viernes, 8 de marzo de 2013

El tabaco en la historia dominicana


PALABRAS DE MU-KIEN ADRIANA SANG

EN LA CONFERENCIA SOBRE EL TABACO EN LA REPUBLICA DOMINICANA

PRESENTADA PARA EL INTABACO

EN EL CENTRO LEON DE SANTIAGO

 

 

 

Buenas tardes.  Gracias por haber acogido la invitación del Instituto del Tabaco y el Centro León para venir a escucharme.  Quien les habla, trabajó intensamente durante varios años junto al amigo-colega José Chez para realizar la investigación sobre que fue publicada hace justo tres años. Este trabajo de investigación, titulado inicialmente como “Historia General del Tabaco en Santo Domingo” fue auspiciado por las Empresas León Jiménes. Comenzó formalmente el 1º de febrero del 2003, después de un largo proceso de negociación del proyecto de investigación presentado por la Academia Dominicana de la Historia a los altos ejecutivos de esa empresa. A mediados del año 2002 las Empresas León Jiménes aceptaron financiar la investigación.  El Contrato entre la Academia Dominicana de la Historia y las E. León Jiménes fue firmado el 30 de julio del 2002. Razones administrativas retrasaron el inicio de la investigación. Al conocerse la noticia de que se había aprobado la propuesta, la Directiva de la Academia Dominicana de la Historia, después de una profunda ponderación, seleccionó a dos historiadores, para que realizaran el trabajo, pero por razones diversas no pudieron aceptar la oferta. Ante la situación, la Directiva decidió entonces nombrarnos a nosotros dos, José Chez Checo y Mu-Kien Adriana Sang como los investigadores responsables de la investigación.

 

En términos personales esta ha sido mi primera y única experiencia en investigación de historia económica.  Desde 1981 he estado vinculada al quehacer historiográfico político.  Resultado de esta experiencia han salido a la luz más de 10 libros: Ulises Heureaux Biografía de un dictador, Buenaventura Báez. El Caudillo del sur, Una utopía inconclusa, Historia Dominicana: ayer y hoy; La política exterior dominicana en 5 tomos, Yo soy Minerva, El Senado de la República. Historia y porvenir,  Historia de la Cámara de Diputados, tomos I y II.   Al principio tenía miedo.  Estaba acostumbrada a poner a hablar a personas que habían tenido un papel estelar o no en la vida política dominicana.  Podía reproducir las palabras de los caudillos presidentes, de los caudillos aspirantes, de los caudillos con aspiraciones y sin posibilidades… Cuando comencé esa investigación, me hacía muchas preguntas: ¿Cómo convertir en sujeto algo que es una materia?  ¿Cómo hacer que hable un producto que no tiene voz?  ¿Cómo organizar el discurso histórico, es decir en el tiempo, a partir de un producto?  Esas preguntas y otras más me atormentaban.  Con el paso del tiempo me di cuenta que estaba equivocada. Pues los pueblos organizan su cultura a partir de algo que los une: como lo fue el  cultivo del tabaco en el Cibao, o lo que representaba y representa el cultivo del café en la Colombia del siglo XIX y siglo XXI.  El producto mismo se convierte en sujeto que trasciende el tiempo, las edades y las clases, y se entrecruza con el sudor, el trabajo, la miseria, la riqueza, los sueños, las expectativas, las frustraciones y las ilusiones de los pueblos que han conformado su vida a partir de una actividad agrícola, minera o industrial.  Eso me ocurrió con el tabaco.  A medida que fui avanzando en la investigación sufrí con los fracasos de las cosechas maltrechas por el exceso de lluvia, o la sequía; sentí en mi alma los sufrimientos de los exportadores cuando el mercado alemán se quejaba de la calidad de nuestro producto; viví en carne propia las alegrías de los tabaqueros cuando la cosecha era buena y podían acudir en masa a las tiendas de Santiago a comprar las cosas que necesitaban los productores y sus familias.  Me adentré en su mundo, en ese desconocido pequeño-gran universo de los cosecheros tabacaleros y los productores de cigarros y cigarrillos, y aprendí que la historia no se teje y construye con las decisiones de los políticos de turno, sino que es más compleja y que se escribe con el trabajo cotidiano de todos: los grandes, los pequeños, los políticos, los trabajadores, los dueños, las mujeres y los niños, como lo testimonia un periódico de Santiago de 1903,  El tabaco puede decirse que es el único fruto pujante que nutre Santiago; y el único que pone en movimiento todos los resortes de la vida activa del trabajo material de este comercio, de esta ciudad y de esta provincia….    

