lunes, 4 de marzo de 2013


PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA MADRE Y MAESTRA

 

DISCURSO DE MU-KIEN ADRIANA SANG

Directora del Departamento de Educación del Recinto Santo Tomás de Aquino en la graduación ordinaria del 12 de junio del 2004

Santiago, República Dominicana

 

 

Monseñor

Ramón de La Rosa y Carpio, Presidente de la Junta de Directores de esta PUCMM

Monseñor Timothy Bogglio, Representante de su Santidad Juan Pablo II

Monseñor Agripino Núñez Collado, Rector de esta alta casa de Estudio

Señores y señoras miembros de la Junta de Directores de esta Universidad

Señores y señoras miembros del Consejo Académico

Señores y señoras invitados e invitadas internacionales

Graduandos y graduandas que inician en el día de hoy una nueva etapa en sus vidas

Padres y madres de los graduandos, para quienes también hoy es un día especial

Público en general

Buenas Tardes

 

Agradezco profundamente la distinción y oportunidad que me ha brindado nuestro Rector, Monseñor Agripino Núñez Collado para dirigirme a esta audiencia tan especial.  Hoy más que nunca me siento maestra. He sido maestra toda mi vida., pero al mismo tiempo soy también el producto de otros maestros que marcaron mi vida. Cada oportunidad de interactuar con los jóvenes aprende uno muchas cosas. Por eso quiero hacer una historia.

 

En uno de los semestres que impartí “Historia de las Ideas Políticas y Sociales”, se me presentó una situación difícil, después que se produjo un verdadero debate. Aquel día el tema   que trataríamos era el pensamiento político de Nicolás Maquiavelo. Y como me sucede siempre me sucedía, Maquiavelo suscitó mucho interés. Pocos pensadores provocan tanta atención. Dos excelentes estudiantes se presentaron como verdaderos defensores de este pensador italiano del siglo XVI.  Un amplio grupo del curso se definió en la posición contraria.  Mientras los muchachos exponían sus argumentos, escuchaba impresionada y preocupada.  Del tema de Maquiavelo se pasó a  la necesidad de enarbolar una postura ética en el ejercicio de la política. Los defensores del pensador italiano se mantuvieron firmes. Los otros también. Las dos horas de clases pasaron sin darnos cuenta. Tuvimos que cortar porque el tiempo asignado se había agotado y yo tenía otro grupo de estudiantes que me esperaba.  Al terminar mis clases, y mientras conducía para llegar a mi casa, pensé mucho. Al llegar releí el material y puse atención especial a los aspectos que habían despertado el interés de Jorge y Andrés.  Reproduzco con especial interés para los lectores, algunos párrafos de la lectura que produjeron el encendido debate en clases [1]:

 

“Los hombres, según Maquiavelo, son mediocres, esto es incapaces de ejercitar una bondad o una maldad absolutas. El bien de lo que son capaces lo hacen por necesidad, y el mal por inclinación de su naturaleza.  Los hombres…. Hacen el bien por fuerza; pero cuando gozan de medios y libertad para ejecutar el mal, tolo lo llenan de confusión y desorden…  Codiciosos de bienes materiales, su ganancia es el poderoso incentivo que de manera más enérgica los mueve y determina…Maquiavelo aconseja al Príncipe: Sobre todo, absténgase de quedarse con los bienes, porque los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida de su patrimonio…

 

“Cuando  las circunstancias así lo exijan el gobernante debe estar dispuesto a hacer uso de la violencia, sólo que cuando sea necesario su uso debe ser rápido, hiriendo mortalmente sólo a quienes eran merecedores del castigo.  Un gobernante que usa sistemáticamente la violencia se convierte en un terrorista de su propia estabilidad. Por el contrario, en la distribución de beneficios el gobernante debe de hacerlo muy despacio, de manera que sean disfrutados con calma y esperados con ansiedad…Debe aprender el hombre de Estado a no ser siempre bueno y comportarse según las circunstancias. Ha de basar su comportamiento teniendo como norte lo que sea más conveniente. Así, si la mayoría del pueblo es creyente ¿por qué no fingir ser un hombre religioso? …De igual manera, el gobernante debe hacerse temer y amar, pero sin que nadie se llame a engaños porque al momento de decidir es preferible ser temido que amado…”

 

Al releer el material, decidí escribir a mis dos queridos estudiantes. La encabecé con una reflexión de Fernando Savater en su libro “Ética como amor propio” que decía así: “La ética es una toma de postura voluntaria, fruto reflexivo y estilizado del amor propio humano.”  He aquí algunos fragmentos de la carta:

 

