jueves, 28 de marzo de 2013

Ustedes los soñadores


 

Ustedes los soñadores

Por: Mu-Kien Adriana Sang

Vivir sin Patria, es lo mismo que vivir sin Honor.

Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria.

Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos

Dios ha de concederme fortaleza para no descender a la tumba sin dejar a mi Patria libre, independiente y triunfante

La nación está obligada a conservar  y proteger por medio de leyes sabias y justas, la libertad personal, civil e individual así como la propiedad y demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen.

Nuestra patria ha de ser libre e independiente de toda potencia extranjera o se hunde la isla.

Juan Pablo Duarte

Eran tan jóvenes que apenas alcanzaban a la veintena de años vividos, cuando decidieron ofrendar sus vidas para transformar la realidad heredada.  Creyeron en la libertad.  Asumieron como suyo el discurso de la nación.  Levantaron la bandera de la patria.  Y bajo esa trilogía maravillosa, organizaron una estructura política, se arriesgaron, lucharon y ¿triunfaron?

Juan Pablo Duarte y los demás jóvenes que formaron la Trinitaria en la casa de esa valiente mujer, Doña Chepita, fueron pioneros en las luchas libertarias de nuestra maltratada República Dominicana.  Sin experiencias, sin muchos recursos, pero con muchas ganas, iniciaron acciones para resquebrajar la estructura de la impuesta institucionalidad haitiana, que había empezado a debilitarse producto de sus propias contradicciones entre grupos políticos en Haití.

Con el tiempo, se dieron cuenta que solos no podrían destruir al gobierno haitiano.  Era difícil después de 22 años de dominación. El proyecto político de crear una nueva República era una tarea demasiado grande. Se vieron obligados a aliarse con los conservadores.  Y en esta alianza,  tuvieron que someterse al poder incuestionable de esos grupos que solo tenían en común con nuestros jóvenes idealistas,  las diferencias con Haití.  Mientras los trinitarios abogaban por una República Dominicana libre, independiente y soberana, los otros, los que representaban el atraso, querían separarse de Haití para luego iniciar negociaciones con las potencias imperiales para anexar a la nueva República. Buscan como oro la protección imperial, del imperio que fuese: España, Estados Unidos, Francia o Inglaterra.  Mientras los jóvenes creían fervientemente en la libertad, los otros, en gobiernos autoritarios, fuertes negadores del concepto de que los seres humanos nacen libres. .

La alianza triunfó y fracasó al mismo tiempo.  Triunfó porque el gobierno  haitiano no tuvo más remedio que abandonar y entregar a los rebeldes el gobierno. Después de los acontecimientos la noche del 27 de febrero de 1844, sufrieron dos nuevas derrotas en las  libradas el 19 de marzo en Azua y el 30 de ese mismo mes de marzo en Santiago. El  ejército haitiano se vio derrotado y humillado.  Pero el movimiento libertario tambi{en fracasó.  El famoso documento denominado como el Acta de la Independencia Dominicana, es la evidencia más ferviente del dominio conservador.  En las largas páginas donde explican las razones del movimiento, omiten una palabra: “independencia”. En cambio, reiteradamente afirman que los pueblos de la parte este de la isla deseaban “separarse” de Haití.  Concluyen con la célebre frase: separación o muerte. En Ningún momento se menciona la libertad y la independencia. ¿Problema semántico? ¿Problema de interpretación?  No, no, no. Es un reflejo palpable de dos proyectos políticos diferentes. Guiados y arropados por las circunstancias, los trinitarios firmaron junto a los conservadores el famoso documento.

Los hechos posteriores confirman nuestra posición. Antes del 27 de febrero, los trinitarios descubrieron el intento de Báez y un pequeño grupo de legisladores de anexar el país a Francia, un plan que estaba siendo orquestado con el Cónsul Levasseur.  Cuando los sucesos finalizaron la hermosa noche de febrero, el gobierno provisional estaba controlado por el sector conservador.  Más aún, el Primer Presidente Constitucional, el muy conservador Pedro Santana, envió a una comisión de alto nivel a visitar las principales potencias europeas y a los Estados Unidos, con dos propósitos: el reconocimiento de la nueva república, y, o, en su defecto, negociar la anexión. ¿Sabían ustedes que uno de los funcionarios santanista que acompañó a la delegación era el Padre de la Patria, Ramón Matías Mella?  El sector liberal fue condenado al ostracismo.  Duarte tuvo que huir a Venezuela, después de intentos fracasados de rebelarse en contra del nuevo poder en el Cibao.  Otros, se vieron condenados al olvido. Y, los menos, los tránsfugas se sumaron al nuevo poder y se aliaron a él.  Lo triste y lamentable de todo esto, que de la trilogía patriótica que está en nuestro país sólo Duarte finalizó sus días sin manchas, aunque murió sólo, asilado y abandonado en el exilio.  Francisco del Rosario Sánchez, se alió a Buenaventura Báez e incluso firmó un panfleto de apoyo al dirigente rojo.  Limpió su nombre con una muerte digna al intentar enfrentar al ejército español durante la Guerra de Restauración.

¿Qué nos queda entonces?  ¿Cuál es la enseñanza que nos dejan esos hechos? No soy ni duartista, ni sanchista, ni mellista, ni santanista.  No creo en ídolos vacíos ni en ídolos de barro.  Creo que los seres humanos construyen la historia.  Sus hechos serán evaluados por otros, las generaciones futuras.  No abogo por los mitos acríticos de la historia.  Pero conocer el pasado nos enseña.  Nos dice, por ejemplo, que hay idealistas, como Duarte que creyeron en la pureza de la acción política.  Nos enrostra con hechos dolorosos que la vida política presentaba y presenta todavía oportunidades que solo los hombres y mujeres de firmes principios y convicciones son capaces de rechazar.  Y, finalmente nos muestra que el ser humano, dependiendo de las circunstancias, puede cometer errores y  asumir  posiciones oportunistas. Creo que se hace impostergable la relectura y la reescritura de la historia, al margen de las pasiones y las banderas ideológicas. Nos vemos


mu-kiensang@pucmm.edu.do

 

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