la tierra salvadora.
Muchos, la gran mayoría se quedó en el país. La utopía americana
salvadora se convirtió en una gran decepción. La imposibilidad del regreso a su
China natal, una verdader frustración. Muchos optaron por crear y recrear su propia
cultura, permaneciendo en los ghettos; otros, como fue el caso de mi padre,
decidieron vencer las múltiples trabas y exclusiones para insertarse a la sociedad. Yo tuve esa ventaja. En mi condición de segunda generación tuve el
camino allanado.
Según Hung Hui, en la República Dominicana,
según el censo de 1987 [18], había en el país unos 5,500 chinos. Se estima
que al día de hoy esta cifra se ha multiplicado varias veces. La mayoría de los
chinos están concentrados en San Francisco de Macorís, Santo Domingo, Bonao y
Santiago. Las inversiones básicas están
a nivel de supermercados, hoteles, empresas de importaciones y exportaciones,
criaderos de camarones y relojerías.
La marginalidad de los chinos migrantes en la
sociedad dominicana ha sido algo más que evidente. Creo, y aclaro, esta es una
afirmación subjetiva y personal, que sólo los haitianos están por debajo. Y
producto quizás de esa exclusión encubierta, la mayoría de los emigrantes
chinos de primera generación, como ya dijimos, optaron por encerrarse en su
círculo y reproducir su cultura. La integración es más un fenómeno de las
generaciones siguientes. Como fue por ejemplo mi caso y el de mis hermanos.
Otro de los problemas de la migración china,
fue el tema ideológico. Los chinos que migraron a la República Dominicana en la
década de los 40 vinieron básicamente de la China Continental, especialmente
Cantón. Mi padre, como dije, era cantonés. Sostengo que la opción del Estado
Dominicano (fíjese que no digo Gobierno) por Taiwán creó una crisis de
identidad, que con el paso del tiempo se esfumó y volvió a renacer en la década
de los 80. Para mayor facilidad
expositiva divido la participación de la colonia china en el proceso político
nacional en los siguientes períodos:
1. 1961 – 1966.
Reflejos de la guerra fría en
la colonia. Las luchas por ganar un espacio.
2. 1966 – 1978.
La Embajada de Taiwán gana la
batalla y se fortalece. La colonia china se activa.
3. 1978 - 1986.
La diplomacia China es activa
en la cooperación. La inserción social de una
nueva generación.
4. 1986 – 2000
Los conflictos de las chinas
se reflejan en la diplomacia
dominicana
Veamos ahora en detalle cada etapa.
Comencemos con la primera, 1961 – 1966. La
opción de Trujillo por fortalecer el vínculo con la República China en Taiwán
tiene su explicación. Al momento de fortalecerse los vínculos, el tema de la
guerra fría estaba en pleno apogeo. Era
lógico pensar que las alianzas estratégicas del Dictador se hicieran con las
naciones que se habían definido opositoras del comunismo. Las diferencias
políticas que se evidenciaban tanto en el plano internacional, como en la
propia China Continental versus China de Taiwán
se reflejaban también en el estrecho marco de la colonia China en
República Dominicana. Es decir la
guerra fría se daba al interior mismo de los emigrantes chinos. Los miembros de la colonia China que
defendían las posiciones políticas e ideológicas del nacionalismo, no
desaprovechaban ninguna oportunidad para ganar posición y mostrar a la sociedad
dominicana el valor y la importancia de este proyecto político
El
Embajador Chino, el Sr. Li Chiao, era un activo diplomático que tenía bien
clara su misión en el país. Durante los años que estuvo en la República
Dominicana desempeñó su cargo con activismo y decisión. No perdía ninguna
ocasión para ganarse la opinión pública. Un suceso nubló la misión del
Embajador Li Chiao y fue la desaparición del ciudadano chino Rafael Leo. El
rumor público acusaba al embajador de ser el responsable indirecto del
hecho. El asunto tomó tal carácter que
el Embajador chino, Sr. Li Chiao, se vio en la necesidad de hacer una
declaración pública. Las declaraciones del Embajador tuvieron reacción y fueron
refutadas por muchos miembros de la colonia.
Parece ser que el conflicto fue su acta de
salida. En efecto, en septiembre de 1962
un nuevo Embajador Chino presentó sus credenciales al Presidente Bonnelly. El
Sr. Li Chin fue quien sustituyó al activo y polémico Embajador Lin Chiao. La llegada del diplomático calmó bastante los ánimos.
Sr. Li Chin fue quien sustituyó al activo y polémico Embajador Lin Chiao. La llegada del diplomático calmó bastante los ánimos.
Para
el segundo período, 1966 – 1978, la
Embajada de Taiwán gana la batalla y se fortalece. Durante este período el trabajo tanto de la
Embajada China como de la colonia, en especial los miembros de Asociación,
dirigieron su accionar en dos sentidos. En primer lugar realizar una dinámica
actividad diplomática con el Gobierno dominicano, que al momento se iniciaba el
período de los 12 años de Balaguer. La
cooperación técnica fue uno de los principales estandartes. Por ejemplo, en
1968 el país recibió la visita de un enviado especial del Presidente Chiang Kai
Shek, el Sr. Sampson C. Shen. En 1971 llegó una nueva misión
diplomática-económica procedente de China Nacionalista. Según la información
aparecida en la prensa dominicana, esta misión tenía como misión intercambiar
ideas y ver la forma de impulsar la cooperación cultural y económica.
El otro elemento era demostrar a la sociedad
dominicana los aportes de la colonia china en el país. Por demás, era
importante presentar una imagen distinta de la migración china, por lo que se
hicieron notables esfuerzos por mostrar cómo muchos ciudadanos y ciudadanas
habían logrado abrirse un espacio y descollar en sus respectivas
disciplinas.
