Pensamiento
caribeño en el siglo XIX.
Hostos, 2. La
peregrinación de Bayoán
Por: Mu-Kien
Adriana Sang
@MuKienAdriana
Este libro, más que un libro, es un deseo; más que deseo, una intención; más que una intención, es sed. Sed de justicia y de verdad; Intención de probar que hay otra dicha mejor que la que el hombre busca: Deseo de que el ejemplo fructifique. Bayoán me lo dijo: “Feliz, amigo mío, quien tiene el valor del sufrimiento; porque ése, al concluir su peregrinación por este mundo, habrá encontrado su Jerusalén, su Dios”.
Vosotros, los que en vez de vivir, peregrináis, seguid con paso firme: la desdicha que os espera es tan gloriosa, que no la trocaréis o la inútil felicidad de los felices. Los que no peregrinan, que no lean. Al publicar este Diario, cometo una profanación que mi conciencia castigaría con sus ocultos torcedores, si lo viera profanado.Hojear un libro, es profanarlo. Los que buscan en la vida algo más que una dicha deleznable, estimulados por el libro, seguirán buscando. Hostos, La Peregrinación de Bayoán, prólogo a la primera edición
La peregrinación
de Bayoán fue publicada cuando Hostos apenas contaba con 24 años. Fue su
primera obra. En sus páginas, Hostos
expresa sus íntimos sentimientos acerca de sus preocupaciones sociales, pero
sobre todo sobre el derrotero de su amado Puerto Rico, de las islas antillanas
y del continente americano maltratado por las guerras y las ambiciones. Está escrito con el alma, como bien lo
expresa el autor: Temo que en ella se
deslice mi personalidad, y los impersonales se han vengado en mí tan
inicuamente de que no haya sido impersonal como son ellos, que vacilo. Pero la
personalidad que es hija del combate y del dolor, tiene el derecho de hablar y
ser oída, porque tiene la conciencia de ser desinteresada y ejemplar….El mundo
me ha derrotado muchas veces, cuantas veces he intentado hacer un bien con mi
pluma, con mi palabra, con mis actos, con mi vida. No me he desalentado jamás,
y cada vez que mis principios han necesitado un sacrificio de amor propio, de
afectos, de interés de porvenir personal, el primero en ofrecerse al sacrificio
he sido yo.
Hostos expresa
sus grandes preocupaciones existenciales en las páginas de este pequeño libro: la
patria y su libertad, la gloria y del
amor, el ideal del matrimonio y de la familia, el ideal del progreso humano y del perfeccionamiento individual, la
noción de la verdad y la justicia, la noción de la virtud personal y del bien
universal, no eran para mí meros estímulos intelectuales o afectivos…
Con palabras
desgarradoras se enfrenta a sus fantasmas y a los pensadores que influenciaron
en su pensamiento. El desencanto porque su patria no era lo que había soñado,
por el contrario tomaba un derrotero cuestionado, triste y desesperado, decide
culpar a los que pensadores que le hicieron pensar en utopías: Y como mi vida no tenía conexiones estrechas
con la realidad, solo perceptible para mí en los movimientos de la historia o
de la sociedad que justificaban mi ideal o armonizaban con él, cada encuentro
con las realidades brutales era un desencanto, una desilusión, un desengaño.
Ellos, sin la crisis de carácter que llegó después, hubieran hecho de mí una de
las innumerables víctimas que Goethe, Byron, Hugo, Lamartine, Fóscolo, Musset y
otros vagabondos de la fantasía han hecho en este campo de batalla de la
idealidad enferma y de la idealidad podrida que se llama siglo XIX. A Goethe y
a Fóscolo, a Byron y a su imitador, Espronceda, únicos de esos corruptores de
sensibilidad y entendimiento a quienes entonces conocía, opuso la casualidad
todos los grandes moralistas; desde Manou, el chino, hasta Sócrates, el griego;
desde Jesús, el nazareno, hasta Silvio Pellico, el lombardo; desde Marco
Aurelio, el emperador, hasta Zimmermann, el pensador.
