¡Yo soy Minerva! Confesiones más allá de la vida y la muerte.
Por Mu-Kien Adriana Sang
A Dedé Mirabal
digna, valiente, alegre y eterna mariposa
A Minou
Tavárez Mirabal, y en ella a toda la descendencia de las muchachas, por haber
llevado con dignidad y responsabilidad el pesado fardo de su herencia
A todas las
mujeres que han luchado con sinceridad y sacrificio por la libertad
¿Estaba
Minerva? Estaba
¿Estaba
Patria? Estaba
¿Estaba
María Teresa? Estaba
Estaban las
Mirabal.
Encendido
en cada pecho
El dolor /
la cruz
Chorro de
sangre los ojos
Lágrimas de
tantos huesos...
Las tres
amaban la Patria
El tambor /
la libertad
Las tres
rodaron / cada una
Era bandera
Una bandera
muy grande
Que
aprisionaba sus cuerpos
Con la
carne destrozada.
Donde
flotan las banderas
Lloran por
la libertad Minerva / Patria / María Teresa
Que bellas
en el tope están
Las hijas
de Doña Chea
Madre de
las Mirabal.”
Aída
Cartagena Portalatín, Cantan las Mirabal
Una tarde, el
buen amigo Rafael Ovalles, me llamó y me dijo que él y Edilí, reconocida actriz
y cantante, pero además su esposa, tenían interés de conversar conmigo. Nos dimos cita en una cafetería popular de la
ciudad. Nos saludamos, conversamos mucho y después de interactuar por un largo
rato, me comunicaron su interés.
Deseaban que escribiera un monólogo para teatro sobre Minerva Mirabal,
pues, decían, combinaba el hecho de ser historiadora por un lado, y amante de
la poesía por otro. Me sorprendió la propuesta. Durante la conversación me
atormentaba la pregunta, ¿Por qué me habían buscado? Les dije, ¿por qué no? De inmediato me puse a
trabajar.
Confieso que
me he quedado maravillada ante la Minerva que se desnudó ante mis ojos. En mis
periplos me he encontrado con una mujer segura de sí, poderosa, por su capacidad
de influir en las personas que la rodeaban. Durante estos meses de lecturas,
entrevistas, visitas y anotaciones, he tenido ante mí a una mujer valiente,
aguerrida, comprometida, romántica, alegre y poderosamente atractiva.
Los diversos
instrumentos de investigación han permitido que me acercara tanto a ella, que
casi siento que la conocí personalmente.
A sabiendas de que disfrutaba profundamente con las flores, he llegado a
imaginármela arreglando el jardín en Ojo de Agua; vi el camino de piedras que construyó
y que todavía permanece intacto, en el santuario de Dedé, y la imagino, tozuda
como dicen que fue, colocando animosamente cada piedra. Todo el mundo ha confirmado su amor por la
poesía y de las largas noches dedicadas a memorizar y recitar los versos de sus
poetas favoritos. Releyendo los poemas casi la escucho recitando el Nocturno de
José Asunción Silva; o las poesías sobre los muertos de Amado Nervo.
Conocí el
drama de esta familia y he llorado con ella, lágrimas tardías pero verdaderas.
Me dediqué por muchos meses en cuerpo y
alma a esa tarea.Cada información nueva, cada idea nacida de las
conversaciones, me obligaban a hacerme nuevas preguntas:
¿Cómo desdoblarme para escribir asumiendo la vida, el estilo y la forma
de mi personaje? ¿Debo ser crítica o
complaciente? ¿A qué darle prioridad a la Minerva mujer, la Minerva hija
convertida luego en madre, o a la Minerva política? ¿Dejarme llevar y hacer una apología más de
esta gran mujer? ¿Cómo evaluar la
Minerva histórica?
Decidí que el
personaje de Minerva Mirabal sería tratado fundamentalmente en su dimensión
humana. El personaje histórico ha sido
ya muy estudiado y difundido. El relato tendría dos grandes partes. La primera
se centraría en los detalles de la vida de Minerva. Qué hizo, qué no hizo, qué
pensaba, cómo caminaba, cómo vestía, qué le gustaba, sus amigos, su actividad
política, su amor por Manolo, sus hijos, etc.
La segunda parte, sería a partir de 1960, es decir 41 años después, cómo
evalúa la Minerva –energía, el desarrollo
de la historia que ella ayudó a construir.