El tercer período comprendido entre 1978 – 1986, la diplomacia
China se activa en la cooperación y se produce una inserción social de la nueva
generación. El ascenso del PRD al poder no significó en modo alguno una desaceleración
de las relaciones. Tal parece que la opción por Taiwán fue más que nada una
política de Estado. La prensa que pudimos recopilar da cuenta de las múltiples
actividades realizadas tanto por la Embajada como por la colonia china, la cual
ahora se agrupó en un nuevo organismo: La Cámara de Comercio y Cultura Dominico
China, que tenía por objetivo fortalecer los vínculos comerciales y culturales
entre los dos países.
Sin lugar a dudas, que la labor del Embajador
Michael Tung fue muy activa y sobre todo fructífera. Fue activo en destacar las figuras de la
colonia. El Embajador Tung fue
sustituido por el Sr. Meng Hsien, quien parece que siguió la misma línea de su
antecesor. A juzgar por las
informaciones de la prensa, la Cámara de Comercio y Cultura Dominico China jugó
un papel estelar en el proceso. Gracias
a su activa participación, muchos inversionistas de Taiwán se motivaron a
invertir en el país, sobre todo en lo que se refiere a las zonas francas en el
área de textiles. En ese sentido, la
Directiva de la Cámara aprovechó la política diseñada en el Plan Reagan para
motivar la inversión extranjera. En septiembre de 1984 apareció en un gran
despliegue periodístico sobre el establecimiento de varias fábricas de capital
chino en las zonas francas de Puerto Plata y Santiago.
El creciente activismo diplomático de los
diplomáticos taiwaneses tiene su explicación.
Taiwán había hecho una decisión estratégica de incrementar sus
relaciones económicas con los países de la región del Caribe, mediante la concertación
de acuerdos bilaterales a fin de estimular las inversiones en áreas
productivas. Taiwán definió como
prioridad en el Caribe sus relaciones con la República Dominicana. El interés del gobierno chino no sólo era
para la inversión sino también para la transferencia de su tecnología. La presencia de constantes misiones
comerciales evidencia esta afirmación.
Entre 1985 y 1986 recibimos cinco misiones de inversionistas privados.
Pero
no todo fue color de rosas durante ese período.
En los ocho años del PRD, especialmente durante el Gobierno de Antonio
Guzmán, el país vivió un boom desconocido de migrantes chinos que solicitaban
vivir en la República Dominicana. Las
facilidades oficiales eran otorgadas “a compañías o inversionistas que operan
en la venta de inmuebles a Oriente y que muestran interés de radicarse en el
país. Una de las facilidades es la de
poder vender en el extranjero inmuebles radicados en la República Dominicana
sin tener que obtener autorización previa del
Poder Ejecutivo.” El gobierno exigía a los chinos que solicitaban
naturalizarse la compra de un bono de RD$ 10,000.00 de la serie Huracán David.
Esta venta de bonos se comenzó a aplicar a los chinos que compraron inmuebles
en los proyectos turísticos Villa Marina, Isabel Villa y Puerta de Hierro,
propiedad de inversionistas de Taipei y Hong Kong. Esta nueva ola migratoria
trajo muchas suspicacias. La prensa de
opinión atacó fuertemente. Se habló de una mafia mixta, de dominicanos y chinos,
que estaba traficando con la entrada ilegal de chinos que obtenían la
nacionalidad dominicana para seguir hacia los Estados Unidos. Las cifras confirman la afirmación. Para 1986
localizamos varias noticias que dan cuenta que el tráfico en vez de disminuir
se intensificó. Un año después, en 1987 se afirma que 4,355 chinos se habían naturalizado entre
1966 y 1985, amparados en la disposición de la ley de naturalización que
autoriza a cualquier extranjero a hacerse dominicano si ha comprado un inmueble
en la República y ha residido por lo menos seis meses. Hasta el día de hoy el tema sigue en la
palestra pública. Contamos con informaciones diversas sobre el tráfico de
chinos ilegales. Durante el pasado cuatrienio las autoridades tuvieron que
enfrentar el problema, llegando incluso a deportar varios cientos.
El último y cuarto
período, comprendido entre los años de 1986 al 2000, veremos que en nuestro país se reflejan
los conflictos de las chinas, e incide en la diplomacia dominicana. A pesar del escollo que significó el tema de
las naturalizaciones, la Embajada China de Taiwán en Santo Domingo y la colonia
china residente en el país, continuaron con sus actividades para promocionar la
inversión taiwanesa y sobre todo rescatar los valores positivos existentes en
la colonia. Así, durante todo el año 1987 aparecieron sendos reportajes sobre
Taiwán. Las acciones positivas siempre
se destacan. Durante todo ese año aparecieron hermosas entrevistas con miembros
destacados de la colonia: Gionguey Sang, al momento gerente de Codomotor,
Venchin Chez, Miguel Sang, etc. Asimismo
aparecieron sendos reportajes sobre algunas actividades productivas que
gerenciaban miembros de la comunidad china:
los muebles de rattan, un arte pionero en el país gracias al trabajo de
migrantes chinos; panaderías novedosas con ofertas especiales y los
supermercados chinos, con su principal atractivo de estar abiertos los siete
días de la semana.
La Embajada desplegó esfuerzos por dar a
conocer los grandes aportes de los técnicos chinos. Por ejemplo, varios medios de prensa dieron
cuenta que los técnicos taiwaneses han sido los responsables de la mejoría de
la industria del papel. Pero, y es lo más importante, se trató de resaltar fue
el aporte de China nacionalista a la economía dominicana. La inversión de capital taiwanés había
aumentado de manera considerable. Para 1987 se habían invertido más de US$ 16
millones en 10 zonas francas, dos
agroindustrias camaroneras. Las importaciones de productos provenientes de
Taiwán también aumentaron considerablemente.