 

La investigación fue estructurada para que fuese realizada en 18 meses. Contemplaba la elaboración de 4 informes parciales, un borrador y un informe final.  La primera fase, que abarcaba el primer año, tenía como propósito principal la recolección de la información. El objetivo básico era ubicar la mayor cantidad de información e iniciar el proceso de fotocopiado del material.  La atención de nuestra búsqueda se centró  en los siguientes fondos: Bibliografía general sobre el tema, búsqueda en Internet sobre las investigaciones recientes sobre tabaco, periódicos, revistas, boletines del Banco Central, Memorias de la Secretaría de Agricultura, publicaciones del Instituto del Tabaco, Memorias de Industria y Comercio, Censos Nacionales, Censos Agropecuarios, Censos tabacaleros, Anuarios Estadísticos, Gaceta Oficial, Colección de Leyes y Decretos, así como informes y documentos oficiales y privados.

Una de nuestras preocupaciones era localizar fuentes originales de los siglos XV, XVI, XVII y XVIII, para lo cual se contactó al historiador dominicano Genaro Pérez, que reside en Sevilla,  para que trabajara el Archivo de Sevilla, quien logró conseguir documentos sobre el tema y que, por supuesto, fueron utilizados en el tomo I de este trabajo.  En la ciudad capital trabajamos en las siguientes bibliotecas: de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, Recinto Santo Tomás de Aquino,  del Instituto Tecnológico de Santo Domingo, del Museo de Historia y Geografía, de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos, del Banco Central, de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña y la Biblioteca Nacional.  En Santiago trabajamos en la biblioteca de la PUCMM, Recinto principal, en la Alianza Cibaeña, el Instituto Superior de Agricultura (ISA), Amantes de la Luz. Archivo de las Empresas León Jimenes, Cámara de Comercio y Producción de Santiago, el Instituto del Tabaco (INTABACO) y el Ayuntamiento de Santiago

 

A nivel de archivos trabajamos ampliamente el Archivo General de La Nación, por supuesto, el Archivo Histórico de Santiago y el Archivo de la Empresa E. León Jiménes. Hicimos esfuerzos sobrehumanos para trabajar con el Archivo de la Compañía Anónima Tabacalera. Esfuerzos que resultaron inútiles. Nos dedicamos a indagar dónde podrían estar esos archivos. Cuando pudimos localizarlos, contactamos a uno de los principales funcionarios del Palacio Nacional en el período, 2000-2004, quien amablemente nos dio la autorización. Cuando logramos dar con el almacén que se encuentra en la Autopista Duarte, fuimos hasta allá. Al entrar, nos encontramos con un espectáculo de horror.  Un siglo de historia de la principal empresa del tabaco, estaba abandonado en un almacén.  Las decisiones, los contratos, las negociaciones, en fin, toda la historia de la CAT, estaba abandonada en un lugar inhóspito.  Encima de las cajas se encontraban maquinarias que goteaban aceite sin compasión, dejando la documentación en un estado inservible.

 

Cuando iniciamos este trabajo no imaginamos que la historia del tabaco era verdaderamente atractiva e interesante. El cultivo del tabaco ha tenido una poderosa incidencia en el funcionamiento de la sociedad dominicana.  Durante el período aborigen, el tabaco tenía un significado ritual y religioso. A la llegada de los españoles, una vez trasvasada la conquista, durante la colonia, los españoles se apropiaron del tabaco y lo incorporaron a sus propias costumbres. Proceso cultural de reencuentro, los patrones culturales nacidos de esta simbiosis se reflejaron incluso en uno de sus productos: el andullo. El tabaco caló tanto en los españoles conquistadores y colonizadores, que lo incorporaron a sus pautas de comportamiento en la colonia, y lo llevaron hasta Europa, lugar donde no solo se popularizó sino que se convirtió durante mucho tiempo en su principal mercado.    Como afirmaba el amigo Roberto Cassá en la presentación de este libro hace ya tres años:

 

El tabaco es, contrariamente a lo que a menudo se piensa respecto al azúcar, el género mercantil más estrechamente asociado a la evolución en el largo plazo del pueblo dominicano. Su uso entre los aborígenes de esta isla se remonta a tiempos inmemoriales. Se ha llegado a emitir la hipótesis de que su domesticación se produjo en nuestro suelo, con lo que se añade a una larga lista de bienes de la naturaleza que florecen gracias a las bendiciones de las Antillas.

