Pensamiento caribeño en el siglo XIX. Hostos
y su pensamiento sicológico
Por: Mu-Kien Adriana Sang
sangbenmukien@gmail.com
@MuKienAdriana
Si
el hombre prescindiera o pudiera prescindir en absoluto de la voluntad
dependiente del instinto, aquellas necesidades de la materia a que debemos la
conservación del individuo y de la especie no podrían tener satisfacción. Y,
por el contrario, si el hombre prescindiera de su voluntad reflexiva,
prescindiría ipso facto de su naturaleza racional y no serviría para darle
satisfacción a las necesidades inmateriales que caracterizan a la razón y a la
conciencia. Por lo tanto, si podemos, empleando el análisis, considerar
divididos en dos fuerzas distintas al órgano de la voluntad, no podemos dejar
de ver que esas dos fuerzas distintas a la voluntad funcionan simultáneamente y
de continuo en la entidad moral del hombre. Hostos, El propósito de la moral,
discurso en el Acto de investidura de los primeros normalistas.
Con este artículo finaliza el largo ciclo de
entregas que desde enero he llevado a los lectores sobre las ideas de Hostos.
El pensamiento de este hombre extraordinario por su capacidad intelectual y su
estatura moral, es amplio, vasto y profundo. Podríamos pasar todo el año
desarrollando nuevas aristas sobre sus discursos, libros y correspondencias, ya
sea acerca del derecho constitucional, o sobre moral individual y social, o
sobre educación. Todas sus obras evidencian un hombre que aprovechó al máximo
las teorías de la época, las analizó, las internalizó, las interpretó y
construyó su propio cuerpo conceptual. Pocos seres humanos han estado dotados
de tanta capacidad analítica. Pocas personas pueden hacer alarde tanta cultura.
Mi eterno respeto a ese gran hombre, que todavía es un referente académico y
ético a pesar de que hace más de cien años que la humanidad lo perdió.
Hurgando en el maravilloso mundo del espacio
cibernético, encontré un interesante trabajo de la investigadora cubana Carolina
De la torre Molina sobre el pensamiento sicológico de Hostos [i].
Este ensayo presenta una cara diferente del maestro. La autora parece ser que
ha dedicado parte de su vida académica a estudiar el perfil sicológico de
América Latina, afirmando que a finales del siglo XIX y principios del XX, la
sicología latinoamericana se caracterizó “no
solo por la independencia, amplitud y diversidad de los acontecimientos, sino
también por la profundidad filosófica, originalidad , criterio propio e interés
en conocer todo lo que en el mundo se hacía para aplicarlo, de manera
totalmente creativa a la solución de los problemas de cada país.”[ii]
Afirma también la investigadora que los grandes
intelectuales de los diferentes países latinoamericanos, como fue el caso de
José Ingenieros, conocieron la sicología universal y lejos de reproducirla, la
utilizaron como materia prima para sus creaciones teóricas y, sobre todo, contribuyeron
al desarrollo de la sicología como ciencia independiente de la filosofía. Este
esfuerzo intelectual de estos hombres especiales, permitieron una mayor
comprensión del ser latinoamericano. Nuestros pensadores e intelectuales, dice
la autora, bebieron de las obras de Stuart Mill, Comte, Schopenhauer, Kant,
Lombroso, Charcot, James y Baldwin, entre otros.
De la Torre aclara de forma enérgica que cuando utiliza
el concepto de sicología académica se refiere al pensamiento sicológico que se
encuentra en los educadores, filósofos y pensadores de los diferentes países de
América Latina. En su opinión se impone revisitar,
releer a todos los grandes pensadores latinoamericanos, grupo en el que, por
supuesto, se encuentran Eugenio María de Hostos y José Martí. Ambos, dice,
dedicaron muchos años de sus genios creativos al desarrollo de valiosas ideas
en pedagogía, educación, moral, sociología y sicología: Sus concepciones sobre la enseñanza libre, antidogmática y americana,
los métodos pedagógicos, la comunicación, el papel activo del ser humano y su
formación integral son algunos de los aportes que nos producen más admiración
cuando leemos la obra abarcadora de ambos” [iii]
En relación a Hostos, quien es nuestro objeto en la
serie de artículos que hoy concluimos, De la torre afirma que el pedagogo
emprende la aventura de hacer sicología a partir de su concepción positivista.
Pero, atención, afirma la autora, el positivismo hostosiano no es acrítico,
pues a diferencias de otros positivistas ortodoxos, Hostos lo utiliza para
colocar en tela de juicio el progreso material si va en desmedro del moral y
espiritual. Así, afirma, Hostos no fue un repetidor de las ideas de Comte o
Spencer, sino el creador de su propia teoría, que se sustenta en una lógica
social eminentemente de carácter moral,
en la cual la objetividad no se interpone a los juicios de valor y ni la
visión humanística riñe con la llamada objetividad de la ciencia.
A juicio de De la Torre, el pensamiento sicológico
hostosiano es el que marca su obra pedagógica y sociológica. Hostos, afirma la
autora, parte de la necesidad que tiene la sociedad de formar hombres en “toda la extensión de la palabra, en toda
razón, en toda la energía de la virtud, en toda la plenitud de la conciencia”
[iv],
esto así, porque el intelectual puertorriqueño está convencido que el ser
humano individual debe ser el centro y lo más importante del tejido social.
Porque, “en su quehacer político,
literario, jurídico, sociológico y pedagógico…se dedicó Hostos…a una reflexión
sicológica que no es posible ignorar. Este maestro era un humanista que,
apoyado en una clara concepción del psiquismo humano, confiaba en la posibilidad
de crear o fortalecer, mediante la educación, el empeño consciente del ser
humano por auto perfeccionarse y perfeccionar su sociedad. Tenemos en así en
Hostos…a un psicólogo que emprende tan vastos campos desde una posición de base
positivista” [v]
El punto clave del argumento de De la Torre es que
el pensamiento social y político de Hostos parte del papel activo del
individuo, quien conscientemente asume el compromiso de contribuir a la
sociedad. Este planteamiento, dice, es extremadamente novedoso, especialmente
en los años 80 del siglo XIX, cuando Europa apenas comenzaba a identificar la
sicología como una disciplina independiente. Afirma sin tapujos la autora, que
la obra Tratado Moral es en sentido amplio un verdadero tratado de sicología.
Esto así, porque la moral debe ser entendida como ciencia del deber que estudia
el arte del buen vivir, las obligaciones que los seres humanos se imponen; y
además, en sentido todavía más abarcador, es una ciencia que estudia lo
subjetivo y lo espiritual que son sin duda fenómenos que afectan la siquis
humana.
Aquí termina la larga aventura de este inusitado
viaje por los largos y profundos senderos del pensamiento del gran Eugenio
María de Hostos. La próxima serie trabajaremos a José Martí.
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