De US $ 28 millones en 1985 subió a US$ 60 millones en 1987. Se calcula
que la inversión de los empresarios taiwanés en el país superó los US$ 100
millones en 1994.
Pero el
fin de la guerra fría trajo consigo muchos cambios. Uno de ellos es la mirada más tolerante del
mundo con respecto a la China Continental.
La posición de esta nación en las Naciones Unidas, sobre todo su puesto
en el Consejo de Seguridad y su nueva política de apertura ante el llamado del
capital internacional, su constantes amenazas de invasión a Taiwán han
reabierto las heridas y rivalidades entre las dos Chinas. Estas contradicciones, evidentemente se
reflejan en la realidad dominicana.
El Embajador Kuo Kang durante los años que
tuvo en el país tuvo que lidiar con esta realidad. El objetivo básico de su misión era el
mantenimiento de las buenas relaciones con el Estado Dominicano, no sólo en
términos económicos, sino también políticos. Se definió un nuevo plan de
cooperación, principalmente en el plano agrícola, que incluía el de arroz,
artesanías de bambú, de cerdos, ajo, uvas y hortalizas. El plan de acuacultura
–en agua dulce- y el Centro de Camarones Marinos abierto en Azua. El plan también incluía cooperación en el
campo energético, al ayudar económicamente para la construcción de una planta
hidroeléctrica sobre el río Nizao entre Baní y Azua.
La difícil y conflictiva situación con China
Comunista o Continental fue abordada por el Embajador Kang. En ese sentido
pienso que la labor de los diplomáticos chinos en el país ha sido muy efectiva.
Durante el Gobierno de los 10 años del Dr. Balaguer las relaciones se
mantuvieron intactas. Un ejemplo de esto fue la visita oficial del Canciller
Frederick Chien en julio de 1993, invitado por el Gobierno Dominicano. En el cuatrienio del Presidente Fernández se
fortalecieron. Y todo parece indicar que durante este gobierno se mantendrá la
tendencia. Los viajes de los dos
presidentes es un espaldarazo a Taiwán.
Queda todavía por definir si el país continuará su apoyo solicitando la
entrada de esta nación en las Naciones Unidas. De todas maneras el problema
sigue latente. Los viejos fantasmas que incidieron en la colonia china en los
años sesenta resurgieron, esta vez las contradicciones internas estaban
aplacadas, el enemigo llegaba desde
fuera. Hoy en el país existen dos
legaciones diplomáticas chinas: una Embajada de Taiwán y una Oficina Comercial
de la China continental. El problema está planteado, y, casi estoy segura, en
los próximos años la pequeña isla de Formosa tendrá que negociar con el gran
Dragón del Continente, no tiene otra salida.
Haciendo un poco de abstracción de la historia
de la migración China, un tema que colmará mis preocupaciones en los próximos
años, quiero hacer unas reflexiones sobre este fenómeno humano. La migración ha sido un proceso eterno en la
historia de la humanidad. Los procesos migratorios han influenciado de
manera decisiva los procesos migratorios. El caso del Caribe, y entre de ellos,
República Dominicana, las migraciones han sido su signo. En la actualidad, los procesos migratorios
tienen especificidades nuevas que han tenido como consecuencia la incorporación
de nuevos elementos en la identidad.
Aprovecho esta ocasión para retomar unas ideas muy interesantes
planteadas por Carlos Dore en un
seminario internacional que organizó la Asociación de Trabajo Social de
la República Dominicana. Me permito, con el permiso del propio Carlos de
retomar algunas de sus ideas planteadas
esa tarde, porque me parecen que contribuyen mucho a la reflexión.
Señala el amigo Carlos Dore que las identidades
nacionales en El Caribe no pueden explicarse al margen de los procesos
migratorios que han tenido lugar. Ahora
bien, en la actualidad se están produciendo procesos migratorios que están
dando lugar a la formación de identidades completamente nuevas y, en consecuencia, incorporando
elementos hasta ahora desconocidos. La
más superficial de las observaciones
podrá comprobar que en aquellos tiempos en que la República Dominicana era un
simple lugar de recibo de extranjeros,
si bien estos hombres y mujeres que llegaban aportaban nuevos elementos étnicos
raciales y culturales que, de hecho,
ampliaban el concepto y la realidad de la nación. Este fenómeno se producía
casi de manera imperceptible, en la medida que la función de asimilación estatal
era tan grande que disimulaba las transformaciones; así, los elementos
característicos esenciales que definían lo nacional permanecían aparentemente
estables, me refiero a la hispanidad, el idioma español, los límites tanto
terrestres como acuáticos.
Hoy día el fenómeno es más complejo. Miles de
dominicanos se establecen masivamente en los Estados Unidos, algunas islas del
Caribe y Europa, y a pesar de su lejanía
no sienten que han dejado de ser dominicanos. ¿Qué significa entonces este
hecho? Sencillamente que las identidades no son estáticas, que sufren
mutaciones; y que quiérase o no este grupo de hombres y mujeres que se insertan
en esas sociedades, a pesar de permanecer en la marginalidad, crea sus propios
vínculos con su lo nacional, pero a su vez, influyen en las identidades de los
lugares donde se establecen.
Pero al margen de consideraciones teóricas,
aquí les habla una mujer que ha vivido su propia experiencia y que a partir de
esas premisas ha decidido escudriñar el tema a partir sus propias raíces. No
puedo, como los emigrantes de la primera generación, soñar con la utopía del regreso. No conozco
otro suelo vital que no sea el dominicano.