Como recogen las crónicas e ilustran evidencias arqueológicas, entre los taínos el consumo del tabaco se asociaba a las claves de su estilo de vida. Cristóbal Colón se mostró intrigado, casi desde su primer contacto con el “Nuevo Mundo”, sobre lo que consideró una costumbre enigmática. En lo adelante, los usos del tabaco fueron adoptados por los españoles recién establecidos en este laboratorio americano, y más adelante por los africanos. El placer de la humeante hoja se insertó en una corriente vasta y compleja de aculturaciones, que dio lugar a un complejo cultural inédito, el del criollismo americano, verdadero fundamento de la cultura particular del pueblo dominicano. Desde que comenzaron las líneas de mestizaje, no ha pasado un momento, en que el tabaco haya estado ausente de la saga de los dominicanos. Y desde aquí, el placer que por lo visto provoca el consumo del tabaco, se extendió al resto del planeta con la celeridad del ritmo de conformación del sistema mundial.  Si algo, pues, puede identificar a los dominicanos en el mundo, junto a los cubanos y puertorriqueños, es encontrarse detrás de los prolegómenos de la difusión del tabaco por Europa y el resto del mundo.

 

Otro problema que afrontamos los investigadores es que ya existían precedentes historiográficos sobre la historia del tabaco en nuestro país, algunos de los cuales se remontaban que a fines del siglo XVIII y la segunda mitad del siglo XIX.  Algunos trabajos son verdaderas obras de consulta, entre sus autores se puede destacar a Antonio Lluberes, Fernando Ferrán, Pedro San Miguel y Michiel Baud.   Se nos presentaba un reto, un gran reto.  Hacer un trabajo de investigación distinto, novedoso y que fuese un aporte de bibliografía. Creo que lo logramos.   Roberto Cassá analizando la obra en la presentación, dijo al respecto:

 

José Chez y Mu-Kien Sang recorren, pues, un camino trillado y, al mismo tiempo, dejan nuevas huellas, resultantes de una empresa fructífera. Nos encontramos hoy con el alumbramiento de un hito no solo en la historia del tabaco dominicano, sino en la historia económica dominicana. Con este voluminoso estudio en tres tomos, ambos hacen honor a sus conocidas trayectorias como investigadores y ponen los conocimientos adquiridos al alcance de la comunidad académica y de todos los interesados. Sin que haya lugar a dudas, con este libro se modifica el conjunto de perspectivas con que se ha visualizado un producto de tanta incidencia en el decurso del pueblo dominicano.

En los tres gruesos volúmenes que tenemos por delante se plasma una información multiforme, extraída de las fuentes variables: desde las crónicas más antiguas, la bibliografía disponible, la documentación del período colonial en Sevilla, la documentación en el Archivo General de la Nación y en otros archivos públicos, particularmente en el Archivo Histórico de Santiago, el archivo del Grupo León Jimenes, la prensa de siglo y medio, la observación sobre el terreno y la entrevista oral. 

Este logro extraordinario ha sido factible gracias a la disposición del Grupo León Jimenes de apoyar el desarrollo de la cultura dominicana.

Ante todo, apuntaría el logro metodológico de la perspectiva global. El tabaco es estudiado en dimensiones tan variadas como el espacio que lo asocia a microclimas y medios de vida, las técnicas agronómicas, las variedades a lo largo del tiempo, los procedimientos de su preparación, las fórmulas locales del consumo, la actividad exportadora, las redes mercantiles y las empresas comercializadoras, la subsiguiente conexión con mercados del exterior, la ubicación dentro de la economía dominicana, las actividades industriales locales, los impactos en el sostenimiento del Estado, las políticas públicas asociadas, los conflictos sociales que lo han acompañado y las cavilaciones intelectuales a que ha dado lugar. Esta amplitud temática es desarrollada a través de los hitos temporales en que se ha inscrito el tabaco en el decurso de la historia dominicana.

