ENCUENTROS
El fracaso de una generación
Por: Mu-Kien Adriana Sang
Yo también nací en el '53
y jamás le tuve miedo a vivir….
y jamás le tuve miedo a vivir….
No me pesa lo vivido, me mata la estupidez
de enterrar un fin de siglo
distinto del que soñé.
Yo también nací en el '53.
Yo también crecí con el "Yesterday"….
Qué te puedo decir que tú no hayas vivido,
qué te puedo contar que tú no hayas soñado.
Yo también nací en el '53.
y soñé lo mismo que sueñas tú
como tú no quiero mirar atrás
sé muy bien que puedo volverme sal.
Siempre tuve más amigos
de los que pude contar
sé que hay varios malheridos
que esperan una señal…. Ana Belén
de enterrar un fin de siglo
distinto del que soñé.
Yo también nací en el '53.
Yo también crecí con el "Yesterday"….
Qué te puedo decir que tú no hayas vivido,
qué te puedo contar que tú no hayas soñado.
Yo también nací en el '53.
y soñé lo mismo que sueñas tú
como tú no quiero mirar atrás
sé muy bien que puedo volverme sal.
Siempre tuve más amigos
de los que pude contar
sé que hay varios malheridos
que esperan una señal…. Ana Belén
No nací en el 53, sino en el 55,
pero da igual. Dos años no es nada,
cuando se trata de una generación, de los mismos sueños, ansiedades, esperanzas,
y, también, por qué no, frustraciones. .
Abrí los ojos al mundo, cuando la
dictadura de Trujillo estaba en el declive, en medio de un mundo dividido por la guerra fría, cuando los
intereses políticos, militares y económicos de dos visiones antagónicas colocaron
una imaginaria, pero contradictoriamente real, cortina de hierro. Nací unos
años después que los Estados Unidos
había lanzado la bomba atómica, la primera del mundo, para cumplir su
misión destructiva. Viví la niñez con el terror sicológico que impuso la dictadura,
luego la Revuelta de Abril y la intervención americana. Fui testigo,
como todas las personas de mi generación, de la carrera armamentista
impuesta al globo por las dos potencias dominantes.
Crecí viendo la represión del régimen
de Balaguer de los 12 años. Y veía alarmada las noticias y las imágenes de la Guerra de Corea, primero, para culminar mi
adolescencia con la Guerra de Vietnam. Después presencié el intento soviético
por controlar Afganistán. Presencié casi impotente, como toda mi generación, de la competencia entre los Estados Unidos y
la otrora Unión Soviética. Los líderes de los bloques querían tener las mejores armas. Se iniciaba la tesis
de la “seguridad”. La carrera
armamentista había comenzado, sometiendo
al mundo en muchas y nuevas guerras. Lo
importante era dominar y dominar no importaba cómo.
Mientras tanto, en la juventud
norteamericana surgieron las voces clamando la paz. Con razones para protestar,
pero confundidos en la forma, llegaron
al extremo. La libertad para ellos, más que política, se expresaba en las drogas
ilimitadas y el sexo libre.
En América Latina, la esperanza
de un mundo mejor se vislumbró por el camino abrupto de la ruptura del orden
establecido. Se hablaba de la
revolución. Los choques entre izquierda
y derecha trajeron consigo las dictaduras militares y sus secuelas de muerte,
represión y destrucción. La represión
motivó los grupos armados que abogaban la guerra. Espiral interminable de violencia de uno y
otro bando. Nosotros aquí tuvimos nuestros grupos armados, con jóvenes que se
entregaron en cuerpo y alma a defender
sus ilusiones.
Adulta ya, llegaron los aires de
libertad. El mundo se unió. La cortina de hierro imaginaria se desplomó. Sin embargo, fue la simbólica destrucción de
la muralla que dividía la Alemania Oriental y la Occidental la que visualizó
esta nueva etapa en la historia. Recuerdo mirar con asombro y alegría cómo
derribaban el muro del Berlín. ¿Qué ha
quedado ahora que por lo menos en no existen las tensiones ideológicas que se planteaban en la
Guerra Fría? Podrían plantear algunos que
ahora las tensiones se producen en otro plano: ¿visión de oriente y occidente
después de los atentados del 11 de septiembre del 2001? Eso es posible. Pero el drama a mi juicio es más complejo.