Las tierras que he visitado alrededor del mundo son sólo referencias
interesantes para regresar a la que he considerado siempre mía. A pesar de las adversidades y consecuencias
de mi origen no me he sentido nunca extranjera. Sin embargo, sí he sentido esta
sensación durante mi estadía en Francia, por ejemplo. Al asumir el compromiso de reflexionar sobre las
diferentes aristas que contiene el tema de la identidad me doy cuenta cuán
compleja es la realidad hoy.
Mi padre adoptó la nacionalidad dominicana.
Asumió esa condición con celo inmaculado. Incluso decidió educar a sus hijos en
el marco de la cultura dominicana, los elementos chinos
de nuestra educación eran secundarios.
Tengo recuerdos muy gratos de las fiestas familiares para celebrar el
año nuevo chino de acuerdo al calendario lunar. Pero su decisión de insertarse
en la sociedad de Santiago lo hizo guardar en un lugar profundo de su corazón
algunos rasgos culturales de su vida cotidiana.
Sin embargo, cuando se le diagnosticó un cáncer mortal en sus pulmones, decidió retomar esos
rasgos rezagados de su identidad. Siendo un ferviente católico practicante,
ofrecía algunos saludos especiales a una estatua de un Buda que adornaba el
jardín interior de su casa. Esa decisión
de sus últimos días le dio una paz impresionante, al haber podido combinar esos
dos elementos de su identidad.
Como dije antes, al morir papá tomé la decisión
de descubrir mis raíces orientales.
Desde entonces soy una ferviente lectora de la filosofía taoísta.
Intento conocer y transitar los diferentes senderos de una cultura tan
milenaria como desconocida. Y lo estoy haciendo sin abandonar uno de los
oficios que más amo en la vida, la investigación histórica. Y lo estoy
haciendo, sin dejar de ser y sentirme tan dominicana como el que más. Y lo estoy haciendo, sin abandonar mi
compromiso político y social de participar activamente en el fortalecimiento y
transformación de la democracia dominicana. Y lo estoy haciendo, sin dejar de
reclamar mis derechos y de cumplir con mis deberes en el marco de una nueva
concepción de ciudadanía. Y lo estoy haciendo y
hoy, confieso que cada descubrimiento nuevo me hace sentir una mujer
mucho más plena y confiada. Y hoy, más convencida que nunca, comprendo cuán
compleja es el conocimiento del camino
de la identidad.
Como dije en Ponce hace unos años, lo escribo
hoy de nuevo. Soy dominicana por derecho, por nacimiento y por amor. Sin
embargo, ahora más que nunca creo en la ciudadanía universal y en la necesidad
de que los seres humanos nos sintamos pobladores del mundo. Las fronteras
políticas son geografías impuestas por pugnas e intereses políticos. La
verdadera división y creación humana debe ser la cultura universal, la búsqueda
colectiva de un mejor futuro, sin distinción de credo, raza, color o
nacionalidad. ¡Ese es mi sueño! ¡Ese es mi eterno regreso a la vida! Sé que es una utopía más de esta mujer que no
ha dejado nunca de soñar. ¡Qué le vamos a hacer! [19]
V Una
guerrera defendiendo la identidad híbrida.
He
sentido discriminación por ser de ascendencia china, pero esos sucesos en vez
de amedrentarme, me fortalecieron el espíritu. Creo que mis hermanos coinciden
con esta apreciación. Pienso que la labor que hicieron nuestros padres por
darnos un espíritu combativo rindieron sus frutos. De niña me molestaba, pero no hasta llegar a
golpear, porque en la calle alguien me gritara “¡China molonga!”, una forma a
todas luces despectiva de calificarme.
Ahora, cuando lo escucho me hace gracia, incluso una comadre, amiga de
infancia, me llama así con cariño y lo acepto gustosa. Cuando fui por primera vez a la escuela,
tenía entonces unos seis años, me vestí con las mejores galas, un vestido verde
con un gran lazo detrás. Estaba impresionada por haber llegado a un lugar
desconocido, entonces escuché una voz que me decía: “Chinita, ¿quieres venir a
jugar con nosotras? Era una hermosa niña blanca, de indiscutible ascendencia
española, que me tendía la mano. Desde entonces Amelia es mi amiga-hermana.
¿Cómo
molestarme porque me digan china, si a todas luces mi rostro me delata? ¿Por
qué no enorgullecerse por los rasgos diferentes que me brindó la naturaleza de
mis progenitores? Aceptarse como tal cual es, constituye la clave. Tengo un
rostro indiscutiblemente redondo, unos labios grandes, carnosos, un cuerpo sin
las grandes curvas de las mulatas dominicanas y un pelo tan lacio que casi es
misión imposible de someter a la forma ondulada. ¿Ir contra la naturaleza es la
solución? ¡Claro que no! Así pues, consciente de mi legado, de mi identidad
bifurcada y de mi físico distinto, he caminado durante 50 años por estas
tierras que Dios puso en este caluroso Caribe.
Sin
embargo, creo que hay todavía muchos prejuicios en el país sobre la raza y la
dominicanidad. ¿Cuál es el rasgo dominicano? No lo se, creo que nadie lo sabe
con certeza. Por eso me he vuelto una guerrillera, o guerrera, el gusto es de
ustedes, cuando aparecen afirmaciones extremas.
