lunes, 4 de marzo de 2013


Un balance muy personal del proceso electoral

Por Mu-Kien Adriana Sang

A las democracias modernas les falta el otro, los otros. No es necesario hacer, otra vez, las descripciones de la división de las sociedades contemporáneas, unas ricas y otras pobres y aún miserables. En el interior de cada sociedad se repite la desigualdad. Y en cada individuo aparece la escisión psíquica. Estamos separados de los otros y de nosotros mismos por invisibles paredes de egoísmo, miedo e indiferencia… La democracia moderna no está amenazada por ningún enemigo externo sino por sus males íntimos. Venció al comunismo pero no ha podido vencerse a sí misma. Sus males son el resultado de la contradicción que la habita desde su nacimiento: la oposición entre la libertad y la fraternidad. A esta dualidad en el dominio social corresponde, en la esfera de las ideas y las creencias, la oposición entre lo relativo y lo absoluto….

Desde el comienzo de la modernidad esta cuestión ha desvelado a nuestros filósofos y pensadores; también a nuestros poetas y novelistas. La literatura moderna no es sino la inmensa crónica de la historia de la escisión de los hombres: su caída en el espejo de la identidad o en el despeñadero de la pluralidad. ¿Qué nos pueden ofrecer hoy el arte y la literatura? No un remedio ni una receta sino una herencia por rescatar, un camino abandonado que debemos volver a caminar. El arte y la literatura del pasado inmediato fueron rebeldes; debemos recobrar la capacidad de decir no, reanudar la crítica de nuestras sociedades satisfechas y adormecidas, despertar a las conciencias anestesiadas por la publicidad…. Octavio Paz, La democracia: lo absoluto y lo relativo, México, 16 de Octubre de 1991.

La democracia no solo ha sobrevivido en el mundo occidental, sino que está llegando pasos agigantados al oriente, lejano y medio, para adentrarse en las entrañas de las sociedades.  Vestida de noble e inofensiva oveja, como forma de expresión de las mayorías, ha ganado espacio en el planeta. En el fondo ha sido el triunfo del liberalismo económico y político el que se ha impuesto. Tal vez Francis Fukuyama tenía razón.  Se detuvo la historia, triunfó el capitalismo y su diseño político, en todas sus variantes y versiones.

Las utopías revolucionarias de los 70 cayeron, una a una. China es un gigante que despierta de forma silente y segura hacia el mundo del mercado, vestido de ropaje tradicional y de cultura autoritaria mal llamada socialista.  El otrora gigante euroaasiático, denominado hace décadas como URSS, hoy está reducido al ámbito europeo, mientras las naciones nacidas de su caída, construyen sus sociedades bajo el amparo e ilusión de occidente.   Las naciones denominadas de la órbita soviética ya definieron sus caminos en alianza con la Unión Europea.  El mercado penetró y la ley de la oferta y la demanda rige el mundo. 

Asimismo, la noción de nación ha cambiado.  Ya no tiene el significado heroico y sonador del siglo XIX.  Aunque existen las fronteras políticas, son las fronteras económicas las que están marcando el rumbo del mundo.  Cualquiera de las grandes corporaciones tiene  más peso económico y político que el conjunto de las naciones de la América Hispana. 

Al mundo occidental solo le resta una utopía: la democracia y sus instituciones.  El imperio de la ley y la superación de los vicios del pasado político: irrespeto a las leyes, compra de la conciencia con prebendas de poca monta, negación a la ciudadanía de su responsabilidad de participar activamente en los procesos políticos y sociales, seguimiento a las personas, no a los programas;  entre otros muchos males que no hemos podido superar.

La utopía de la democracia fortalecida es mi única esperanza.  Sofocadas las ilusiones de un mundo igualitario, no me ha quedado más remedio que aferrarme a ella, como mujer de mediana edad que vivió su juventud soñando con un futuro promisorio, del paraíso de pan y miel que me  vendieron como idea válida para inspirar los días.