De todas maneras hemos construido
una sociedad sin alma. Una sociedad
llena de cosas, de muchos avances tecnológicos y pocos valores humanos. No, no
me siento orgullosa de esta sociedad que hemos construido. No puedo estarlo.
Cuando miro lo que hemos
hecho. Me afirmo convencida que hemos
fracasado como la generación que abogó por la paz y la justicia social. No podemos mostrar resultados alentadores.
Solo podemos enorgullecernos de aquellos que sacrificaron para romper las garras
de la dictadura y legarnos la libertad. Fracasó el lado de nuestra generación
que defendía el occidente. Ellos solo
lograron el éxito material de algunos pocos y una muy cuestionada libertad sin
límites. Fracasó el otro lado, porque
buscando la igualdad, construyeron una sociedad autoritaria, negadora de los
derechos humanos, represiva de las ideas contrarias y sobre todo, constructora
de miseria para los muchos y riquezas y privilegios para los pocos.
Me pregunto qué vamos a mostrar a
la generación que nos sigue. Los jóvenes
de hoy no tienen la culpa de vislumbrar una sociedad basada en el tener. Nosotros le enseñamos que el triunfo material
lo era todo. Los jóvenes no tienen la
culpa de vislumbrar el mañana solo como un problema y una responsabilidad
individual. Nosotros les hemos mostrado
una de las culturas más individualistas que ha existido en la humanidad.
Me pregunto finalmente, qué
podemos exigir cuando nosotros los adultos hemos hecho tan poco. Me pregunto si tenemos valor y moral para
exigirles un poco de sensibilidad social, cuando hemos sido egoístas por
excelencia.
No tengo respuestas. Solo puedo decir esta mañana tranquila de
verano que me siento triste, porque nací en esa generación que soñó, pero que
no supo construir sus sueños.
Me reconforta saber que todavía
tengo fuerzas para seguir creyendo en nuestra capacidad de soñar y de
transformar. ¡Nos vemos en la próxima!
Sólo le pido a Dios
que el dolor no me sea indiferente
que la resaca muerte no me encuentre
vacía y sola sin haber hecho lo suficiente.
Sólo le pido a Dios
que lo injusto no me sea indiferente
que no me abofetee la otra mejilla
después de que una garra me arañó esta suerte.
Sólo le pido a Dios
que la guerra no me sea indiferente,
es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente.
Es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente.
Sólo le pido a Dios
que lo injusto no me sea indiferente
si un traidor puede más que unos cuantos
que esos cuantos no lo olviden fácilmente. …
Sólo le pido a Dios
que el futuro no me sea indiferente
desauciado está el que tiene que marcharse
a vivir una cultura diferente.
Sólo le pido a Dios
que la guerra no me sea indiferente,
es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente.
Es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente, Ana Belén
que el dolor no me sea indiferente
que la resaca muerte no me encuentre
vacía y sola sin haber hecho lo suficiente.
Sólo le pido a Dios
que lo injusto no me sea indiferente
que no me abofetee la otra mejilla
después de que una garra me arañó esta suerte.
Sólo le pido a Dios
que la guerra no me sea indiferente,
es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente.
Es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente.
Sólo le pido a Dios
que lo injusto no me sea indiferente
si un traidor puede más que unos cuantos
que esos cuantos no lo olviden fácilmente. …
Sólo le pido a Dios
que el futuro no me sea indiferente
desauciado está el que tiene que marcharse
a vivir una cultura diferente.
Sólo le pido a Dios
que la guerra no me sea indiferente,
es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente.
Es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente, Ana Belén
mu-kiensang@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario