PALABRAS
DE MU-KIEN ADRIANA SANG
EN LA
CONFERENCIA SOBRE EL TABACO EN LA REPUBLICA DOMINICANA
PRESENTADA
PARA EL INTABACO
EN EL
CENTRO LEON DE SANTIAGO
Buenas tardes. Gracias por haber acogido la invitación del
Instituto del Tabaco y el Centro León para venir a escucharme. Quien les habla, trabajó intensamente durante
varios años junto al amigo-colega José Chez para realizar la investigación
sobre que fue publicada hace justo tres años. Este trabajo
de investigación, titulado inicialmente como “Historia General del Tabaco en
Santo Domingo” fue auspiciado por las Empresas León Jiménes. Comenzó
formalmente el 1º de febrero del 2003, después de un largo proceso de
negociación del proyecto de investigación presentado por la Academia Dominicana
de la Historia a los altos ejecutivos de esa empresa. A mediados del año 2002
las Empresas León Jiménes aceptaron financiar la investigación. El Contrato entre la Academia Dominicana de
la Historia y las E. León Jiménes fue firmado el 30 de julio del 2002. Razones
administrativas retrasaron el inicio de la investigación. Al conocerse la
noticia de que se había aprobado la propuesta, la Directiva de la Academia
Dominicana de la Historia, después de una profunda ponderación, seleccionó a
dos historiadores, para que realizaran el trabajo, pero por razones diversas no
pudieron aceptar la oferta. Ante la situación, la Directiva decidió entonces
nombrarnos a nosotros dos, José Chez Checo y Mu-Kien Adriana Sang como los
investigadores responsables de la investigación.
En
términos personales esta ha sido mi primera y única experiencia en
investigación de historia económica.
Desde 1981 he estado vinculada al quehacer historiográfico
político. Resultado de esta experiencia
han salido a la luz más de 10 libros: Ulises Heureaux Biografía de un dictador,
Buenaventura Báez. El Caudillo del sur, Una utopía inconclusa, Historia
Dominicana: ayer y hoy; La política exterior dominicana en 5 tomos, Yo soy
Minerva, El Senado de la República. Historia y porvenir, Historia de la Cámara de Diputados, tomos I y
II. Al principio tenía miedo. Estaba acostumbrada a poner a hablar a
personas que habían tenido un papel estelar o no en la vida política
dominicana. Podía reproducir las
palabras de los caudillos presidentes, de los caudillos aspirantes, de los
caudillos con aspiraciones y sin posibilidades… Cuando comencé esa
investigación, me hacía muchas preguntas: ¿Cómo convertir en sujeto algo que es una materia? ¿Cómo hacer que hable un producto que no
tiene voz? ¿Cómo organizar el discurso
histórico, es decir en el tiempo, a partir de un producto? Esas preguntas y otras más me
atormentaban. Con el paso del tiempo me
di cuenta que estaba equivocada. Pues los pueblos organizan su cultura a partir
de algo que los une: como lo fue el
cultivo del tabaco en el Cibao, o lo que representaba y representa el
cultivo del café en la Colombia del siglo XIX y siglo XXI. El producto mismo se convierte en sujeto que
trasciende el tiempo, las edades y las clases, y se entrecruza con el sudor, el
trabajo, la miseria, la riqueza, los sueños, las expectativas, las
frustraciones y las ilusiones de los pueblos que han conformado su vida a
partir de una actividad agrícola, minera o industrial. Eso me ocurrió con el tabaco. A medida que fui avanzando en la investigación
sufrí con los fracasos de las cosechas maltrechas por el exceso de lluvia, o la
sequía; sentí en mi alma los sufrimientos de los exportadores cuando el mercado
alemán se quejaba de la calidad de nuestro producto; viví en carne propia las
alegrías de los tabaqueros cuando la cosecha era buena y podían acudir en masa
a las tiendas de Santiago a comprar las cosas que necesitaban los productores y
sus familias. Me adentré en su mundo, en
ese desconocido pequeño-gran universo de los cosecheros tabacaleros y los
productores de cigarros y cigarrillos, y aprendí que la historia no se teje y
construye con las decisiones de los políticos de turno, sino que es más
compleja y que se escribe con el trabajo cotidiano de todos: los grandes, los
pequeños, los políticos, los trabajadores, los dueños, las mujeres y los niños,
como lo testimonia un periódico de Santiago de 1903, El tabaco puede decirse que es
el único fruto pujante que nutre Santiago; y el único que pone en movimiento
todos los resortes de la vida activa del trabajo material de este comercio, de
esta ciudad y de esta provincia….
La
investigación fue estructurada para que fuese realizada en 18 meses.