 

Así nació esta obra presentada inicialmente en 5 volúmenes, pero por razones económicas, tuvimos que reducir a 3.  Comienza el relato desde el siglo XV, cuando los españoles llegaron de forma equivocada a esta tierra. Como decía con su extraordinaria pluma, Guillermo Cabrera Infante: 

Colón nunca encontró oro en la isla que llamó Juana, salvo tres o cuatro pepitas.  Le fue vedado visitar la tierra mítica desde el vil metal crece como el árbol del bien y del mal…. Colón no obstante, había descubierto (y desestimado) el vegetal oro marrón llamado tabac, tabaka, tabaco. No mucho años después del Descubrimiento, riquezas mil nacerían de las hojas del tabaco.  Tanto en el Nuevo Mundo como en el Viejo Continente (como Asia) se gastaron fortunas en comprar tabaco solo para verlo convertirse en humo…

 

 

En el segundo capítulo del Tomo I, porque el primero es sobre generalidades del tabaco, titulado “Los taínos descubren que el tabaco emborracha”, narra los posibles orígenes aborígenes de la palabra tabaco, las modalidades de su cultivo y el uso ceremonial, religioso y medicinal del tabaco por parte de los aborígenes.

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Durante el siglo XVI el tabaco se asociaba más a la cura de dolencias.  En los primeros viajes de Colón fue llevado a España, para seguir su ruta por los demás reinos europeos. Poco a poco fue incorporándose en el gusto, la cultura y el comportamiento, tanto de amos como de esclavos.  Ambos extremos de la pirámide social de la colonia usaban el tabaco como forma de distracción. En el siglo XVII el tabaco fue parte del monopolio comercial que España impuso a sus colonias del nuevo continente, lo cual implicó en sus inicios que se prohibiera su siembra.

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Luego se produjo el levantamiento de dicha prohibición y la autorización de que volviera a cultivarse y que lo producido se enviara a Sevilla. Después se instaló un establecimiento del estanco de tabaco para la fábrica de esa ciudad española.  También se instalaron varias factorías en los alrededores.  Un elemento interesante desde esos años, se evidenció la concentación de la producción tabaquera en Santiago, La Vega y Cotuí.   En ese tenor, Cassá dice:

 

Como los autores indican, durante décadas el tabaco quedó confinado al ámbito del autoconsumo, como parte de un complejo cultural en formación, pero sin mayor importancia en la economía exportadora. Un primer conato aparente de su despegue como género transable fue ahogado por las Devastaciones de Osorio. Hubo que esperar a que, a mediados del siglo XVIII, la política ilustrada de los Borbones, encaminada a la explotación sistemática de las posesiones americanas, diera por resultado la extensión del estanco de tabaco implantado en Cuba décadas antes.

 

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A partir del siglo XVIII el cultivo del tabaco se adueño del Cibao o viceversa, más aún, trascendió la instancia, para incorporarse al mercado, principalmente el internacional, convirtiéndose desde entonces en el germen de la actividad campesina dominicana. Se cultivaba el tabaco, una pequeña parte se quedaba para el consumo interno, destinando el grueso de la producción a la exportación del tabaco en rama.   Un elemento interesante en este período es que se intensificó el comercio bilateral con la colonia de francesa de Saint Domingue. 

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El tabaco hizo que hasta el bienestar llegara a la capital, gracias a la exportación del tabaco también se desarrollaron las rutas interiores y algunas ciudades, como Puerto Plata, resplandecieran.  Esta ciudad costeña debe su esplendor a que el tabaco de La Vega y Santiago se exportaba por allá.  Durante este período comenzó a tener influencia la Compañía de Barcelona en la comercialización de los productos que se exportaban a España.  Era tal el bienestar que traía el cultivo del tabaco, que comenzó la fase industrial con el surgimiento de la Factoría de Tabaco… pero como sucedió con el modelo español, de centralización, se redujo a finales del siglo XVIII por los obstáculos que puso la burocracia española.  En este aspecto, Roberto Cassá dice:

 

Aunque durante las últimas décadas del siglo XVIII el tabaco no alcanzó una dimensión cuantitativa apreciable, resultado del estado mediocre en que se desenvolvía la economía exportadora, sentó las bases de una nueva sociedad. En este razonamiento nos encontramos con una de las tramas fundadoras de la historia decimonónica dominicana, que se erige en uno de los motivos claves del análisis histórico que efectúan los autores de este libro.

Se trataba de la sociedad de los pequeños cultivadores libres, que sustituía a las relaciones más injustas de la esclavitud. Tal imbricación entre tabaco y sociedad campesina en ciernes se tejió sobre la base de las condiciones favorables en clima y terrenos existentes en las comarcas aledañas a Santiago de los Caballeros, esta segunda capital y la más dominicana, conforme a la tesis de Eugenio María de Hostos. Un factor sociológico intervino en esta génesis: la existencia de menos esclavos en la porción cibaeña, donde no existía un núcleo de propietarios esclavistas como el de la ciudad de Santo Domingo. Una parte de los inmigrantes canarios llegados por esas décadas pudieron poblar espacios vacíos como cultivadores a pequeña escala. 

