ENCUENTROS
“La Mujer maravilla” (1)
Por: Mu-Kien Adriana Sang
“Con frecuencia, las personas pretenden vivir sus
vidas al revés: intentan poseer más cosas o más dinero para tener más
posibilidades de hacer lo que quieren y de esta forma ser más felices. En realidad, el proceso es a la inversa. En
primer lugar hay que ser uno mismo, luego hacer lo necesario para poseer lo que
se desea...” Margaret Young
“Lo que deseaba era escribir un libro que me mostrara
cómo reconciliar mis más hondos anhelos espirituales, auténticos y creativos, y
mis, a menudo, contradictorias y abrumadoras obligaciones con mi marido e hija,
mi madre inválida, el trabajo en casa, el trabajo en el mundo, mis hermanos,
mis amigos y mi comunidad. Sabía que no era la única mujer que vivía
en el trajín de la vida real en cuerpo pero no en alma. Sabía que no era la única mujer agotada,
deprimida, confundida. Pero también tenía la certeza de que yo no era, ni por
asomo, la mujer poseedora de las respuestas. Ni siquiera sabía cuáles eran las
preguntas.” Saran Ban Breatnach.
Tal vez
se quedó en mi subconsciente la imagen de la heroína de mi infancia, la mujer
Maravilla, y pensé que yo también poseía algunos de esos poderes
sobrenaturales. Recuerdo cómo me maravillaba con las historietas de los
superhéroes, especialmente Batman, Superman y la Mujer Maravilla. Me fascinaba ver cómo estos seres dotados de
poderes extraordinarios podían combatir a los malos, y en una lucha sin grandes
esfuerzos estridencias podían triunfar. Los malos iban a las cárceles. Una
lucha ganada. Tiempo hábil para la próxima batalla. Quizás esté hoy solo
buscando explicaciones absurdas a las conductas y problemas que he tenido que
enfrentar como mujer adulta / madura que soy hoy.
Hace
poco, muy poco tiempo, la vida me hizo
una gran jugada. Absorta por días llenos
de actividades, no me di cuenta que mi cuerpo reclamaba descanso. Ante los fallos que presentaban mis signos
vitales, respondía con el estricto cumplimiento de los medicamentos que los
médicos me recetaban ante mis visitas en demanda de salud. Una pastilla, otra más y de nuevo al ruedo
de la vida. Ese ritmo lo soporté por un
largo tiempo, y mi cuerpo se fue resintiendo, hasta que no pudo más y reclamó
con gritos y agresividad atención, mucha atención.
Estuve
hospitalizada por casi una semana. Sometida por la fuerza, me pusieron un
tratamiento directo a las venas, para evitar males mayores. Estuve inmóvil y en
silencio. Así, sin poder moverme, se me crearon las condiciones para encontrar
un poco de paz y pensar en mi vida. Cuando salí de la clínica tuve que estar en
reposo por más de quince días. Atrapada
en mi casa, no me quedó más remedio que organizar mis días de asueto-descanso
obligado. Resignada, decidí entonces pensar que la vida me había regalado esa
oportunidad para hacer un alto en mis múltiples actividades, pensar en mis días
y meditar, meditar y meditar... para
sacar algunas conclusiones.
Pensaba
que sólo debía disponer de la voluntad para desarrollar mis acciones, pero me
equivoqué. La voluntad, el deseo, la
determinación de hacer cosas constituye un elemento importante para que podamos
hacer realidad muchos sueños. Soñé por
ejemplo en convertirme en historiadora, y lo hice. Tuve que romper barreras y
creencias, demostrar como fuera que podía hacerlo. Desde niña quise ser
maestra, y lo he sido por más de 30 años. En las aulas he disfrutado mucho la
experiencia. He aprendido con esos jóvenes que buscan la verdad y el sentido de
sus vidas. Me sentía y me siento, plena
de satisfacción cuando los escucho opinando, expresando sus ideas con la típica
prepotencia juvenil. Quise también ser
columnista de un medio de comunicación importante. Me preguntaba si yo podría ser capaz de
escribir una columna semanal. Luché para
lograrlo. Hace 10 años expreso mis opiniones, a través de medios como este; y
por tres años utilicé la magia de la televisión para analizar la realidad. Consciente del papel que debe jugar cada ser
humano en la sociedad. Consciente también de que debíamos asumir un compromiso
activo en la transformación de la realidad que heredamos, me inscribí en los
grupos sociales que pude, intentando
participar lo más activamente posible. Como debía además percibir
ingresos para poder mantenerme, desde joven he vendido mi fuerza de trabajo intelectual
en diferentes instituciones. He pasado
la mayor parte de mi vida adulta en el mundo universitario ofertando mis
servicios como funcionaria académica. También quise ser mujer. Crítica como he
sido, de las feministas que maltratan a garrotazos la feminidad, decidí ser una
mujer que explota sus bondades físicas y trata de ayudar a ocultar sus
defectos, ayudada con los productos comerciales que se ofertan en el
mercado. Amante como soy de la familia,
busqué espacios de donde no tenía para tratar de estar con los míos. El ejército de hermanos, hermanas, cuñados,
cuñadas, sobrinos y sobrinas han formado parte del universo familiar de forma
activa. Mujer amante del amor, decidí
formar familia. Lectora voraz como
intento serlo, buscaba espacios para leer las últimas producciones históricas y
las novedades literarias. Habiendo
descubierto muy tarde las bondades de la filosofía taoísta, comencé a leer
sobre este tema, e intentando, sin mucho éxito, de incorporarla a mi vida.
Y así,
levantándome de madrugada para leer los periódicos y llegar al canal,
trabajando durante todo el día en la universidad, ofreciendo mis cursos de
Pensamiento Dominicano dos tardes a la semana,
participando en reuniones-almuerzos de los grupos sociales que formaba
parte, saliendo al atardecer de mis
obligaciones laborales para entonces cumplir con mi rol social de mujer-esposa. Al atardecer
hacía el supermercado, llevaba las ropas a la lavandería, iba rápidamente al
salón de belleza para recuperar el aspecto, llegaba de noche a la casa. Durante
la cena compartía un poco con los míos, hacía algunas llamadas a los amigos y
familiares para ponerme al día, para
luego, antes de irme a la cama, leer un poco, o revisar alguna conferencia que
tenía que presentar.
Y así,
en ese ritmo agotador pasaron los años.
Dos o tres veces al año, el cuerpo me sacudía. Un resfriado fuerte me obligaba a permanecer
una semana en la cama. Una visita
médica, un tratamiento eficaz que cumplía con celo. Para luego volver al mismo ritmo voraz y a la
rutina.
Varios
años sumergida en esa vorágine de vida, sometí a mi cuerpo a un estado de
tensión y actividades que hoy me ha cobrado con intereses. Agotado, cansado de vivir en permanente
actividad, decidió un día decir ¡Basta!.
He tenido la suerte de que fue un gran susto, más que una enfermedad
terminal. Pero su sacudida fue tan
fuerte que me obligó a pensar y replantearme muchas cosas.
Los días
de encierro se me hicieron cortos. La
soledad me permitió un reencuentro conmigo misma. Me descubrí humana y vulnerable. Pero sobre
esto volveremos en la próxima semana.
“En la cadena de acontecimientos de mi vida,
nada ha sido accidental. Todo tuvo lugar de acuerdo con una necesidad
interior.” Hannah Senesh
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