lunes, 4 de marzo de 2013


                                                                                                                    

LA MUJER DE NUEVO AL DESCUBIERTO. PALABRAS EN LA PUESTA EN CIRCULACIÓN DEL LIBRO

“La Mujer en la gesta heroica de la independencia nacional” de Rosa Lebrón de Anico.

 

POR: MU-KIEN ADRIANA SANG[1]

 

 

Una mujer es inevitablemente la historia de su vientre,

de las semillas que en él fecundaron o no lo hicieron,

o dejaron de hacerlo, y del momento aquél, el único

en que es diosa.  Una mujer es la historia de lo pequeño,

lo trivial, lo cotidiano, la suma de lo callado. Una mujer es siempre

la historia de muchos hombres. Una mujer es la historia

de su pueblo y de su raza. Y es la historia de sus raíces

y de su origen, de cada mujer que fue alimentada por la anterior

para que ella naciera una mujer es la historia de su sangre.

Pero también es la historia de una conciencia y

de sus luchas interiores…. es la historia de su utopía.”

 

Marcela Serrano, Antigua vida mía

 

Quisiera que ustedes aquí presentes, escucharan estas palabras, hicieran un proceso de introspección y pensáramos como mujeres, aunque no lo seas. Buenas tardes.  Agradezco sobremanera la invitación de doña Rosa Lebrón de Anico por esta invitación.  Persuadida por mi buena amiga Virtudes Uribe, acepté esta invitación, teniendo que hacer un alto en mi agobiante cotidianidad.  Tuve al principio cierta resistencia interna. Después agradecí la oportunidad de poder reflexionar y sobre todo comunicar algunas ideas en el marco de este escenario.

 

Decidí tomar el camino de mi propia identidad. Soy mujer.  He sufrido y vivido en carne propia las naturales exclusiones de esta sociedad occidental y patriarcal.  Maestra por convicción, necesito cada día hacer un ejercicio de esperanza para intentar hacer que esos seres del mañana se enfrenten al mundo con una visión optimista y a su vez transformadora de la vida.  Historiadora por ejercicio y pasión, entiendo que la historia de la humanidad ha sido un largo trayecto marcado de triunfos y derrotas. Algunos hombres, algunas mujeres, asumen su vida como un reto permanente, convirtiéndose en los responsables de producir los hechos históricos.

 

Reconozco que durante 18 años he trabajado con la historia política hecha por los hombres, muy pocas mujeres han emergido de la documentación que he trabajado.  Decidí decir que sí, simplemente porque soy mujer, y he tenido, como tantas mujeres, que enfrentar y vencer muchos obstáculos para materializar mis sueños. Es un honor para mí presentarles este libro de Rosa Lebrón de Anico, “La mujer en la gesta heroica de la independencia nacional”.  Este trabajo, ha sacado del ostracismo a esas valiosas mujeres que hicieron sus aportes en las luchas libertarias. Me alegro de su aparición, pues como escribió hace un tiempo Luis Vitale, nosotras las mujeres hemos constituido la mitad invisible de la historia; es decir estando presentes, la ausencia ha sido nuestro signo.

 

En mis afanes historiográficos, leí una vez, hace mucho tiempo, un libro de una  historiadora norteamericana, Elise Building. Decía que la historia debía ser escrita otra vez, transitar de nuevo por los caminos de la vida para hacer aparecer a la mujer, sujeto histórico olvidado, a pesar de que las grandes transformaciones de la historia no se hicieron sólo ¡A Dios Gracias! por las acciones de los hombres.  Muchas mujeres dedicaron sus fuerzas para transformar sus existencias y hacer sus aportes a la vida, a través del arte, la música, la ciencia, y por qué no, a la guerra También. Lamentablemente, en el relato de los acontecimientos y  la reconstrucción de los sucesos sólo aparecen hombres. Sí hombres masculinos, ni siquiera me refiero al sustantivo abarcador de los dos géneros. Lo dije una vez y me permito verlo ahora, ¿Quién no conoce los aportes del Barón de Montesquieu a la concepción moderna del Estado,?  ¿Pero han oído, hemos oído, alguna vez de Olympia De Gouges? ¡Claro que no! Yo no lo sabía.  Lo supe cuando lo leí en un libro de Luis Vitale. Nadie casi sabe que ella fue la primera que redactó, defendió y propuso en 1789 la Declaración de los Derechos de la Mujer.  Por supuesto que su propuesta, a pesar de haber recibido cierto apoyo de Condorcet, a la hora de hacer su defensa ante la Asamblea General de la Revolución Francesa, retiró su apoyo y los derechos de la mujer, más aún, el protagonismo de las mujeres en la revolución fue enviado al más cruel de los olvidos.

 

Repito la reflexión que hace un tiempo reiteré en un escenario parecido ¿Sabía alguno de ustedes que las posiciones teóricas del gran Rousseau fueron duramente criticadas por Mary Wollstonecraft?  Yo no lo sabía.  Reconozco que supe de su existencia hace muy poco tiempo.  Esta valiente mujer criticó la posición de Rousseau sobre la educación de la mujer, señalando que por esa vía se reforzaba su condicionamiento cultural; la mujer, decía, no “tiene tiempo para pensar porque tiene que remontar dificultades inherentes a su sexo, lo que requiere poderes casi sobrehumanos” [2]. Y como ellas, podríamos también citar a Manuela Beltrán, vendedora callejera del Virreinato de Nueva Granada, activa participante de la insurrección de 1789, o Micaela Bastida, fiel compañera del gran líder indígena peruano Tupac Amaru, que combatió en 1780 a los invasores españoles; o resaltar el nombre de la boliviana Juana Azurdui quién junto a su compañero Padilla fue capaz de enfrentar en 1816 a más de 200 hombres del ejército español.

