ENCUENTROS
Por: Mu-Kien
Adriana Sang
LA CONDICION HUMANA POR ENCIMA DE TODO.
Mensaje a un lector desconocido
“Cuando hablo
en primera persona no lo hago pensando en mí como algo frívolo, sino como una
persona que tiene una experiencia y que a partir de sus vivencias tiene una
serie de reflexiones sobre la vida. He intentado, parece que no lo he logrado
con usted, hacer la simbiosis del
conocimiento racional y la vivencia personal. Hay demasiados artículos racionalistas
que desbordan conocimientos enciclopédicos que no reflejan al autor como ser
humano. Eso es lo que he intentado...”
Respuesta electrónica a Mario E. Martínez.
“Entonces recordé otras cartas recibidas a través del
tiempo. Amigos, conocidos, desconocidos, seres que cono yo, buscan como un
sentido distinto a sus vidas, me escribieron en algún momento para comunicarme
los sentimientos provocados por la lectura de mis Encuentros. Es posible que se sorprendan. He atesorado
todas y cada una de las notas, cartas y mensajes electrónicos recibidos. Cada frase, cada palabra es un regalo, el
mejor premio y la más grande motivación para seguir escribiendo.” Encuentros
“El milagro de las Cartas”.
Hace unos días recibí un mensaje electrónico desde San Antonio, Texas,
Estados Unidos, firmado por Mario E. Martínez, y confieso de corazón que me ha
hecho reflexionar. No tengo la dicha de
conocerlo, solo sé que gracias a la magia de la tecnología pudo tener contacto
con él. Sin mediar mucho con la forma, y más bien con un lenguaje duramente
crítico, el lector desconocido cuestiona el estilo personal de mis Encuentros.
Sugiere sin reparos que mis artículos reflejan a “una persona extremadamente
enfocada en sí misma” y me sugiere, osadamente, según sus palabras, que me
ocupe de temas en los que “su preparación científica se aplique al análisis de
los múltiples retos que enfrenta una sociedad que se considera dichosa de
contarla entre sus ciudadanos y no necesita distraerse leyendo sus frívolas
elucubraciones personales.”
Ese
día había recibido otros mensajes. Unos me alentaban a seguir con mis
reflexiones. Como el joven de 17 años
José Nazario, quien en su mensaje me dice “Creo, como usted, que es
razonable soñar, y que es importante contribuir a esos sueños, que algún día y
empíricamente ha sido comprobado, se harán realidad. Entonces, utilizo su
articulo, como una prueba más de mi vocación, como un testimonio histórico y
verídico de que mi realidad, la que sueño y construyo a diario con mi esfuerzo,
no es ningún sueño inalcanzable”. Otros que me aseguraban que con
las lecturas de mis reflexiones, se habían motivado a ver la política en otra
perspectiva. De repente me encontré con el mail crítico y duro del Señor
Martínez. Al igual que los demás, lo he guardado junto a las demás cartas y
mensajes, pues estoy convencida de que las críticas (buenas, malas, duras,
agresivas, justas o injustas) forman parte de mis tesoros. Reflexioné mucho.
Leí de nuevo los trabajos publicados recientemente. Hurgué en mis cartas y
mensajes guardados. Hice una introspección profunda para revisar mis trabajos
críticamente.
Intentando seguir el consejo de Martínez, escribí el Encuentro que
apareció esta semana en un plano más intelectual, haciendo acopio únicamente de
las informaciones llamadas objetivas y librescas. Lo envié al periódico. Hoy ha
salido publicado. Acabo de leerlo. Mis reflexiones sobre el tema de la
identidad si bien fueron escritas por mí, sentí que era otra persona. No me
reconocí. Al leerme me sentí extraña.
Faltó alma. Faltaron sentimientos. Pensé muchas cosas. ¿Cuántos libros se
habrán escritos sobre la identidad como una preocupación intelectual de
sociólogos, historiadores y antropólogos? Muchos. Todos haciendo uso sólo del
intelecto, nunca de los sentimientos. ¿Por qué no hablar en primera persona?
¿Debo negar mi propia identidad mixta? ¿Hablo de jus solis o jus sanguini sólo
como concepto jurídico, cuando soy el producto del primero, y sería la persona
más desarraigada del mundo si me aplican el segundo?
Recordé entonces las reflexiones del filósofo taoísta LingYutang quien
afirma que un solo ser en el universo es tan imprescindible y necesario como el
todo. Y busqué entre mis libros, y me reencontré con las dos hermosas novelas
de Kenizé Murad (De parte de la Princesa Muerta y El Jardín de Badapur), su propia
historia, narrada siempre en primera persona. A partir de sus memorias
encontramos el relato de la vida de su abuela y de su madre, la indomable
Selma, que no es más que el relato de la caída de una cultura y un imperio, el imperio otomano. “Las hojas que caen.
Memoria de una hija china no deseada” fue escrito por Adeline Yen Mah. Esta
china-norteamericana, doctora de profesión, decidió contar su propia historia,
una joven que sufrió los horrores de una cultura y una tradición de exclusión y
marginalidad. Como autobiografía que es, la persistente palabra “yo” está por
todas partes. Con un lenguaje sencillo, Adeline recorre la historia de China,
desde la guerra chino japonesa, el triunfo de la revolución comunista y la
nueva realidad de apertura capitalista. Nuestra Julia Álvarez, por su parte, es
una evidencia más de la magia que produce la narración en primera persona. Dos
de sus grandes éxitos (Cuando las chicas García perdieron su acento y Yo)
cuentan su propia historia de hija de emigrante que tuvo que adaptarse a una
nueva realidad. Sus artículos y relatos cortos también nos hablan sobre su
particular experiencia de mujer de identidad compartida.
La historia individual forma parte de la historia colectiva. Durante
años defendimos, yo entre ese grupo, que la colectividad, expresada en la
sociedad, constituía el objeto principal de la ciencia. El ser individual debía
someterse a los designios colectivos, porque el todo era más importante que las
partes. ¡Qué injusticia! No defiendo el individualismo a ultranza que la
sociedad capitalista se empeña en imponer. Pero tampoco puede defender, ni
aceptar, el sometimiento del ser individual por una supuesta defensa de lo
general. Esto no es más que un secreto vulgar de la libertad.
Lo he pensado bien Mario E. Martínez, pero no puedo acoger tu
sugerencia. Sería secuestrar un alma, mi alma. Quizás mi vida no sea lo
suficientemente rica para ser atractiva de ser narrada en un artículo. Es
posible. Pienso sin embargo, que una vida, no importa cual fuera, puede servir
para iniciar una reflexión profunda sobre la condición humana, la sociedad y
por qué no los sueños, tristezas y desilusiones de la humanidad. La riqueza humana radica justamente en la
capacidad que tengamos los seres humanos de trascender a partir de nuestras
propias experiencias. Estas ideas son
sólo una invitación a la reflexión. Nada más
No hay comentarios:
Publicar un comentario