MIGRACIÓN E IDENTIDAD: UNA MEDITACIÓN
Por Mu-Kien Adriana Sang
“Lo pasado es historia solamente.
Lo futuro se resiste a los profetas.
Vivamos lo presente…
Sin de dóndes, adóndes ni porqués”
Chen Chiju.
Mi propia historia ha
despertado el interés en conocer el tema de las migraciones, una realidad
constante y presente desde el principio de los tiempos. La búsqueda de mejor
vida es el norte de los seres que migran, abandonan sus tierras, su cultura y
los suyos; arriesgan sus vidas para abandonar una realidad de exclusión y
marginalidad.
Es el drama del migrante. Ser, nacer,
pertenecer y amar una tierra que te asecha y
despoja de tu futuro, porque no brinda las oportunidades necesarias para
una vida digna, empujándote a la aventura. Entonces llegas a una tierra
desconocida que te rechaza y te margina. La forma de caminar, de ver la vida,
de hablar y comportante evidencia tu condición de extranjero. El acento te
delata y la nostalgia del regreso te traiciona. Vivir con la esperanza del
retorno a la tierra que te vio nacer es sólo un aliciente. Los que tienen la
oportunidad de visitar su tierra amada, se dan cuenta que allí también son
extranjeros. ¡Qué dramas y pruebas
ofrece a veces la vida!
Motivada en mi propia
historia, como hija de migrante, y sabiéndome desconocedora del tema, hurgué por todas partes para conocer un
poco sobre la migración china. Buscando entre libros localicé el excelente
trabajo del Profesor Juan Hung Hui, un prestigioso académico de la Universidad
de Chengchi en Taipei. En su libro “Chinos en América” afirma que la migración china presenta
radicales diferencias con respecto a la africana, europeo o japonesa. Los chinos, dice, no abandonaron China en calidad
de esclavos, como fue el caso de los africanos, ni tampoco fueron colonizadores
o conquistadores al estilo europeo; ni han podido alcanzar el poder económico
de los japoneses. La migración china ha
sido el producto de la conjunción de dos factores, por un lado la calamitosa
situación de China en el siglo XIX, y
por el otro, la necesidad de mano de
obra barata que demandaba la expansión capitalista. En un principio, sigue afirmando Hung Hui,
los migrantes chinos, como todo migrante,
pensaban en la temporalidad de su permanencia en América. El regreso al
suelo patrio era su signo característico y, especialmente, su utopía vital. Sin
embargo, las condiciones propias de la migración (el régimen semi esclavista de
contratación, la lejanía y el alto costo del transporte) hicieron del regreso
una empresa verdaderamente imposible.
Partiendo de esa difícil realidad, Hung caracteriza la historia de la
migración china como “un cuadro desolador de discriminaciones, malos tratos,
trabajo duro y situaciones conflictivas con los movimientos y agrupaciones
obreras de las naciones receptoras”
Pensé al leer esto, ¡Dios cuánto habrá sufrido mi pobre padre!
La migración china al
Caribe tenía un claro objetivo: servir
de trampolín para llegar hasta la tierra
prometida de los Estados Unidos. Cuba, Puerto Rico o República Dominicana eran
vistas como paradas necesarias para proseguir el trayecto hacia el destino
final. Pero la realidad en la mayoría de
los casos se impone a los deseos. Muchos
de los migrantes chinos que llegaron tuvieron que quedarse en las islas,
siempre con la esperanza de zarpar nuevamente para llegar a la tierra
salvadora., pero la gran mayoría se quedó en el país. La utopía americana
salvadora se convirtió en una gran decepción. La imposibilidad del regreso a su
China natal una frustración. Otros
optaron por crear y recrear su propia cultura, quedándose en los ghetos, otros,
como fue el caso de mi padre, decidieron vencer las múltiples trabas y
exclusiones para insertarse a la
sociedad. Yo tuve esa ventaja. En mi condición de segunda generación tuve el
camino allanado.
Hoy día el fenómeno es más
complejo. Miles de dominicanos se establecen masivamente en los Estados Unidos,
algunas islas del Caribe y Europa, y a
pesar de su lejanía no sienten que han dejado de ser dominicanos. ¿Qué
significa entonces este hecho? Sencillamente que las identidades no son
estáticas, que sufren mutaciones; y que quiérase o no este grupo de hombres y
mujeres que se insertan en esas sociedades, a pesar de permanecer en la
marginalidad, crea sus propios vínculos con su lo nacional, pero a su vez,
influyen en las identidades de los lugares donde se establecen.
Ahora más que nunca creo
en la ciudadanía universal y en la necesidad de que los seres humanos nos
sintamos pobladores del mundo. Las fronteras políticas son geografías impuestas
por pugnas e intereses políticos. La verdadera división y creación humana debe
ser la cultura universal, la búsqueda colectiva de un mejor futuro, sin
distinción de credo, raza, color o nacionalidad. ¡Ese es mi sueño! ¡Ese es mi
eterno regreso a la vida!
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