Contemplaba la elaboración de 4 informes parciales, un borrador y un informe
final. La primera fase, que abarcaba el
primer año, tenía como propósito principal la recolección de la información. El
objetivo básico era ubicar la mayor cantidad de información e iniciar el
proceso de fotocopiado del material. La atención
de nuestra búsqueda se centró en los
siguientes fondos: Bibliografía general sobre el tema, búsqueda en Internet
sobre las investigaciones recientes sobre tabaco, periódicos, revistas,
boletines del Banco Central, Memorias de la Secretaría de Agricultura,
publicaciones del Instituto del Tabaco, Memorias de Industria y Comercio,
Censos Nacionales, Censos Agropecuarios, Censos tabacaleros, Anuarios
Estadísticos, Gaceta Oficial, Colección de Leyes y Decretos, así como informes
y documentos oficiales y privados.
Una de nuestras preocupaciones era localizar fuentes
originales de los siglos XV, XVI, XVII y XVIII, para lo cual se contactó al
historiador dominicano Genaro Pérez, que reside en Sevilla, para que trabajara el Archivo de Sevilla,
quien logró conseguir documentos sobre el tema y que, por supuesto, fueron
utilizados en el tomo I de este trabajo.
En la ciudad capital trabajamos en las siguientes bibliotecas: de la
Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, Recinto Santo Tomás de Aquino, del Instituto Tecnológico de Santo Domingo,
del Museo de Historia y Geografía, de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos,
del Banco Central, de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña y la
Biblioteca Nacional. En Santiago
trabajamos en la biblioteca de la PUCMM, Recinto principal, en la Alianza
Cibaeña, el Instituto Superior de Agricultura (ISA), Amantes de la Luz. Archivo
de las Empresas León Jimenes, Cámara de Comercio y Producción de Santiago, el
Instituto del Tabaco (INTABACO) y el Ayuntamiento de Santiago
A
nivel de archivos trabajamos ampliamente el Archivo General de La Nación, por
supuesto, el Archivo Histórico de Santiago y el Archivo de la Empresa E. León
Jiménes. Hicimos esfuerzos sobrehumanos para trabajar con el Archivo de la
Compañía Anónima Tabacalera. Esfuerzos que resultaron inútiles. Nos dedicamos a
indagar dónde podrían estar esos archivos. Cuando pudimos localizarlos,
contactamos a uno de los principales funcionarios del Palacio Nacional en el
período, 2000-2004, quien amablemente nos dio la autorización. Cuando logramos dar
con el almacén que se encuentra en la Autopista Duarte, fuimos hasta allá. Al
entrar, nos encontramos con un espectáculo de horror. Un siglo de historia de la principal empresa
del tabaco, estaba abandonado en un almacén.
Las decisiones, los contratos, las negociaciones, en fin, toda la
historia de la CAT, estaba abandonada en un lugar inhóspito. Encima de las cajas se encontraban
maquinarias que goteaban aceite sin compasión, dejando la documentación en un
estado inservible.
Cuando
iniciamos este trabajo no imaginamos que la historia del tabaco era
verdaderamente atractiva e interesante. El cultivo del tabaco ha tenido una
poderosa incidencia en el funcionamiento de la sociedad dominicana. Durante el período aborigen, el tabaco tenía
un significado ritual y religioso. A la llegada de los españoles, una vez
trasvasada la conquista, durante la colonia, los españoles se apropiaron del
tabaco y lo incorporaron a sus propias costumbres. Proceso cultural de
reencuentro, los patrones culturales nacidos de esta simbiosis se reflejaron
incluso en uno de sus productos: el andullo. El tabaco caló tanto en los
españoles conquistadores y colonizadores, que lo incorporaron a sus pautas de
comportamiento en la colonia, y lo llevaron hasta Europa, lugar donde no solo
se popularizó sino que se convirtió durante mucho tiempo en su principal
mercado. Como afirmaba el amigo
Roberto Cassá en la presentación de este libro hace ya tres años:
El tabaco es, contrariamente a lo que a menudo se piensa respecto al
azúcar, el género mercantil más estrechamente asociado a la evolución en el
largo plazo del pueblo dominicano. Su uso entre los aborígenes de esta isla se
remonta a tiempos inmemoriales. Se ha llegado a emitir la hipótesis de que su
domesticación se produjo en nuestro suelo, con lo que se añade a una larga
lista de bienes de la naturaleza que florecen gracias a las bendiciones de las
Antillas.
Como recogen las crónicas e ilustran evidencias arqueológicas, entre los
taínos el consumo del tabaco se asociaba a las claves de su estilo de vida.