El argumento enarbolado por ustedes dos aquella tarde, principalmente tú, Jorge, es que el valor de Maquiavelo fue haber puesto por escrito la práctica política de todos los gobernantes.  Andrés no sólo corroboró contigo, sino que agregó a tus argumentos, que sólo aquellos gobernantes que han puesto en práctica los consejos del intelectual italiano permanecido en el poder.  El éxito político para ustedes, está asociado a la capacidad de mantenerse por largo tiempo controlando y dirigiendo las riendas del Estado.  Por supuesto que hubo reacción. Una gran parte del grupo los enfrentó con vehemencia.  Recuerdo muy bien cuando una de sus compañeras tomó la palabra y les preguntó sobre el valor de la ética y para qué servía el poder. Ustedes se rieron de ella. En sus respectivas réplicas, los dos argumentaron nuevamente que lo importante era la permanencia en el poder, porque a partir de entonces, continuaban defendiéndose, es que se podrían hacer las transformaciones sociales necesarias.

 

Quizás mis queridos alumnos ustedes tengan razón en algunas partes de sus argumentaciones.  La vida ha demostrado que el pragmatismo salvaje, la megalothymia de que tanto habla Fukuyama en su libro El Fin de la historia, es lo que ha primado en el oficio de hacer política.  Lo importante es llegar al poder, no importa el costo humano y moral que suponga o las alianzas que tengamos que hacer o, sobre todo, la negación de los principios que decimos defender.  Una vez triunfantes,  lo esencial  es mantenerse, a cualquier precio; no importa a quien se pisotee, ni se enfrente. Tal vez tengan razón y yo siga siendo una emotiva y soñadora mujer que defiende a toda costa el ejercicio ético de la política y que la actividad política debe ser buena y virtuosa, porque su fin último ha de ser la felicidad humana. Una quijotada absurda para ustedes, me imagino.

 

 

La virtú maquiavélica, es decir, el arte de adecuar la realidad a los intereses del gobernante, ha hecho mucho daño a la humanidad. En su nombre se han cometido muchos horrores. ¡Cuántas muertes y desgracias humanas se habrían evitado! La codicia humana, incentivada desde el poder, ha propiciado la corrupción. ¡Qué fácil resulta así el enriquecimiento!  Y aquella frase lapidaria del Príncipe, es preferible ser temido que amado, pienso que ha contribuido grandemente a hacer de la alabanza un modus operandi de la ciudadanía; convirtiendo a los gobernantes en intolerantes a la crítica.  ¡Que triste es ver el espectáculo de la adulación! 

 

Estas misiva la escribo porque sigo creyendo en la juventud como la fuente transformadora de la humanidad. Ustedes dos tienen sus vidas por delante.  Tienen la inteligencia,  capacidad y energía para hacer muchas y grandes cosas. Por favor, no dejen que la realidad los absorba y les impida soñar.  Espero que podamos seguir juntos en el camino de construcción de una nueva sociedad, más humana, más justa y verdaderamente democrática. Es mi utopía de siempre. Ojalá podamos transitar juntos por los senderos de la vida.”

 

En la sesión siguiente, leí la carta en el curso. Hubo un silencio sepulcral. Los jóvenes objeto de mis reflexiones, intentaron hacer algunas explicaciones. Los demás también hicieron uso de la palabra. Se produjo entonces una interesantísima reflexión sobre la ética y la moral.  Surgieron preguntas: ¿Debemos ser siempre éticos en las acciones de la vida? ¿Se aplica la ética al ejercicio público? ¿Debe también la práctica privada ser sujeta del ejercicio ético?

 

Aproveché entonces la oportunidad para sugerir algunos caminos de la reflexión ¿Qué es la ética pregunté? Algunos hicieron alusión a sus clases de ética profesional que habían tomado recientemente. Los dejé hablar. Al final hice algunas puntualizaciones. Partiendo del criterio de Fernando Savater en su libro “Ética como amor propio”, le expliqué  que la “ética trata de la intervención oportuna en el momento crítico (kairós), de la elección que calibra y decide entre las propuestas del presente, no para ganar el mañana sino para dar sentido al hoy: lo que ahora se quiere.”

 

Entonces les pregunté ¿creen ustedes que debe existir una ética ciudadana?  Algunos dijeron que no, porque la ética se refería únicamente a algo individual. Otros dijeron que sí, porque la ética tiene necesariamente una referencia a la sociedad. Les dije que coincidía con este grupo. Porque la Ética ciudadana es la garantía de un accionar responsable. Entonces me referí a FERRAN REQUEJO COLL en su libro Las Democracias quien retoma el concepto weberiano de la “Ética de la Responsabilidad”. Este autor defiende que la participación ciudadana sólo es posible cuando se actúa conscientemente.