Hace
unos años, leí una entrevista a Enmanuel Esquea, quien en esa oportunidad
abogaba por la aplicación del jus sanguini para determinar la nacionalidad
dominicana. Al leer las declaraciones
entré en verdadera cólera. ¿Cómo era posible que una persona tan versada
defendiera una posición así? Escribí un artículo que salió publicado en mi
vieja columna de la revista Rumbo y al que titulé “Los “jus” de Enmanuel”. Le pregunté con insistencia. Me puedes decir
¿Cuál es la sangre dominicana? A seguida entonces hacía nuevas preguntas
intentando encontrar la respuesta: ¿La de los taínos que desaparecieron en el
siglo XVI? ¿La de los africanos que llegaron para hacer el trabajo duro de la
naciente industria azucarera del siglo XVI y XVII? ¿La de los conquistadores
españoles? ¿La de los mulatos? ¿La de los mestizos? ¿La de los italianos que en
el siglo XIX llegaron al Caribe a la “nueva conquista” económica e invirtieron
en el azúcar? ¿Acaso era la sangre de los migrantes húngaros o los judíos que
vinieron durante la dictadura de Trujillo? ¿Podría ser la sangre de los cocolos
que fueron importados en condiciones esclavistas durante las tres primeras
décadas del siglo XX? ¿La de los chinos que llegaron por diferentes rutas y en
diferentes períodos desde principios del siglo XX? ¿La de los haitianos que
llegaron primero para sustituir la mano cocola en los ingenios, y hoy es un
verdadero problema al venir en masa sin preguntársele? [20]
En la misma tónica le
escribí a Pelegrín Castillo, en un artículo fue publicado en mi sección
Encuentros en el periódico HOY, sección Areito. Con el título ¿Y... qué
harás conmigo? Una pregunta a Pelegrín Castillo, tocaba el tema de la
raza y la llamada dominicanidad. El artículo lo hice a propósito de la lectura
que hiciera al opúsculo de su autoría llamado “Geopolítica de la isla de Santo
Domingo. Migración Haitiana y Seguridad Nacional.” Confieso que no me sorprendió la esencia de
su contenido, aunque reconozco que en este trabajo añade una serie de informaciones
que le dan un matiz más racional a su reflexión. En este artículo no toqué sus
polémicas y eternas posiciones con respecto a Haití, sino que me concentré en
el último aspecto de su reflexión: “¿Qué hacer?” En este apartado Pelegrín se
pregunta y responde al mismo tiempo. Al
igual que Enmanuel, vuelve al tema del jus solis y el jus sanguini. Decía que
era necesario modificar la Constitución de la República para suprimir o
modificar el sistema de atribución de la nacionalidad por Jus Soli, así como fortalecer
en sentido general, todo el estatuto jurídico de la nacionalidad y la
migración.
Evidentemente que
Pelegrín no habla del Jus Sanguini, como lo plantean otros, pero deja abierta
esa posibilidad. Le replicaba entonces ¿Qué he sido entonces? ¿Qué soy ahora?
¿Qué voy a hacer en el futuro? Entonces le preguntaba qué haría conmigo, una
dominicana nata gracias al Jus Soli. Nací…en
la hermosa ciudad de Santiago, hija de un chino cantones inmigrante, que bien
se hizo dominicano; y de una china- dominicana natural de San Francisco de
Macorís. Si se hiciera una suma
algebraica de mi condición sanguínea sería así:
¾ de mi sangre es de origen chino
y ¼ es dominicano. Pero si desglosáramos aún más la proporción,
la cosa es más complicada. Mi ¾ chino, no
es tan complicado, pues creo que a pesar de que en China hay muchas regiones,
aldeas y grupos, prevalece mi sangre cantonesa.
La cosa se enreda con mi restante cuarto dominicano: mi abuela materna
era mulata, de rasgos negros muy marcados, pero su padre era de ascendencia
española, por eso tenía una tez oscura con un hermoso pelo largo lacio. Ya lo ves, tengo en mis ascendentes el arco
iris racial: blanca, negra y amarilla. Siendo total y absolutamente honesta, en
caso de que se me aplicara el Jus Sanguini,
debo asumirme como China. Pero resulta y viene a ser que nunca he ido a
China, ni a Taiwán ni a la China Continental, y más aún no hablo chino. Es más, mi familia (el clan de los hermanos)
pensamos organizar un viaje para este verano.
Mi idioma materno es el español, tanto así que cuando hablo en inglés o
francés mi acento es hispano parlante. ¿Qué hago entonces Pelegrín? ¿Me puedes dar una salida?
Esta vez el artículo
tuvo respuesta. Pelegrín me contestó con otra frase: “Más racionalidad,
Mu-Kien, por favor. Evidentemente que no cuestionó mi dominicanidad, pero en el
fondo subyacía su posición frente al tema de Haití. El haberme convertido en guerrera de la
multiculturalidad, es quizás una forma de agradecer a mi padre el haberme dado
esta identidad bifurcada e híbrida. Pero he sido, soy y seré guerrera hasta la
muerte, porque creo que las posiciones unilaterales de los “dominicanistas”
anti-haitianos, no hace más que reducir un tema profundo y complejo. Cuando veo
esas irracionalidades que se cometen en contra de los haitianos en nuestro
país, pienso en nuestros nacionales en España, Estados Unidos y otros
lugares. Los nuestros también zarpan, se
aventuran y llegan a cualquier parte buscando mejor vida. ¿Por qué a pesar de haber sido víctimas, también
nos convertimos en verdugos?
Mi patria siempre ha sido esta. No tengo recuerdos de mi infancia que no
hayan sido correteando por las calles de Santiago, en aquel barrio llamado el
Pantalón, porque una isleta de cemento dividía las dos calles, asemejando esa
vestidura occidental. Hija, como ya lo
he dicho antes, de un padre chino que zarpó y atravesó los mares huyendo
despavorido de la miseria. Llegó al
Caribe en 1936 y se estableció en Santiago formando con nuestra madre, Ana Ben,
una dominicana hija de padre chino y madre mulata, una familia de 9 hijos.
