jueves, 28 de marzo de 2013

El eterno desencuentro. A propósito de la Sociedad Civil y los partidos


 

El eterno descencuentro.

A propósito de la sociedad civil y partidos políticos

 

Al crecer la idea y la realidad de la sociedad civil se deteriora con rapidez un aspecto medular del presidencialismo, la intangibilidad del Presidente de la República (con su cadena forzosa de ritos y sacralizaciones). Mucho se avanza cuando los ciudadanos-en vía de serlo-dejan de esperarlo todo del Presidente, cuya estatua abstracta de dispensador de vienes se erosiona a diario al democratizar el trato cultural de los poderes…

 

¿Qué es la sociedad civil, una parte del Estado, la zona de la autonomía ciudadana o el vocablo sociológico que ante la falta de méritos curriculares del bienamado pueblo, lo desplaza?....

 

Si de algo carecen los partidos es de militantes que complementen la actividad de los cuadros profesionales. A diferencia de los grupúsculos que solo disponen de militantes, a los partidos los caracterizan las muy escasas posibilidades movilizadoras de sus aparatos burocráticos, guardianes de la ideología y monopolizadores de la representación pública… Carlos Monsiváis, Entrada libre. Crónicas de la sociedad que se organiza.

 

Lo esperaba. Ya me extrañaba que hubiese transcurrido el mes de enero y febrero que casi terminara, y todavía no habían comenzado los ataques a la sociedad civil. Ha ocurrido en cada proceso electoral, principalmente desde 1996. Es una película que se repite una y otra vez. Cambian los actores, cambian los colores partidarios, pero siempre repiten las mismas palabras: la sociedad civil quiere entrometerse en los procesos que no le compete.

 

Se supone que la democracia está sustentada en tres pilares. En primer lugar se encuentra el Estado, comprendido por todos sus poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). El segundo lugar lo ocupan las organizaciones políticas; y el tercer lugar corresponde a la sociedad civil, o como decía Emmanuel Sieyes, el gran revolucionario de la Revlución Francesa del siglo XVIII, el pueblo llano.  Desde que se desapareció la esclavitud o la servidumbre medieval, el pueblo, la sociedad civil ha demando participar en las grandes decisiones sociales.  

 

El contrapeso es fundamental en la democracia. De no existir, los poderes se harían omnipresentes, o como abogaba Hobbes en el siglo XVII, absolutos, incuestionables, en el cual la sociedad debía estar sometida a la voluntad del soberano.  Gracias a John Locke, Rousseau, y más tarde, por Hegel y Marx, se acuñó el concepto de sociedad civil.  Es decir, y lean bien dirigentes partidarios desconocedores de la historia política occidental,   el término no nació en el siglo XX y mucho menos en el siglo XXI. El concepto nació con la teoría liberal del siglo XIX.

¿Por qué atacan a la sociedad civil? Sencillamente porque los partidos no quieren  a nadie que los observe y les señale las cosas negativas que hacen o dicen. Son incapaces de entender que la sociedad civil, agrupada o no, necesita que sus representantes estén acordes a los cánones establecidos por la legislación vigente, que respeten la democracia y la institucionalidad democrática..

 

¿Por qué el Estado no quiere que la sociedad civil se active, se organice y fortalezca? Porque no le interesa ni le conviene tener contrapeso, porque desea obtener una patente de corso para hacer lo que le parezca sin ser señalados.

 

Durante las elecciones de 1986, 1990 y 1994 hubo participación de sectores de la sociedad civil y de la Iglesia Católica.  Gracias a estas intervenciones no se produjeron mayores enfrentamientos, y las crisis no fueron selladas con sangre y caos.

 

Participación Ciudadana surgió después de la gran crisis política de 1994. Su primera observación electoral fue en 1996. En este proceso, recordemos, la sociedad toda entera se volcó a participar en los comicios para asegurar unas elecciones transparentes.  Durante las negociaciones, la Junta Central Electoral de entonces, tenía sus dudas y cuestionamientos  hacia ese nuevo grupo. Trató de detener con obstáculos su participación electoral. Finalmente llegaron a un acuerdo.  Se realizó la observación al proceso eleccionario y por primera vez se realizó el conteo rápido, cuyos resultados fueron aleccionadoramente acordes con los resultados generales publicados por la JCE.   En el 1998 las primeras elecciones congresionales separadas de las del Ejecutivo, no hubo grandes dificultades. Durante los otros procesos electorales siguientes la situación fue similar, aunque siempre la Junta Central Electoral hacía lo imposible por boicotear la participación activa de la entidad cívica. 

 

Si un partido está en el poder, ataca a la sociedad civil. El de oposición, por el contrario la considera su aliado. Por ejemplo, en el período 2000-2004, en algunos momentos los miembros del partido blanco acusaban a la sociedad civil de querer sustituir a los partidos políticos. El presidente electo en el 2000 en una de sus intervenciones públicas, enfrentó a algunos miembros de la sociedad civil y les instó a que formaran sus propios partidos si no les gustaba su forma de gobernar. Uno de sus más allegados colaboradores fue el principal actor y vocero de una campaña permanente en contra de la sociedad civil. A mí me acusó de ser parte de la sociedad civil perfumada, e incluso señalaba que los dirigentes de esa sociedad civil después de combatir a los partidos se iban a sus villas en La Romana.   El partido morado, en la oposición en ese momento, defendió a la sociedad civil, porque, en un momento de suma debilidad, la consideraba como su aliada. En el proceso electoral actual el partido blanco defiende a la sociedad civil, el otro, el morado, ahora en el poder, y con ambición de permanecer, la ataca de forma mordaz.

 

Parece ser que la sensatez llegó a la mente de los dirigentes políticos del partido oficial, no así de la Junta Central Electoral.  La ciudadanía responsable supone que los hombres y mujeres que quieren vivir esta condición deben participar activamente en los procesos sociales y políticos.   

 

Hay que aceptar el contrapeso.  De no hacerse, la democracia va a peligrar. Las instituciones morirán, Los partidos políticos no tendrán una conciencia crítica que les haga un llamado permanente. Y el Estado se convertirá en el monstruo soñado de Hobbes.  Que eso no suceda, por el amor del cielo.  Amén y adiós. Nos vemos en la próxima.

 



 

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