lunes, 29 de abril de 2013

Identidad y migración


MIGRACIÓN E IDENTIDAD: UNA MEDITACIÓN
Por Mu-Kien Adriana Sang


 

“Lo pasado es historia solamente.

Lo futuro se resiste a los profetas.

Vivamos lo presente…

Sin de dóndes, adóndes ni porqués”

Chen Chiju.

 

Mi propia historia ha despertado el interés en conocer el tema de las migraciones, una realidad constante y presente desde el principio de los tiempos. La búsqueda de mejor vida es el norte de los seres que migran, abandonan sus tierras, su cultura y los suyos; arriesgan sus vidas para abandonar una realidad de exclusión y marginalidad.

 

Es el drama del migrante. Ser, nacer, pertenecer y amar una tierra que te asecha y  despoja de tu futuro, porque no brinda las oportunidades necesarias para una vida digna, empujándote a la aventura. Entonces llegas a una tierra desconocida que te rechaza y te margina. La forma de caminar, de ver la vida, de hablar y comportante evidencia tu condición de extranjero. El acento te delata y la nostalgia del regreso te traiciona. Vivir con la esperanza del retorno a la tierra que te vio nacer es sólo un aliciente. Los que tienen la oportunidad de visitar su tierra amada, se dan cuenta que allí también son extranjeros.  ¡Qué dramas y pruebas ofrece a veces la vida!

 

Motivada en mi propia historia, como hija de migrante, y sabiéndome desconocedora del  tema, hurgué por todas partes para conocer un poco sobre la migración china. Buscando entre libros localicé el excelente trabajo del Profesor Juan Hung Hui, un prestigioso académico de la Universidad de Chengchi en Taipei. En su libro “Chinos en América”  afirma que la migración china presenta radicales diferencias con respecto a la africana, europeo o japonesa.  Los chinos, dice, no abandonaron China en calidad de esclavos, como fue el caso de los africanos, ni tampoco fueron colonizadores o conquistadores al estilo europeo; ni han podido alcanzar el poder económico de los japoneses.  La migración china ha sido el producto de la conjunción de dos factores, por un lado la calamitosa situación de China en el siglo XIX,  y por el otro, la  necesidad de mano de obra barata que demandaba la expansión capitalista.  En un principio, sigue afirmando Hung Hui, los migrantes chinos, como todo migrante,  pensaban en la temporalidad de su permanencia en América. El regreso al suelo patrio era su signo característico y, especialmente, su utopía vital. Sin embargo, las condiciones propias de la migración (el régimen semi esclavista de contratación, la lejanía y el alto costo del transporte) hicieron del regreso una empresa verdaderamente imposible.  Partiendo de esa difícil realidad, Hung caracteriza la historia de la migración china como “un cuadro desolador de discriminaciones, malos tratos, trabajo duro y situaciones conflictivas con los movimientos y agrupaciones obreras de las naciones receptoras”  Pensé al leer esto, ¡Dios cuánto habrá sufrido mi pobre padre!

 

La migración china al Caribe tenía un claro objetivo:  servir de trampolín para  llegar hasta la tierra prometida de los Estados Unidos. Cuba, Puerto Rico o República Dominicana eran vistas como paradas necesarias para proseguir el trayecto hacia el destino final.  Pero la realidad en la mayoría de los casos se impone a los deseos.  Muchos de los migrantes chinos que llegaron tuvieron que quedarse en las islas, siempre con la esperanza de zarpar nuevamente para llegar a la tierra salvadora., pero la gran mayoría se quedó en el país. La utopía americana salvadora se convirtió en una gran decepción. La imposibilidad del regreso a su China natal una frustración.  Otros optaron por crear y recrear su propia cultura, quedándose en los ghetos, otros, como fue el caso de mi padre, decidieron vencer las múltiples trabas y exclusiones para  insertarse a la sociedad.  Yo tuve esa ventaja.  En mi condición de segunda generación tuve el camino allanado.

 

Hoy día el fenómeno es más complejo. Miles de dominicanos se establecen masivamente en los Estados Unidos, algunas islas del Caribe  y Europa, y a pesar de su lejanía no sienten que han dejado de ser dominicanos. ¿Qué significa entonces este hecho? Sencillamente que las identidades no son estáticas, que sufren mutaciones; y que quiérase o no este grupo de hombres y mujeres que se insertan en esas sociedades, a pesar de permanecer en la marginalidad, crea sus propios vínculos con su lo nacional, pero a su vez, influyen en las identidades de los lugares donde se establecen.

 

Ahora más que nunca creo en la ciudadanía universal y en la necesidad de que los seres humanos nos sintamos pobladores del mundo. Las fronteras políticas son geografías impuestas por pugnas e intereses políticos. La verdadera división y creación humana debe ser la cultura universal, la búsqueda colectiva de un mejor futuro, sin distinción de credo, raza, color o nacionalidad. ¡Ese es mi sueño! ¡Ese es mi eterno regreso a la vida! 

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