 

En la primera mitad del siglo XIX se adueña de la economía dominicana.  En este período se inicia el modelo de las pequeñas parcelas, es decir a la economía de subsistencia.  Agotado el modelo español de dominación, el mercado cambió. El tabaco se convirtió  en el principal producto de exportación destinado al mercado europeo, pero cambió a Sevilla o Barcelona por Bremen, Alemania, imperio europeo que jugó un papel preponderante como receptora cuasi monolítica del tabaco dominicano, tanto en su momento de repunte como en su declive. La revitalización de la economía tabaquera trajo al país muchas novedades: Santiago y Puerto Plata se convirtieron en las ciudades más prósperas del país.  Desapareció la esclavitud, la conformación de las relaciones sociales basadas en la propiedad individual y el trabajo libre.  Pero además el tabaco permeó la vida económica y social de la sociedad cibaeña:  el sistema comercial-usurario; los procesos de técnicas agrícolas; preparación y embalaje, transporte internos; y, sobre todo, la incidencia del tabaco en los procesos políticos después de 1844, especialmente en la llamada Revolución de 1857 contra el Presidente Buenaventura Báez y en la Guerra de Restauración de 1863-1865. 

 

Lo que se hallaba en embrión a fines del XVIII entró en una fase continua de expansión entre las décadas de 1820 y la de 1870. Se conformó en el Cibao, hoy denominado central, una sociedad tabaquera, de fisonomía contrastante con la de la Banda Sur. En ella, como anotaban los viajeros extranjeros, los lugareños llevaban una vida mucho menos pobre. Lo más importante es que la sociedad campesina consolidada en torno al tabaco se situó como el fundamento material de la nación dominicana en proceso de gestación, entre los avatares de la vida cotidiana por la supervivencia digna y las gestas de lucha por la libertad. Pedro Francisco Bonó, la máxima figura del pensamiento democrático radical del siglo XIX, fue el primero que identificó la relevancia del tabaco al bautizarlo como el “Padre de la Patria”. Ya a fines de la década de 1840 el tabaco tomaba la delantera frente a la caoba en la generación de valores exportados, con lo que se situaba como el sustento material de existencia de los dominicanos.

Dentro de su razonamiento sociológico, Bonó ponderó que “del tabaco viven todos”, como resultado de la observación de los efectos que tenía en el desenvolvimiento global de la economía dominicana. De manera categórica, este pensador demostró el impacto que el cultivo indujo en el desarrollo de las fuerzas productivas y en el bienestar de la población.

El tabaco estuvo asociado a coyunturas internacionales, como lo examinan minuciosamente los autores de El tabaco. Historia general en República Dominicana. A fines de la década de 1870 sonaron los clarines que pusieron fin a la hegemonía de la hoja, en beneficio de la de la gramínea del azúcar. El eje de la economía dominicana se trasladó del Norte al Sur. Y con esto advinieron perjudiciales procesos de concentración de la propiedad y de proletarización de segmentos de la mano de obra rural. En pocos años, una vez arrancado el proceso de modernización a inicios de la década de 1880, el tabaco quedó reducido a un lejano cuarto lugar dentro de la composición de las exportaciones, y así permaneció durante alrededor de ochenta años. Bonó, elaboró el núcleo de su obra sobre la base del alegato dramático contrario a las tendencias de moda en la época, que depositaban todas las expectativas en el azúcar. Denunció los desastres que acarrearía la proletarización del campesinado dominicano, con lo que ratificó la propuesta de que el país se reencontrara con la tradición social representada por el cultivo del tabaco.

 

Paralelamente, la modernización se revirtió en un fortalecimiento del Estado y de las funciones técnicas en pos de ulteriores avances en la producción y la productividad. Esta capacidad de intervención estatal contribuyó a mantener un espacio importante al tabaco en la economía dominicana, fuera en función de coadyuvar a la mejoría de las condiciones de reproducción de la economía regional cibaeña o para proteger la perpetuación de la hacienda campesina, habida cuenta de la desaceleración del ritmo de avance del capitalismo azucarero en el Sur después de 1884 hasta el estallido de la Primera guerra mundial.

