ENCUENTROS
EN PRIMERA PERSONA
POR MU-KIEN
ADRIANA SANG BEN
Nos
enseñaron desde niños
Cómo se
forma un cuerpo....
Pero
nunca supimos
De qué
estaba hecha el alma
¿Será de
sentimientos, de ensueños,
de
esperanzas? ¿De emociones, de tirrias
de
estupores?
Lo
cierto es que ignorada
El alma
arde en su fuego...
¿Será
tal vez una inquilina del corazón?
¿o
viceversa?...
¿O será
la asesora principal de la mente?
Entre
ellas no hay disputa
¿O será
capataza de la robre conciencia?
¿O
viceversa?
Entre
ellas no hay acuerdo.
El alma
tiene hambres
Y cuando
está famélica
Puede
herir
Puede
armarse
De
enconos o de furias.
No hay
que pensar que el alma
Es un
tul de inocencia
Ajeno a
los agravios
Que
sufren el cuerpo y alma
En el
alma se forman abscesos de rencores
Hernias de
desamparos...
El alma
es un secreto, una noción
Una nube
que suele anunciar el llanto
Pero
después de tantas búsquedas
De
pesquisas inútiles
Y de
adivinaciones
Nos
queda apenas una certidumbre
Que el
alma no es el cuerpo... Mario Benedetti,
Algunas personas me han preguntado si he
cambiado. Otras por qué he
cambiado. He recibido observaciones
críticas de que lo mejor para mí es volver a mis andanzas intelectuales
racionales, utilizando mi pluma y mis conocimientos para la crítica social, la
crítica política o la crítica académica. Mis andanzas sentimentales parecerían
para algunas personas un camino equivocado, un sendero que debía ser transitado
por las personas ligeras y poco profundas.
He pensado mucho las cosas que me han dicho, y quizás tengan razón, pero
no.
Creo que una de las grandes dificultades
de la humanidad ha sido justamente esa pretendida dicotomía sentimientos versus
racionalidad. Solos los sencillos tienen el permiso de expresar lo que sienten,
porque, dicen, no tienen más argumentos que sus propias sensaciones y
percepciones. La racionalidad pura era,
y es todavía, el espacio destinado para los intelectuales, los productores de
conocimientos, quienes debían y deben, según esta lógica maldita que se nos ha
enseñado, abandonar sus sentimientos para elaborar y abordar los grandes temas,
pero sobre todo para hacer las grandes realizaciones. Así, estableciendo la lógica lineal,
esencialmente anti dialéctica, entre lo que pienso y siento, se han producido
grandes horrores de la humanidad. ¿Acaso
olvidamos a los “científicos”, los “intelectuales” nazis que de manera racional y objetiva,
utilizaban partes del cuerpo de los judíos asesinados en masa y en serie, para
la industria alemana. La fabricación de productos cosméticos, con “insumos”
humanos es un hecho tan horrendo, que duele incluso mencionarlo. ¿Y los
creadores de la bomba atómica? ¿Científicos racionales? ¿Supieron acaso del
dolor causado cuando “probaron” su efectividad en Japón? ¿Y toda la industria
armamentística? ¿Acaso no es un canto al desarrollo científico y tecnológico?
¿Acaso no es también una evidencia más de que la racionalidad humana sin
sentimientos ha demostrado su capacidad autodestructiva? Y llegan a mis pensamientos los
intelectuales que han utilizado su sapiencia para defender lo
indefendible. Los mismos que han
justificado la superioridad racial, para justificar matanzas y asesinatos. O
los que han buscado las razones de la fuerza como “razón de estado”, aún a
sabiendas de que atropellaban y violaban los más elementales derechos
humanos. No, no puedo separar mi
racionalidad de mis sentimientos.
¿Qué de malo tiene poder expresar las
sensaciones y placeres que te produce un hermoso atardecer? ¿Acaso es un pecado
cantar a la vida? ¿Cuál es la dificultad de expresar tu agonía o preocupación
cuando el dolor físico te atrapa? ¿Por qué no proclamar a los cuatro vientos
que te duele la partida de un amigo? ¿Por qué no sincerarse con el mundo y
aceptar que añoras las caricias de tu madre muerta? ¿Por qué no evocar las
ilusiones frustradas de la adolescencia? ¿Por qué no afirmar sin rubor que ya
no somos tan jóvenes, que nuestras ilusiones son más cercanas, que nuestros
deseos menos violentos y nuestro futuro más certero, porque tenemos más tiempo
vivido que por vivir? ¿Por qué no maravillarse ante lo desconocido? ¿Por qué no
aceptar que somos finitos, vulnerables, plenos de virtudes, plagados de
defectos, que acertamos y desacertamos?
No tengo la intención de abandonar la
investigación histórica. Es una pasión
que no renuncio. Hurgar en las fuentes
de nuestro pasado me sumerge en las vidas de los que nos antecedieron. Sin embargo, hoy, después de haber vivido lo
que he vivido, de haber sufrido lo que he sufrido, de haber llorado y reído lo que he llorado y reído, de haber
leído lo que he leído; he comprendido
que incluso al reconstruir los hechos del pasado, me estoy refiriendo en mis
escritos a hombres y mujeres de carne y hueso que vivieron y padecieron las
angustias e ilusiones de su propio tiempo.
¡Oh subjetiva objetividad cuánto daño
has provocado en el mundo! Nadie absolutamente nadie puede abrogarse la
objetividad perfecta. Los economistas, “los llamados científicos del presente”,
hacen sus propuestas a través de sus propias ópticas e intereses. Los sociólogos y politólogos, a veces
defienden grupos y sectores, otros no pueden, no podemos aislarnos de nuestra
propia vivencia cultural. Los historiadores no podemos abstraernos de nuestros
propias concepciones, vivencias, ilusiones, desilusiones; y más aún trabajos
con documentos “objetivos” que fueron hechos por seres humanos también plagados
de dudas y representantes de intereses. ¿Somos capaces de entender el sentido
de la muerte en la comunidad hindú? ¿Aceptamos nosotros mortales del occidente
el homenaje a la longevidad de la comunidad asiática del mundo, cuando en
nuestro occidente no solo desechamos a los viejos de nuestras vidas, sino que
lo segregamos hasta su muerte en cárceles cuidadas por enfermeras y médicos?
Entonces ¿de qué racionalidad me hablan?
Con esta perorata de hoy, concluyo
alegremente que en estos Encuentros sabatinos haré cita con aquellos que
quieren compartir conmigo las reflexiones de mis experiencias y mis lecturas
que hago y haré siempre en primera
persona. Porque creo en la capacidad humana de expresar sentimientos, porque
creo que la posibilidad de crecer se hace cuando te haces consciente de tu
propia humanidad; a través del compromiso en primera persona es que asumimos
una posición críticamente activa para decidir que tenemos un rol en la
transformación de la realidad; porque es en primera persona, en mi yo
individual y mi yo colectivo, que soy capaz de disfrutar cada amanecer, cada
tarde de lluvia, cada día soleado, cada flor que se abre, cada niño que juega,
cada viejo que espera, cada joven que sueña, cada adulto que se da permiso para
arrepentirse de sus acciones, cada hombre que ama, cada mujer que espera. En primera persona percibo la realidad, y en
primera persona puedo escribir sobre ella. Nos vemos en la próxima.
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