Nueve hijos engendrados, de los cuales, solo
uno, Miguel, nació en China en 1948, cuando papá, junto a su joven esposa, Ana,
decidió hacer la aventura inversa. Regresó de nuevo en 1949. Y a partir de entonces tomó la decisión de
hacerse dominicano, naturalizándose algunos años después. Desde la ciudad
norteña formó su amplia familia. En
Santiago fuimos a los colegios, compartimos con amigos y amigas. Participamos
en los grupos sociales. Vivimos nuestros primeros desamores y desilusiones. Y
cada uno ha organizado su vida de acuerdo a sus propios criterios y
vivencias. Del núcleo de 9 hermanos, hoy
se ha ampliado a un número mayor de 40, sumando a sus hijos y compañeros y
compañeras.
Somos dominicanos gracias al jus solis. Y desde siempre hemos llevado una existencia
normal con la marcada conciencia de tener la riqueza de una identidad
hermosamente híbrida, llevando ese designio divino como uno de nuestros mayores
orgullos. Pero quieren cambiar las cosas, solo por hipocresía e interés
político.
La perorata política ha tenido sus
implicaciones en la vida cotidiana. Mi hermana Mu-Yien, 53 años de edad, casada
hace más de 25 años con Simón Suárez, madre de dos hijas, abogada comercial,
fue como una ciudadana cualquiera a renovar su pasaporte hace cosa de dos o
tres semanas. Al presentar sus papeles,
especialmente el acta de nacimiento, la secretaria de turno, le dijo con
desparpajo y desdén que debía pasar a la oficina de naturalización. Ella sorprendida le preguntó por qué. La
empleada sin más le respondió que tenía dos apellidos chinos y que en el acta
de nacimiento no se especificaba la nacionalidad de los padres. Según me cuenta, al principio trató de ser
amable y explicarle que ha tenido pasaporte por más de cuarenta años, más aún
que lo que solicitaba era una simple renovación. La joven secretaria especificó que había
recibido “instrucciones superiores”. Mi
hermana aludió que además de haber nacido en la República Dominicana, estaba
casada con un dominicano. La joven entonces le ripostó diciendo que debía
además ir a Interior y Policía, porque su nacionalidad era por matrimonio.
Entonces mi hermana sintió que la sangre le hervía. Le dijo: “Soy dominicana
por nacimiento, no por matrimonio. Que quede bien claro.” La sangre no llegó al
río, porque en medio de la discusión apareció un joven funcionario de
pasaporte, y al ver el conflicto se acercó a Mu-Yien y le preguntó ¿usted es
una de los hermanos Sang Ben? Al obtener
la respuesta afirmativa, le dijo a la secretaria. ¡Esa gente es más dominicana
que tú!
Me enteré del incidente porque Mu-Yien,
diligente como es, envió un correo interno al grupo familiar ampliado,
indicando que había tenido el problema. Sugería que chequeáramos las actas de nacimiento,
pues en algunos casos se especifica la nacionalidad de los padres. El revuelo familiar no fue pequeño. Algunos de los hermanos se indignaron con el
incidente. En lo particular pensé que
era oportuno volver a tocar el tema una
vez más en este Encuentro.
Días después, en una reunión de amigos, conté
el caso de mi hermana Mu-Yien. Ahí
estaba presente Lina Arzeno Douce, viuda Latorre, la esposa del buen amigo
Eduardo Latorre. Ella también fue a
renovar su pasaporte. En la oficina le ocurrió un incidente similar. Tuvo que
explicar que su abuelo materno era alemán, que ella era dominicana. Argumentó
también que era una renovación, que ella
tenía pasaporte por más de 50 años. Para suerte de ella, le creyeron, pudiendo
hacer su transacción.
Pensé mucho.
¿Tendrán todas las personas de apellidos raros demostrar su
“dominicanidad”? Por demás, ¿cuál es el
apellido “dominicano? ¿Nadie ha pensado
en lo absurdo de la situación? Tomé la guía telefónica y me di cuenta que hay
apellidos de origen italiano, francés, americano, judío, chinos, japoneses,
árabe y por supuesto, español. Me pregunté ¿Tendrán ellos el mismo problema? En
todo caso, serán muchas las personas que a la hora de renovar su pasaporte
tengan que demostrar “su nacionalidad”.
Tal vez algún lector pueda pensar que me siento
en peligro, vejada o cuestionada. Es posible que así sea. Después de haber vivido toda la vida aquí, de
haber nacido en esta tierra, cincuenta años más tarde, una medida política
absurda genere este tipo de conflictos.
Por demás, si hacemos una proporción matemática de la sangre nuestra se
verá que el 75% es china y el 25% dominicana, gracias a nuestra hermosa abuela
mulata. Quizás ella nos salve y se nos
pueda aplicar el jus sanguini. ¡Gracias Guela Andrea!
Lo bueno del caso es que aplicar la medida
significaría poner en cuestionamiento “la dominicanidad de algunos grandes
hombres”. Por ejemplo, Jacobo Majluta Azar era hijo de padres libaneses que
migraron al Caribe en busca de mejor vida.
Juan Bosch Gaviño era hijo de españoles.