 

Requejo Coll, les decía, mientras observaba cómo se quedaban tranquilos escuchando, establece una distinción, siempre  tomando como puntos de partida a  Weber,  entre una ética de la convicción y una ética de la responsabilidad. La primera, indica, establece que el comportamiento público de un individuo, y ya no sólo el privado, debe adecuarse a las convicciones morales que mantiene; mientras que la ética de la responsabilidad establece que el comportamiento debe ponderar esas consecuencias antes de ser emprendido.  Dice el autor que la ética de la convicción resulta mucho menos sensible a los enfoques empíricos, ya que es una actitud mucho más socrática que aristotélica. Pero además porque las “convicciones morales” de una misma persona suelen presentarse contradictorias cuando intentan implementarse en la realidad. De todas maneras, proseguía, la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad no se rechazan a sí misma, sino que se complementan.

 

A seguidas pregunté al grupo ¿no estaremos entrando en la falacia de la abstracción?  Una estudiante muy concienzuda señaló que estas ideas lo que quieren señalar es que debe hacerse  un reajuste práctico de la acción ciudadana para mirarlas desde la opción ética. Aproveché su intervención para afirmarles que la democracia, ese sistema que tanto decimos defender,  necesita cuna ciudadanía activa y responsable. Les hice referencia a Salvador Giner y Victoria Camps, en su libro­­­­­­­­­­­­­ Manual de Civismo, quienes afirman que las actitudes cívicas tienen, y yo digo, deben tener, un común denominador: el de la responsabilidad.

 

La clase finalizó con una conclusión importante:  La opción por una ciudadanía responsable implica que debe poder responder a esos valores ante sus semejantes, ante la sociedad, no sólo porque tiene un deber social, sino porque actúa con conciencia y responsabilidad de que conservándolos y ejemplificándolos está ayudando a preservar y a mejorar el futuro, porque libertad y responsabilidad son, necesariamente, dos caras de una misma moneda.  Asumir la ética de la responsabilidad, es ser capaz de responder libremente a algo ante alguien y querer hacerlo, porque la libertad y la responsabilidad son dos condiciones inseparables. Finalmente, creo que el civismo, la acción ciudadana,  no es otra cosa que el hacerse responsable de la preservación de los valores que constituyen el patrimonio ético de la humanidad y esa responsabilidad contribuye a hacer realidad el interés común, el mismo del que tanto se habla, y tan poco se hace. Al regresar a la casa me sentí agradecida de la oportunidad que me había dado la vida de ser maestra.

 

No sé si la lección llegó al corazón de los dos jóvenes que provocaron estas reflexiones del grupo.  Hace un tiempo que finalizaron sus carreras. Ya son jóvenes profesionales que iniciaron una nueva etapa en sus vidas.  Me he encontrado con ellos en varias oportunidades. Uno es un activo miembro de la juventud de uno de los partidos mayoritarios. El otro decidió seguir sus estudios profesionales.  En mi alma guardo la esperanza de que el mensaje haya llegado.

 

Yo espero que a ustedes también jóvenes graduandos este mensaje haya llegado a sus corazones. Una perorata teórica práctica que solo pretende decir que necesitamos aprender a convivir.  Y convivir, sin lugar a dudas es un arte.  Está claro que convivir entre los seres humanos es una tarea difícil y compleja.  Una prueba clara es que dedicamos gran parte de nuestra existencia a armonizar voluntades, a superar conflictos, a llegar a acuerdos  y a hacer concesiones.  Qué hacer entonces?  Hay dos caminos:

 

ü  El  enfrentamiento a través del uso de la fuerza

ü  La solución pacífica, a través de un código de conducta establecido por decreto y proclamado por un parlamento.  Son las que forman una cultura de la convivencia pacífica y solidaria, llamado simplemente civismo.

 

Digo esto consciente de que el uso de la fuerza es lo que prevalece en el mundo, Mientras la ciencia se crece cada día proponiendo nuevas fórmulas para prolongar la vida a enfermos terminales de dolencias hasta ahora incurables; al mismo tiempo usamos  nuestra capacidad e inteligencia para crear armas de destrucción masiva, tan potentes que en menos de un segundo podemos aniquilar pueblos completos con sólo hacer uso de un pequeño botón.  Existen en el mundo millones de seres golpeados por el hambre y la insalubridad.  Los países poderosos diseñan programas de ayuda para combatir la pobreza, que apenas alcanzan para repartir pequeñas migajas. La ineficiencia de estas ayudas es tan evidente que no sólo no han podido atenuarla, sino que la brecha entre los pobres y ricos, en vez de cerrarse,  se ha acrecentado. 

