ENCUENTROS
“Las alas rotas”
Por:
Mu-Kien Adriana Sang
“Todo
depende de cómo lo haga uno. Los seres
humanos son como las flores abiertas y receptivas al manso rocío, pero cerradas
y reacias al violento aguacero.”
“En una
guerra de ideas, las víctimas son siempre personas.”
“Unos
escriben para ganarse la vida; otros, para comunicar sus ideas o suscitar
cuestiones que inquieten a sus lectores; e incluso otros lo hacen para
comprender su propia alma...”
Anthony de
Mello, Un minuto para el absurdo.
He sido testigo, como todos ustedes, de dos hechos
bochornosos y absurdos. El fatídico martes del 11 de septiembre presencié llena
de horror y tristeza la muerte de miles de inocentes, víctimas del peor ataque
terrorista de todos los tiempos. Todavía
la polvareda ensombrece el panorama, haciéndonos recordar que el
fundamentalismo más reaccionario ha decidido perpetrar su propia guerra
santa. Las consecuencias de este
horrendo hecho todavía no son predecibles.
El gran coloso del norte, herido en sus propias entrañas, cual fiera
herida, prepara el contraataque. El
mundo llora sus muertos. La espera, la angustiosa espera de lo que acontecerá
en los próximos días, me ha obligado a detener mi vuelo. Mis alas no pueden, se resisten a volar.
Pensé que era suficiente con el dolor de los
atentados terroristas. Pero no, la vida se empeñó en poner una vez más a prueba
mi capacidad de resistencia. El jueves
13 de septiembre se produjo un golpe mortal en la historia institucional del
país. Fue presentado por todas las
cadenas de televisión, un frío, cursi, mal articulado y bochornoso
espectáculo. El honorable Consejo de la
Magistratura se reunió ante la expectación nacional y frente a toda la opinión
pública nacional para elegir los tres jueces faltantes de la Suprema Corte de
Justicia. De manera abrupta se dio inicio la atropellada sesión. Todos sus
representantes estuvieron presentes. Sin pausas ni introducciones de ningún
tipo, se procedió a una lectura apresurada y sin explicación de unos nombres. Un juez secretario, comenzó
a leer un listado con 25 personas preseleccionadas. Todo el mundo se preguntó ¿Cómo, cuándo y en
qué momento se preseleccionaron estas personas? ¿Cuáles criterios se utilizaron
para reducir un listado de 167 personas? El aturdimiento fue general. No hubo ninguna aclaración sobre la forma en
que sería conducida la sesión de trabajo.
Pensé que con un listado de 25 personas, si se hacía
un verdadero escrutinio y una verdadera sesión de preguntas de contenido a los
aspirantes, tendríamos una larguísima jornada que duraría por lo menos 10 ó
doce horas, sólo en la primera parte. Y
que se convocaría para una segunda oportunidad a fin de hacer verdaderas
ponderaciones acerca de las candidaturas, para luego proceder a las votaciones.
Grande fue mi sorpresa. Estos 25
profesionales fueron llamados para ser entrevistados, como si fuera un
ceremonial de adolescentes que participaban en un concurso escolar. Fue una
entrevista meramente formal, atropellada y superficial, marcadas por preguntas
absolutamente banales.
Pero más sorpresiva fue la rápida decisión. La
selección fue realizada en tiempo récord. Nadie puede negar que la ley de
carrera judicial fue violentada, al seleccionarse una persona con vinculaciones
directas con un partido de oposición. No podía creer cuando escuchaba al
Presidente de la Suprema Corte de Justicia, justificar el acto tragicómico que
organizó y ejecutó el Consejo Nacional de la Magistratura. . Sus palabras
todavía me lastiman. La justificación
de lo injustificable es la peor tarea que pueda tocarle a una persona
humana.
En tiempo récord fueron realizadas las 25
“entrevistas”. En tiempo récord se eligieron los tres nuevos jueces. En tiempo
récord se juramentaron. En tiempo récord se violentó la ley. En tiempo récord
los partidos demostraron que el interés político está por encima de todo,
incluso del futuro del país. En tiempo récord se quebraron muchas esperanzas.
Ese jueves 13, como el fatídico martes 11 de
septiembre, volví a mi casa, con los brazos caídos, sin fuerzas para
levantarlos ni siquiera en señal de reclamo ni de espanto. Un nuevo golpe había
quebrado el resto de mis alas que luchaba por proseguir su vuelo natural.
Las reacciones se han sucedido. ¡Pobre sociedad
civil! ¡Cuán criticada has sido porque has exigido un poco de transparencia y
respeto a la ley! Y en medio de mi tristeza, percibo que la mujer historiadora.
Y caigo de nuevo en cuenta que la historia de la humanidad se ha escrito con
avances y retrocesos. Y la mujer
ciudadana sonríe y se consuela para decirse:
en medio de las lágrimas estos episodios no son más que pruebas de
resistencias para proseguir.
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