lunes, 29 de abril de 2013

Reelección. El eterno retorno


ENCUENTROS            


Historia y reelección (2)

El eterno retorno.

 

Por Mu -Kien Adriana Sang

 

 

“Uno de los factores que tradicionalmente ha gravitado más negativamente en nuestra historia ha sido el de las apetencias personales de la mayoría de sus dirigentes, no sólo aspirando la Jefatura del Estado, sino hasta la dirección de pequeños grupos y facciones”, Virgilio Bello Rosa, tomado del libro de Ángela Peña, Partidos Políticos y Presidentes Dominicanos.

 

“En un sistema político caudillista, la muerte del gobernante, el jefe, es un evento que paraliza. Nadie puede saber lo que pasará...” Eduardo Latorre, tomado del libro de Ángela Peña, Partidos Políticos y Presidentes Dominicanos.

 

“No me llamo a engaño.  Sé que no bien entregue la presidencia a un Peynado, a un Velásquez o a un Henríquez, los sempiternos revoltosos querrán tumbarlo, y tendré yo que dedicarme a sostenerlo porque ellos no sabrán defenderse en el campo de las armas...” Món Cáceres, tomado del libro de Ángela Peña, Partidos Políticos y Presidentes Dominicanos.

 

La muerte de Heureaux no trajo paz ni sosiego para el país.  La alternabilidad forzosa del poder estuvo a la orden del día.  Las imposiciones de personas, la incapacidad de orquestar un proyecto político con poder de convocatoria a nivel nacional, hicieron del país en los primeros 30 años del siglo XX un verdadero campo de batalla.  Muerto el tirano, la sucesión impuesta era algo cotidiano.  Revoluciones, alianzas, desalianzas, contralianzas...era el signo característico de esos años convulsionados.  19 gobiernos, electos o impuestos, 9 revoluciones, 10 elecciones, 6 reformas constitucionales, una ocupación extranjera que pisoteó la soberanía nacional.....ocurrieron en apenas 30 años. ¡Qué drama nuestra realidad política y nuestra historia! Y en esa tragedia política que vivimos estuvo presente, muy presente, siempre presente el tema de la reelección presidencial.

 

Entre 1900 y 1930, se realizaron 6 reformas a la Constitución: 1907, 1908, 1924, 1927.  y 1929. Las dos primeras se realizaron durante el Gobierno de Ramón (Mon) Cáceres, y las restantes durante el Gobierno de Horacio Vásquez. En materia de reelección, Cáceres mantuvo lo establecido en la Constitución de 1896; es decir, se permitía sin ninguna restricción.  

 

Después del asesinato de Cáceres en 1911,  se produjo un período de inestabilidad política que culminó en la Ocupación Americana de 1916.  En 1924, después de 8 años se firmó el Plan Hughes-Peynado que puso fin a la ocupación. Este plan establecía, entre otras cosas, la instauración de un gobierno Provisional presidido por Don Juan Bautista Vicini Burgos, que tenía como tarea fundamental la convocatoria de una Asamblea Constituyente a fin de modificar la Constitución de la República.    El 4 de junio de 1924 se instaló la asamblea. La Constitución que salió de esta Constituyente prohibía claramente la reelección, tal y como lo especifica su artículo 44: “La persona elegida para Presidente de la República no podrá ser reelecta para ese cargo, ni electa para la Vicepresidencia en el período constitucional subsiguiente.”

 

Como se sabe, en las elecciones que se hicieron en 1924, el Presidente electo fue Horacio Vásquez.  Inmediatamente el nuevo mandatario sabía que no podría elegirse para un segundo mandato.  ¿Qué podrían hacer Vásquez y sus seguidores? Wenceslao Vega nos ofrece una explicación, en su notable libro “Historia del Derecho Dominicano”, veamos:  “Vásquez no podría aspirar a un segundo período cuando se venciera el de 4 años para el cual había sido elegido en 1924, es decir, en 1928.  Pero a mediados de 1926 el grupo de influyentes políticos que apoyaban a Vásquez se les ocurrió un mecanismo para que éste mantuviera en el poder por dos años más. Su argumento fue el siguiente.  Según ellos, Vásquez y su Senado habían sido elegidos antes de la promulgación de la Constitución de 1924, durante el gobierno provisional de Vicini Burgos, y en consecuencia el período de 4 años que esa Constitución prescribía no les era aplicable, sino al período de 6 años que disponía la Constitución de 1908 que era la que, a su entender, regía en marzo de 1924 cuando se celebraron las elecciones....”  ¿Fácil verdad?

 

La solución fue temporal. Los horacistas querían seguir en el poder.  ¿Qué hacer entonces? ¡Modificar la Constitución, claro está!   El 9 de junio de 1927 se instaló la Asamblea Revisora.  Una Comisión había sido encargada de redactar el proyecto de reforma. Presentó su trabajo y fue aprobado sin discusión (¿te sorprende?).  El nuevo texto constitucional fue promulgado con una gran solemnidad.   La novedad es que la nueva Constitución prolongaba el mandato del Presidente, del Vicepresidente y de los congresistas por dos años más, hasta 1930. ¡Cuán fácil resolver problemas de apetencia personal!

 

Las apetencias del poder no se satisfacían.  En 1929, Vásquez reforma en dos oportunidades la Constitución. La primera fue en enero de ese año, y sólo varió el artículo 3 para permitir el tratado de límites con Haití.  En junio de ese año se instauró de nuevo la Asamblea Revisora que modificó de nuevo el texto de la Constitución, que consagraba, sin límites de ningún tipo, la reelección presidencial.  Esta fue la cuarta y última reforma constitucional de Vásquez.  Su apetito insaciable de poder no pudo ser satisfecho, pues aunque adaptó la legislación para permanecer en el solio presidencial sin tiempo, uno de sus colaboradores le dio el tiro de gracia, cuando en febrero de 1930 un golpe de estado lo derrocó, dando paso a la Dictadura de Trujillo. Sobre este tema trataremos en la próxima entrea.

 

 



 

 

 

 

 

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