Cristóbal Colón se mostró intrigado, casi desde su primer contacto con el
“Nuevo Mundo”, sobre lo que consideró una costumbre enigmática. En lo adelante,
los usos del tabaco fueron adoptados por los españoles recién establecidos en
este laboratorio americano, y más adelante por los africanos. El placer de la
humeante hoja se insertó en una corriente vasta y compleja de aculturaciones,
que dio lugar a un complejo cultural inédito, el del criollismo americano,
verdadero fundamento de la cultura particular del pueblo dominicano. Desde que
comenzaron las líneas de mestizaje, no ha pasado un momento, en que el tabaco
haya estado ausente de la saga de los dominicanos. Y desde aquí, el placer que
por lo visto provoca el consumo del tabaco, se extendió al resto del planeta
con la celeridad del ritmo de conformación del sistema mundial. Si algo, pues, puede identificar a los dominicanos
en el mundo, junto a los cubanos y puertorriqueños, es encontrarse detrás de
los prolegómenos de la difusión del tabaco por Europa y el resto del mundo.
Otro problema que afrontamos los investigadores
es que ya existían precedentes historiográficos sobre la historia del tabaco en
nuestro país, algunos de los cuales se remontaban que a fines del siglo XVIII y
la segunda mitad del siglo XIX. Algunos
trabajos son verdaderas obras de consulta, entre sus autores se puede destacar
a Antonio Lluberes, Fernando Ferrán, Pedro San Miguel y Michiel Baud. Se nos presentaba un reto, un gran reto. Hacer un trabajo de investigación distinto,
novedoso y que fuese un aporte de bibliografía. Creo que lo logramos. Roberto Cassá analizando la obra en la
presentación, dijo al respecto:
José Chez y Mu-Kien Sang recorren, pues, un camino trillado y, al mismo
tiempo, dejan nuevas huellas, resultantes de una empresa fructífera. Nos
encontramos hoy con el alumbramiento de un hito no solo en la historia del
tabaco dominicano, sino en la historia económica dominicana. Con este
voluminoso estudio en tres tomos, ambos hacen honor a sus conocidas
trayectorias como investigadores y ponen los conocimientos adquiridos al
alcance de la comunidad académica y de todos los interesados. Sin que haya
lugar a dudas, con este libro se modifica el conjunto de perspectivas con que
se ha visualizado un producto de tanta incidencia en el decurso del pueblo
dominicano.
En los tres gruesos volúmenes que tenemos por delante se plasma una
información multiforme, extraída de las fuentes variables: desde las crónicas
más antiguas, la bibliografía disponible, la documentación del período colonial
en Sevilla, la documentación en el Archivo General de la Nación y en otros archivos
públicos, particularmente en el Archivo Histórico de Santiago, el archivo del
Grupo León Jimenes, la prensa de siglo y medio, la observación sobre el terreno
y la entrevista oral.
Este logro extraordinario ha sido factible gracias a la disposición del
Grupo León Jimenes de apoyar el desarrollo de la cultura dominicana.
Ante todo, apuntaría el logro metodológico de la perspectiva global. El
tabaco es estudiado en dimensiones tan variadas como el espacio que lo asocia a
microclimas y medios de vida, las técnicas agronómicas, las variedades a lo
largo del tiempo, los procedimientos de su preparación, las fórmulas locales
del consumo, la actividad exportadora, las redes mercantiles y las empresas
comercializadoras, la subsiguiente conexión con mercados del exterior, la
ubicación dentro de la economía dominicana, las actividades industriales
locales, los impactos en el sostenimiento del Estado, las políticas públicas
asociadas, los conflictos sociales que lo han acompañado y las cavilaciones
intelectuales a que ha dado lugar. Esta amplitud temática es desarrollada a
través de los hitos temporales en que se ha inscrito el tabaco en el decurso de
la historia dominicana.
Así
nació esta obra presentada inicialmente en 5 volúmenes, pero por razones
económicas, tuvimos que reducir a 3.
Comienza el relato desde el siglo XV, cuando los españoles llegaron de
forma equivocada a esta tierra. Como decía con su extraordinaria pluma,
Guillermo Cabrera Infante:
Colón nunca encontró
oro en la isla que llamó Juana, salvo tres o cuatro pepitas. Le fue vedado visitar la tierra mítica desde
el vil metal crece como el árbol del bien y del mal…. Colón no obstante, había
descubierto (y desestimado) el vegetal oro marrón llamado tabac, tabaka,
tabaco. No mucho años después del Descubrimiento, riquezas mil nacerían de las
hojas del tabaco. Tanto en el Nuevo
Mundo como en el Viejo Continente (como Asia) se gastaron fortunas en comprar
tabaco solo para verlo convertirse en humo…
En
el segundo capítulo del Tomo I, porque el primero es sobre generalidades del
tabaco, titulado “Los taínos descubren que el tabaco emborracha”, narra los
posibles orígenes aborígenes de la palabra tabaco, las modalidades de su
cultivo y el uso ceremonial, religioso y medicinal del tabaco por parte de los
aborígenes.