 

A partir de los años 70 de ese siglo XIX, fue desplazado al cuarto lugar de los productos agrícolas destinado a la exportación, relegado por el auge incomparable del azúcar, el café y el cacao. Este lugar se mantuvo casi intacto en los primeros 75 años del siglo XX, hasta el momento en que la economía dominicana dejó de ser agro exportadora, para concentrarse básicamente en el renglón servicios.  Una modalidad importante que se introdujo en la economía tabaquera en el siglo XIX, y sobre todo a principios del XX, fue la fundación de empresas manufactureras, dedicadas inicialmente a la fabricación de cigarros y luego a los cigarrillos de tabaco negro.  VER FOTOS 16, 17, 18, 19, 20, 21,22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29 30, 31, 32, 33

El siglo XX fue sin duda el de las grandes transformaciones.  Comenzó un nuevo siglo arrastrando los problemas del siglo XIX: el monopolio de Alemania como principal mercado en el mundo, la incapacidad técnica de nuestros campesinos en el cultivo de tabaco y las ambiciones desmedidas de los comerciantes exportadores.   El tabaco seguía desplazado con respecto al azúcar y los otros productos de exportación.  Los cibaeños soñaban con recuperar el terreno perdido cincuenta años atrás.  El lamento por haberse descendido hasta la tercera posición en la estructura económica del país era frecuente. Los defensores del tabaco insistían en enarbolar las bondades del producto para la economía dominicana.  Afirmaban que los otros productos de exportación, como el azúcar, si bien tenían primacía en términos económicos, sus beneficios no se reflejaban en mejoras de la calidad de vida de las mayorías.  Decían que mientas en el Cibao la vida de los campesinos se veía más próspera, en el sur, donde se encontraban las plantaciones azucareras, los trabajadores vivían en extrema pobreza.   Sobre el cacao, los defensores del tabaco, decían que el producto era muy lento, contrario al tabaco que era un producto de ciclo corto, cuyos beneficios se veían rápidamente.  Reconocían, sin embargo, que para volver a la primera posición de la exportación agrícola dominicana, el tabaco debía resolver varios problemas:  la forma de cultivo y el descuido que normalmente se producía para empacarlo antes que de que se hubiese completado el período de la fermentación.  Y, sumado a esto, la competencia con tabaco de mejor calidad de Cuba y Puerto Rico.

 

Los primeros treinta años del siglo XX, 1900-1930 la economía tabaquera sufrió en los primeros 15 años, hasta la ocupación norteamericana, que tomó muchas y grandes medidas a favor de la economía tabaquera.  Es importante destacar los esfuerzos oficiales y privados por regularizar las exportaciones de tabaco, esfuerzos que a veces cayeron en el vacío, porque se impuso más la tradición y la política del poder económico; las acciones y los reclamos del sector privado y el campesinado por diversificar el mercado.  Gracias a estos esfuerzos se incorporaron Francia y Estados Unidos.  Pero Alemania seguía con el monopolio.  Importante es destacar en este período los grandes esfuerzos del sector privado  en la educación de los campesinos para el cultivo del tabaco.  Los primeros semilleros, los primeros ranchos de tabaco, los primeros programas de abonos químicos, fueron impulsados por programas apoyados por los empresarios agrícolas reunidos en las diferentes Cámaras de Comercio, especialmente la muy activa Cámara de Santiago.

 

El tabaco en el nivel agrícola siguió siendo un producto importante de exportación, sobre todo de tabaco negro en rama, muy demandado por las fábricas de cigarros a nivel internacional.  Después de muchos tropiezos, mejoró la calidad de la hoja exportada.

 

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Durante la Dictadura de Trujillo, los empresarios tabacaleros tuvieron muchos problemas.  Al principio el dictador intentó ahogar al sector para quedarse con el negocio. Impuso medidas, decretos, leyes y reglamentos absurdos, como la Ley del Monopolio del Tabaco, que tenía como principal objetivo ahogar a los empresarios tabacaleros.  No pudo destruirlo, lo amainó.  Trujillo pudo quedarse con la Compañía Anónima Tabacalera (CAT), a través de mecanismos compulsivos, por lo que su principal accionista, si quería preservar la vida, se vio en la obligación de vender sus acciones al dictador.  Después de batalles campales, donde el sector privado tabacalero demostró agudeza y firmeza, Trujillo se alió a ellos.  Resuelto el conflicto, el tabaco tomó el camino de la estabilidad.  Durante la mitad de la década de los 40 y los diez años de los 50’, las exportaciones se elevaron a niveles insospechados, permitiendo el crecimiento del sector.  El tabaco, por fin, había encontrado y alcanzado la estabilidad.

