ENCUENTROS
“Diario íntimo. Tres. Aguja en un pajar”
Por:
Mu-Kien Adriana Sang
El ser humano
es prisionero de las ideas y los prejuicios, es nuestra mente quien construye
una jaula y nosotros creemos que esta jaula es el universo. Hay una continua restricción del horizonte,
casi caminamos como si encima de nosotros hubiera un techo bajísimo. En cambio,
este techo no existe, nos lo hemos inventado nosotros por miedo a mirar arriba
y descubrir que somos libres. Poseemos
la libertad de la elección y esta es la grandeza del hombre, Susana Tamaro,
Respiro Quieto
Mientras permanecía en cama, primero en la clínica, y
luego en el proceso de recuperación en mi hogar, fui testigo silente de los
cambios sociales y políticos. Me vi
obligada a aislarme el 28 de julio, faltando apenas 17 días para el cambio de
mando. Presencié, sin alarmarme (¿para
qué?), las últimas declaraciones estridentes del Presidente saliente, quien
afirmó que había cumplido con el 99% de sus promesas electorales. ¡No sé cómo pudo perder las elecciones! ¡Qué
maravillosa es la demagogia! Dormitaba, leía, y observaba el panorama nacional.
Entre una cosa y otra, vi a todos los funcionarios de la anterior
administración decir lo bien que habían desempeñado sus funciones. Las
rendiciones de cuenta y presentación de memorias se presentaba al por mayor y
detalle, parecían especiales de artículos de los grandes almacenes de ropa un 4
de julio en los Estados Unidos. Observé también, en mi exilio obligatorio, cómo
cambiaba la atención hacia los nuevos dueños de la situación. Me percaté, y de hecho la prensa así lo ha
destacado, que al grupo de Jaime David lo han dejado a un lado. ¿Por qué hacer esto? ¿No debemos dar ejemplo,
desde la casa misma, de que queremos unidad?
El disgusto de los peledeístas que no han encontrado lugar en la
administración pública ¿podrán lograr un puesto cuando el presidente ha dicho
que se reducirá la nómina pública en más de un 30%?
Mientras estaba recluida en el hogar, escuché
con pena la muerte de Jacinto Peynado, quien desde hacía largo tiempo batallaba
por su vida. Entendí sus razones para
que el funeral se realizara después del 16 de agosto. Me sentí indignada con las declaraciones de
algunos políticos, sus adversarios y enemigos ayer, que expresaban su
admiración y destacaban el gran aporte que este líder había hecho a la
democracia dominicana. ¡Oh Dios, cuánta hipocresía! Observé desde mi refugio
personal, los actos que se hicieron en memoria del ex vicepresidente, así como
la notable ausencia de los dirigentes reformistas. ¡Qué triste! ¡Ni la muerte pudo acercar a ese
grupo de seres! ¿Acaso para ellos el perdón no es una posibilidad? ¿Cómo
pretenden entonces unirse? ¿Cómo pretenden darnos lecciones de cómo van a ser
solucionados los problemas nacionales?
Escuché sentada junto a los míos el primer discurso
del presidente Fernández. Puse especial atención a los gestos que hacían los
anteriores responsables, sus muecas de desagrado, cuando hablaba de la crisis
económica y social del país. Puse
atención a las medidas que anunció y la soluciones. Quedé bastante satisfecha del discurso. Esperé ansiosa los nombramientos. Celebré algunas designaciones que me
parecieron atinadas, pero me preocupé con otras tantas, que ejemplificaban con
hechos, exactamente lo contrario a lo que dijo en el discurso.
Después escuché las medidas sobre los militares. Me
pareció bien que mandara al retiro a un buen grupo, pero me quedé perpleja con
el ascenso de diez más. ¿Cómo entender esa contradictoria señal?
Por mi pequeño mundo laboral, las cosas siguieron
marchando a pesar de mi ausencia. Y mientras el mundo seguía su curso, yo
permanecía recluida en mi hogar, llevando al pie de la letra las prescripciones
médicas. Tratando de llenar mis días con pequeñas cosas. Evaluando, reflexionando,
analizando y llegando a conclusiones.
A veces pensamos que somos imprescindibles para el
mundo. ¡Qué falsa percepción! ¡Cuánta vanidad acumulamos! Y me doy cuenta que no somos más que una
pequeña partícula del universo. Desde
nuestra posición contribuimos al cambio del mundo, si esa ha sido nuestra
opción, pero nuestros esfuerzos, por grandes que parezcan sólo serán pequeños
aportes. Nuestro nicho en la vida es
importante para cada uno de nosotros de manera individual, para los que te
aman, para algunas personas que eres importante, pero ahí queda todo.
A veces nuestra propia vanidad nos hace pensar que somos
imprescindibles y que sin nuestra participación, las cosas se detienen. ¡Qué error tan grande! Soy de las que piensa que hay que hacer de la
vida algo productivamente bueno, útil y necesario... Pero no debemos confundir
las cosas, y sentirnos el centro del universo, y pensar que sin nuestra
presencia todo estará perdido. La
conciencia de nuestra fragilidad, de nuestras limitaciones, de nuestros
pequeños aportes a la causa que creemos, nos hará descubrir la real dimensión
de nuestro papel en la tierra; más aún, con este convencimiento de que somos
necesarios pero no imprescindibles, podremos entonces disfrutar más y mejor de
las pequeñas cosas. Permitirnos el regalo de descubrir el encanto de lo
cotidiano, será sin lugar a dudas una de las mejores hazañas diarias de vivir.
¿Cuántas
personas sordas, cuántas personas ciegas viven a nuestro alrededor? ¿Cuántas
personas representan un papel en vez de vivir? ¿Por qué lo hacen, en vista de
que los primeros en vivir mal son precisamente ellos? Tal vez porque la
aceptación de la plenitud de la vida pasa por la aceptación del misterio en que
esta se ha originado. El miedo nace de
la ignorancia: de la ignorancia del sentido nace la ignorancia de la dirección
a emprender. Querida Matilda
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