Preguntas de vida y muerte
Por: Mu-Kien Adriana Sang
¿Puedes
dominar tu energía vital para hacerla tan dócil cómo la de un niño?
¿Puedes
purificar tu mirada hasta dejarla limpia?
¿Puedes
querer al pueblo y gobernar al Estado practicando la no-acción?
¿Puedes
permanecer como un ave cuando se abren y se cierran las puertas del cielo?
¿Puedes
conocer y comprender todo sin usar la inteligencia?
¿Qué
es más valorado el nombre o la persona?
¿Qué
es más apreciado la saludo o la riqueza?
Cartas
del Tao
He abogado siempre por la racionalidad soñadora, es decir, utilizar
la razón para entender el mundo con miras a su transformación. Tal vez esta frase esté inspirada en el gran intelectual
italiano de izquierda, Antonio Gramsci, que abogaba por el pesimismo y la
objetividad en el análisis de la realidad y el optimismo de la voluntad para
poder transformarla.
Siguiendo la lógica taoísta, que
rompe con los esquemas del pensamiento occidental, voy a plantear una serie de
preguntas, que en el fondo son denuncias de la realidad.
¿Para qué elegimos en Santo Domingo
un síndico? ¿Para despachar desde una oficina móvil? ¿Por qué utiliza ese
mecanismo? ¿Para no tener que enfrentarse con la ciudadanía que le favoreció
con su voto?
¿Para qué sirven los síndicos? ¿Solo
para hablar de basura? ¿para imponer
impuestos municipales que se disuelven en la sal y el agua del clientelismo
político?
¿Para qué sirve la Liga Municipal
Dominicana? ¿Para servir de ente coordinador de los ayuntamientos del país? ¿O
es una forma de distribuir el pastel ($) político?
¿Para qué se diseñan, discuten y
aprueban leyes si los primeros en no cumplirla fueron los que la aprobaron?
¿Para qué se invierte tiempo y dinero en leyes que sabemos que no se van a
cumplir?
¿Para qué sirven las promesas
electorales, si es el clientelismo político los que priman? ¿Para qué sirven
los programas de Gobierno de los candidatos, si después lo que permanece es el proyecto de los intereses particulares
de unos pocos?
¿Por qué le llaman emergentes a los
viejos partidos que son pequeños? ¿Acaso
pequeño y emergente son ahora sinónimos? ¿Lo saben los miembros de la Real Academia de
la Lengua?
¿Por qué se habla de una tercera
fuerza, si todos juntos, los pequeños partidos, no alcanzan a la fuerza de un
niño de cinco años?
¿Por qué los partidos no se
sinceraran y afirman de una vez por todas que el espacio asignado a la mujer en
sus organizaciones será siempre
insignificante?
¿Por qué todos hablan de corrupción,
se afirma que existe, pero no aplican acciones? ¿Si hay corruptos, acaso es que
también hay corruptores?
¿Por qué la gente, la ciudadanía, no
puede confiar en los organismos de seguridad? ¿Por qué los supuestos no pueden
confiar en los protectores? ¿Será que los protectores se han convertido en los
agresores?
¿Por qué la justicia no puede ser
justa? ¿Acaso la culpabilidad tiene grado, que se mide cuantitativamente
($)?
¿Por qué si hay consenso de que sin
educación los pueblos no pueden superar sus atrasos ancestrales, no se
evidencia en políticas concretas de inversión pública? ¿Por qué si hemos
aumentado significativamente la inversión en educación, seguimos siendo los
primeros de los últimos? ¿Por qué hay escuelas en condiciones deplorables?
En fin estas son solo algunas de las
preguntas vitales que me hago.
Tengo algunas respuestas. Y me
aterra pensar en ellas, porque no son para nada optimistas ni esperanzadoras.
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