Pero esta democracia dominicana ha sido más lenta que cualquier otra.  En 1961 se produjo el tiranicidio.  Y desde ese mayo glorioso han transcurrido unos larguísimos cincuenta y un años.  Las elecciones fraudulentas, la imposición de mayorías tan minoritarias que no representaban a nadie, la existencia de árbitros parcializados y la pesadilla permanente del fraude, han sido las tristes características  de esta larga, demasiado larga, transición democrática.  Es cierto que después de la gran crisis de 1994, hemos tenido sucesivas y bastante aceptables elecciones.  Pero…. Y aquí comienza mi reflexión.

No pensé que en el siglo XXI la República Dominicana tuviera que vivir los dramas de los años anteriores.  Superados los problemas con el padrón electoral, gracias a la maravilla de la tecnología, los partidos políticos seguían debatiendo, discutiendo y acusando por las mismas cosas.  No tiene sentido hablar sobre lo que pasó, sino reflexionar para no repetir los errores. 

Mi primera reflexión va al Partido Revolucionario Dominicano, la entidad política clave en la lucha en contra de la dictadura y artífice importante en los primeros años de fortalecimiento democrático.  Pero el PRD tiene un grave problema desde sus inicios.  El síndrome, ya enfermedad crónica y casi terminal, de la división.  La unidad no ha sido nunca posible.  En los primeros años de su fundación se produjeron enfrentamientos entre Juan Bosch y Juan  Isidro Jiménez Grullón.  Con la salida de Bosch de ese partido, emerge con fuerza el liderazgo de José Francisco Peña Gómez, quien pudo, con dificultad mantener cierta unidad.  Durante el tiempo que duró su liderazgo, los enfrentamientos no terminaron: Jorge Blanco versus Antonio Guzmán; Jorge Blanco versus Jacobo Majluta; Majluta versus Peña Gómez, hasta hoy en que los actores del duelo destructor son Hipólito Mejía versus Miguel Vargas.   El PRD es un partido con una larga tradición en la conciencia y cultura del pueblo dominicano.  Eso explica una votación tan alta en las pasadas elecciones, a pesar de la división y a pesar de los atropellos verbales de su candidato.    Hoy día estamos siendo testigos de algo que se esperaba: el enfrentamiento abierto, despiadado y sin importar las consecuencias entre las tendencias.  La lucha sin cuartel se libra ahora para controlar el aparato.

El Partido de la Liberación Dominicana, PLD, demostró que a pesar de sus diferencias internas,  no dejan de ser una gran maquinaria electoral y sobre todo, un aparato que limpia las ropas sucias en sus lavadoras particulares, sin utilizar la del vecino, para que muchas intimidades no salgan a flote.  Demostró que con alianzas puede llegar al poder.  Sin embargo, el PLD debería reflexionar en su bajísima votación. Su triunfo se lo dieron los aliados.  Varias lecturas pueden hacerse.  Ocho años de gobierno desgastan, pero sobre todo las críticas duras de una gran parte de la base social que lo apoyaba siempre al modelo de gestión.  La corrupción gubernamental y el uso de los recursos del Estado constituyeron el más grande talón de Aquiles que el candidato tuvo que enfrentar.  Quedan todavía muchas interrogantes.  Qué hará el nuevo Presidente de la República para limpiar la imagen de su partido y del gobierno de su antecesor? Seguirá el ejemplo de la Presidenta de Brasil?  Danilo Medina ha dicho que no quería  más que cuatro años  y que ese tiempo era suficiente para demostrar su capacidad para gobernar y hacer “lo que nunca se ha hecho”.  Debe sortear muchas dificultades: elevar la confianza en la administración pública; inversión en los sectores sociales, salud y educación; mantener el equilibrio macroeconómico y reactivar la economía; y, que no se olvide, qué cuota de poder le dará a los aliados, especialmente al PRSC que le factura desde ya el 5% que aportó al triunfo.

Por el lado de los mal llamados emergentes, el único que salió un poco airoso fue Guillermo Moreno.  Ocupó un muy lejano tercer lugar.  Pero puede decirse que consiguió captar un fragmento de la ciudadanía descontenta que aboga por una tercera fuerza política.  Los demás quedaron muy mal parados. Qué harán ahora?  Lo peor y lo más triste de esta experiencia es que se evidenció que los intereses de cada grupo se impusieron a la unidad.  No creo que una tercera fuerza tenga todavía espacio político suficiente para llegar al poder, como ocurrió en Perú con Fujimori y en Venezuela con Chávez. 

