viernes, 8 de marzo de 2013

Palmas Academicas del Gobierno frances


PALABRAS DE AGRADECIMIENTO DE

MU-KIEN ADRIANA SANG

EN EL ACTO DE ENTREGA DE

LAS PALMAS ACADEMICAS

POR EL GOBIERNO DE FRANCIA

4 DE MAYO DE 2010

 

 

Buenas Noches

Excelentísimo Señor Embajador Roland Du Bertrand, y a través de él, un saludo a toda la representación diplomática presente.

Monseñor Agripino Núñez Collado, Rector de mi Alma Mater, de la casa que me ha dado acogida por más de dos décadas, y en su persona, saludo a todos mis queridos compañeros de labores.

Rafael Toribio, mi compañero de la vida, quien me abrió los brazos para compartiéramos juntos el resto de nuestras vidas. Juntos hemos reconstruido una hermosa familia. Arancha, Rafael, Rocío y Rafael Eduardo, constituyen mi querida y hermosa familia nuclear

Inmenso universo familiar con quien he compartido penas y las alegrías de todos los días de mi vida.

Amigos y amigas que vinieron a ponerse presente esta noche

 

Gracias por acompañarme en esta calurosa noche de primavera.  Hoy es un día especial en mi vida que quiero compartir con todos ustedes.  Cuando el Embajador Dubertrand me llamó para anunciarme la buena nueva, me sentí contenta y sorprendida. Esta distinción llegó sin proponérmelo y, sobre todo,  sin saber que estaba siendo considerada para ese galardón.  En medio de mi algarabía solitaria, llegaron de repente  las palabras sentenciadoras de mi padre.  Nos decía, como buen taoísta y cristiano que era,  que los triunfos y los premios debían tomarse siempre con mucha calma, para que no se  nublasen nuestros sentidos. Aseguraba que había que asumirlos como escudos de protección para los momentos de fracasos y tristeza, porque no eran más que alicientes para seguir caminando en el largo camino de la vida.  

 

Esta noche han entregado un reconocimiento a la hija de un migrante que vino desde el lejano oriente, particularmente desde Cantón, China. Soy, como mis ocho hermanos, hija de un hombre que decidió cambiar su suerte, y, valientemente, se lanzó a la aventura marina, al mundo desconocido, en la búsqueda de un mejor futuro.  Y en esta tierra prometida encontró a mamá, una hermosa joven por cuyas venas corría sangre caribeña y oriental.

 

Vestida como estoy, luciendo un traje de aire oriental en el corazón y el calor del Caribe, reivindico con orgullo esa parte de mi existencia. Es una forma de expresar pública y abiertamente mi profundo reconocimiento a los seres que, como papá, asumieron con valentía las penurias de sus vidas y de sus realidades, e iniciaron en solitario un nuevo camino, enfrentando con dignidad las duras y grandes adversidades para adaptarse y amar a sus patrias de adopción.  Hay preguntas que me aturden constantemente ¿Por qué la humanidad se ha empeñado en la exclusión? ¿Por qué no hemos sido capaces de pensar en la patria grande, en la patria universal, que somos todos, que es la humanidad toda entera?

 

Agradezco profundamente a Dios y a la vida la oportunidad de haber nacido como soy: mujer, santiaguera y dominicana por nacimiento, china de ascendencia, caribeña por cultura y latina por decisión. Esa simbiosis extraña,  contradictoria, de recelos y marginalidad, me obligó a ser fuerte. Aprendí sin proponérmelo, la riqueza de la multiculturalidad. He defendido y amado mi patria chica, la que me vio nacer y la patria grande que es nuestro país. Amo esta tierra, su sol tropical, la alegría de su gente, la capacidad de asumir con humor sus desventuras, pero, defiendo y defenderé siempre el carácter híbrido de mi identidad.

 

Partí a Francia hace 25 años. Una época de grandes cambios para la humanidad: La pesada cortina de hierro se hacía añicos: el movimiento Solidaridad, con su líder Lech Walesa a la cabeza, gritaba al mundo la urgente necesidad de libertad  en el llamado mundo socialista. Una época que nacía una nueva esperanza en Francia, con el ascenso al poder de Francois Miterrand,  y que pocos años más tarde la dura derecha de Jean Marie Le Pen empezaba a ganar adeptos, aterrorizando a los más liberales. Eran los tiempos en que América Latina cargaba el pesado fardo de las dictaduras nacidas en los años 70.  Y  como ocurre siempre en los pueblos, hubo gente valiente que levantó sus brazos y sus voces para corear juntos libertad y democracia. Por eso vienen a mi memoria las valientes abuelas y madres de la Plaza de Mayo, quienes en caminata silenciosa enarbolaban los nombres de sus seres queridos desaparecidos por los gorilas. Y así, sin gritos ni palabras, hicieron temblar a los gorilas.