 

Algunos gobernantes han optado por la guerra, imponerse a toda costa por la fuerza, sin importar las consecuencias humanas, económicas y sociales. Ante esa corriente creciente de violencia física, de la hambruna existente en el mundo, que es otra forma de violencia, del terrorismo ciego que mata sin piedad inocentes; se requiere que nosotros, los que deseamos un futuro diferente, los que trabajamos para que las generaciones futuras reciban una mejor realidad que la recibida por nosotros, no nos queda más remedio que responder al llamado de construir una verdadera cultura de paz.  La democracia necesita ciudadanos activos y responsables.  Las actitudes cívicas de las que hemos venido hablando tienen un común denominador: el de la responsabilidad.  Asumir e interiorizar los valores democráticos o cívicos es la condición sine qua non de ciudadanía.  El ciudadano o ciudadana debe poder responder a esos valores ante sus semejantes, no sólo porque se los debe a la sociedad, sino porque conservándolos y ejemplificándolos está ayudando a preservar y a mejorar la sociedad del futuro.

 

Si los principios son insuficientes, también lo son las normas y las leyes. Lo son porque no todo se resuelve legislando ni las leyes son la mejor manera de hacer que funcione adecuadamente una comunidad de ciudadanos maduros y autónomos.  Lo que cohesiona a la comunidad son las costumbres y la responsabilidad de los individuos frente a ellas. Montesquieu dijo que cuando un pueblo tiene buenas costumbres, las leyes son sencillas.  

 

Debemos intentar demostrar honestidad en todos los ámbitos. Reconocer el aporte que han hecho otras personas, que saben tanto como tú,  engrandece. Ocultar o negar el mérito de los demás, envilece. Tenemos que aprender a ser humildes, aunque se crea tengamos razones suficientes para la soberbia. En la acción cotidiana de educar, debemos intentar la persuasión, antes que la imposición.  Pero sobre todo, deber estar en la disposición clara y sincera de reconocer nuestras limitaciones y errores.

 

Finalizo estas palabras con una historia hermosa contada por Paul Coelho en su hermoso Manual del Guerro de la Luz.

 

“En la playa al este de la aldea, existe una isla con un gigantesco templo lleno de campanas...

-¿Tú ya lo conoces? Preguntó ella. Ve allí y cuéntame que te parece. Seducido por la belleza de la mujer, el niño fue hasta el lugar indicado. Se sentó en la arena y contempló el horizonte, pero no vio nada diferente... Regresó a la playa e intentó oír las campanas de su templo... pero sólo consiguió oír el ruido de las olas y los gritos de las gaviotas... Así pasaron muchos años... Aún cuando no consiguiese escuchar las viejas campanas  del templo, el niño iba aprendiendo cosas diferentes. Comenzó a percibir, que de tanto oír el ruido de las olas, ya no se dejaba distraer por ellas... Después de casi un año, el niño pensó... es mejor crecer, hacerme pescador y volver todas las mañanas a esta playa... se aproximó al océano para despedirse... El niño estaba contento... agradeció el estar vivo. Estaba seguro de no haber perdido el tiempo, pues había aprendido a contemplar y a reverenciar la naturaleza. Entonces, porque escuchaba el mar, el viento en las hojas de las palmeras y las voces de sus amigos jugando oyó también la primera campana. Y después otra. Y otra más, hasta que todas las campanas del templo sumergido tocaron, para su alegría... Años después, siendo ya un hombre, regresó... a la playa de su infancia... Cuál no sería su sorpresa al ver... a la mujer que le había hablado de la isla con su templo... Ella le ofreció un cuaderno azul con las hojas en blanco. –Escribe:  un guerrero de la luz presta atención a los ojos de un niño. Porque ellos saben ver el mundo sin amargura...”

 

Jóvenes graduandos que asumen una responsabilidad ante la sociedad que los vio crecer, adultos que seguimos transitando el sendero de la vida sin la preocupación de qué vamos a ser mañana, escuchen con atención las campanas de su corazón. Compañeros maestros que hemos asumido la hermosa tarea de educar,  ayudemos a que nuestros jóvenes encuentren el silencio para el sonido del primer campanazo, ellos se encargarán del resto.

 

Muchas Gracias



[1]  Rafael D. Toribio, Pensamiento Político de Nicolás Maquiavelo, Revista Ciencia y Sociedad, Enero Junio 1981, INTEC, Santo Domingo.

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