¿Estaría conforme con los resultados? ¿Estaría de acuerdo de haber
pagado el precio que pagó para hacer lo que consideraba correcto como mujer
comprometida? ¿Sabía ella que se convertiría, junto a sus hermanas, en heroínas
nacionales y en símbolos de las luchas de las mujeres de todos los
tiempos?
Todo el mundo
habla de “Las tres hermanas Mirabal”, pero hay una cuarta hermana. Dedé Mirabal
es esa cuarta, la que vivió para contar la historia. Es reconocida como la
mujer que luchó para tener en alto el valor y el heroísmo de sus hermanas
asesinadas. Sin embargo, yo creo que
Dedé, ha sido, es y será siempre, como sus hermanas, una verdadera mariposa. Las mujeres de hoy tenemos una gran deuda con
Doña Dedé. Imitar su optimismo vital, debe constituirse en un objetivo.
Trabajar tanto como ella, como las hormigas de su jardín, debe ser motivo de
orgullo y de ejemplo a seguir por nuestro género. Pero lo que más me impresiona
de Dedé es su disposición permanente de contar una y otra vez, ad infinitum, la
historia de sus hermanas. Recibir a todos los que quieren conocerla con la
misma sonrisa. Abrir su casa a gente extraña, para mostrarle sus recuerdos, y
poner a la disposición de quien quiera su pequeño espacio vital, sólo puede ser
realizado por alguien verdaderamente excepcional. Creo sinceramente que vivir
como ella, es sencillamente un canto a la esperanza. Minerva Mirabal y sus
hermanas, fueron mujeres de su tiempo, que asumieron los retos de ese tiempo
con valor y sacrificio.
Finalizo estas
palabras con dos reflexiones. La primera es un fragmento del discurso de Minou
Tavarez en el acto en que los restos de las hermanas y de Manolo, fueron
llevados a descansar ¡por fin! a Conuco. Las pronuncio y las asumo como mías:
“Los verdaderos héroes, dice la periodista
española Rosa Montero, son seres normales que en circunstancias excepcionales
son capaces de crecerse hasta dar el máximo.
Luego pasados los momentos críticos y los años del frío, los verdaderos
héroes se sumergen de nuevo en el anonimato, en esa cotidianidad sensata y
sustancial de la que son paladines. Con
este acto debemos hacer reverencia a muchos otros héroes, luchadores por la
libertad que durante más de tres décadas se involucraron en la resistencia,
poniendo con ello en peligro no sólo sus propias vidas sino los de los todos
los miembros de sus familias.” [1]
La segunda reflexión es el epílogo del
Monólogo. Algunos fragmentos fueron
incorporados en la pieza teatral. Lo
transcribo, porque en la voz de Minerva expreso mis ideas sobre la
trascendencia de estas valiosas mujeres:
Dicen que soy una heroína.
Otros afirman que mis hermanas Patria y María Teresa, lo hicieron por
acompañarme. ¡Qué injusticia tan grande! Ellas fueron valientes, tan valientes
como yo… He escuchado que soy un símbolo de la patria amada, que soy una mujer
–mito que ha trascendido en el tiempo y en el espacio. Acepto ser mito si con ello ayudo a la
juventud a forjar sus utopías. Asumo la responsabilidad de que mi nombre
permanezca en la memoria colectiva si con esto volvemos a la búsqueda del
bienestar social, de la verdadera libertad y la pureza de los sueños. Acepto el
reto de ser una eterna mariposa, si de esta forma podemos volar con nuevos
bríos por caminos de una verdadera transformación social y de una verdadera
democracia. Recibo con humildad y con orgullo todos esos calificativos,
olvidando la mujer que fui, llena de virtudes, defectos, angustias, dudas,
certezas y temores, si sirve de emblema, símbolo e inspiración para seguir
luchando…
Valió la pena morir, hemos
ganado libertad.
Valió la pena el
sacrificio, a pesar de los tropiezos, el mundo sigue su curso, se ha
transformado, necesita sin embargo de nuevos cambios, y de justicia, mucha
justicia.
Valió la pena llorar, muchos
encontraron la alegría. Pero las lágrimas no se han detenido en el mundo.
Creo que sí, que valió la
pena. Tal vez debieron dejarnos más tiempo para luchar. ¿Valió la pena? ¿Valió la pena morir para
convertirnos en mito? ¿Valió la pena?
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