Hostos descarga
su ira contra los hipócritas de la sociedad, principalmente los de arriba que
utilizan todas las armas para dominar y controlar. Manifiesta su tristeza y
desilusión de ver cómo el pueblo obedezca a aquellos
corruptores de razón que a estos purificadores de conciencia. El maestro, el filósofo pensador
puertorriqueño y universal se resiste a aceptar como válido la mentira social,
en especial de aquellos “falsificadores
de sentimientos”, que se aprovechan de una “sociedad más ignorante que perversa”. Y, a pesar de sentirse marginado y
traicionado, tomó la firme decisión de seguir su conciencia y sus ideas: me dije que no debiendo la razón tener
engaños, no debe tener tampoco desengaños, que solo se desilusiona el que se ilusiona,
que sólo se desencanta el que se encanta, que la vida es esfuerzo físico, moral
e intelectual, no encanto del deseo, no ilusión de los sentidos, no engaño de
la razón, y convirtiendo al dolor, de obstáculo en palanca, y subordinando el
problema de la felicidad al del deber, y prefiriendo el combate de la
inteligencia al triunfo del corazón, me sumergí en el estudio de la historia.
Buscando
explicaciones a la realidad que heredaba, decidió conocer el pasado. Estudió a Raynal,
Robertson, de Pradt, Prescott, Irving, Chevalier, intelectuales que le presentaron a la América de la conquista
española y portuguesa. Y al saber las atrocidades cometidas, maldijo desde lo
más profundo de su ser al conquistador. Un
viaje a mi patria me la presentó dominada, y maldije al dominador. Otro viaje
posterior me la presentó tiranizada, y sentí el deseo imperativo de combatir al
tirano de mi patria.
El patriotismo lo
llevó a la luchar por toda América. Decidió ser ciudadano del continente y
luchador solidario de las causas de todos los pueblos americanos: Pero si
mi patria política era la Isla infortunada en que nací, mi patria geográfica
estaba en todas las Antillas, sus hermanos ante la geología y la desgracia, y
estaba también en la libertad, su redentora. España tiranizadora de Puerto Rico
y Cuba, estaba también tiranizada. Si la metrópoli se libertaba de sus déspotas
¿no libertaría de su despotismo a las Antillas? Trabajar en España por la
libertad ¿no era trabajar por la libertad de las Antillas? Y si la libertad no
es más que la práctica de la razón y la razón es un instrumento, y nada más, de
la verdad ¿no era trabajar por la libertad el emplear la razón para decir a
España la verdad?
Escrito en forma
de diario, Hostos narra sus más íntimas reflexiones y sentimientos a partir de
su periplo y sus diálogos con diferentes actores de la vida social de su gran
patria americana amada y desgarrada.
Creo que este libro tiene importancia porque marca el derrotero
intelectual, personal y social del llamado peregrino de América, del errante
culto que luchó haciendo uso de su única arma: la palabra.
La casualidad me ha dado la palabra. Nada:
eso era Bayoán; la nada de un todo. Si los hombres nos acostumbramos a ver en
el fondo de nuestros corazones, en las profundidades de nuestro espíritu, en
los misterios de nuestra conciencia, el mundo exterior no nos asombraría. Todos
sus fenómenos, todos sus arcanos, todas sus bellezas, todos sus prodigios, todas
sus monstruosidades, las veríamos en ese rayo de luz de Dios que aspira a él
eternamente. En cada espíritu, veríamos tinieblas; en algunos, el caos.
Entonces, estudiando, comprenderíamos la existencia del todo en la nada; la
existencia de la luz en las tinieblas, y Bayoán sería para el lector un objeto
de estudio, y tal vez comprobación de que la felicidad más digna del hombre, es
la desgracia…
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