Mi balance de estas elecciones es agri dulce.  No pensé que en el siglo XXI estuviésemos todavía con la práctica de políticas clientelistas. Fuesen ciertas o no las denuncias de compra de cédulas, lo que evidencia es que seguimos arrastrando males del pasado. ¿Mercado imaginario de compra venta del documento de identidad? No lo sé.  Lo cierto es que ha sido una práctica frecuente entre los partidos.  Lo peor de todo es que con esta venta de soberanía evidenciamos que todavía hay millones de gente que tiene que vender su alma a cambio de un pedazo de pan.  Es una muestra de que nuestra sociedad sigue siendo presa de unos espantosos niveles de pobreza  ¡Qué triste! ¡Qué pena! 

Cuando veía en las fotos de los periódicos militantes muertos o heridos, porque  una caravana blanca se encontró con una morada, o viceversa, y la pasión de sus militantes los llevó al insulto y de ahí a la violencia física. ¡Qué lástima!

En estas elecciones se puso por primera vez en vigencia la división en dos grandes áreas del proceso electoral:, La Junta Central Electoral que se ocupa de toda la logística de las elecciones y el Tribunal Superior cuya función es la de dirimir los conflictos.  La división de las funciones, algo que la sociedad civil y los propios partidos anhelaban, trajo sus frutos.  La organización del proceso no tuvo retrasos.  La vigilancia partidaria de la JCE, a través de los jueces que simpatizan o militan en determinado partido, hizo que salieran a la luz diferencias entre los magistrados.

 En el caso del Tribunal Superior Electoral parece ser que no ha tenido tiempo de fortalecer sus vínculos, o quizás, que sus miembros no son totalmente imparciales, lo cierto es que en algunas resoluciones ha habido diferencias.  El futuro dirá con sus actuaciones, si sus decisiones están acordes a la justicia, sin que se impongan intereses partidarios o de grupo.

El otro elemento a evaluar es el tema de la participación de la ciudadanía.  Previo al proceso electoral la Coalición por una Educación Digna, demostró que cuando hay una fuerza inspiradora, la sociedad se moviliza. Logró que todos los candidatos firmaran el acuerdo de invertir el 4%  del PIB en educación.  El conflicto vino con Participación Ciudadana.  En cada proceso hay tensiones con los árbitros.  Desde su fundación, en 1994, esta organización cívica ha realizado con pulcritud y profesionalismo la observación electoral y el conteo rápido.  Sin embargo, las tensiones con el organismo electoral llegaron a sus puntos más álgidos. Una lástima.  Una verdadera lástima.

Los partidos políticos, el Estado y sobre todo, los árbitros de los procesos, deben entender que en las democracias modernas, que el concepto de ciudadanía tiene otro significado.  La soberanía de  hoy no se limita al ejercicio del sufragio. Además de ese deber y derecho ciudadano, muy importante en el fortalecimiento de la democracia, la ciudadanía de hoy es también vigilante de los detentores de los poderes públicos.  Esa vigilancia es lo que permite el contrapeso en la democracia.  Si los partidos y los poderes del Estado no sienten la vigilancia, su deseo y necesidad  natural de dominio y control se acrecienta. 

Como ciudadana estoy feliz de que tendré respiro.  No habrá proceso electoral  hasta dentro de cuatro años.  Aunque fui de las que defendió la separación de las elecciones, para evitar el arrastre; lo cierto era que vivíamos en permanente campaña electoral.  Vivíamos acosados de las figuras  sonrientes que buscaban el voto. 

Tengo la confianza, porque siempre ha apostado a la esperanza, que las elecciones del 2016 serán diferentes.  No habrá denuncias de compra ni venta de cédulas.  La ciudadanía se sentirá libre de vigilar el proceso, los partidos políticos venderán propuestas, no personas y el día de las elecciones el fantasma del fraude será una pesadilla del pasado..  Así sea.

 

 

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