lunes, 29 de abril de 2013

La enseñanza de los jóvenes


ENCUENTROS

 

“La enseñanza de los jóvenes”


Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

 

“Mi camino va a ser distinto del tuyo, Platón. Yo sé que es ridículamente pretencioso que un chico como yo, que aún no ha cumplido los dieciocho años, te hablé de igual a igual, como si pudiera compararme contigo. No lo pretendo...Eres mi maestro, sí, pero no mi único maestro. También aprendo del pájaro y de las flores, de los astros,, de la móvil y curiosa naturaleza. Y atiendo el consenso de los demás hombres, las virtudes que exaltan en los mejores...A mi juicio, las ideas y teorías son como los espectros del Hades a los que visitó Ulises: necesitan beber sangre humana para adquirir un poco de peso y comunicarnos algo. Te digo todo esto sin impertinencia ni reproche, con agradecimiento crítico.  Ya sabes que soy tu mejor amigo, precisamente porque te quiero un poco menos que a la verdad.”  Fernando Savater, La escuela de Platón.

 

 

Este libro de Fernando Savater demuestra una vez más la prodigiosa imaginación del filósofo español.  A partir de un cuadro exhibido en el Museo de Orsay en París, “La escuela de Platón”  autoría del pintor belga Jean Delville, Savater da riendas sueltas a su prodigiosa formación y escribe un libro único, imaginándose los diálogos entre el Maestro Platón y sus discípulos.  Este texto que engalana hoy Encuentros es la reflexión de Aristóteles tratando de evaluar el pensamiento de su Maestro para superarlo, como la historia misma nos demostró. Platón discípulo de Sócrates, supo superarlo, llevando el pensamiento filosófico griego por estadios desconocidos.  Aristóteles, uno de los discípulos aventajados de Platón, hizo lo  mismo, superándolo con creces.

 

Leí una vez hace algún tiempo una hermosa frase de Richard Bach que decía así “Todos somos hacedores, aprendices y maestros. ¡Cuánta razón ha tenido el escritor!  A pesar de mis 30 años de estar en las aulas, no he dejado nunca de sorprenderme de la sabiduría de los jóvenes. Y, guardando las diferencias, algo similar me ha sucedido. He aquí dos de mis últimas experiencias.

 

En mis clases de historia de las ideas políticas asigné una lectura del gran historiador Joseph Fontana con el tema “violencia y poder”, en la cual el autor trata de demostrar que el Estado, desde la esclavitud misma, se ha sostenido gracias al ejercicio violento y represivo del poder. El día que nos tocaba discutir el tema coincidió con el cumplimiento de la condena de muerte a Timothy Mcveil, aquel joven acusado de ser el responsable del atentado terrorista en Estados Unidos que ocasionó la muerte a más de 200 personas. Cuando finalizó la parte de exposición formal del contenido del documento hice uso de mis prerrogativas de profesora y concluí condenando la violencia y la pena de muerte. Me declaré a favor de la vida e hice una panacea de la necesidad de que desarrollemos una cultura de paz. 

 

Entonces Kai, uno de mis alumnos preferidos pidió la palabra para hacerme unas preguntas: “Profesora, dijo, usted considera que los hombres que participaron en la acción del 30 de mayo son héroes?” “Sí”, contesté. “¿Porqué?”, Preguntó. “Porque, respondí sin saber a dónde quería llevarme con sus preguntas, con la muerte de Trujillo se puso fin a la dictadura, abriéndose paso a un nuevo período en la historia política dominicana”. “¿Qué hicieron”, insistió. “Produjeron el llamado Ajusticiamiento a Trujillo”, contesté. “¿Ajusticiamiento significa muerte?”, Volvió a preguntar. “Sí”, respondí otra vez. “No más preguntas”, fue su respuesta.  Me di cuenta entonces de la  inteligente encrucijada de que había sido objeto. Me sonreí y lo felicité. Me hizo caer en mi propia trampa. Y me enseñó lo que yo mismo le he enseñado, nunca debemos hacer afirmaciones taxativas y contundentes de la realidad.

 

Hace poco tuve otra interesante experiencia con otro de mis estudiantes.  Inicié una nueva cátedra llamada pensamiento dominicano.  Estábamos conversando sobre el pensamiento conservador, sus raíces y características. Analizamos en detalle las posiciones políticas y culturales de la intelectualidad dominicana de los cuarenta, sobre todo en lo referente al tema de la identidad. Al finalizar dije algo así: “Los extremos son siempre malos, por eso asumo como punto de partida para la vida un precepto del pensamiento taoísta: el justo medio para entender el orden de las cosas; pues, seguía diciendo, Ling Yutang decía que nadie podía llevar tanta maldad en su alma que no fuese capaz de hacer una buena acción en su vida; como tampoco nadie era tan bueno que no cometiese errores e hiciera alguna maldad.”  Al finalizar Alejandro, otro de mis pupilos favoritos,  tomó la palabra y dijo: “Profesora, esa filosofía no puede ser absoluta. Porque usted que siempre habla de que debemos asumir éticamente la vida, nadie puede ser medio ladrón, medio ético o medio asesino. Su filosofía del justo medio no se aplica a todas las cosas ni a todas las circunstancias.” Al finalizar la clase, le dije, “Alejandro, tienes toda la razón.”

 

Una vez más se ha demostrado que el Maestro es sólo un punto de referencia, quizás una guía, y que sus conocimientos son temporales y circunstanciales.  Pienso sinceramente, que he tenido éxito como maestra cuando los alumnos se esfuerzan por superarte. Haberles enseñado a amar el conocimiento y ampliar lo poco que puedes enseñarle es la verdadera misión.  Por esto alumnos aventajados como Kai y Alejandro me hacen sentir feliz y orgullosa. Podría morir tranquila sabiendo que hay nuevos bríos en la vida que buscan tomar la antorcha para sucederme.

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