VER FOTOS: 1, 2, 3
Durante
el siglo XVI el tabaco se asociaba más a la cura de dolencias. En los primeros viajes de Colón fue llevado a
España, para seguir su ruta por los demás reinos europeos. Poco a poco fue
incorporándose en el gusto, la cultura y el comportamiento, tanto de amos como
de esclavos. Ambos extremos de la
pirámide social de la colonia usaban el tabaco como forma de distracción. En el
siglo XVII el tabaco fue parte del monopolio comercial que España impuso a sus
colonias del nuevo continente, lo cual implicó en sus inicios que se prohibiera
su siembra.
Ver foto 3
Luego
se produjo el levantamiento de dicha prohibición y la autorización de que
volviera a cultivarse y que lo producido se enviara a Sevilla. Después se
instaló un establecimiento del estanco de tabaco para la fábrica de esa ciudad
española. También se instalaron varias
factorías en los alrededores. Un
elemento interesante desde esos años, se evidenció la concentación de la
producción tabaquera en Santiago, La Vega y Cotuí. En ese
tenor, Cassá dice:
Como los autores indican, durante décadas el tabaco quedó confinado al
ámbito del autoconsumo, como parte de un complejo cultural en formación, pero
sin mayor importancia en la economía exportadora. Un primer conato aparente de
su despegue como género transable fue ahogado por las Devastaciones de Osorio.
Hubo que esperar a que, a mediados del siglo XVIII, la política ilustrada de
los Borbones, encaminada a la explotación sistemática de las posesiones
americanas, diera por resultado la extensión del estanco de tabaco implantado
en Cuba décadas antes.
VER FOTOS 4, 5,6, 7, 8, 9, 10, 11,
12, 13, 14, 15\
A
partir del siglo XVIII el cultivo del tabaco se adueño del Cibao o viceversa,
más aún, trascendió la instancia, para incorporarse al mercado, principalmente
el internacional, convirtiéndose desde entonces en el germen de la actividad
campesina dominicana. Se cultivaba el tabaco, una pequeña parte se quedaba para
el consumo interno, destinando el grueso de la producción a la exportación del
tabaco en rama. Un elemento interesante
en este período es que se intensificó el comercio bilateral con la colonia de
francesa de Saint Domingue.
VER FOTOS 10, 11, 12, 13, 14, 15\
El
tabaco hizo que hasta el bienestar llegara a la capital, gracias a la
exportación del tabaco también se desarrollaron las rutas interiores y algunas
ciudades, como Puerto Plata, resplandecieran.
Esta ciudad costeña debe su esplendor a que el tabaco de La Vega y
Santiago se exportaba por allá. Durante
este período comenzó a tener influencia la Compañía de Barcelona en la
comercialización de los productos que se exportaban a España. Era tal el bienestar que traía el cultivo del
tabaco, que comenzó la fase industrial con el surgimiento de la Factoría de
Tabaco… pero como sucedió con el modelo español, de centralización, se redujo a
finales del siglo XVIII por los obstáculos que puso la burocracia española. En este aspecto, Roberto Cassá dice:
Aunque durante las últimas décadas del siglo XVIII el tabaco no alcanzó
una dimensión cuantitativa apreciable, resultado del estado mediocre en que se
desenvolvía la economía exportadora, sentó las bases de una nueva sociedad. En
este razonamiento nos encontramos con una de las tramas fundadoras de la
historia decimonónica dominicana, que se erige en uno de los motivos claves del
análisis histórico que efectúan los autores de este libro.
Se trataba de la sociedad de los pequeños cultivadores libres, que
sustituía a las relaciones más injustas de la esclavitud. Tal imbricación entre
tabaco y sociedad campesina en ciernes se tejió sobre la base de las
condiciones favorables en clima y terrenos existentes en las comarcas aledañas
a Santiago de los Caballeros, esta segunda capital y la más dominicana,
conforme a la tesis de Eugenio María de Hostos. Un factor sociológico intervino
en esta génesis: la existencia de menos esclavos en la porción cibaeña, donde
no existía un núcleo de propietarios esclavistas como el de la ciudad de Santo
Domingo. Una parte de los inmigrantes canarios llegados por esas décadas
pudieron poblar espacios vacíos como cultivadores a pequeña escala.