 

Fui a París, la ciudad del saber y del arte, cargando dos maletas llenas de ilusiones.  Quería beber la savia del mundo, allí en el lugar donde habían nacido las grandes ideas que motorizaron los movimientos más importantes en la humanidad: como el enciclopedismo que alimentó a los revolucionarios de la Revolución Francesa, como la revolución industrial, como la comuna de París buscando frenar el rápido avance del capitalismo.  Ansiaba a toda costa observar hasta el agotamiento, los monumentos que habían alimentado mis ansias de conocer el arte universal, como la Torre Eiffel, el Louvre y las obras de Leonardo Da Vinci, o los grandes del impresionismo francés.

 

No había hecho verdadera conciencia de mi rostro oriental hasta que llegué a Francia. Era tan natural para mí caminar por las calles de mi Santiago natal y saberme la hija de Miguelito, que pensaba que sería igual por todas partes. Me equivoqué. Al llegar a la tierra de mis ilusiones, comprendí que era una extraña, una desconocida, una extranjera, una más en el inmenso mar de los jóvenes de todo el mundo que habían acudido a beber de la cultura francesa. Encontré latinos que venían de todo el continente, así como portugueses, haitianos, africanos, españoles, suecos, magrebinos, japoneses, israelitas….

 

Comprendí con el pasar de los días que el idioma que me parecía tan melódico, como difícil de pronunciar, delataría un acento extraño. Entonces hice conciencia de que debía aprender a dominar el medio… y recordé con nostalgia a mi padre, y sus luchas internas por adaptarse a la ciudad de Santiago. Muchos se preguntaban con extrañeza por qué esta joven mujer asiática hablaba el francés con acento de hispano parlante.  ¿Extraño no? Y así, luego de haberse disfrutado y satisfecho mi fascinación por la histórica ciudad, decidí aprehender de su cultura, sin olvidar lo que era, lo que había sido y de dónde venía.

 

Esos cinco años de vida parisina abrieron mi mundo y cambiaron mis perspectivas de ver las cosas. El gran aprendizaje fue mi encuentro desigual con el maestro Ruggiero Romano. Su personalidad arrolladora y su imponente figura, todavía me persiguen. Romano  me obligó a cuestionar lo que sabía y había aprendido. Me obligó a nacer  de nuevo a los 26 años, porque tuve que desaprender todo lo aprendido para reaprender nuevas cosas y sobre todo nuevas formas de analizar la realidad.  Olvidando a un lado las teorías explícalo todo que tanto abundaban en América Latina, por eso dije adiós a la teoría de la dependencia, a la teoría del enclave….

 

Entusiasmada por el impulso intelectual de Romano, quise llevarme todo el conocimiento posible. Fui a todas las conferencias que pude. Logré colarme en la multitud para escuchar a los grandes intelectuales de la época. Para consolidar el aprendizaje de la lengua me dediqué a leer a novelistas de habla francesa, como fue la interminable saga, producto de la mente creativa de George Simenon, del inteligente detective parisino Magritte para conocer los secretos de París. Visité con avidez los museos una y otra vez porque quería retratar en mi mente todas y cada una de sus muestras. Era la época de la efervescencia política, del grito de libertad en contra de las grandes opresiones. Aproveché para participar en marchas diversas como las que se hicieron en apoyo a las madres de la Plaza de Mayo, o a las que defendían la igualdad de las mujeres, y muy especialmente las que apoyaban al movimiento Solidaridad de Polonia. Leí todo lo que pude, aunque no tuviese dinero para comprar  los libros que quería, por eso me hice asidua de las bibliotecas, especialmente de la maravilla arquitectónica del Centro George Pompidu y de la famosa librería FNAC.

