Pensamiento caribeño en el siglo XIX. Hostos y su pensamiento sicológico
26/04/2013 12:00 AM - Mu-Kien Adriana Sang
Si el hombre prescindiera o pudiera prescindir en absoluto de la voluntad dependiente del instinto, aquellas necesidades de la materia a que debemos la conservación del individuo y de la especie no podrían tener satisfacción. Y, por el contrario, si el hombre prescindiera de su voluntad reflexiva, prescindiría ipso facto de su naturaleza racional y no serviría para darle satisfacción a las necesidades inmateriales que caracterizan a la razón y a la conciencia. Por lo tanto, si podemos, empleando el análisis, considerar divididos en dos fuerzas distintas al órgano de la voluntad, no podemos dejar de ver que esas dos fuerzas distintas a la voluntad funcionan simultáneamente y de continuo en la entidad moral del hombre.
Hostos, El propósito de la moral, discurso en el acto de investidura de los primeros normalistas.
Con este artículo finaliza el largo ciclo de entregas que desde enero he llevado a los lectores sobre las ideas de Hostos. El pensamiento de este hombre extraordinario por su capacidad intelectual y su estatura moral, es amplio, vasto y profundo. Podríamos pasar todo el año desarrollando nuevas aristas sobre sus discursos, libros y correspondencias, ya sea acerca del derecho constitucional, o sobre moral individual y social, o sobre educación. Todas sus obras evidencian un hombre que aprovechó al máximo las teorías de la época, las analizó, las internalizó, las interpretó y construyó su propio cuerpo conceptual. Pocos seres humanos han estado dotados de tanta capacidad analítica. Pocas personas pueden hacer alarde de tanta cultura. Mi eterno respeto a ese gran hombre, que todavía es un referente académico y ético a pesar de que hace más de cien años que la humanidad lo perdió.
Hurgando en el maravilloso mundo del espacio cibernético, encontré un interesante trabajo de la investigadora cubana Carolina de la Torre Molina sobre el pensamiento sicológico de Hostos (I). Este ensayo presenta una cara diferente del maestro. La autora parece ser que ha dedicado parte de su vida académica a estudiar el perfil sicológico de América Latina, afirmando que a finales del siglo XIX y principios del XX, la sicología latinoamericana se caracterizó “no solo por la independencia, amplitud y diversidad de los acontecimientos, sino también por la profundidad filosófica, originalidad, criterio propio e interés en conocer todo lo que en el mundo se hacía para aplicarlo, de manera creativa, a la solución de los problemas de cada país” (II).
Afirma también la investigadora que los grandes intelectuales de los diferentes países latinoamericanos, como fue el caso de José Ingenieros, conocieron la sicología universal y lejos de reproducirla, la utilizaron como materia prima para sus creaciones teóricas y, sobre todo, contribuyeron al desarrollo de la sicología como ciencia independiente de la filosofía. Este esfuerzo intelectual de estos hombres especiales ha permitido una mayor comprensión del ser latinoamericano. Nuestros pensadores e intelectuales, dice la autora, bebieron de las obras de Stuart Mill, Comte, Schopenhauer, Kant, Lombroso, Charcot, James y Baldwin, entre otros.
De la Torre aclara de forma enérgica que cuando utiliza el concepto de sicología académica se refiere al pensamiento sicológico que se encuentra en los educadores, filósofos y pensadores de los diferentes países de América Latina.
En su opinión se impone revisitar, releer a todos los grandes pensadores latinoamericanos, grupo en el que, por supuesto, se encuentran Eugenio María de Hostos y José Martí. Ambos, dice, dedicaron muchos años de sus genios creativos al desarrollo de valiosas ideas en pedagogía, educación, moral, sociología y sicología: Sus concepciones sobre la enseñanza libre, antidogmática y americana, los métodos pedagógicos, la comunicación, el papel activo del ser humano y su formación integral son algunos de los aportes que nos producen más admiración cuando leemos la obra abarcadora de ambos” (III).
En relación a Hostos, quien es nuestro objeto en la serie de artículos que hoy concluimos, De la Torre afirma que el pedagogo emprende la aventura de hacer sicología a partir de su concepción positivista. Pero, atención, afirma la autora, el positivismo hostosiano no es acrítico, pues a diferencias de otros positivistas ortodoxos, Hostos lo utiliza para colocar en tela de juicio el progreso material si va en desmedro de lo moral y espiritual. Así, afirma, Hostos no fue un repetidor de las ideas de Comte o Spencer, sino el creador de su propia teoría, que se sustenta en una lógica social eminentemente de carácter moral, en la cual la objetividad no se interpone a los juicios de valor y ni la visión humanística riñe con la llamada objetividad de la ciencia.