En
la primera mitad del siglo XIX se adueña de la economía dominicana. En este período se inicia el modelo de las
pequeñas parcelas, es decir a la economía de subsistencia. Agotado el modelo español de dominación, el
mercado cambió. El tabaco se convirtió
en el principal producto de exportación destinado al mercado europeo,
pero cambió a Sevilla o Barcelona por Bremen, Alemania, imperio europeo que
jugó un papel preponderante como receptora cuasi monolítica del tabaco
dominicano, tanto en su momento de repunte como en su declive. La
revitalización de la economía tabaquera trajo al país muchas novedades:
Santiago y Puerto Plata se convirtieron en las ciudades más prósperas del
país. Desapareció la esclavitud, la
conformación de las relaciones sociales basadas en la propiedad individual y el
trabajo libre. Pero además el tabaco
permeó la vida económica y social de la sociedad cibaeña: el sistema comercial-usurario; los procesos
de técnicas agrícolas; preparación y embalaje, transporte internos; y, sobre
todo, la incidencia del tabaco en los procesos políticos después de 1844,
especialmente en la llamada Revolución de 1857 contra el Presidente
Buenaventura Báez y en la Guerra de Restauración de 1863-1865.
Lo que se hallaba en embrión a fines del XVIII entró en una fase continua
de expansión entre las décadas de 1820 y la de 1870. Se conformó en el Cibao,
hoy denominado central, una sociedad tabaquera, de fisonomía contrastante con
la de la Banda Sur.
En ella, como anotaban los viajeros extranjeros, los lugareños llevaban una vida
mucho menos pobre. Lo más importante es que la sociedad campesina consolidada
en torno al tabaco se situó como el fundamento material de la nación dominicana
en proceso de gestación, entre los avatares de la vida cotidiana por la
supervivencia digna y las gestas de lucha por la libertad. Pedro Francisco
Bonó, la máxima figura del pensamiento democrático radical del siglo XIX, fue
el primero que identificó la relevancia del tabaco al bautizarlo como el “Padre
de la Patria ”.
Ya a fines de la década de 1840 el tabaco tomaba la delantera frente a la caoba
en la generación de valores exportados, con lo que se situaba como el sustento
material de existencia de los dominicanos.
Dentro de su razonamiento sociológico, Bonó ponderó que “del tabaco
viven todos”, como resultado de la observación de los efectos que tenía en el
desenvolvimiento global de la economía dominicana. De manera categórica, este
pensador demostró el impacto que el cultivo indujo en el desarrollo de las
fuerzas productivas y en el bienestar de la población.
El tabaco estuvo asociado a coyunturas internacionales, como lo examinan
minuciosamente los autores de El tabaco. Historia general en República
Dominicana. A fines de la década de 1870 sonaron los clarines que pusieron fin
a la hegemonía de la hoja, en beneficio de la de la gramínea del azúcar. El eje
de la economía dominicana se trasladó del Norte al Sur. Y con esto advinieron
perjudiciales procesos de concentración de la propiedad y de proletarización de
segmentos de la mano de obra rural. En pocos años, una vez arrancado el proceso
de modernización a inicios de la década de 1880, el tabaco quedó reducido a un
lejano cuarto lugar dentro de la composición de las exportaciones, y así
permaneció durante alrededor de ochenta años. Bonó, elaboró
el núcleo de su obra sobre la base del alegato dramático contrario a las
tendencias de moda en la época, que depositaban todas las expectativas en el
azúcar. Denunció los desastres que acarrearía la proletarización del
campesinado dominicano, con lo que ratificó la propuesta de que el país se
reencontrara con la tradición social representada por el cultivo del tabaco.
Paralelamente, la modernización se revirtió en un fortalecimiento del
Estado y de las funciones técnicas en pos de ulteriores avances en la producción
y la productividad. Esta capacidad de intervención estatal contribuyó a
mantener un espacio importante al tabaco en la economía dominicana, fuera en
función de coadyuvar a la mejoría de las condiciones de reproducción de la
economía regional cibaeña o para proteger la perpetuación de la hacienda
campesina, habida cuenta de la desaceleración del ritmo de avance del
capitalismo azucarero en el Sur después de 1884 hasta el estallido de la Primera guerra mundial.