 

Después de mucho leer y de luchar internamente con mis demonios y temores, para poder aprender tantas cosas, entendí y aprendí que el conocimiento no es estático y que cada día hay algo nuevo que aprender, que la vida es corta para encontrar respuestas a tantas preguntas. Entonces me asumí humana y limitada. En fin… bebí todo lo que pude de la ciudad y logré clavarla para siempre en mi corazón.  Tanto me marcó París, que cuando he tenido la oportunidad de volver a visitarla, repito los trayectos y vuelvo a los lugares habituales, y me doy cuenta que a pesar de que el mundo ha cambiado, que aquello que defendíamos hace más de tres décadas, hoy tiene otros matices, que ya no somos los jóvenes de ayer y que muchas de nuestras ilusiones fueron derrotadas. Sin embargo, París sigue siendo la ciudad imponente que conserva su misma belleza, como si el tiempo no transcurriera por sus calles, avenidas y monumentos. 

 

Es por estas razones que mis palabras de esta noche quieren hacer una invitación a la reflexión. Debemos descubrir y defender la necesidad de amar a la humanidad toda entera, sin distinción de raza ni de credo. Asumir el reto de sentirnos ciudadanos universales,  de respetar la cultura de los otros, de entender y aceptar las diferencias y a amar a todas y a cada una de las etnias humanas, con sus propias características, porque todos somos hijos de Dios, porque la lucha por la libertad y la igualdad ha cobrado miles de vidas humanas. Ojalá el mundo fuera más vivible. Ojalá la humanidad fuera capaz de construir la paz.  Ojalá la humanidad fuera más solidaria. Ojalá los conflictos bélicos fueran solo recuerdos.  

 

Je suis partie dans cette ville de rêve avec deux valises chargées d'illusions.Je voulais tout apprendre du monde, là où étaient nées les grandes idées qui furent le moteur des mouvements les plus importants de l'humanité. Je désirais toucher à tout prix les monuments qui avaient alimentés mes désirs de connaître l'art universel.

Je n'avais pas réellement pris conscience de mon visage oriental jusqu'à ce que j'arrive en France. Il était si naturel pour moi de marcher dans les rues de mon Santiago natal et de me savoir la fille de Miguelito, que je pensais qu'il en serait de même partout ailleurs. Je me suis trompée. En arrivant sur la terre de mes illusions, j'ai compris que j'étais différente, une inconnue, une étrangère, une de plus dans la mer immense de jeunes du monde entier qui étaient venus s'alimenter de la culture française.  J'ai compris au fil des jours que la langue qui me semblait si mélodique, difficile à prononcer, trahirait un accent étranger ;.. et je me suis souvenu avec nostalgie de mon père. Beaucoup se demandaient pourquoi cette jeune femme asiatique parlait français avec un accent hispanophone. Etrange non? Et ainsi, après avoir profité de ma fascination pour la ville historique et après l'avoir satisfaite , j'ai décidé d'appréhender sa culture sans oublier ce que j´était  et d'où je venait.

Ces cinq années de vie parisienne m'ont ouverte au monde et ont changé mes perpespectives, ma façon de voir les choses. La forte personnalité de mon directeur de thèse de doctorat, Ruggiero Romano, une figure si dominante qu'aujourd'hui elle me poursuit toujours, m'a forcée à me questionner sur ce que j'avais appris. J'ai assisté à toutes les conférences où j'ai pu aller. Je suis parvenue à me glisser dans la masse pour écouter les grands intellectuels de l'époque.

Cétait l'époque de l'effervescence politique, du cri de liberté contre les grandes oppressions.  J'en ai profité pour participer à plusieurs marches comme celles qui se sont faites pour soutenir les mères de la Place de Mai, ou celles qui défendaient l'égalité des femmes et plus spécialement celles qui soutenaient le mouvement de Solidarité de Pologne. J'ai lu tout ce que j'ai pu, bien que je n'eusse pas d'argent pour acheter les livres que je ovuláis… Après avoir beaucoup lu et après beaucoup d'efforts pour apprendre tant de choses, j'ai compris et j'ai appris que la connaissance n'est pas statique et qu'il y a quelque chose de nouveau à apprendre chaque jour, que la vie est courte pour trouver des réponses à tant de questions.