Joaquín Balaguer era hijo de puertorriqueña, y dicen algunos que incluso
descendiente de haitianos. El insigne
escritor Federico García Godoy era cubano, pero lo asimilamos y nos
enorgullecemos que es nuestro. La familia Castillo Selimán es de origen
libanés. Norberto James, poeta
dominicano, es de origen cocolo. ¿Y de dónde es el apellido del queridísimo
Milton Ray Guevara? ¿De dónde es el apellido Selman? ¿Bonnetti? Armenteros es
un apellido español, Vicini es italiano, y si seguimos descifrando nos
preguntaremos de nuevo ¿cuál es el apellido dominicano? Más aún, ¿existe algún
apellido dominicano?
Todo este debate del Jus solis y el jus
sanguini no es más que una verdadera hipocresía, una forma de esconder el
problema de fondo: el tema haitiano. Hipocresía generalizada. Por un lado el
Estado desarrolla campaña de repatriaciones “masivas”, atropellando la dignidad
de esos hombres y mujeres, pero por otra parte no enfrenta valientemente las
mafias existentes en migración y en el ejército que son los que más se
benefician con las entradas de ilegales.
Hipocresía general. Muchas voces se levantan
para criticar a los curas que por labor humanitaria desarrollan pastorales para
ayudar a ese sector el más pobre entre los pobres, pero son los primeros que
emplean mano de obra haitiana en las construcciones, las plantaciones agrícolas
o en el sector servicios a bajos salarios para obtener altos márgenes de
ganancia.
VI. Conclusión. Unas palabras prestadas.
El domingo 12 de febrero participé en la
tarde cultural de apoyo al barrio chino. Un discurso estremecedor de nuestra
“plima del alma”, Rosa Ng . El grupo de dominicos chinos lloramos al
escucharla, porque como ella, pensamos en nuestros padres, que zarparon,
llegaron, lucharon y aquí, en esta tierra descansan para siempre. Por su valor,
reproduzco el discurso como si las palabras escritas por Rosa fueran mías.
“Todo el
Continente Americano es un ejemplo de mezcla racial. Nuestro país no es una
excepción. El vínculo de la República
Dominicana con el gigante asiático es irremediable nada ni nadie lo puede
detener. ¡Huele a futuro, a progreso, a desarrollo de mercados! Y no es
exclusivo de una raza, ni de una etnia, ni siquiera de una nación.
En América Latina Argentina y Perú tienen su China Town,
la Habana cuenta no solo con un Barrio Chino sino también con un Cementerio
chino, Panamá acaba de construir su Pórtico. Imposible no mencionar a Londres y
a Estados Unidos y Canadá. Ahora mismo, en España está formándose un proyecto
empresarial con este nombre estrechando los lazos comerciales y humanos entre
las naciones. Viven AQUÍ en nuestro país las culturas europeas,
africanas, asiáticas… Cada uno de nosotros es descendiente de indio, libanés,
sirio, árabe, español, japonés o chino…
y lo maravilloso es que HABLAMOS EL MISMO IDIOMA! Estamos aquí porque el Barrio
Chino de Santo Domingo es una
realidad. No se entiende que alguien pueda obstaculizar su construcción
porque este programa de proyectos es una visión de futuro y es algo que la
sociedad dominicana quiere porque nos aprecia por trabajadores y tranquilos.
¡Desde que mi padre y el padre de mi padre y los abuelos y bisabuelos de
todos los domínico-chinos llegaron a esta tierra, CHINA VIVE EN DOMINICANA!
porque vive en cada uno de nosotros.
¿Quién se atreve a negar esta realidad? Venga los sábados o domingos,
paséense por el entorno y lo verán y si
no pregúntenle a Don Teofilo Diek de Casa London que él le puede contar las
historias de todos los chinos que ha conocido a través de sus largos años en el
lugar. Qué es un apellido sino una manera de CREER que estás unido a alguien
del pasado? ¿Qué es el pasado si no aquello que elegimos recordar?
WONG, YEE, SANG,
CHANG, CHONG, CHEZ, LEE, FONG, JOA, CHÍA, LEO, LILONG NG…, ¡Presentes! ¡Presentes Aquí y Ahora!
Somos las generaciones regadas con el amor asiático en los lechos caribeños!
Somos los descendientes orgullosos de nuestros padres chinos y de nuestras madres dominicanas. Somos la piel del gong
que suena bajo las palmeras, somos Mar Caribe y Océano Atlántico, con gotitas
del Río Amarillo ( Huáng Hé, o Hwang-ho) que es el segundo río más largo de
China, con 5.464 km. Somos el jade y el ámbar mezclados en esta isla de los
encantos.
Somos hijos de la Virgencita de la Altagracia
y hasta somos capaces de ir a Higuey a cumplir promesas, sin embargo hemos
crecidos bajo las doctrinas del Maestro Confucio y tenemos esperanzas y soñamos
despiertos y eso nos da la fuerza de continuar con la construcción del Barrio
Chino de Santo Domingo. Nos hemos criado con el mangú de plátano en
la cena o en el desayuno, la yuca, la batata y el ñame, junto al arroz blanco
sin sal; al Chop Suey, al Chow Fang, a la carne con jengibre y a la sopa de
Aletas de tiburón,o el agridulce alternados con sancochos y tragos de ron o
cerveza en lo que llaman bemberria.
Tenemos un signo del zodiaco occidental y otro del horóscopo chino,
respetamos todas las religiones y honramos a nuestros muertos.
Celebramos el Año Nuevo en febrero y aunque adoramos el Sol, nos regimos
por la Luna. Imploramos a los dioses la protección celestial y deseamos la
salud, la prosperidad y la felicidad para todos. ABSOLUTAMENTE PARA TODOS. Los
hijos e hijas de ciudadanos de origen chino, aplatanados, somos lo más parecido
al AMOR en esta tierra, porque como la dialéctica, somos EL YIN Y EL YANG, las
fuerzas que se complementan en dos culturas: LA CHINA Y LA DOMINICANA.