A
partir de los años 70 de ese siglo XIX, fue desplazado al cuarto lugar de los
productos agrícolas destinado a la exportación, relegado por el auge
incomparable del azúcar, el café y el cacao. Este lugar se mantuvo casi intacto
en los primeros 75 años del siglo XX, hasta el momento en que la economía
dominicana dejó de ser agro exportadora, para concentrarse básicamente en el
renglón servicios. Una modalidad
importante que se introdujo en la economía tabaquera en el siglo XIX, y sobre
todo a principios del XX, fue la fundación de empresas manufactureras,
dedicadas inicialmente a la fabricación de cigarros y luego a los cigarrillos
de tabaco negro. VER FOTOS 16, 17, 18, 19, 20, 21,22,
23, 24, 25, 26, 27, 28, 29 30, 31, 32, 33
El
siglo XX fue sin duda el de las grandes transformaciones. Comenzó un nuevo siglo arrastrando los
problemas del siglo XIX: el monopolio de Alemania como principal mercado en el
mundo, la incapacidad técnica de nuestros campesinos en el cultivo de tabaco y
las ambiciones desmedidas de los comerciantes exportadores. El
tabaco seguía desplazado con respecto al azúcar y los otros productos de
exportación. Los cibaeños soñaban con
recuperar el terreno perdido cincuenta años atrás. El lamento por haberse descendido hasta la
tercera posición en la estructura económica del país era frecuente. Los
defensores del tabaco insistían en enarbolar las bondades del producto para la
economía dominicana. Afirmaban que los
otros productos de exportación, como el azúcar, si bien tenían primacía en
términos económicos, sus beneficios no se reflejaban en mejoras de la calidad
de vida de las mayorías. Decían que
mientas en el Cibao la vida de los campesinos se veía más próspera, en el sur,
donde se encontraban las plantaciones azucareras, los trabajadores vivían en
extrema pobreza. Sobre el cacao, los
defensores del tabaco, decían que el producto era muy lento, contrario al
tabaco que era un producto de ciclo corto, cuyos beneficios se veían
rápidamente. Reconocían, sin embargo,
que para volver a la primera posición de la exportación agrícola dominicana, el
tabaco debía resolver varios problemas:
la forma de cultivo y el descuido que normalmente se producía para
empacarlo antes que de que se hubiese completado el período de la fermentación. Y, sumado a esto, la competencia con tabaco
de mejor calidad de Cuba y Puerto Rico.
Los
primeros treinta años del siglo XX, 1900-1930 la economía tabaquera sufrió en
los primeros 15 años, hasta la ocupación norteamericana, que tomó muchas y
grandes medidas a favor de la economía tabaquera. Es importante destacar los esfuerzos
oficiales y privados por regularizar las exportaciones de tabaco, esfuerzos que
a veces cayeron en el vacío, porque se impuso más la tradición y la política
del poder económico; las acciones y los reclamos del sector privado y el
campesinado por diversificar el mercado.
Gracias a estos esfuerzos se incorporaron Francia y Estados Unidos. Pero Alemania seguía con el monopolio. Importante es destacar en este período los
grandes esfuerzos del sector privado en
la educación de los campesinos para el cultivo del tabaco. Los primeros semilleros, los primeros ranchos
de tabaco, los primeros programas de abonos químicos, fueron impulsados por
programas apoyados por los empresarios agrícolas reunidos en las diferentes
Cámaras de Comercio, especialmente la muy activa Cámara de Santiago.
El
tabaco en el nivel agrícola siguió siendo un producto importante de
exportación, sobre todo de tabaco negro en rama, muy demandado por las fábricas
de cigarros a nivel internacional.
Después de muchos tropiezos, mejoró la calidad de la hoja exportada.
VER FOTOS 34, 35,36, 37, 38,3 9, 40,
41, 42, 43, 44, 45, 46, 47, 48, 49, 50, 51, 52, 53, 54, 55, 56, 57, 58, 59, 60,
61, 62,,63, 64, 65, 66, 67, 68, 69, 70, 71, 72, 73, 74, 75, 76, 77, 78, 79 80,
81, 82.
Durante
la Dictadura de Trujillo, los empresarios tabacaleros tuvieron muchos
problemas. Al principio el dictador
intentó ahogar al sector para quedarse con el negocio. Impuso medidas,
decretos, leyes y reglamentos absurdos, como la Ley del Monopolio del Tabaco,
que tenía como principal objetivo ahogar a los empresarios tabacaleros. No pudo destruirlo, lo amainó. Trujillo pudo quedarse con la Compañía
Anónima Tabacalera (CAT), a través de mecanismos compulsivos, por lo que su
principal accionista, si quería preservar la vida, se vio en la obligación de
vender sus acciones al dictador. Después
de batalles campales, donde el sector privado tabacalero demostró agudeza y
firmeza, Trujillo se alió a ellos.
Resuelto el conflicto, el tabaco tomó el camino de la estabilidad. Durante la mitad de la década de los 40 y los
diez años de los 50’, las exportaciones se elevaron a niveles insospechados,
permitiendo el crecimiento del sector.