Enfin... je me suis alimentée et imprégnée de la ville et je suis parvenue à la fixer pour toujours dans mon coeur. Tant et si bien, que quand j'ai l'occasion d'y revenir, je refais les mêmes trajets et je reviens aux mêmes endroits et je me rends compte que , bien que le monde ait changé, ce que nous défendions a aujourd'hui d'autres nuances, que nous ne sommes plus les jeunes d'hier et que beaucoup de nos illusions ont été détruites. Paris continue d'être la ville imposante à la beauté immuable, comme si le temps n'avait pas de prise sur ses rues, ses avenues, ses monuments.

C'est pour toutes ces raisons que mes paroles  souhaitent ce soir vous inviter à la réflexion. Nous devons découvrir et défendre la nécessité d'aimer l'humanité entière sans distinction de race ni de credo. Assumer le défi de nous sentir des citoyens universels, de respecter la culture des autres, de comprendre et accepter les différences et d'aimer toutes et chacune des ethnies humaines, avec leurs propres caractéristiques.

Para finalizar, permítanme expresar algunos agradecimientos de rigor y de corazón. En primer lugar quiero agradecer a Dios. Soy una mujer de fe, y ha sido esta fe la que me ha enseñado que amar a la humanidad y a defender la paz y la justicia son mandatos divinos.

 

Agradezco al Gobierno Francés por este reconocimiento tan sorpresivo como sorprendente, muy especialmente a su Embajador, el Sr. Dubertrand.

 

A la PUCMM porque ha sido una escuela, un espacio para el desarrollo y un apoyo incalculable incondicional a todas mis locuras.   Esta distinción es la tercera que se le otorga a un miembro de nuestra comunidad académica. La primera fue a Monseñor Agripino Núñez, hace más de 30 años, y hace algunos años al amigo Radhamés Mejía. Me siento muy honrada de compartir con ellos este honor.

 

A mis amigos y amigas que han acudido a acompañarme en este momento tan significativo. Gracias de corazón. Ustedes son mi familia elegida.

 

A mi inmenso universo familiar. A los casi 45 miembros de ese clan, hermanas, hermanos, cuñados, cuñadas, tíos, primas, primos, sobrinos y sobrinas porque han completado y facilitado el tránsito por el camino de mi vida.

 

A mi familiar nuclear, a mi muy amado esposo Rafael, a mis hijos heredados y nacidos del corazón, Arancha y Rafael, a Rocío, mi otra hija, y muy especialmente al nuevo miembro de nuestro pequeño clan, Rafael Eduardo, por haber rescatado en mí la risa, la inocencia y la alegría de descubrir lo maravilloso que es el simple hecho de vivir.

 

Agradecer finalmente a mis padres, ambos dolorosamente ausentes. Mi madre Ana, un ejemplo de trabajo, entrega y amor incondicional.  Porque sus silencios, sus miradas de reproche o aprobación, todavía me acompañan en todos y cada uno de mis días.

 

A mi padre Miguel Sang, por su osadía,  su valentía y su firme decisión de no dejarse vencer. Por habernos enseñado que el trabajo honrado, serio y tesonero  es el único camino correcto. Por enseñarnos que los problemas son solo obstáculos y que las caídas no son más que motivos para levantarse. Por habernos enseñado que  la familia, con todas sus adversidades, alegrías y diferencias, tiene que ser el sostén de cada día. Y gracias por habernos regalado esta identidad híbrida, bifurcada  y contradictoria. Gracias papá porque dándote las gracias, damos gracias también a los hombres y mujeres que parten, que se arriesgan, que luchan y no se dejan amilanar ante las dificultades.

 

Para finalizar estas palabras deseo concluir leyendo el fragmento de un poema de William Ernest Henley, Invictus, que fue el arma de inspiración de Mandela durante sus largos años de encierro.  El contenido de ese hermoso poema debería ser nuestra inspiración de cada día. 

 

Desde la noche que sobre mí se cierne,

Negra como su insondable abismo,

Agradezco a los dioses si existen

Por mi alma invicta.

Caído en las garras de la circunstancia

Nadie me vio llorar ni pestañear.

Bajo los golpes del destino

Mi cabeza ensangrentada sigue erguida.

Más allá de este lugar de lágrimas e ira

Yacen los horrores de la sombra,

Pero la amenaza de los años me encuentra y encontrará sin miedo,

No importa cuán estrecho sea el camino,

Cuán cargada de castigo la sentencia

Soy el amo de mi destino

Soy el capitán de mi alma…

 

Muchas gracias. A todos ustedes, una vez más gracias por acompañarme en esta noche tan especial.

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