 

Todas estas mujeres del mundo hicieron sus aportes a la historia y durante siglos sus nombres fueron borrados de las escrituras de la historia, y con el tiempo, olvidados. Nuestra tarea hoy es de rescatar y hacer visible el protagonismo social de la mujer en el mundo.

 

Así como en Francia, Bolivia, España o Perú, nuestra República Dominicana ha tenido también sus mujeres protagonistas.  Rosa Lebrón de Anico se ha unido al grupo de mujeres que buscan rescatar nuestros aportes en la historia, y la cito:

 

“En el presente trabajo les llevaremos breves semblanzas de las preclaras mujeres que exaltaron nuestra historia, tejiendo con hilos de plata, el pañuelo gigante con que la Patria abatida de otrora, enjugó las desgarrantes angustias de sus almas.  Y si un injustificado rezago en la apreciación de historiadores las postergo a un lejano rincón del olvido y la desesperanza, su sacrificio y sus heroicas hazañas, las llevaron a las páginas brillantes de la epopeya, con la misma aureola con que orló la frente  pura y diáfana de los sagrados mártires de nuestras libertades.  Y así la mujer gritó ¡Presente! Y laboró incansablemente en los campos de la ciencia, de la literatura, de la guerra, pero sobre todo, del amor, del sacrificio, de renunciamiento y la abnegación. Cuando el reclamo de la Patria exigió sangre de mártires, roja sangre de mujer manchó la tierra con su púrpura ardiente y secular...” (p.23)   

 

En apenas 118 páginas, Rosa Lebrón pone a vivir a un numeroso grupo de mujeres.  Las clasifica, las resalta, las numera y en pocas palabras logra presentar un perfil bastante acabado de las mujeres dominicanas que jugaron un papel preponderante en el proceso independentista:

 

·         De María Trinidad destaca su papel activo “construyendo cartuchos para la causa de la patria y muriendo después en su gólgota nefasto.”

 

·         Sobre Manuela Diez afirma que iluminó conciencias y lanzó a “sus hijos a la lid del honor como otra Cornelia a los Gracos....

 

·         Hubo también, afirma la autora “educadoras que formaron conciencias, como Salomé Ureña de Henríquez, María del Socorro Sánchez, Nicolasa Billini, Ercilia Pepín y Urania Montás.

 

·         A Rosa Marte, la hermana querida de Juan Pablo, la denomina como “protomártir”, ya que “sacrificó su radiante y hermosa juventud, su bienestar y la ilusión de sus castos amores con el joven febrerista Tomás de la Concha...”

 

·         De doña Josefa Antonia Pérez, doña Chepita, madre de Juan Isidro Pérez, destaca su sacrificio al ofrecer a los revolucionarios su humilde morada como centro de operación de los revolucionarios.

 

·          Clasifica también a las mujeres que participaron en los campos de acción, como Juana Saltitopa, María Rosa Montás, Petronila Abreu de Delgado, Altragracia Abreu de Ravelo, Francisca Javier Castillo, Josefa Brea, Ana Valverde, entre otras.  Sus palabras de reconocimiento no tienen límites:

“Todas las mujeres, familiares o allegadas a los trinitarios y patriotas que se vieron envueltas  en la gigantesca hazaña de expulsar del territorio de la parte este de la isla al invasor haitiano, trabajaron en uno o en muchos sentidos en tan noble causa.  Hubo, sin embargo, mujeres que llevaron más allá de los límites normales del riesgo, su valentía, arrojo y fervor patriótico...”

 

·         Resalta Doña Rosa el papel que jugaron las poetisas que supieron cantar a la patria.  Destaca las obras de Ana de Osorio, Gregoria Díaz Ureña, Encarnación Echavarría, Francisca Cleofás Valdez de Mota, Josefa Antonia Perdomo Heredia, Josefa Antonio del Monte y Manuela Rodríguez.  De ellas señala que HerediaHereHHH “La independencia y sus dirigentes, hallaron eco en poesías y décimas, escritas por mujeres, que presenciaron hechos y actuaciones de esos gloriosos días...”

 

Quizás tenga profundas diferencias sobre algunas miradas que hace doña Rosa del pasado.  Me parece que algunos eventos presentados no fueron tan dramáticos como ella señala.  El proceso independentista a mi juicio sólo se observa desde las contradicciones externas dominicanos versus haitianos; y no toma en cuenta las profundas diferencias entre los propios sectores dominicanos.  Pero este no es un libro de investigación histórica.  Y esas observaciones no obvian su valor. Y como mujer me siento orgullosa de su aparición.

 

Creo que es necesario destacar aquí las conclusiones del libro.  Una hermosa reflexión invita a seguir el ejemplo de estas mujeres:

 

“Todas las mujeres que estuvieron envueltas en el proceso de la independencia nacional, deben ser recordadas con respeto, con veneración y con toda la admiración que puedan albergar nuestros corazones, por su entrega desinteresada a la causa de la libertad.  Estas magnificas mujeres de nuestra independencia, sintieron en carne propia el despiadado aguijón de la angustia, la incertidumbre y la desesperación. Ellas perdieron la paz y el sosiego de sus hogares.  Entregaron a la patria lo mejor de sus vidas...Humildes y sacrificadas...no pidieron ni recibieron nada a cambio, más que el inefable regocijo del deber cumplido...Si los dominicanos de hoy, en especial los políticos y politiqueros...tomaran sus vidas como digno ejemplo a seguir, tendríamos un mejor país...”

 



 
[2] Citado por Luis Vitale, La mitad invisible de la historia, Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1987, p.64.

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