ENCUENTROS
REENCUENTRO (El primero de varios)
“Un monje pregunta a su maestro ¿Haces algún esfuerzo para disciplinarte en la verdad? Sí responde el maestro. ¿Cómo te ejercitas, pregunta el monje. Cuando tengo hambre, como. Cuando estoy cansado, duermo. Eso, dice el monje, es lo que hace todo el mundo. ¿Puedes decirme si ellos se ejercitan como tú? No, responde el maestro. ¿Por qué no?, dice el monje. Porque ellos cuando comen no comen, sino que piensan en otras cosas, distrayéndose. Cuando duermen no duermen, sino que sueñan mil cosas. Por eso no se parecen a mí.” D. Suzuki, Introducción al Budismo Zen. Citado por José Ramón Álvarez, China caos vital.
Desde que mamá partió hacia el infinito para
acompañar a papá en su largo trayecto a la eternidad, sus nueve hijos decidimos
iniciar la travesía inversa para reencontrarnos con la otra parte de la
identidad, perdida ya en el laberinto de la vida y envuelta en los vaivenes del
dominio occidental y caribeño de nuestra muy cargada cotidianidad.
El viaje a China continental se constituyó
en un punto de partida y llegada para reencontrarnos como familia en el más
amplio y profundo sentido oriental, por eso invitamos a participar en el
proyecto a algunos de los primos, así como amigos cercanos, chinos por afección.
El grupo quedó finalmente integrado por 39 personas; 25 de las cuales, como
bien delimitó el querido amigo Juan Bolívar Díaz en su hermoso artículo de hace
unos días y por demás uno de los Sang-Ben de adopción, éramos parientes
(hermanos, hermanas, esposos y esposas, cuñados y cuñadas, hijos, hijas, primos
y primas). De los nueve hermanos Sang Ben, logramos ir siete. Ping Sien y Ping Jan, no pudieron
acompañarnos por razones familiares.
Partimos el miércoles 7 de agosto a un largo y hermoso viaje de tres
semanas hacia China, situada en el corazón del oriente, y sobre todo, cuna de
nuestros antepasados.
Creo que para los
hermanos Sang, los primos Linkon Pons, Rosario Sang y Elena Ho este viaje
significó un reencuentro con una parte
vital de nuestra identidad bifurcada.
Somos Dominico-Chinos, nacidos de la simbiosis y la doble raíz cultural
y racial. ¡Viva esa riqueza! ¡Viva la identidad cultural!¡Multicolor es el
nuevo signo de la identidad hoy!
Llegar a China es
una verdadera travesía. Nos costó dos días completos para ir y la misma
cantidad para regresar. Empleamos cuatro días de nuestras vidas encerrados en
esas aves gigantescas. El tiempo se hace
eterno en este pequeño espacio infernal y monótono. . El avión, un ejemplo indiscutible de la sabiduría
humana, capaz de romper barreras físicas inimaginables está pensando parar el
traslado, más para sus usuarios. Comidas infernales hechas de plástico; y
espacios tan pequeños que nos hacen sentir prisioneros del aire. A veces se dificulta respirar, moverse es una
verdadera hazaña. Las lecturas, la música o el cine, únicos entretenimientos
posibles, ayudan pero también aburren.
¡Todo sea por la
gratificación de la llegada! A mi
alrededor, veía como la mayoría dormía como podía. Pienso que el sueño que logramos conciliar es
el mejor medio para olvidarnos de las horas. ¡Resiste! ¡Resiste! Me decía constantemente que el cansancio será recuperado.
Llegamos a Beijing
agotados y felices un 9 de agosto, después de más de 48 horas trajinando entre
aeropuertos. El guía que nos recibió, el Sr. Chu, un ex diplomático, culto y con un español casi
perfecto, nos informó que directo del aeropuerto haríamos la visita al TEMPLO
DEL CIELO. Necesitábamos adecuar
nuestros cuerpos al cambio de horario. Así es que sin más protestas hicimos la
visita y al ver la majestuosidad de este monumento, nos olvidamos del
cansancio. Mientras caminábamos por el
trayecto
El templo fue
construido durante la dinastía Ming, hace miles de años, con el propósito de
que sirviera de morada al Dios del Cielo.
En la distribución del espacio, se advierte la creencia antigua de los
chinos de que el cielo era redondo y la
tierra cuadrada. Por esta razón, las
edificaciones tienen esa simbiosis donde aparecen, de forma casi entrecruzada,
espacios diseñados con las dos formas.
Aprendimos también
que el número mágico chino es el 9. Consideran que los dígitos que van del 1 al
9 únicos, pues a partir de entonces son meras repeticiones. Por esta razón, el
número 9 es la representación de la máxima categoría, que sólo podía ostentar
el Emperador.. La estratificación social se expresaba de muchas formas. Por
ejemplo, en los laterales de lo techos de los palacios se decoraban con figuras de animales, y la
cantidad de ellos indicaba la categoría del habitante. Existían cuatro
categorías. La mínima tenía tres y la máxima 9 animales decorativos.
El área o cuerpo
principal del Templo del Cielo tiene 3 edificaciones. Rodeada de un muro redondo. Los techos están de porcelana azul. Estaba
bordeado por un muro, llamado muro del eco, porque propaga la voz de
manera espectacular. Se puede hablar
desde una esquina a la otra, incluso como un susurro, y se escucha
claramente. En el centro está la loza de
triple eco. Una palmada se produce dos o
tres veces.
La figura del
Dragón se repite constantemente en esta edificación, en las pinturas y las
esculturas. Evidencia clara de la cultura tradicional china de que este animal
mitológico era el símbolo del emperador, y se creía además que su presencia
aseguraba la prosperidad, e incluso
controlaba la lluvia en períodos de sequía. Salimos al palacio-templo
del cielo de espaldas, pues según la
creencia de los chinos, ayuda a ejercitar la parte trasera del cerebro.
¡Creo que papá y mamá estarán felices en el
cielo!. Celebran con nosotros este
encuentro. En la próxima seguiré con
otros episodios de esta maravillosa travesía por las raíces olvidadas. Reencuentro con una parte de la
identidad no sólo de este grupo
familiar, sino de las otras 50,000
familias descendientes de chinos que habitan por las calles y barrios de este
país nuestro.
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