ENCUENTROS
Los intelectuales y la esperanza
¿Una paradoja?
Por
Mu-Kien Adriana Sang
“...Usted
ha contemplado con el interés del amigo el estado ded mi alma y la ha visto
enferma; ha examinado mi corazón, y ha descubierto en él una herida profunda
que jamás podrá y se ha conmovido; ha querido proporcionar un alivio a los
sufrimientos de mi espíritu y sin quererlo, ha levantado un exremo de la lápida
que cubría todas mis ilusiones...” Ulises Francisco Espaillat.
Estas palabras fueron escritas
por Ulises Francisco Espaillat a su amigo Luperón, una vez volvió a Santiago,
su ciudad natal, cuando se vió en la necesidad de renunciar al poder, producto
de los múltiples movimientos armados y de protestas. El hombre inteligente, que tenía propuestas
para todos los males del país, regresó frustrado, herido y profundamente triste
a su casa, guardando en un lugar lejano sus cientos de fórmulas salvadoras de
la calamitosa situación económica, social y política que vivía su República
Dominicana.
Una vida entera intentando
contribuir al desarrollo de su país como político primero, y luego desde su posición de hombres de
letras. Espaillat fue un activo militante en las filas liberales. Por eso no
dudó en participar de forma activa en los aprestos liberales por hacer una
nueva Constitución más acorde con la vocación con sus postulados
políticos. En agosto de 1857 fue
designado miembro de la comisión redactora del decreto de convocatoria de la
Constituyente y para diciembre de ese año es electo diputado por Santiago en el
Congreso Constituyente de Moca. El
resultado de este proceso, ya lo sabemos, fue la creación de la Ley Fundamental
dominicana más avanzada y liberal del siglo XIX. Los conservadores lucharon ardientemente por
sustituirla, y por eso, Espaillat, alineado con sus partidarios defendió la
validez de esa Constitución liberal, asumiendo la dirección de la Junta
Constitucional creada en Santiago con el firme propósito de defender la llamada
Constitución de Moca. EL movimiento
fracasó, los adversarios eran más poderosos.
La pieza fue sustituida por un documento esencialmente conservador y
radicalmente diferente.
Las incorrectas decisiones del
Gobierno de Anexión, provocaron el descrédito de sus dirigentes La caída del
Gobierno Español estaba anunciada. El movimiento restaurador que se inició
formalmente en agosto de 1963, abrió de nuevo las puertas para que Espaillat se
reiniciara activamente en sus afanes políticos. Participó como revolucionario
destacado de la guerra restauradora, siendo uno de los firmantes del Acta de la
Restauración en septiembre de 1863 y ocupando puestos relevantes en el Gobierno
Revolucionario, como la Vicepresidencia. Triunfó la revolución, no así los
liberales. Buenaventura Báez aprovechó
la confusión para capitalizar el escenario político. Ulises Francisco Espaillat enfrentó a lider
rojo, hasta llegar incluso a la cárcel por oponerse a la Anexón a los Estados
Unidos. En 1876, aceptó, luego de rechazarla una y otra vez, la nominación
presidencial. Ganó arrolladoramente Prestó juramento el 29 de abril del 1876.
En sus pocos meses de gestión abogó por el respeto a la Ley, única garantía,
decía, de que la ciudadanía se sintiera verdaderas garantías de la convivencia
mutua. Pero la algarabía duró poco. El
pensamiento y la acción de Espaillat estaban muy adelantados para una sociedad
dominicana con una cultura política tan atrasada. El 15 de julio de 1876, a menos de tres meses
de haber asumido la Presidencia de la República tuvo que declarar el estado de
sitio en las provincias de Santiago. En
octubre de 1876, después de fuertes enfrentamientos armados, y en procura de
que no corriera más sangre, Espaillat decide asilarse en el Consulado de
Francia. Con la renuncia de Espaillat, los buitres de la política criolla se
encargaron del resto. Ignacio María
González, Cesáreo Guillermo y Buenaventura Báez se dieron cita para subir,
bajar, enfrentarse, derrocarse y atacarse mutuamente. Como antes, y como siempre, los ascensos y
derrotas, los juegos de culpas y disculpas estuvieron, una vez más, a la orden
del día en la política dominicana.
Las huellas de esta terrible
experiencia fueron tan grandes y profundas, que no pudo volver a ser el de
antes. Decidió apartarse para siempre de la política. Se sumergió en el olvido
de su ciudad natal. Las grandes propuestas para solucionar todos y cada uno de
los males de la sociedad se convirtieron en pesadillas y lamentos. Murió en
1878 de difteria. La muerte de Espaillat dejó profundas huellas en la
intelectualidad liberal de la época. Había fracasado una esperanza.
Es
posible que hoy, después que el marxismo entró en crisis conceptual y práctica,
una vez finalizada la guerra fría, iniciada la globalización, la nueva guerra
santa contra el terrorismo mundial, no tengan mucho sentido sus postulados de Espaillat. Es también casi una certeza que sus
propuestas políticas, nacidas al calor de las luchas políticas del momento y
producto de una República Dominicana de hace casi dos siglos, carezcan de
validez en una actualidad convulsionada y en una realidad sometida al rigor y
las exigencias de un mundo altamente tecnificado. La vida evoluciona, el pensamiento también.
Sin embargo, el Espaillat ético, propositivo y crítico de su herencia es
intemporal. Y ahí, afirmo convencida, es
que está la clave del papel intelectual: ser un referente crítico-ético de la
sociedad. Y es justamente
en este ejemplo de virtud humana y política donde radica la riqueza del
ejemplo de Espaillat. Desapareció hace
más de un siglo, pero aún sigue vivo hoy, como seguirá viviendo por
siempre. La defensa de la ética, de la
institucionalidad democrática, el progreso económico y social y la justicia y
la paz son y seguirán siendo valores y principios, hitos e ideales
imperecederos. La esperanza es un ejercicio cotidiano que nace a partir de sos
opciones complementarias: la opción crítica con el presente y la soñadora del
futuro. Realismo soñador es la clave
para seguir adelante. ¡A soñar sn
deslumbrarnos! ¡A mantaner la esperanza sin dejar de ser críticos! ¡A decir lo
que pensamos, sin dejar ser respetuoso con el poder, no ser geneflexos con
él!
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