El tabaco, por fin, había encontrado y alcanzado la estabilidad.
La fragilidad del Estado no pudo reglamentar las relaciones sociales
alrededor de la actividad tabaquera, con lo cual se prolongó una situación
inestable, que a menudo la llevaba a la antesala del derrumbe. Por otro lado,
la posición de fuerza de los países compradores
mantenía al tabaco dominicano en las mismas condiciones desventajosas,
que impedían que tuviera un impacto consistente para el bienestar de los
campesinos productores, así como de los trabajadores industriales, artesanales
y de la esfera comercial. Durante la ocupación militar norteamericana, en la
coyuntura de caída de precios, se tuvo que acudir a establecer el primer
monopolio, como medio de impedir la quiebra generalizada de cosecheros,
intermediarios y exportadores.
El fomentalismo agrario tuvo su máxima expresión durante la dictadura de
Trujillo, cuando el Estado logró no solo consolidar la actividad tabaquera,
sino proyectarla hacia nuevos parámetros de eficiencia.
A continuación el dictador decidió participar en la actividad como un instrumento
más en la extracción de excedentes de la masa campesina, conforme al diseño que
había elaborado desde los primeros días del largo reinado. En el tabaco, sin
embargo, se observan peculiaridades en la voracidad económica del tirano. En
vez de acaparar todos los espacios, Trujillo prefirió restringirse a hacerse
cargo de la actividad industrial, principalmente de los cigarrillos, dirigida a
un mercado interno en expansión. Esto permitió la supervivencia de las empresas
que, como La Aurora ,
precedente de la E. León
Jimenes, se dedicaban a la producción de cigarros.
Tras forcejeos de reglamentaciones proteccionistas y mercantilistas, que
incluyeron un segundo monopolio del tabaco, Trujillo logró hacerse el dueño de
la mayor parte de las acciones de la Compañía Anónima
Tabacalera. Esta empresa, producto de fusiones de capitales, ocupaba una
posición relevante en el elenco industrial de la República desde los
primeros años del siglo XX y había logrado imponerse a otras firmas productoras
de cigarrillos y cigarros. Una de ellas, propiedad del italiano Amadeo
Barletta, fue sacada de circulación gracias a expedientes de naturaleza
política.
Ya en control de la Compañía Anónima
Tabacalera, Trujillo conjuró los conflictos que habían acompañado su propósito
de subordinación de todos los agentes económicos. El detenido seguimiento que
otorgan los autores a los intereses del tirano en el área del tabaco contribuye
a un mejor conocimiento de los procedimientos monopólicos y mercantilistas
empleados por este para subordinar a otros empresarios y succionar beneficios
al conjunto de la sociedad.
VER FOTOS 83, 84, 85, 86, 87, 88, 89,
90. 91. 92, 93. 94
Los
últimos 39 años del siglo XX fueron difíciles no solo en términos económicos,
sino también políticos. Después que se
produjo el magnicidio de Trujillo, la vida política dominicana fue un verdadero
caos. De 1961-1965 la inestabilidad política fue su signo, después Balaguer, la
guerra fría, el control norteamericano en la zona…. El tabaco dominicano vivió
esos mismos vaivenes. Un Estado, débil
por antonomasia, era incapaz de diseñar una política económica que trascendiera
sus períodos de gobierno. Entre
1961-1965 el tabaco sobrevivió gracias al interés de los propios
involucrados. A partir de 1966, fueron
de estabilidad forzosa y grandes cambios en la economía dominicano, que pasó de
economía agro exportadora a economía de servicios. Este cambio estructural se reflejó en el
tabaco, aunque este producto supo adecuarse a las nuevas circunstancias y no
solo las sorteó, sino que varió su oferta en el mercado internacional.
A
finales de la década del 60, se introdujo en el país el tabaco rubio. La
producción comenzó tímidamente, pero con el paso del tiempo desplazó al tabaco
negro en el gusto de los consumidores locales. Entre 1961-1980 se produjo el
auge del tabaco. A partir de 1966 se
asiste al despegue del producto para llegar a su estabilidad. A finales de los 60 y principios de los 70 se
introdujo el tabaco rubio y desplaza al tabaco negro en el gusto de los consumidores
de la industria del cigarrillo. El boom
del tabaco despertó, como era de esperarse, la voracidad estatal. La eterna lucha de unos, el gobierno, y
otros, los dueños de fábricas de cigarrillos, por elevar el impuesto a los
cigarrillos se evidenció en esos 39 años de final del siglo XX. Un elemento interesante es que el tabaco
negro encontró un nicho en el gusto de los consumidores de puro.