 

La fragilidad del Estado no pudo reglamentar las relaciones sociales alrededor de la actividad tabaquera, con lo cual se prolongó una situación inestable, que a menudo la llevaba a la antesala del derrumbe. Por otro lado, la posición de fuerza de los países compradores  mantenía al tabaco dominicano en las mismas condiciones desventajosas, que impedían que tuviera un impacto consistente para el bienestar de los campesinos productores, así como de los trabajadores industriales, artesanales y de la esfera comercial. Durante la ocupación militar norteamericana, en la coyuntura de caída de precios, se tuvo que acudir a establecer el primer monopolio, como medio de impedir la quiebra generalizada de cosecheros, intermediarios y exportadores.

 

El fomentalismo agrario tuvo su máxima expresión durante la dictadura de Trujillo, cuando el Estado logró no solo consolidar la actividad tabaquera, sino proyectarla hacia nuevos parámetros de eficiencia.

 

A continuación el dictador decidió participar en la actividad como un instrumento más en la extracción de excedentes de la masa campesina, conforme al diseño que había elaborado desde los primeros días del largo reinado. En el tabaco, sin embargo, se observan peculiaridades en la voracidad económica del tirano. En vez de acaparar todos los espacios, Trujillo prefirió restringirse a hacerse cargo de la actividad industrial, principalmente de los cigarrillos, dirigida a un mercado interno en expansión. Esto permitió la supervivencia de las empresas que, como La Aurora, precedente de la E. León Jimenes, se dedicaban a la producción de cigarros.

Tras forcejeos de reglamentaciones proteccionistas y mercantilistas, que incluyeron un segundo monopolio del tabaco, Trujillo logró hacerse el dueño de la mayor parte de las acciones de la Compañía Anónima Tabacalera. Esta empresa, producto de fusiones de capitales, ocupaba una posición relevante en el elenco industrial de la República desde los primeros años del siglo XX y había logrado imponerse a otras firmas productoras de cigarrillos y cigarros. Una de ellas, propiedad del italiano Amadeo Barletta, fue sacada de circulación gracias a expedientes de naturaleza política.

Ya en control de la Compañía Anónima Tabacalera, Trujillo conjuró los conflictos que habían acompañado su propósito de subordinación de todos los agentes económicos. El detenido seguimiento que otorgan los autores a los intereses del tirano en el área del tabaco contribuye a un mejor conocimiento de los procedimientos monopólicos y mercantilistas empleados por este para subordinar a otros empresarios y succionar beneficios al conjunto de la sociedad.

 

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Los últimos 39 años del siglo XX fueron difíciles no solo en términos económicos, sino también políticos.  Después que se produjo el magnicidio de Trujillo, la vida política dominicana fue un verdadero caos. De 1961-1965 la inestabilidad política fue su signo, después Balaguer, la guerra fría, el control norteamericano en la zona…. El tabaco dominicano vivió esos mismos vaivenes.  Un Estado, débil por antonomasia, era incapaz de diseñar una política económica que trascendiera sus períodos de gobierno.  Entre 1961-1965 el tabaco sobrevivió gracias al interés de los propios involucrados.  A partir de 1966, fueron de estabilidad forzosa y grandes cambios en la economía dominicano, que pasó de economía agro exportadora a economía de servicios.  Este cambio estructural se reflejó en el tabaco, aunque este producto supo adecuarse a las nuevas circunstancias y no solo las sorteó, sino que varió su oferta en el mercado internacional. 

 

A finales de la década del 60, se introdujo en el país el tabaco rubio. La producción comenzó tímidamente, pero con el paso del tiempo desplazó al tabaco negro en el gusto de los consumidores locales. Entre 1961-1980 se produjo el auge del tabaco.  A partir de 1966 se asiste al despegue del producto para llegar a su estabilidad.  A finales de los 60 y principios de los 70 se introdujo el tabaco rubio y desplaza al tabaco negro en el gusto de los consumidores de la industria del cigarrillo.  El boom del tabaco despertó, como era de esperarse, la voracidad estatal.  La eterna lucha de unos, el gobierno, y otros, los dueños de fábricas de cigarrillos, por elevar el impuesto a los cigarrillos se evidenció en esos 39 años de final del siglo XX.  Un elemento interesante es que el tabaco negro encontró un nicho en el gusto de los consumidores de  puro.