A juicio de De la Torre, el pensamiento sicológico hostosiano es el que marca su obra pedagógica y sociológica. Hostos, afirma la autora, parte de la necesidad que tiene la sociedad de formar hombres en “toda la extensión de la palabra, en toda razón, en toda la energía de la virtud, en toda la plenitud de la conciencia” (IV); esto así, porque el intelectual puertorriqueño está convencido que el ser humano individual debe ser el centro y lo más importante del tejido social. Porque, “en su quehacer político, literario, jurídico, sociológico y pedagógico…se dedicó Hostos…a una reflexión sicológica que no es posible ignorar. Este maestro era un humanista que, apoyado en una clara concepción del psiquismo humano, confiaba en la posibilidad de crear o fortalecer, mediante la educación, el empeño consciente del ser humano por auto perfeccionarse y perfeccionar su sociedad. Tenemos así en Hostos…a un psicólogo que emprende tan vastos campos desde una posición de base positivista” (V).
El punto clave del argumento de De la Torre es que el pensamiento social y político de Hostos parte del papel activo del individuo, quien conscientemente asume el compromiso de contribuir a la sociedad. Este planteamiento, dice, es extremadamente novedoso, especialmente en los años 80 del siglo XIX, cuando Europa apenas comenzaba a identificar la sicología como una disciplina independiente. Afirma sin tapujos la autora, que la obra Tratado Moral es en sentido amplio un verdadero tratado de sicología. Esto así, porque la moral debe ser entendida como ciencia del deber que estudia el arte del buen vivir, las obligaciones que los seres humanos se imponen; y además, en sentido todavía más abarcador, es una ciencia que estudia lo subjetivo y lo espiritual que son sin duda fenómenos que afectan la siquis humana.
Aquí termina la larga aventura de este inusitado viaje por los largos y profundos senderos del pensamiento del gran Eugenio María de Hostos. La próxima serie trabajaremos a José Martí.
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(I) De la Torre, Carolina, El pensamiento psicológico de Eugenio María de Hostos, en Revista Puertorriqueña de Psicología, vol. 17, 2006, versión digital de Redylac.
(II) Ibídem, p. 33.
(III) Ibídem, p. 34.
(IV) Hostos, citado por De la Torre.
(V) De La Torre, Op. Cit. P. 35
Hostos, El propósito de la moral, discurso en el acto de investidura de los primeros normalistas.
Con este artículo finaliza el largo ciclo de entregas que desde enero he llevado a los lectores sobre las ideas de Hostos. El pensamiento de este hombre extraordinario por su capacidad intelectual y su estatura moral, es amplio, vasto y profundo. Podríamos pasar todo el año desarrollando nuevas aristas sobre sus discursos, libros y correspondencias, ya sea acerca del derecho constitucional, o sobre moral individual y social, o sobre educación. Todas sus obras evidencian un hombre que aprovechó al máximo las teorías de la época, las analizó, las internalizó, las interpretó y construyó su propio cuerpo conceptual. Pocos seres humanos han estado dotados de tanta capacidad analítica. Pocas personas pueden hacer alarde de tanta cultura. Mi eterno respeto a ese gran hombre, que todavía es un referente académico y ético a pesar de que hace más de cien años que la humanidad lo perdió.
Hurgando en el maravilloso mundo del espacio cibernético, encontré un interesante trabajo de la investigadora cubana Carolina de la Torre Molina sobre el pensamiento sicológico de Hostos (I). Este ensayo presenta una cara diferente del maestro. La autora parece ser que ha dedicado parte de su vida académica a estudiar el perfil sicológico de América Latina, afirmando que a finales del siglo XIX y principios del XX, la sicología latinoamericana se caracterizó “no solo por la independencia, amplitud y diversidad de los acontecimientos, sino también por la profundidad filosófica, originalidad, criterio propio e interés en conocer todo lo que en el mundo se hacía para aplicarlo, de manera creativa, a la solución de los problemas de cada país” (II).