En
efecto, en los años 80 del siglo XX, el tabaco negro pudo encontrar su nicho en
el mercado local e internacional. El país vivió un verdadero “boom” del tabaco
negro, creándose en el país grandes empresas dedicadas a la producción de
cigarros de alta calidad, dirigidos a exigentes mercados internacionales. Para
final del siglo XX el tabaco dejó de tener el gran peso que tenía en la
economía del país. Las tierras destinadas al cultivo del tabaco, negro o
rubio fueron disminuyendo con el tiempo;
la exportación de tabaco en rama ha continuado, lo mismo que la fabricación de
cigarros y cigarrillos. Sin embargo, la economía tabaquera sigue viva y vigente
en los albores del siglo XXI.
En el ínterin, se produjeron otros cambios de consideración en la
actividad tabaquera. El más importante fue la fundación de empresas
manufactureras e industriales, en las cuales se procesaba la hoja o se
fabricaban cigarros y cigarrillos. Decenas de empresas se establecieron
principalmente en Santiago y villas circundantes. Las relaciones sociales se
complejizaron y engendraron nuevas líneas de conflicto, como lo registran los
autores. A la contraposición entre cosecheros y mercaderes alrededor de los
precios, se agregaron los conflictos de los primeros con los industriales y
entre estos últimos y sus trabajadores, muchos de ellos insertos en el trabajo
a domicilio.
Para un historiador, inmerso en eventos del pasado más o menos distante,
reviste el mayor interés lo contemporáneo, lo que a menudo pasa delante de las
narices sin ser percibido suficientemente. Es lo que trata el tercer tomo, en
el que se enlaza la dimensión histórica con la utilidad del conocimiento del
presente.
El avance del tabaco rubio dio lugar a debates. El más curioso fue el
asociado a la rivalidad entre la estatal Compañía Anónima Tabacalera y la
privada de la familia León. Esta última empresa, al asociarse con la Phillips Morris , tomó la
delantera en el fomento del cultivo del tabaco rubio y abogó por un tratamiento
tributario proteccionista a la variedad de rubio cultivado en el país. En
contrapartida, la empresa estatal, rezagada en la producción de tabaco rubio,
adoptó una postura de apertura con el fin de poder competir sobre la base de
tabaco importado en el mercado en expansión de los cigarrillos rubios. El
debate tomó ribetes nacionales e involucró a una variedad de actores en el
Estado, los partidos políticos, los medios de comunicación, la empresa privada,
los sindicatos y los intelectuales.
Una segunda innovación fue la disminución de la exportación del tabaco
negro en hoja para destinarse de manera progresiva a su elaboración en el
interior del país. Surgió así una nueva rama, primeramente asociada a las zonas
francas y al capital extranjero, de cigarros de alta calidad, hoy entre los
mejores y más cotizados del mundo. El establecimiento de inmigrantes cubanos,
desde inicios de la década de 1960, aparentemente fue uno de los factores que
sentaron las bases para las transformaciones en calidad agronómica y
manufacturera. Esta evolución culminó con la introducción de los cigarros de
alto precio y firmas internacionalmente reconocidas, que tuvo por cenit el año
1998.
Aunque el tabaco, al igual que toda la producción agrícola o de base
agrícola, haya quedado en una posición secundaria dentro de la economía
dominicana, como parte de su tránsito a economía básicamente de servicios, a
partir de la década de 1980, se ha asistido a uno de los fenómenos más
interesantes de logro de calidad sobre la base de las posibilidades
manufactureras y mercadológicas del capital extranjero y sus aplicaciones por
el capital nacional… en el balance contemporáneo una situación inestable,
producto de una tendencia al estancamiento y a la disminución de la producción
tabaquera, que continúa hasta el momento en que redactaron sus páginas.
Este libro nos pone, pues, a meditar sobre la evolución de la actividad
tabacalera a lo largo de la historia dominicana. En conjunto, permite ponderar
el peso de este producto en la evolución de la economía y de la vida dominicana
en general. Permite conectar pasado y presente, y hace así honor a las tareas
pragmáticas de la investigación histórica.
VER FOTOS RESTO DE LAS FOTOS
PRESENTAR AQUÍ, EL ANEXO DEL TABACO
REFLEXION FINAL
El tabaco ha sido parte integral de la vida del
pueblo dominicano, especialmente del Cibao.
Tesis sobre los tabacaleros y los liberales.
Pero como economía agroexportadora ha estado
sujeta al vaiven internacional
Hoy el tabaco tiene otras caracteristicas. Atacado por danino, esta siendo combatido por
politicas de muchos paises.
Presentada en mayo 2013
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