ENCUENTROS
PALABRAS DE LA BRISA NOCTURNA III
Por Mu-Kien
Adriana Sang
Dedicado
a Edgar Omar Ramírez, por su sensibilidad con las mujeres
“Una característica de la familia china
moderna es tener una familia sin sentimientos, o tener sentimientos pero no
familia. Las condiciones de vida fuerzan
a los jóvenes a convertir el trabajo y el alojamiento en las condiciones
mínimas para acceder a casarse. Sus padres, sumergidos en los trastornos
políticos y los cambios sociales, hicieron de la seguridad la base sobre la
cual construir una familia. Para ambas
generaciones, cualquier sentimiento que pueda existir surge a partir de los
arreglos prácticos que siempre se anteponen a los sentimientos, y cualquier
sentimiento dentro de la familia surge posteriormente a estos. Lo que la mayoría de las mujeres busca y
anhela es una familia que se desarrollo a partir de los sentimientos. Esta es la razón por la que hay tantas
historias trágicas de amor en la historia china. Historias que no florecieron
ni dieron sus frutos.” Xiran Sue, Nacer mujer en China
Es posible
que los relatos de Xiran me hayan tocado tan profundamente porque provengo de
una familia cuyos orígenes se remontan a China.
Todavía recuerdo las expresiones de alarma de mi abuela cantonesa ante
la actitud tan occidental de la vida que teníamos mis hermanas y yo. Traducidas por mi padre todas las peroratas y
consejos de la abuela que había venido del lejano oriente, no comprendía sus
insistencias y sus preocupaciones.
Hace dos años, cuando por primera vez
pisé el suelo de la China continental,
noté una sociedad que se transformaba. Dos tendencias opuestas se
encontraban en su realidad. Por un lado los valores tradicionales chinos, donde
la mujer juega el mero papel de objeto, y por otro, la integración de valores
de occidente, en la cual la mujer se integra al trabajo y busca su propio
espacio en la sociedad. Cuando fuimos a
Xiam, la persona que nos sirvió de guía era una mujer. Aproveché algunos
momentos para preguntarle algunas cosas. Era una defensora de la participación
femenina en el mercado laboral, sin embargo, aún persistían en ella, valores
tradicionales que no podía desprenderse.
Durante la visita a Shangai fuimos a la fábrica
de las telas de seda. Allí las mujeres que extraen los hilos de seda de los
gusanos trabajan en condiciones infrahumanas.
Metidas en locales sin la ventilación necesaria, tienen que soportar las
altas temperaturas del agua donde son colocados los gusanos para hervirlos y
extraer el hilo de su cuerpo. El calor
inaguantable y el olor que despiden, hacen del ambiente algo lúgubre y recuerda
las explotaciones esclavas de la época imperial china. Cuando vimos el espectáculo, algunas de las
mujeres que allí estábamos nos preguntamos ¿cómo es posible que soporten esas
condiciones laborales tan sumisamente?
Al leer el libro de Xinran recordé que a veces,
cuando he leído los textos que han llegado a mis manos de la sabiduría China,
me ha molestado profundamente el valor que la filosofía y la religión y
filosofía taoísta o confucionista ven a la mujer como un mero objeto de
reproducción o servicio a los hombres, los seres más importantes de las
sociedades chinas.
La sabiduría china, tan profunda y prolifera se
detiene ante la mujer.
Al leer todas estas historias, al mirar hacia
atrás y ver mi propia historia, al escuchar las historias de otras mujeres
chinas, al recordar las historias de las Geishas en Japón, al observar el
triste papel que le otorgan a la mujer en las sociedades islámicas, me doy
cuenta que nuestra historia, la historia de las mujeres, ha sido escrita con
sangre y lágrimas.
Tuve la suerte de haber nacido en un hogar de
fuerte tradición china, pero con un grado suficiente de occidente para que
nuestro padre otorgara a las mujeres de su familia un papel distinto a lo que
él vio en su propio hogar. Quizás por
eso, las cinco mujeres que componemos el lado femenino de la familia somos
mujeres fuertes.
Después de leer a Xinran recordé a mi padre. De
era niña escuchaba algunos de sus relatos con gran incredulidad. No podía
pensar que sus historias podían tener algo de verdad. ¿Cómo era posible?
Parecían meras fantasías. Ahora recuerdo sus palabras, como si fuera ayer,
cuando nos hablaba de la tragedia familiar que significó la revolución
cultural; o el significado de la purga social de los hombres y mujeres
considerados “parásitos” sociales. Lo que significó para muchos la destrucción
de las familias.
Al leer todo esto y recordar mi propia historia
familiar me doy cuenta, y constato, de nuevo, que la humanidad ha podido
avanzar a costa del dolor de mucha gente. ¿Cómo es posible que por el triunfo
de un proyecto político seamos capaces de violentar la propia dignidad humana?
¿Cómo es posible que en nombre de la
libertad, sometamos y amordacemos? ¿Es que acaso el fin justifica los
medios? No lo creo. Me resisto a
pensarlo.
Gracias a Xinran por regalarnos estas
historias. Escribió estas experiencias llevándose del consejo de un viejo amigo
que le dijo: “Deberías poner todo esto
por escrito. La escritura es una especie de sala de exposición, y un almacén
que puede ayudar a crear un espacio para dar cabida a nuevas ideas y
sentimientos. Si no pones estas
historias por escrito, tu corazón se colmará de ellas y se romperá.”
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