Afirma también la investigadora que los grandes intelectuales de los diferentes países latinoamericanos, como fue el caso de José Ingenieros, conocieron la sicología universal y lejos de reproducirla, la utilizaron como materia prima para sus creaciones teóricas y, sobre todo, contribuyeron al desarrollo de la sicología como ciencia independiente de la filosofía. Este esfuerzo intelectual de estos hombres especiales ha permitido una mayor comprensión del ser latinoamericano. Nuestros pensadores e intelectuales, dice la autora, bebieron de las obras de Stuart Mill, Comte, Schopenhauer, Kant, Lombroso, Charcot, James y Baldwin, entre otros.
De la Torre aclara de forma enérgica que cuando utiliza el concepto de sicología académica se refiere al pensamiento sicológico que se encuentra en los educadores, filósofos y pensadores de los diferentes países de América Latina.
En su opinión se impone revisitar, releer a todos los grandes pensadores latinoamericanos, grupo en el que, por supuesto, se encuentran Eugenio María de Hostos y José Martí. Ambos, dice, dedicaron muchos años de sus genios creativos al desarrollo de valiosas ideas en pedagogía, educación, moral, sociología y sicología: Sus concepciones sobre la enseñanza libre, antidogmática y americana, los métodos pedagógicos, la comunicación, el papel activo del ser humano y su formación integral son algunos de los aportes que nos producen más admiración cuando leemos la obra abarcadora de ambos” (III).
En relación a Hostos, quien es nuestro objeto en la serie de artículos que hoy concluimos, De la Torre afirma que el pedagogo emprende la aventura de hacer sicología a partir de su concepción positivista. Pero, atención, afirma la autora, el positivismo hostosiano no es acrítico, pues a diferencias de otros positivistas ortodoxos, Hostos lo utiliza para colocar en tela de juicio el progreso material si va en desmedro de lo moral y espiritual. Así, afirma, Hostos no fue un repetidor de las ideas de Comte o Spencer, sino el creador de su propia teoría, que se sustenta en una lógica social eminentemente de carácter moral, en la cual la objetividad no se interpone a los juicios de valor y ni la visión humanística riñe con la llamada objetividad de la ciencia.
A juicio de De la Torre, el pensamiento sicológico hostosiano es el que marca su obra pedagógica y sociológica. Hostos, afirma la autora, parte de la necesidad que tiene la sociedad de formar hombres en “toda la extensión de la palabra, en toda razón, en toda la energía de la virtud, en toda la plenitud de la conciencia” (IV); esto así, porque el intelectual puertorriqueño está convencido que el ser humano individual debe ser el centro y lo más importante del tejido social. Porque, “en su quehacer político, literario, jurídico, sociológico y pedagógico…se dedicó Hostos…a una reflexión sicológica que no es posible ignorar. Este maestro era un humanista que, apoyado en una clara concepción del psiquismo humano, confiaba en la posibilidad de crear o fortalecer, mediante la educación, el empeño consciente del ser humano por auto perfeccionarse y perfeccionar su sociedad. Tenemos así en Hostos…a un psicólogo que emprende tan vastos campos desde una posición de base positivista” (V).
El punto clave del argumento de De la Torre es que el pensamiento social y político de Hostos parte del papel activo del individuo, quien conscientemente asume el compromiso de contribuir a la sociedad. Este planteamiento, dice, es extremadamente novedoso, especialmente en los años 80 del siglo XIX, cuando Europa apenas comenzaba a identificar la sicología como una disciplina independiente. Afirma sin tapujos la autora, que la obra Tratado Moral es en sentido amplio un verdadero tratado de sicología. Esto así, porque la moral debe ser entendida como ciencia del deber que estudia el arte del buen vivir, las obligaciones que los seres humanos se imponen; y además, en sentido todavía más abarcador, es una ciencia que estudia lo subjetivo y lo espiritual que son sin duda fenómenos que afectan la siquis humana.
Aquí termina la larga aventura de este inusitado viaje por los largos y profundos senderos del pensamiento del gran Eugenio María de Hostos. La próxima serie trabajaremos a José Martí.
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(I) De la Torre, Carolina, El pensamiento psicológico de Eugenio María de Hostos, en Revista Puertorriqueña de Psicología, vol. 17, 2006, versión digital de Redylac.
(II) Ibídem, p. 33.
(III) Ibídem, p. 34.
(IV) Hostos, citado por De la Torre.
(V) De La Torre, Op. Cit. P. 35
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