Y es por eso que CHINA VIVE EN SANTO DOMINGO! Se siente aquí como su
gastronomía: OLOR, COLOR Y SABOR que inunda los sentidos. A nuestros padres les
tocó siempre la discreción, la paciencia, el trabajo, y la serenidad. A
nosotros nos toca el sol de mediodía, el ritmo del merengue, la bachata y la humedad del salitre. Estamos
aquí para mostrar lo que somos, nuestras características, nuestra diversidad,
nuestra riqueza pues formamos parte de esta tierra, de esta historia Y de este
país.
Y esto precisamente es lo
que nos hemos propuesto cambiar y transformar, para que no solo nosotros los
chinos y dominicanos de la zona podamos habitarla dignamente sino para que
ustedes y los turistas puedan venir y
disfrutarla y llenarse de alegría y conocimientos de nuestra otro lado
cultural.
Es por eso que ASI como no
nos podemos privar ya del CHOW FAN, ni del ARROZ CON POLLO CHINO, no tenemos
que privarnos de los beneficios de la medicina china, de las artesanía chinas
como la Porcelana, de las joyas chinas, de la pintura, de la arquitectura china
que ustedes apreciaran en este entorno, de los muebles y estilos chinos, de la
ropa y textiles, de los libros, de los médicos chinos (¿dónde está el Dr. Chang
Aquino?); de los chinos de Bonao o de Santiago que están aquí, del mentol chino
Pochung, del aceite medicinal La Flecha, del ungüento sensual El Chinito, del
almanaque chino, de las películas, de la música china, de los modelos chinos,
de la historia china, de las supersticiones y mitos chinos que inundan la
literatura, de los personajes ilustres chinos, en fin: DEL CONOCIMIENTO
MILENARIO CHINO!”
Así, como pudieron ver,
vengo desde aquí y desde allá. Soy tan caribeña como china, tan china como
dominicana.
[1] Paul
Cohello, Manual del Guerrero de la Luz,
Barcelona, España, Editorial Planeta, 1999, p.126.
[2] Me
refiero al monólogo al libro de mi autoría Yo
Soy Minerva. Confesiones más allá de la vida y la muerte, Santo Domingo,
Editora Amigo del Hogar, 1993. Este
monólogo se presentó con éxito en el Teatro Nacional. Edilí encarnó a Minerva
Mirabal.
[3] Las dos
novelas más interesantes, por lo menos a mi juicio son: a) Los cien sentidos
secretos, Barcelona, Ramdom House Mondadori, S. A. y Litografía Rosé, 1993.
b) The Bonesetter’s Daughter, New York,
Penguin Putnam Inc, 2001. y c) El Club de la buena estrella, Barcelona,
Tusquets Editores, 1990.
[4] Cf. Jacques Gernet, El mundo chino, Barcelona, Editorial Crítica, 1991.
[5] Carta abierta, La Información, 28 de octubre de 1946.
[6] La religión china, La Nación, 1º de marzo de 1946.
[7] La educación de China durante la Guerra, La Nación, 16 de octubre de 1946.
[8] 1. Miguel Sang. Un símbolo de humanismo por
Emilio Armando Olivo, Listín Diario, 20
de septiembre de 1988.
2. Sang Miguel
por Rafael Emilio Yunén, Listín Diario,
30 de diciembre de 1987.
3. Don Miguel
Sang: al cumplir un mes de su encuentro con el Señor por Margarita Vallejo de
Paredes, Listín Diario, 23 de enero de 1988.
4. Miguel Sang.
Un Grande Hombre por el Dr. Ángel Chan Aquino, Listín Diario, 8 de marzo de 1987.
5. Don Miguel
Sang por José Ulises Franco, La
Información, 6 de julio de 1988
6. En memoria de
Don Miguel Sang por Teófilo Gutiérrez, La Información, 22 de diciembre de 1988.
[9] Mu-Kien Adriana Sang, “Que la fortaleza del
buey nos acompañe”, Rumbo 159,
febrero del 1997.
[10] El Tao y yo, El Siglo, 9 de mayo de 1995.
[11] “Que la fortaleza del buey nos acompañe”, Rumbo 159, febrero del 1997.
[12] “Avanza el tigre”, Rumbo, 211,
febrero de 1998.
[13] Este apartado está basado en una serie de
artículos titulados Reencuentro, publicados en mi sección Encuentros de la
sección Areito del Periódico Hoy durante el mes de septiembre del 2002.
[14] La religión china por Joan Meng Wang,
traducción de Miguel Sang, La Nación, 1º de marzo de 1946.
[15] Esta lectura produjo una serie de artículos
que fueron publicados en mi columna del Periódico Hoy, que fueron titulados
Palabras de la brisa nocturna.
[16] Juan Hung Hui, Chinos en América,
Madrid, Editorial MAPFRE, 1992.
[17] Ibid.
p.12.
[18] Todavía
no se conocen los resultados del censo de 1993 ni del 2003. Se está programando el nuevo censo. Este es
uno de los problemas más graves en el país para hacer cualquier investigación:
la falta de información estadística fidedigna y confiable. Todo lo que tenemos
son las proyecciones hechas por los organismos internacionales sobre la
población, pero, por supuesto no ofrecen detalles segregados por origen.
[19] Estas ideas están planteadas en una
conferencia que ofrecí al Instituto de Estudiso Dominicanos , University de
CUNY, de la Ciudad de New York en mayo del 2001.
[20] “Los “jus” de Enmanuel”, Revista Rumbo, No, 234 de julio de 1998.
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