 

En efecto, en los años 80 del siglo XX, el tabaco negro pudo encontrar su nicho en el mercado local e internacional. El país vivió un verdadero “boom” del tabaco negro, creándose en el país grandes empresas dedicadas a la producción de cigarros de alta calidad, dirigidos a exigentes mercados internacionales. Para final del siglo XX el tabaco dejó de tener el gran peso que tenía en la economía del país. Las tierras destinadas al cultivo del tabaco, negro o rubio  fueron disminuyendo con el tiempo; la exportación de tabaco en rama ha continuado, lo mismo que la fabricación de cigarros y cigarrillos. Sin embargo, la economía tabaquera sigue viva y vigente en los albores del siglo XXI.

 

En el ínterin, se produjeron otros cambios de consideración en la actividad tabaquera. El más importante fue la fundación de empresas manufactureras e industriales, en las cuales se procesaba la hoja o se fabricaban cigarros y cigarrillos. Decenas de empresas se establecieron principalmente en Santiago y villas circundantes. Las relaciones sociales se complejizaron y engendraron nuevas líneas de conflicto, como lo registran los autores. A la contraposición entre cosecheros y mercaderes alrededor de los precios, se agregaron los conflictos de los primeros con los industriales y entre estos últimos y sus trabajadores, muchos de ellos insertos en el trabajo a domicilio.

Para un historiador, inmerso en eventos del pasado más o menos distante, reviste el mayor interés lo contemporáneo, lo que a menudo pasa delante de las narices sin ser percibido suficientemente. Es lo que trata el tercer tomo, en el que se enlaza la dimensión histórica con la utilidad del conocimiento del presente.

El avance del tabaco rubio dio lugar a debates. El más curioso fue el asociado a la rivalidad entre la estatal Compañía Anónima Tabacalera y la privada de la familia León. Esta última empresa, al asociarse con la Phillips Morris, tomó la delantera en el fomento del cultivo del tabaco rubio y abogó por un tratamiento tributario proteccionista a la variedad de rubio cultivado en el país. En contrapartida, la empresa estatal, rezagada en la producción de tabaco rubio, adoptó una postura de apertura con el fin de poder competir sobre la base de tabaco importado en el mercado en expansión de los cigarrillos rubios. El debate tomó ribetes nacionales e involucró a una variedad de actores en el Estado, los partidos políticos, los medios de comunicación, la empresa privada, los sindicatos y los intelectuales.

Una segunda innovación fue la disminución de la exportación del tabaco negro en hoja para destinarse de manera progresiva a su elaboración en el interior del país. Surgió así una nueva rama, primeramente asociada a las zonas francas y al capital extranjero, de cigarros de alta calidad, hoy entre los mejores y más cotizados del mundo. El establecimiento de inmigrantes cubanos, desde inicios de la década de 1960, aparentemente fue uno de los factores que sentaron las bases para las transformaciones en calidad agronómica y manufacturera. Esta evolución culminó con la introducción de los cigarros de alto precio y firmas internacionalmente reconocidas, que tuvo por cenit el año 1998.

Aunque el tabaco, al igual que toda la producción agrícola o de base agrícola, haya quedado en una posición secundaria dentro de la economía dominicana, como parte de su tránsito a economía básicamente de servicios, a partir de la década de 1980, se ha asistido a uno de los fenómenos más interesantes de logro de calidad sobre la base de las posibilidades manufactureras y mercadológicas del capital extranjero y sus aplicaciones por el capital nacional… en el balance contemporáneo una situación inestable, producto de una tendencia al estancamiento y a la disminución de la producción tabaquera, que continúa hasta el momento en que redactaron sus páginas.

Este libro nos pone, pues, a meditar sobre la evolución de la actividad tabacalera a lo largo de la historia dominicana. En conjunto, permite ponderar el peso de este producto en la evolución de la economía y de la vida dominicana en general. Permite conectar pasado y presente, y hace así honor a las tareas pragmáticas de la investigación histórica.

 

 

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REFLEXION FINAL

 

El tabaco ha sido parte integral de la vida del pueblo dominicano, especialmente del Cibao.

Tesis sobre los tabacaleros y los liberales.

Pero como economía agroexportadora ha estado sujeta al vaiven internacional

Hoy el tabaco tiene otras caracteristicas.  Atacado por danino, esta siendo combatido por politicas de muchos paises. 


Presentada en mayo 2013

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